Blogia
El blog de Angel Arias

Temas sobre literatura

Quince minutos con Mario y varias horas con Vargas Llosa

No van a descubrirnos ahora a los buenos escritores vivos en lengua española los eruditos de la Academia Sueca que concede los Premios Nobel, pero es un magnífico aldabonazo de atención sobre nuestro idioma, el que Mario Vargas Llosa haya dejado de ser el aspirante para tener su nombre escrito entre los que han obtenido este galardón.

Entre las satisfacciones que me produjo haber sido propietario de un restaurante está la de haber conocido a Mario Vargas Llosa personalmente. Yo fui para él un restaurador, tal vez el jefe de sala respetuoso y un tanto pesado que le acercó el libro de prestigio del restaurante para que firmara en él.

Vargas Llosa escribió: "Gracias por la buena hospitalidad y enhorabuena por la magnífica cocina. ¡Volveremos muchas veces!". Fue en febrero de 2002, y había sido traído/atraído a AlNorte por Juan Cruz, que escribió, más abajo: "A mi me da vergüenza decir lo mismo que el maestro, pero es que (siempre) digo lo que dice el maestro, cuando él tiene razón".

Vargas Llosa, formaba para mí -como para otros miles de antiguos adolescentes que habíamos sido iniciados en la literatura sensitiva con descripciones evocadoras de preciosistas extranjeros que escribían en una lengua que era la nuestra pero que aparecía como infinitamente más rica en matices-, junto a García Márquez, Lezama Lima, Ernesto Cardenal, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, ...un muestrario de maestros venerados, de cimas excelsas del idioma.

Con él y Pantaleón habíamos contratado visitadoras, atendido a las pasiones ocultas de tía Julia, conversado en la catedral, o paseado por los Andes con Lituma. Como comentarista de actualidad, valoré, más tarde su neutralidad intelectual, reputada de reaccionario por los intransigentes y de izquierdista por los retrógados, siempre impregnada del sabor de lo bien escrito. Muchas horas con Mario, desde luego.

Un año más tarde, la casualidad hizo que María Trujillo Ricart, visitara también mi restaurante, acompañada de unos amigos, y también les entregamos el libro de visitas, para que escribieran algo. La memoria de La fiesta del chivo estaba presente, sin duda, porque, después de hojear las páginas anteriores, la nieta del dictador dominicano escribió: "El lugar, la comida, la atención, ¡magníficos! Algún escrito cliente ¡un horror! Por no caer en palabras mayores...o menores"

Debo reconocer que la palabra horror puede confudirse, sin esfuerzo, dada la caligrafía un tanto desigual de la autora de la frase, por "honor".

Mario Vargas Llosa, haciendo honor a su palabra, volvió varias veces a mi restaurante -casi siempre con su esposa, Patricia Llosa (1)-, y siempre apareció como un cliente discreto, amable con el personal, sin complicaciones en el gusto.

También lo hizo Juan Cruz, pero todo eso ya pertenece a otras historias, de las que doy cuenta en mi libro "Cómo no montar un restaurante".

(1) Anda por ahí una historieta, para mí increíble, por la que Patricia habría sido la causa del puñetazo que un celoso Mario Vargas le habría largado en 1976 a Gabo García Márquez, quien habría actuado de confidente cuando el primero se lió la manta a la cabeza para tener una aventura con una azafata sueca. Yo solo puedo dar fe de que formaban una pareja encantadora y aparentemente muy unida, casi 30 años después, lo que no es moco de pavo.

A sotavento: Feliz día del librero

Si alguien quiere regalar un libro con algunos de mis pensamientos puede adquirirlo en Bubok, en donde lo tengo publicado. Son 360 comentarios; mucha tela.

Si quiere saber más sobre lo que he opinado sobre los más variados temas (que es una demostración, no tanto de mi erudición ni siquiera de mi petulancia, sino de mi propensión a meterme en camisa de once varas, con el riesgo de exponerme a algún varapalo), tendría que pedirme una copia de los cerca de mil comentarios que he venido publicando en mis dos blogs, Alsocaire y éste desde el que escribo, o recuperarlos, con el relativo trabajo que supone, uno a uno, del espacio virtual.

