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El blog de Angel Arias

Articulos de actualidad

Al socaire: Guión para una escena en el Naranco

(Director: Woody Allen; guionista: Angel Arias; actores: Scarlett Johanson, Penélope Cruz, Woody Allen y Javier Bardem; una multitud de extras)

(Escenario: Los protagonistas se ubicarán en los verdes prados de Santa María del Naranco, en donde previamente se habrá colocado una manta a cuadros para cubrir posibles cacas de perro que incordien a los actores. La cámara tomará vistas de la ciudad de Oviedo y de los caminos de acceso a los monumentos desde el aparcamiento de vehículos, entre los matos.  Algunos extras llevarán madreñas (los que hagan de asturianos) y otros katiuskas (los que hagan de turistas catalanes), prenda esta última ya en desuso, al menos con este nombre, salvo en los pueblos remotos de las montañas de los Balkanes, y por ello, cargada de simbolismo).

Scarlett: Porqué tú poner suelo mantel?
Bardem: No ye un mantel, corazón, ye una manta.
S: Nosotros sentar ahí? No frío?
B: Más que sentarnos, vamos a retozar. Y non ta frío, muyer. En Uviéu tá todo el suelo calefactao.
S: Retozar? Mi no comprender. Qué es? Sudoki?
B. Ya lo irás sabiendo. Ye dar unes vueltes sin movése del sitio. La ventaja desti lugar retirau ye que por aquí no vién ni dios.
S: (Señala Santa María del Naranco) Esta casa grande ser la catedral?
B: No, que va. La catedral tá allá abajo, tontina. Desde fai años, no se ve porque tá tapada por les grúes de la construccion. Eso ye San Miguel o Santa María, que nunca los supe distinguir. (Se pone cómodo echándose en la manta, y da unos golpes a su lado) Siéntate al mi láu, rapaza, que te lu explico mejor desde aquí enbaixo.
S: (Se resiste a sentarse en la manta, y disimula mirando ahora hacia la ciudad) Oh, qué cosa horrible! Qué ser aquél buílding que comerse los demás?
B: Eso ye el edificio de Calatrava, tontina. Y non tá comiendo a nadie. Lo que pasa que ye tan grande, porque tan refaciendo la ciudad, para dimensionála en otru tamaño, Oviedón, porque en el futuro vamos a ser la capital del mundu.

(Scarlett se sienta en la manta, enseñando pierna, porque la mini falda que lleva es de tubo, por aquello de que el que tuvo, retiene. De pronto se ve venir, subiendo el camino de Santa María -llamado de los Monumentos porque aquí existían unas antiguas casas de diversión muy famosas-, a un grupo de turistas mixtocatalanes y lugareños, precedidos de Woody Allen, que está comiendo un bocata de jamón y queso con un salsa de puré de fabada.   Javier Bardem se levanta como movido por un resorte.)

B. ¿Pero qué coño hace Vd., vieyeras? ¿Non ve que está molestando?
W. Ai am budi allen, de big dairector, aguarded wiz el Principe de Asturias. Ai am hía dráiving ei felm.
B. Esti paisano me recuerda a alguien. Creo que ye Paulino Vicente.
S. Ríali are yu de famous dairector? Ai am veri glad to mit you, ai am ei fan of yúa felms, and jáf sín ól.
B. Lo que me faltaba. Viene esti vieyu y me levanta la caza. O te vas, o dóite un guantazu, felpeyu.

(Cuando el momento parece de máxima tensión, y antes de que Woody saque el clarinete con un estilete incorporado en la bocana, aparece montando una bicicleta de alquiler (por el anuncio) Penélope Cruz. Grita despropósitos, mientras va bajando a toda velocidad la prolongación ficticia de la pista finlandesa, porque se le agarrotaron los frenos.  Los turistas catalanes hacen fotos, procurando que entre en el encuadre el director judeo-norteamericano, para contarlo cuando vuelvan a la Generalitat de sus vacaciones por España. "Du you maind tu rais youa arm?, le pide a Woody un andaluz atrevido, algo viajado.)

