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El blog de Angel Arias

Problemas de identidad (14 y 15)

14

Estaba molesto por la sensación de que no controlaba la situación, y un nerviosismo desproporcionado le estaba dominando. Puede que la demanda de separación de Currita le hubiera trastabillado los ánimos. No, era más que eso. Iba a pedir a Lucía que no le pasara más llamadas, cuando advirtió que la línea estaba ocupada. Una voz mágica de mujer le sobrecogió. “-¿Sergio?” “--¿Pero qué hace usted ahí?”. “-Permanezco en la línea. El teléfono no ha quedado bien colgado, al parecer. Estuve escuchando sin querer. No te preocupes por los problemas con la auditoría. No tienen fundamento.”. “-No tengo ningún problema. Déjeme en paz.”. “-Queremos proponeros un negocio redondo. Una máquina que quema cualquier tipo de residuos, sin humo ni contaminantes. Con un consumo de energía regulable según el tipo de carga. Prácticamente, sin cenizas. Tenemos el prototipo”.

La voz resultaba tan atractiva que, sin ser consciente de ello, dominó su contrariedad. “-Lo que me indica no tiene nada que ver con los objetivos del grupo y, desde luego, no encaja en los míos”.”-Seguro que no es así, porque tú siempre supiste ver opciones donde los demás no veíamos más que dificultades”- cantó la melódica hechicera. “Aunque en este momento de tu vida, el impulso te venga desde fuera. Te voy a dar una sorpresa”.

Estaba hipnotizado. “-¿A qué viene ese interés por mi vida? Nunca pedí ayuda a nadie”. “-Pues llegó el momento de confiar en la fuerza de los demás. Lo dice tu carta austral. Tienes el karma afectado por una zona de gran inestabilidad, pero muy positiva”. “-¿Mi qué?” –se le escapó preguntar, mientras colgaba, cerciorándose esta vez de que el auricular quedaba perfectamente encajado”. “ –Definitivamente, no vamos a tener la reunión”. Se sentía desnudo.

15

Serían las tres de la tarde y, como estaban en jornada de verano, Lucía se preparaba para marchar. Sonó el teléfono, por la línea privada: “-Ya respondo yo”, dijo el dueño del despacho. “Sigue recogiendo tus cosas”. Aunque en el visor se leía “Llamada entrante sin identificar”, estaba convencido de que sería Sakumara desde Osaka, que le devolvía la llamada desde casa. Eran allí las 11 de la noche. Se preparó para llevar a cabo una charla compleja.

La llamada no era de Sakumara, sino de Amalia. “-¿Sergio?” ”-¿Vd. otra vez? ¿Cómo se ha enterado de que existe esta línea?” ”-Tu esposa me la dio, como la forma segura de que cogieras personalmente el teléfono. Tengo todo arreglado para la entrevista de mañana con el inventor de la incineradora. Estamos a punto de tomar el avión.”.”-Creo haber expresado claramente que no tengo el menor interés en incineradoras. Nos dedicamos a productos mineros muy específicos. Y le ruego que deje libre esta línea de inmediato, porque estoy esperando una llamada de Japón”. “-Sí, me lo supongo. De todas las empresas del grupo, la tuya es la de mayor sensibilidad ambiental. Por eso, y porque sabía que estabas tú al mando, la elegí para que conociérais el proyecto del Dr. Juhlek. Que quiere saludarle.”

Se oyó una voz, metálica, en duro contraste:”-Guten Tag, Sr. Ferrer, ¿Habla alemán?. Ich danke Ihnen sehr herzlich uns Morgen empfängen zu können.“ (2) No podía dar crédito. Era una pesadilla multilateral construida por ejércitos coordinados. Atacaban desde todas partes, obstinadamente. “-No me interesa su máquina y mi agenda está ocupada hasta agosto” ”-Ah, vamos, querido Sergio. Siempre hay hueco para ese proyecto que cambiará nuestras vidas.”

Colgó y Lucía le pasó la llamada de Sakumara, que había estado esperando. Con la voz algo influenciada por el alcohol, el tono no podía ser más amable: “-I was told you are now engaged in a very interesting project concerning waste incinerators. That matches precisely in the new expansion fields we are looking for. Mss. Amalia put me already in the basics of the picture, and I took the decision to postpone the selling of Osaka Derivates. Better you explain me the details tomorrow, after the meeting you scheduled with her and the patent keeper”.(3)

Sakumara no le comentó nada sobre la auditoría.