No es lo único que tengo publicado que es, a su vez, solamente, una pequeña muestra -en volumen- de lo mucho que he escrito. Estoy especialmente orgulloso de mis poemas y del libro Cómo no montar un restaurante, que será un best seller cuando me lo publiquen.

Ya no estoy tan seguro respecto a mis dos novelas: Hay un mensaje para Elías (cuyo título he cambiado recientemente por El auriga) y Manual para hacer una guerra que, siempre, por los arrebatos de tendencia a la procastinación que forman parte de la esencia humana, creo que necesitarían un pulido. Mi deseo es llegar a tiempo -es un eufemismo- para darles ese definitivo hervor creativo. 

Libreros, feliz día. No lo tenéis fácil -eso de vender libros- en estos tiempos en que (casi) nadie lee.

Lo que no se ha dejado, -al contrario-, es de escribir. En muchas ocasiones, mal; muy mal. Como en el caso de cuantos pintan cuadros y dibujos, cada vez hay más aficionados a demostrarse a sí mismos que saben poner letras una tras otra y a todo el mundo lo barato relativamente que resulta publicar cien ejemplares de un libro u organizar una exposición.

Se puede también, si se tienen las relaciones adecuadas, alcanzar glorias sin merecerlo: escribir sobre tonterías y ganar un premio literario; o pintar una colección de mamarrachadas y conseguir una exposición y hasta obtener un galardón sonoro por una mancha en un lienzo barnizado.

Lamentablemente, no faltan supuestos críticos de arte y de literatura que se ofrecen a alabar parte de lo pintado o escrito, no atendiendo a su valor, sino al precio que ellos mismos obtienen por ayudar a venderlos, aprovechándose de que el juicio individual ha sucumbido ante la ignorancia supina que reune en la misma caldera de despropósitos al colectivo de nuevos ricos y a muchos torpes gestores de lo público.

Pero no nos olvidemos de esto: la percepción del valor del arte es subjetiva, sí. La más exacta percepción del esfuerzo y la creatividad aportadas a la obra, no se improvisa. Es fruto de una educación de la sensibilidad que se realiza siguiendo un largo itinerario y estudiando, analizando, viendo y oyendo mucho, aunque se pueda reconocer que algunos elegidos de las musas lo tienen más fácil.

Al socaire: Le magicien y la joven ausente

"Le magicien y la joven ausente" es el título de un relato; o, para ser más precisos, de un cuento, una historia inventada. Narra la venganza de una ayudante de mago que, despechada por el ilusionista del que había estado enamorada y al que había entregado su vida y su arte, pasa a ser ella misma la urdidora de un juego de magia en el que hace caer, con estrépito, a la persona con la que convivió durante años.

Se me ocurrió la historia cuando visitaba Frómista un par de días antes de escribir el chisme, en uno de esos recorridos cómodos del Camino de Santiago que hacemos los falsos peregrinos que andamos a uña de caballo (léase, sobre cuatro ruedas) por la vida. Allí, en la reinventada iglesia de San Pedro,  encontré un retablo que me atrajo por su ingenuo dramatismo, a pesar de pesares: faltaban viñetas, estaba en una esquina sin iluminación y se encontraba,parecía, en el sitio equivocado.

Se representaba al mago Hermógenes, convertido al cristianismo por Santiago apóstol, abominando de la magia, y arrojando sus libros de tal arte al mar, desde una barca, en presencia de su discípulo Fileto.

Nada dice la naración, por supuesto, inventada, (porque está archireconocido que Santiago apóstol nunca estuvo, físicamente, en España), sobre la conversión de Fileto. Por tanto, yo también me imaginé algo para completar el mito: que Fileto, una vez que se marcharon los de la escena principal, recogió los libros de su maestro del agua, y siguió ejerciendo, con gran éxito, la magia por su cuenta.

