Al pairo: Second life in real life
Dos jóvenes colombianos, frisando ya la treintena, han descubierto que no son ellos mismos. Bueno, expresándolo con mejor corrección, les han demostrado sin vuelta de hoja que fueron intercambiados en la sala de maternidad. La prueba del ADN ha confirmado que sus identidades fueron cambiadas, y el hijo de la familia rica fue a parar a un barrio pobre de Cartagena, en donde salió adelante a duras penas. No es extraño que, descubierta su verdadera identidad, el chico pobre declarara: “Sentí rabia, porque me hubiera gustado estar con mi familia”.
Ahora que se ha puesto de moda tener una segunda vida virtual, controlada a base de imaginación, tiempo y dinero, en donde se pueden mantener posesiones, ir a la Universidad, tener familia e hijos y realizar cuantos deseos no haya sido posible concretar en la vida real, este ejemplo de vidas cambiadas nos podría hacer reflexionar sobre lo que nos hace ser nosotros mismos.
Muchos seres humanos –quizá todos- , a lo largo de la historia, han acumulado sobre su vida real, mentiras, deseos imaginados, trampezuelas, triquiñuelas e historias, con las que hemos tratado de ocultar algunos aspectos de nuestro yo, presentándolo más atractivo –o menos evidente- para los otros. Es posible que, con el paso del tiempo, algunas de nuestras imaginaciones se hayan incrustado tanto con nuestras realidades, que ya no sea posible distinguirlas: ni a los demás, ni a nosotros mismos.
Fuera del hecho de los genes familiares, y lo que las características predisposicionales que llevaran implícitas en ellos, los dos jóvenes colombianos han conformado su personalidad de acuerdo con el entorno, las aportaciones familiares, la educación y cuantas circunstancias hayan rodeado a cada uno.
Su yo era, hasta los veintinueve años y unos minutos antes del descubrimiento de que podían haber crecido en las circunstancias del otro, perfectamente coherente, asumido, propio. Ahora se les plantean interrogantes sobre lo que hubiera podido ser, de haber sido el otro, que, vaticino, les acompañarán toda su vida. ¿Qué pasará a aquellos que, habiendo desarrollado una segunda vida imaginaria mucho más satisfactoria y competente que la real, decidan un día cambiar los papeles, y transformarse definitivamente en el yo virtual, que han ido construyendo a la imagen y semejanza de sus deseos?.
¿Habrá una prueba del ADN que les venga a demostrar que, en efecto, ellos tenían que haber sido el otro, el chico de la pantalla de ordenador, y que el que está del lado real no es sino un impostor, alguien que les ha robado la identidad por un error en el nacimiento?.
Los chicos colombianos lo hubieran tenido más fácil, sin esperar a la prueba del ADN: la mamá de uno de ellos había ordenado a los médicos que circuncidaran a su bebé, y, en efecto, tenía el certificado. La realidad de su hijito, al que decidió criar como propio, lo desmentía. Amigos del second life, no esperéis a la prueba del ADN para determinar si vuestras elucubraciones son virtuales o reales. Si os produce placer, es real; en otro caso, esté donde esté la circunstancia, no es más que una pesadilla.
3 comentarios
Administrador del blog -
Una de las tertulias que mantuvimos en AlNorte fue sobre "El amor en los tiempos del sexo". La tertulia estuvo muy animada, y contó con la participación de expertos en la teoría y en la práctica. El Acta puede verse en mi cuaderno, y también en la web del restaurante (www.alnorte.es), bajo la lengüeta "Tertulias".
Después de esta introducción auto-propagandísticas, apostillo que estoy de acuerdo con que el amor cibernético introduce nuevas posibilidades en el terreno del amor. Como tengo bien catalogado en que puede consistir el sexo virtual (por muy rica en emociones que sea la Second Life imaginaria), creo que, de seguir la línea investigadora abierta por el nuevo doctor americano, la corriente más prometedora debiera comenzar releyendo a Garcilaso de la Vega, Bécquer y El cantar de los cantares. ¿Antiguos?...¿Hay algo que inventar en estos terrenos?
Administrador del blog -
En cuanto a la frase que resulta de aplicación, estimado Miguel, ya entiendo que resulta adecuada para los angloparlantes. A los hispanoparlantes que se meten en el territorio de la Segunda Vida, les encajaría mejor la frase: "Lerdo, vive, pero vive de verdad".
Miguel -