Woody Allen grita; "!Corten¡", en español, porque le apetece que le pongan algo más de jamón al bocata. Pé se da contra un bardón y se hace una herida superficial en salva sea la parte, cualquiera que ésta sea.

 

A sotavento: Déficit en infraestructuras

El 23 de julio de 2007, Barcelona no se quedó a oscuras, porque la avería en la red eléctrica tuvo lugar por la mañana, ni tampoco exactamente in albis, pero sufrió una seria llamada de atención respecto a lo que puede pasar si nos quedáramos sin energía, que no se debería olvidar.

Los detalles del accidente son hoy bastante conocidos: un cable de distribución provocó un cortocircuito en una subestación y la sobrecarga repentina de tensión sobre otras cuatro subestaciones, desencadenó un efecto cadena que dejó a 350.000 abonados sin corriente eléctrica durante varias horas. La ciudad estuvo al borde del colapso, porque no funcionaron ni líneas de metro, semáforos, hospitales, centros de trabajo, restaurantes, etc.

En otras ciudades están algo más acostumbrados. En Madrid, por ejemplo, las subestaciones eléctricas sufren de vez en cuando sobrecargas y se queman y queman las casas circundantes, circunstancia desafortunada que es aprovechada para que enterados analistas nos digan que lo que sucede es que tenemos un déficit de infraestructuras.

¿Déficit de infraestructuras?. ¿Nos faltará dinero?. Yo creía que sobraba pasta en este país.

Son tantos los ejemplos de nuestra bonanza, que deberíamos dudar que, sin nos falta algo, es más bien planificación y orden que recursos. Analizando la multitud de carreteras, vías rápidas y algo más lentas, que surcan de cabo a rabo nuestra geografía, adornada ahora con multitud de rotondas, pasos elevados, puentes atirantados, diques de contención, etc, nadie diría que anduviéramos escasos de presupuesto.

Adivirtiendo la profusión y frecuencia con la que se cambian los adoquinados, bolardos, alcorques, en las ciudades y pueblos, jamás habría pensado que la vida municipal no nadara en la abundancia. Notando la dedicación con la que conservamos las fachadas de insulsos edificios del siglo pasado, o vaciamos como si fueran cascarones, arquitecturas sin mayor mérito, para realizar en el interior costosísimas "reformas", ni lo hubiera imaginado. ¿Y qué decir de los casos de corrupción, tan difíciles de detectar, por lo que parece, pero que deben ser soportados por los dineros de alguien?

Estoy escribiendo esta crónica desde un ordenador público, rodeado de jubiletas que consultan sus inversiones o escrutan en sus posesiones catastrales. Todo es magníficamente gratuito. La iluminación del edificio, interior como exterior (son las 10 de la mañana) es completa y esplendente. Fuera, decenas de gentes sin prisa van de un sitio a ningún otro, para hacer la gestión que justificaría la mañana. Adivino entre ellos a pensionistas, prejubilados, parados cobrando sus subvenciones, inmigrantes de acogida, de desplazamiento  y de efecto llamada, etc. 

Tenemos déficir en infraestructuras, seguramente. Pero andamos sobrados de todo lo demás.

Jugando en corto: Eso del orgullo gay me suena a old-fashioned

Desde hace unos días, y hasta el domingo 1 de julio, se celebra en Madrid  -en torno a la fecha del 28 de junio, en que se produjeron en 1969 los disturbios en el Stone Wall, un tugurio del barrio homosexual de Nueva York-, la exaltación del orgullo gay europeo.