Con un cuento con esa base y dosis de fantasía obtuve el segundo premio del Concurso de Escritores ingenieros de Minas. El autor del que mereció esta vez el primer premio, "Dieciseís en semicírculo", fue Francisco Javier Llera Fueyo, tercer clasificado en el anterior certamen, en el que el mismo Jurado, con "Quince años de viaje sin parar" me dió entonces el primero

Está claro que los títulos con cifras atraen la suerte. Pero, para evitar malentendidos, reconozco, con inmediatez, que el relato del compañero Javier, con el que estuve haciendo algunas risas durante la velada en la que recogimos el diploma y un talón con la pasta por los premios, era bueno. Mejor que el mío, al menos, para el Jurado y para mí.

Al socaire: Los últimos premios Cervantes de teloneros del Instituto de Estudios Latinoamericanos en Alcalá

Asistí hoy, en la hermosa ciudad de Alcalá, al acto de alumbramiento del Instituto de Estudios Iberoamericanos, que apadrinaron tres premios Cervantes: Juan Gelman, Antonio Gamoneda y Gonzalo Rojas. Los tres, poetas, leyeron algunas de sus obras y reflejaron, también su estilo personal: Gelman, austero y serio; Gamoneda, próximo y socarrón; Rojas, surrealista y longevo.

En realidad, en el Paraninfo de la Universidad vieja, hubo dos momentos muy diferenciados. Primero fue la presentación del Instituto, que hicieron el rector Virgilio Zapatero y la vicerrectora, María José (Pepa) Toro, seguidos por el profesor Daniel Sotelsec y el gerente de la nueva institución; no me aclaré muy bien de lo que se pretende con el recién nacido, pero malo no puede ser, tratándose de estudiar, verbo que con el tiempo se ha hecho maldito.

Después, cambió el decorado, y nos llegó una fiesta literaria de difícil catalogación, en la que los otrora galardonados nos obsequiaron con una selección azarosa de sus poemas, en un recital de digestión posible solo desde el cariño hacia quienes se sentaban en el estrado. Formas muy distintas de entender la poesía, de ser, de comunicar vivencias.

En la presentación de los cervantinos, un para mí desconocido presentador (me soplaron que es catedrático de Lengua o Literatura en una de las facultades de Humanidades), leyó un pupurri con versos encadenados de los poetas de la mesa, a la manera -dijo- de Gaston Vaquero. Lo tituló "Empréstame" y me dejó boquiabierto, de asombro y tedio.

Yo estaba allí por hacerle la pelota a Pepa Toro, que me tiene prometida una exposición de mis cuadros en Alcalá, la cual se demora por diversas circunstancias. Tomé notas de lo que allí se dijo y se leyó, como un neófito, para disimular.

Los que leyeron no son poetas que se prodiguen en metáforas o juegos florales, y por ello, a viva voce no son proclives a levantar pasiones desmelenadas, pero el público los envolvió con aplausos cariñosos, en especial a Antonio Gamoneda, que se flageló al catalogarse de solo "medio poeta" junto a los otros y sirivió un vaso con agua a Juan Gelman a mitad del monólogo que parecía no terminar de Gonzalo Rojas.

Gamoneda leyó cosas sobre la luz, la desnudez,  la eternidad ("no sé morir") y un poema más extenso con el tema tan actual de "Ha de llover", enfocado, por supuesto, desde otra perspectiva, y teñido de color rojeras zapaterianas, que es lo que se lleva ahora.

Juan Gelman propuso, antes que nada, que se constituyera la Cátedra Carlitos Gardel y que la presidiera Marco Antonio Campos, cosechando risas, y después leyó seis o siete poemas cortos. Caían gotas de poética en vena: "la muerte que adolece de tantos defectos"..."qué hago aquí al pie de una palabra que no se deja decir"...)

Gonzalo Rojas estuvo sublime en el comienzo, citando el encuentro reciente con Hawking y sus hoyos negros ("no les teman a los hoyos negros", contó que les dijo el sabio astrofísico en su conferencia en Santiago de Chile). Leyó su poema "Sábete, Sancho", otro sobre un pie (que dijo haber soñado) y, luego, estuvo excesivo, parecía lo suyo inacabable, y resultó algo cómico, por contraste, que es muy malo para la poesía lírica.

Parece que Rojas había encontrado un libro suyo en la biblioteca de la Universidad, publicado sobre el setenta y tantos, y por momentos pareció que nos lo iba a leer entero...Le aplaudieron, por eso, varias veces, cuando parecía que lo que acababa de leer era ya lo último.

Lo mejor de la tarde fue, después, tomarse una cerveza en una terraza alcalaína, con l@s amig@s. Pero eso ya lo guardo para mi propio placer, cuando se trate de recordar los buenos momentos de la vida propia, sobre los que no hace falta escribir ni una letra para que crezcan en uno.

Jugando en corto: Un día para la poesía

Desde el año 2000, la UNESCO recomienda que el 21 de marzo de cada año se conmemore a la poesía. En nuestra inflación de celebraciones, está advocación ha pasado bastante desapercibida. Pero merece que la rescate aquí, desde estas páginas, aunque sea algo tardíamente. Y de qué forma más lógica, entrañable y versátil podría hacerse que con un poema (De mi Libro "Poemas de encargo")

XXXIV

La primavera

ha entrado contigo

la primera,

y adivino

que has estado abriendo las ventanas,

que tu ímpetu me trajo al viento fresco,

que eres tú la que has corrido las cortinas,

quien sacudiste las cenizas de mi pipa,

y aunque la luz me molesta

después de haber estado tanto tiempo

en absoluta oscuridad, no refunfuño.

Reconozco

que ese bullicio me produce bienestar,

ya huelo a traje nuevo,

identifico a rachas el perfume que confirma

tu presencia

de hembra.

 

Quisiera preguntar dónde has estado

pero no me salen las palabras.

 

Después,

mientras me afeito

supongo que has dado la vuelta a los colchones,

ordenado de pe a pá la biblioteca,

sacudido el polvo de los muebles

y del pecé portátil

que ya nadie se lleva,

seguro de que vaciaste de los mondos de limón la papelera,

y una vez retirados los cacharros sucios del albañal

has puesto a funcionar la lavadora.

Jugando en corto: Adjetivos poco calificativos

¿Es prometedor el futuro? Desde luego, si nos atenemos a las veces en que ese adjetivo se asocia con lo que podemos esperar del tiempo inexorable que todavía no nos ha atravesado, debemos admitir que tiene para ello casi todas las papeletas. La muy alta probabilidad se transformaría en certeza incuestionable si fuera visto por políticos, empresarios, y en general, por todos cuantos vaticinen sobre que lo nos va a pasar, utilizando la bola de cristal de sus espurios intereses, para convencernos de que les apoyemos, a sus tontos útiles.

La situación actual será siempre, cuando la comentemos, complicada, pero con el esfuerzo común (queremos con ello significar, lo que en realidad es  raro de testículos, que sea conjunto), obtendremos resultados, positivos.
 Pero no nos preocupemos. Si los resultados, cuando llegan, no son los que habíamos prometido, lo más seguro es que el comportamiento (?)  fuera inesperado y los problemas, por tanto, se convirtieran, a toro pasado, en imprevisibles.

Esta explicación será satisfactoria, salvo para los competidores, que juzgarán nuestra falta de previsión, intolerable. Si los resultados son buenos, serán, cuando los presentemos a los nuestros, espectaculares.  Puede que los 
trabajos que realicemos no sean arduos, pero será porque estamos de vacaciones merecidas. En cualquier caso, el futuro es nuestro, la gloria efímera, el dinero propio escaso y la señora ajena en minifalda que se sube al Lamborghini que conduce un vejestorio rijoso o un hortera impresentable, despampanante.