Vengo de las cavernas del tiempo, en las que no había homosexuales; quiero decir, no existían de forma reconocida. Pero, si repaso las crónicas y apelo a mi memoria, es que tampoco había muchos, en realidad. Con el paso de los años, me enteré, generalmente por  casualidad o porque me lo dijeron ellos mismos en una noche de copas, que un par de aquellos jóvenes con los que había compartido estudios y deportes, tenían esa "tendencia". Jamás nadie de mi propio sexo se me insinuó, y he vivido satisfecho de mi condición heterosexual nunca puesta en duda, sin que se me pasara por la cabeza sentirme orgulloso de serlo.

Lo digo ya: Nunca entendí eso del orgullo gay (gay pride), así que mal voy a entenderlo ahora, en el declinar de la edad. He admitido, porque venía avalado por sesudos estudios, que la mayoría de los homosexuales, hombres y mujeres, lo son por tendencia natural, por pura esencia genética. Sigo creyendo, en mi fuero interno, y coincidiendo con mucha gente, que en el trasfondo de muchas de las manifestaciones homosexuales, hay un problema grave de afectividad, un trauma infantil no resuelto. Por eso, los homosexuales -más los gays que las lesbianas- tienden a exagerar, quieren que se les quiera.

¿A qué diablos viene esto?.  Pues a que a mí, como a casi todo el mundo ya, tanto los crecidos en la tolerancia como los trasladados a ella, las manifestaciones de cualquier tipo de tendencia sexual me traen al pairo, siempre que no afecten a terceros. Puedo tener mis ideas, y mi apreciación, al respecto de las raíces, influencias y entresijos del poder homosexual (gay power). Puedo hablar de un cierto tufillo a dominación y selectividad por parte de algunos homosexuales frente a otros. Pero no diría nada original, no se me ocurre nada que no pueda detectar cualquiera por sus medios. Así que me callo en este punto.

Como observador de la realidad que me rodea, conozco, por tanto, acerca de las presiones, los goces, las sombras, las manifestaciones de exarcebada sexualidad y culto al cuerpo de algunos homosexuales. También valoro la sensibilidad, la creatividad, la capacidad de desprendimiento de muchos de ellos, que colocan al colectivo de gays y lesbianas, en esos aspectos, y sin haber hecho estadísticas, por encima de la media de los seres humanos.

Por supuesto, tengo amigos en esos "colectivos", amigos y amigas a los que quiero. Las comillas las pongo para significar que no los considero, en realidad, un colectivo, porque no acabo de encontrar las razones de su homogeneidad. No sé apreciar en qué son diferentes, si les quito el barniz y los afeites sentimentales que una parte de ellos se esfuerzan en ponerse. Veo a seres humanos iguales a los otros.

No se me ocurre, por ejemplo,  cómo habría que interpretar el mensaje "de gastar el tiempo de estos días haciendo todo lo posible para ganarse la condenación eterna", como aconsejó a los homosexuales Mariola Fuentes -¿solo a los homosexuales? y ¿cómo se gana la condenación?... ¿no es un mensaje old-fashion?-. 

¿Qué es lo que hace hoy a los homosexuales en España y en los países en donde se admite esa tendencia sexual, que se sigan considerando un colectivo?. ¿Qué es lo que no pueden hacer, qué les une, en qué son marginados? . 

Como es sabido, se han casado hasta ahora, regularizando su situación legal, -y, no en última instancia, protegiendo mejor su futuro ecónómico como parejas de hecho-, más de 3.000 parejas de homosexuales en España. Tampoco me parecen muchas, aunque se afirme que hay unas 10.000 parejas en trámites de casarse en  nuestro país. Qué pocas son, ¿verdad?. Reflejarían una escasa estabilidad afectiva dentro de una tendencia que afectaría al 15 o 20% de la población (¿5 a 7 Millones de personas adultas en España?)

Ni qué decir tiene que me parece abominable que en algunos países( 70, dice Amnistía Internacional ) se siga persiguiendo por ley a la homosexualidad, incluso en alguno de ellos, con la pena de muerte. Pero esa es otra batalla.