Las jóvenes hijas de los jefes son bellas, pero solo mientras están sus progenitores delante, y las miremos con buenos ojos; porque después, entre colegas, son fieles copias de su padre, sin bigote. Nuestras madres, son buenas, y cuando han muerto, ya santas. Los niños propios son revoltosos y, los de los demás,  insufribles. Los adolescentes han de ser soñadores y los ancianos, cascarrabias. Los torpes mozalbetes (ahora hay formalmente muy pocos), se convierten rápidamente en gamberros maleducados, aunque ellos se creerán siempre divertidos y, lo que es peor, con derecho a serlo, porque nadie se atreverá a decirles que el mobiliario urbano que destrozan lo pagamos con nuestros altos impuestos los sufridos ciudadanos (pocos, quiero decir, los que pagamos).  

Los caballos son fogosos, los perros fieles, el solomillo tierno y las patatas calientes. ¿Cómo olvidar las cosas claras y el chocolate espeso, a pesar de que, en estos tiempos,  las cosas, tanto las excepcionales como las que sustituyen a las palabras que faltan en nuestro léxico, se han colado en todas partes, y las bebidas de moda son a la vez  energéticas y ligeras (o sea, láit)?.

Los pilotos de carreras, son audaces (y los de fórmula uno, además, millonarios), los enemigos de guante blanco, cretinos, y  quienes nos adelantan a toda velocidad, estúpidos y, además, qué se creerán. El futbolista en racha es inteligente, pero cuando falla un gol cantado, pasa a la categoría siguiente, acabado. El gobierno es siempre inoperante para la oposición, incluso en sus mejores momentos. Claro que para el primero, la oposición es poco constructiva y, además, en lo mínimo que construye, desleal.

Nosotros somos unos, pero incomprendidos. Aunque ya se sabe que la gente es molesta y no sabe adónde va ni lo que quiere. Por eso decimos ¡cuánta gente! siempre que nos encontramos con que los demás ha tomado la misma decisión que nosotros. Ellos son unos borregos descerebrados y nosotros unos pobres parias, o sea, paupérrimos. 

A barlovento: El Jurado del Premio Reina Sofía de Poesía, la poetisa Blanca Varela y el restaurante AlNorte

Blanca Varela, poetisa limeña intimista, sorprendente y austera, fue premiada con el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Es noticia. Cuando su hijo le comunicó el premio, Blanca, que está gravemente enferma de un ictus irreversible, según expresó el propio Vicente de Szyszlo, arquitecto y seguramente poeta él mismo, "dijo algunas palabras que, lamentablemente, no llegan a expresar ideas".

Leo esta frase de Szyszlo una y otra vez, y me parece poesía, pura poesía. Un regalo casi póstumo de la sensible poetisa que ha dedicado muchas horas a romper versos, los suyos, porque no eran lo suficientemente buenos para ser publicados, y que buscó estar al margen de ideologías, de intenciones, de tendencias.

Para mí, también ha habido premio. El Jurado, después de la votación, se ha vuelto a reunir, esta vez para comer en el restaurante AlNorte. Allí estuvieron José Saramago, Antonio Gamoneda, Yago Pico de Coaña, Rosa Regás, Cecilia Dreymüller,... Algunos de ellos, tuvieron la amabilidad de dejar unas palabras de agradecimiento y elogio hacia mi restaurante, es decir, hacia mis colaboradores en un proyecto que, paso a paso, se va abriendo camino entre lo mejor de la restauración madrileña. Al Libro de Honor de AlNorte, se han añadido los autógrafos de Saramago y Gamoneda suscribiendo unas frases sencillas de factura, inmensas en valor.

Va a ser verdad: "La vida es una noticia conmovedora" (verso del poema "Estréchame las manos", de Blanca Varela)

 

Al socaire: Baño literario en la Casa de Asturias en Madrid

Al socaire: Baño literario en la Casa de Asturias en Madrid

Algunos días, la selección del tema en que basar el Comentario se hace muy difícil. No porque quiera recoger la actualidad, y ni siquiera pretendo glosar la noticia que más me haya llamado la atención. Mi blog no es una columna periodística, no tiene especialización concreta, carece de sistemática y cualificación de asuntos, lugares, personajes. Es, en notable medida, reflejo de mi desorden, un intento demasiado aparente de obtener tiempo para compartir, de donde no hay mucho.

Casi a punto de cumplir el año con estas crónicas urbanas, en las que mezclo con impudicia creativa, poemas, historias viejas y modernas, dibujos y refritos de otros momentos, puedo presumir de tener un background (respaldo) a cuenta de las cosas publicadas. En esa trayectoria me he hecho, seguro, más transparente para quienes hayan seguido los comentarios, y si antes no me conocían, se habrán formado una imagen de mí. Las entradas (post) pasadas del Cuaderno (blog), me permiten cruzar las referencias, evitar repetirme.

Hoy iba a escribir una crónica sobre el ADN antiguo, pero he pensado que lo que estuvo miles de años esperando una nueva oportunidad, puede perfectamente aguantar un día más. Así, que, a última hora de hoy, me decido a escribir sobre literatura.

La culpa del cambio la tiene el buen rato que acabo de pasar en la Casa de Asturias en Madrid, en un acto organizado por la dinámica Marta Magadán, presidenta del Gremio de escritores de Asturias y propietaria de Septem 7 Ediciones. Esta mujer inteligente, activa, me fue presentada hace algunos años por la llorada Julia Ibarra cuando estaban trabajando en la reedición de La melodramática vida de Carlota Leopolda (y para la que realicé las ilustraciones). Es amiga de Mari Luz Naredo y Margarita Collado, o sea, que mis defectos están en buenas manos.

Ayer, bajo el lema: "Gijón: La fiesta de la palabra", en un "encuentro con escritores iberoamericanos", la delegación de Asturias en Madrid (Pilar), de la mano de Marta, nos acercó a Luis Sepúlveda, director del Salón del Libro Iberoamericano, chileno, y a Horacio Vázquez Rial, profesor y blogero, argentino.  Estaba también anunciado Alfonso Mateo Sagasta, pero no apareció, sin que se nos explicara el motivo de la ausencia.

No echamos de menos a nadie, sin embargo. Las dos horas que hemos pasado escuchando las inteligentes respuestas de Luis y Horacio, frecuentemente divertidas y bien documentadas siempre por una memoria excepcional, a las preguntas, escuetas pero sugerentes, de Marta, nos ha sabido a gloria a la, sorprendentemente, escasa asistencia.

Hemos sido testigos de un momento muy literario, y también, especialmente próximo y entrañable. Yo tomé notas como un neófito, porque lo que se nos brindó fue una visión próxima del cosmos de estos dos autores de prestigio, jalonado de anécdotas, graciosos chascarrillos, espontaneidad y finura intelectual.

Imposible resumir en unas líneas el cuadro abigarrado de sensaciones que estos dos grandes de la literatura española esparcieron al auditorio. No les importó que fuéramos diez o doscientos los que les escuchábamos. Nos sentimos inmediatamente cómplices y admiradores de estos dos maestros de la seducción y de la metáfora, que, muy cómodos, no tuvieron ningún reparo en contarnos algunas de sus razones.

Sabemos ahora que Luis escribe sobre una mesa de amasar pan y contra la pared de la cocina, y que Horacio prefiere componer desnudo, en invierno como en verano. Sabemos que Luis es amigo de Pablo de Santi, y algunas de las muchas cosas que los unen; y que Horacio tiene una espina clavada por vender menos libros en Buenos Aires que en Berlín y que ahora está leyendo las Memorias de Chateaubriand.

Nos han recomendado empezar a conocer su escritura con Frontera Sur (Horacio Vázquez) e Historias Marginales (Luis Sepúlveda). Pero, sobre todo, nos han convencido de que hay en ellos reside un torrente de imaginación y vitalidad, que está dispuesto siempre para ser transplantado a la cotidianeidad particular de cada uno de sus lectores.

Si, como le gusta repetir a Angel Gamoneda, la poesía no es literatura, una de las razones por las que los escritores suramericanos venden tan bien en España -así se dijo allí-, es porque han sabido incorporarla, a la novela, al relato, al cuento, evocándonos otros mundos, otras historias, imaginarios personajes reales como la vida misma -eso lo dije yo, y me pareció sentir que Luis y Horacio estaban de acuerdo-.