Por eso, me temo que eso del orgullo gay está ya pasado de vueltas. Los heterosexuales, y casi todos los homosexuales (si no me equivoco en mi vocacíón de demógrafo aficionado), agradeceríamos que, ahora que ya hemos admitido todos que los homosexuales son seres normales, se comportaran como tales, y, una vez salidos de los armarios, se pongan la ropa de andar por casa, y se sientan cómodos, sin exagerar ya sus notas y sus trinos. Planteémonos conjuntamente, heteros y homos,  prioridades. 

Jugando en corto: Educación para la ciudadanía, también obligatoria en los Seminarios (y madrasas e ikastolas)

Seguramente, para los españoles de mi generación, uno de los valores más apreciables de la iglesia católica, es el haber sabido adaptarse velozmente a las exigencias de una sociedad que se había hecho en muy pocos años mucho más igualitaria y tolerante.

No debió ser fácil, ya que los antecedentes estaban llenos de ominosos desprecios hacia los avances científicos, la libertad de pensamiento y acción, y jalonados con persecuciones implacables de disidentes, infieles, agnósticos y apóstatas, sin perjuicio para alinearse con el sol que más calentaba en el momento.

En España, la estrecha relación de la Iglesia católica con la cúpula económico-política de la pre- y post-guerra civil,  la arrastró a la represión de los movimientos sociales, y le supuso un lastre gravísimo. Por no hablar de otros casos en Europa y el mundo, como el apoyo al régimen nazi que le dispensó el Papado de entonces.

A mí me ha atraído desde niño la constatación de la existencia de dos iglesias -por lo menos- entre las huestes católicas y, en especial, entre los conductores de la grey creyente. He conocido y conozco, a sacerdotes y monjes católicos que son un ejemplo de comportamiento ético, de entrega y de compromiso por la fe. No será por casualidad que, al menos tal como yo los aprecio, son también modelo entre los suyos de comprensión hacia quienes, no habiendo sido distinguidos con la caída del caballo, son marginados por la iglesia ortodoxa: por ejemplo, homosexuales, rojos, infieles, abortistas, agnósticos; por poner solo ejemplos de ciertos colectivos.

El revuelo que se ha organizado en la cúpula episcopal española por la obligatoriedad en las escuelas de la asignatura Educacíón para la Ciudadanía, cuyo objetivo es "construir una conciencia moral y cívica acorde con las sociedades democráticas, plurales, complejas y cambiantes que vivimos",  no tiene ni explicación ni justificación en estos tiempos, al menos, para quienes defendemos la necesidad de que se eduque a todos en una ética universal, que incluya la tolerancia hacia las posiciones de los demás, cuando han sido construídas desde la honradez del posicionamiento personal, y no implican daño para terceros.

Una educación que debería ser obligatoria, en mi opinión, en los Seminarios, en las madrasas, en las ikastolas, en cualquier sitio en donde alguien pretenda formar a niños y jóvenes para asumir su compromiso de futuro con la sociedad en la que ya viven y de la que, pónganse como se pongan los obispos, solo podrán salir con los pies por delante y, sería de desear, con la satisfacción de haber cumplido.

A sotavento: Los lunes, a la sombra

Tengo que empezar disculpándome por haber elegido un título tan obvio, en relación con el asunto. Sucede que dos sindicalistas asturianos, Cándido González Carnero y José Manuel Martínez Morala, que se distinguieron de una forma particular en la defensa de los astilleros de Naval Gijón, han sido ingresados en la cárcel de Villabona, para cumplir tres años de cárcel.

Ellos fueron los inspiradores de la película "Los lunes al sol", de Fernando León de Aranoa, en la que, con aires patrios, se recogía la vieja historia de la masiva pérdida de puestos de trabajo que provocan las grandes empresas cuando los avances industriales las hacen inviables. Una historia que también se llevó al cine, por ejemplo, en Full Monty, y que se repite y repetirá cada vez que se decida cerrar una factoría que, hasta entonces había dado vida y riqueza a una población.

El proceso dura desde 2005, cuando en una manifestación de los trabajadores de Naval Gijón, fueron detenidos estos dos cabezas visibles de una serie de actos, algunos con violentos enfrentamientos con la policía, con los que los perdedores exigían que no se cerraran los astilleros, y que se les encargaran más barcos a la que fue una de las joyas de la corona de espinas asturiana. 

Los hoy encarcelados fueron condenados por dos sucesos diferentes, aunque el móvil era el mismo. La rotura de la caja de conexiones del sistema de control de tráfico en marzo del 2005  y el incendio de una furgoneta.

En un país en el que miles de impunes delincuentes destrozan mobiliario urbano, realizan estúpidas pintadas en lugares variopuntos, inclusive monumentos nacionales, destruyen obras artísticas, queman vehículos y contenedores o agreden a quienes les increpan, a muchos les parece injusto que a dos trabajadores se les meta en la cárcel porque defendían su puesto de trabajo y el de sus compañeros, llamando la atención sobre su desgracia con los medios de que disponían, agotadas todas las demás vías de negociación.

Si, además, se han infringido normas -como argumentan sus defensas jurídicas- que debilitan su derecho a probar su inocencia o justificar sus móviles, se entiende mejor porqué en múltiples manifestaciones de Asturias se está pidiendo la libertad para Cándido y Morala. Pero una cosa es pedir y otra que la máquina de ajusticiar se detenga en el sitio que uno quiere.

Ay de tí si te identifican como culpable, porque el sistema también se nutre de machos cabríos expiatorios, de bucos emisarios con los que aliviar la incapacidad colectiva para defender a los que nos defienden, incluso -o especialmente- cuando pierden con ello la cabeza.

 

A sotavento: Padres y educadores, a la escuela

Hoy celebra España 30 años de las primeras elecciones democráticas. El país ha cambiado tanto, en su comportamiento sociológico, que resulta imposible reconocerlo y reconocernos. No solamente los individuos anónimos, quizá menos conscientes de la piel de serpiente que han (hemos) dejado atrás. La evolución ha quedad plasmada en las hemerotecas.

Por ejemplo, todos quienes entonces se dedicaban ya a la vida pública, salvo algunas excepciones, han evolucionado y adaptado sus ideas y comportamientos, liberándolos de los pelos de la dehesa franquistas y de aquellos extremismos que hoy lucirían mal en la vitrina de ambigüedades y crispaciones de teatro que buscan los votos más que las voluntades.

Por otro ejemplo, en relación con la consideración prestada a la mujer, la apertura democrática se movió en dos direcciones nada coincidentes: el destape, que sacralizó , hasta conseguir banalizarlo, el cuerpo femenino; y la ruptura del esquema de mujer esposa y madre, sometida hasta entonces a la autoridad del varón y dedicada al cuidado de la casa, los hijos y a procurar a éstos su primera educación.

Parece increíble, pero hasta 1975 las mujeres no podían abrir solas una cuenta bancaria, comprar un piso o aceptar una herencia; debían contar con el permiso marital o, en su caso, el parental, para casi cualquier cosa. La legislación civil, administrativa o penal, las consideraba, con sesgada interpretación romanista, débiles mentales.

Esto no impedía que al legislador le parecieran naturalmente proclives las féminas a los desmanes licenciosos, por lo que era aconsejable mantenerlas con la pierna quebrada. Se cumplía así un principio que la historia y la costumbre de los pueblos han hecho creer que es algo atávico: la estupidez femenina: "A tu mujer y a tu caballo, pégales; ellos sabrán por qué".

No sé bien analizar las razones concretas, pero me da que la libertad de la mujer y su (casi) igualdad con el hombre, ha traído como consecuencia la pérdida de autoridad en las escuelas, un efecto mariposa que se trasladó de los hogares a las aulas.

Los maestros se quejan de que no pueden domeñar a sus alumnos, convertidos por lo general en díscolos rebeldes, sin otra causa motivadora que cambiar la sintonía de sus ipods. Los padres se muestran dispuestos a saltarle a la yugular al profesor/a que ose poner por escrito que su hijo/a no es merecedor del aprobado general, aunque no sepa distinguir el Duero de Constantinopla, o un triángulo obtuso de lo obtuso que es defender que para tener buen curro no hace falta más que ser simpático y ser de buen rollito.

Mi propuesta es que, aprovechando la celebración de tantos años de progresiva libertad, se lleven a los padres con chavales (da igual que los hayan obtenido por las técnicas in vitro o como acto de placer) y a los educadores (particularmente, los que superen los cuarenta y cinco tacos), a las escuelas, para que vuelvan a ser alumnos. Y les pasen, comentadas, algunas películas de lo que sucedía en las aulas hace no más de 30 años. Porque la dictadura y la transición estaban mal, pero algo se puede aprender incluso del enemigo vencido. Especialmente, en la disciplina, el respeto y el aprendizaje educativo.

Los jóvenes lo tienen todo, pero no han podido apreciar el valor de lo que poseen, solo conocen su precio. Los jóvenes del 75 no teníamos casi nada, pero apreciábamos hasta la caja de cartón en la que guardábamos los zapatos que nos compraban cada dos o tres años (los más afortunados).

No añoro casi nada del pasado, pero me gustaría que a estos jóvenes que, por lo leído y creído, nos tendrán que pagar la pensión cuando nos vayamos jubilando, se les enseñara lo antes posible a distinguir la diferencia entre el saber que da satisfacción y el saber que sirve para comer. Para eso, padres y educadores tienen que ponerse antes de acuerdo en el mensaje. En mi opinión, merecería la pena.

Jugando en corto: Cómo evitar algunos accidentes de circulación

Algunos accidentes de circulación se producen porque se olvida el principio de conducción preventiva, tanto por parte de los automovilistas como de los peatones. Van tres ejemplos:

Al salir de un vado de parking o garage, desde el que se permita girar a contramano, el denso tráfico de las grandes ciudades no facilita la maniobra, y hay que esperar a que un automovilista comprensivo se detenga ante la salida, y nos ceda el paso, deteniendo el flujo de coches. Nos apresuramos a salir, agradeciéndole con un gesto la gentileza. Peligro: un motorista aprovecha que los coches están parados para avanzar a toda velocidad y ganar posiciones, encontrándose de sopetón con nuestro coche. La colisión se puede evitar si, en lugar de estar atento a devolver el detalle, pensamos en el joven repartidor de pizzas que no se ha percatado de las razones por las que el tráfico está detenido.

Al cruzar un paso de peatones situado en esquina, es posible que nos encontremos con un automovilista que tuerza a desaconsejable velocidad, sin fijarse en que, además de contar él con la luz verde (o intermitente), también los peatones pueden cruzar transversalmente. Peligro: sin margen para reaccionar, el conductor puede arrollar al peatón que  cruza simultáneamente, cada uno confiado en su luz verde. El atropello se puede evitar si ambos están atentos al otro, y, en especial, el peatón desconfía del comportamiento del conductor.

Conducimos por una calle en la que hay coches aparcados a la derecha. No hay ningún vehículo en movimiento delante de nosotros, y el semáforo. visible a unos cien metros, está en verde, por lo que aceleramos confiados. Peligro: uno de los coches acaba de aparcar, y su conductor abre despreocupadamente la puerta. El choque se evitaría si respetamos el límite de velocidad y, procurando dejar un margen prudente a nuestra derecha, nos mantenemos atentos a los movimientos que puedan surgir de la hilera de vehículos aparcados.

 

A sotavento: Lucha generacional en la Sociedad de la Información

Amparo Moraleda, Presidenta de IBM-España, concedió un par de horas de su tiempo a un variopinto grupo multigeneracional, dentro del ciclo Desayunos que organiza Europa Press sobre la Sociedad de la Información. Después de su charla, en donde expuso algunas ideas sobre el particular, respondió a varias preguntas de los asistentes, en un brillante coloquio dirigido por Jaime Estévez, periodista que anda ocupado en la cuestión de involucrar más a la ciudadanía en el debate económico-político.

Amparo presentó a la Sociedad de la Información como un proceso adaptativo más que una revolución, y defendió la necesidad de cambiar la orientación de la Universidad española, que despilfarra a sus doctores y "no está a la alturo de los nuevos retos". Fue pesimista en realidad acerca del futuro empresarial en España si no se aplica de inmediato la medicina de la innovación, concentrándose en entornos de alto valor añadido, y abandonando la obsesión por la producción de elementos físicos (tipo Delphi) , para los que no podemos competir con países con mucho más barata mano de obra.

Puso ejemplos: Cada nuevo producto informático reduce los márgenes en un 30% respecto al anterior. Antes de 2010, habrá 1.000 millones de chips por ser humano; el número de transistores supera al de granos de arroz producidos en China. La deslocalización obliga a los países desarrollados a innovar cont¡nuamente, y los puestos de trabajo están, cada vez más y de forma exponencial, relacionados con las nuevas tecnologías, el conocimiento y la innovación. El termite model se impone (crecer desde lo pequeño, acumulando esfuerzos, como le había insinuado un amigo indio).

Habló del Mare Nostrum (el supercomputer) y de Near Shot España ("que ha creado 1.000 puestos de trabajo, aunque no hacemos publicidad porque se los hemos quitado a otros países europeos"); defendió la plena incorporación de la mujer al mundo del trabajo ("cuotas de talento, no de género") y la opción de trabajar desde casa, ("porque, ¿a quién le importa que alguien esté planchando mientras está utilizando la imaginación?").

Yo había sugerido una cuestión múltiple que Jaime (y la logorrea ocasional de Amparo, "que teme las preguntas", y por eso se explayaba a gusto en cada respuesta) no creyó oportuno plantear:

"¿No estamos corriendo demasiado? ¿El viento en popa del que disfrutan las nuevas tecnologías de la información no nos está impidiendo que analicemos sus efectos en profundidad, corriendo el riesgo de que se genere una situación insostenible, rompiendo dramáticamente los equilibrios económicos? ¿Estamos creando un mutante, el homo sapiens estupidus, obsesionado por disfrutar del uso de las nuevas tecnologías -ipods, mp3, laptops, web 2.0, home video, etc- pero incapaz de conocer cómo se producen y, lo que es peor, sin que le proporcionen un mayor nivel de felicidad?".

Amparo confesó estar frisando los 40 años. Ella no había nacido y yo ya me había iniciado en el mundo de la informática. Trabajé en procesos de simulación, investigación operativa, CAD, CAM, CAE, GIS, ... No soy un experto, pero tampoco me considero un ignorante.

La mayor parte de mis colegas coetáneos están prejubilados. Ella no cree en el estallido de la burbuja 2.0. Pero cuidado: la pueden pinchar desde fuera.

Yo sigo pensando, y seguro que la mayoría de los de más de cuarenta y cinco años que escuchaban su brillante y vehemente discurso, que es necesario aportar filosofía, humanismo y sociología al debate. La sociedad debe incorporar los nuevos talentos (Amparo nos dijo también que educaba a sus hijas en la idea de ser adaptativas, flexibles, valer por sí mismas), pero no puede permitirse renunciar a la experiencia de los envejecientes. No estamos en la sociedad digital porque hayamos abandonado la analógica: llevamos las dos a cuestas.

Al fin y al cabo, la vida humana sigue siendo tan corta que al 99,999999 por ciento de los mortales nos sigue importando sobre todo qué comemos cada día y el lugar en donde reposamos el cuerpo cansado por las noches. Que tengas dulces sueños, Amparo.