Antes de marchar, Lucía le pasó un sobre que acababa de llegar. Lo abrió. En la nota que acompañaba un par de fotocopias, el Director de Nuevos Proyectos había escrito: “Te adjunto la información que pude reunir sobre incineradoras de alta potencia. Es un campo prometedor Parece que Soros está estudiando invertir en el sector… Por lo que me comentó Amalia Delicado, Japón está volcado en este asunto”.

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(2) Le agradezco que nos pueda recibir mañana.

(3) Me dijeron que estabas metido en un proyecto muy interesante sobre incineradoras de residuos. Encaja perfectamente con las líneas de expansión que buscamos. La Srta. Amalia me explicó las generalidades, y decidí postponer  la venta de Osabka Derivados. Ya me explicarás los detalles mañana, después de la reunión con ella y el propietario de la patente.

 

 

Problemas de identidad (13)

13

Acababan de llegar los directores convocados, cuando Duarte llamó, para dar explicaciones de su ausencia. “-Todavía están interviniéndola. Confío en poder dejar el hospital en unas horas. La dejaré con mi mujer.” Sergio no evitó expresar la sorpresa, pero fue al grano de lo que le preocupaba más: “- Pero, ¿quién está en el Hospital? ¿Tu mujer o tu hija?... Vaya, que se mejoren… Dime, ¿estuviste ayer con los auditores?” “-Sí, claro. Los dejé terminando el informe. Está perfecto”. “-Espera, espera, no tan deprisa. Me dicen que han descubierto irregularidades”. La voz de Duarte no reveló inquietud: “-Tonterías. Simples diferencias de criterio. Ya te contaré”. “-¿Cómo puedes estar tranquilo? Han enviado  información a Osaka. Si tienen razón, te juegas la cabeza, pero mi familia, mucho dinero”. “Por favor, Sergio. Confía en mí. Hablamos esta tarde…Disculpa, me llaman del quirófano. Tengo que dejarte. Cuando veo esto claro, vengo para allá”. Duarte se complacía en emplear mal, a sabiendas, los verbos ir y venir en su búsqueda de complicidades con Pablo Serraterra III, que prefería hablar en catalán.

Los directores le estaban mirando, aún de pie. Iba a indicar que se sentaran, cuando Lucía comunicó por el telefonillo que había entrado otra llamada. “Es Amalia Delicado. Te lo cuento como me lo dice: Que ya habló con Japón”. El director de producción, Fernández, recordó algo: “-No te lo comenté antes porque no le di importancia. Ayer llamó esa mujer a la fábrica. Qué voz. Encandila. Es periodista, ¿no? Dijo que era una gran amiga tuya y me pidió el teléfono de tu casa. No te localizaba y quería que supieras que había hablado con un tal Yakumasu. Sabe más de la empresa que un director de departamento”. “-No puedo creer lo que está pasando –murmuró Sergio, y continuó, en voz clara: “-Juro que no conozco a nadie con ese nombre.”

Sentó la sospecha de que le estaban gastando una broma. Cortó secamente el inicio del comentario del Director de Control de Calidad, que trataba de decirle que a él también le había llamado Amalia Sirgado. Estaba viviendo pesadillas paralelas, sin relación aparente, que situaban en un marco enigmático lo que estaba sucediendo aquel día.

“-Vamos a aclarar este asunto de una vez. Pásame la llamada, Lucía.” Y, sin transición, farfulló al aparato: “-¿Quién diablos es Vd.? ¿Qué pretende con sus reiteradas llamadas a esta empresa?”. La hermosa voz contestó:”-Perdona, Sergio. No pretendo incordiar. Si soy insistente, es porque tengo una información de máxima importancia. Llamo desde Londres, y necesito verte personalmente. Con urgencia.  Es un asunto confidencial.”. Notó que los directores se sonreían y creían adivinaban sus razones. “-No creo que sea necesario el desplazamiento. Dígame ahora de qué se trata.”. “-¿Estás solo?”.”-Sí”, mintió. Tenía por costumbre hablar con el sistema de manos libres y todos estaban escuchando.”-Mañana mismo estaré en tu despacho con el propietario de la mayor empresa de transporte de mercancías entre España y China. “

Hubo un silencio espeso. “-Mire usted… Esos temas no los llevo personalmente yo. El responsable de Ventas es el encargado de negociar directamente los fletes. El Señor Finsorté.”.”-No queremos hablarte de fletes”. –cortó la voz- “Tampoco queremos comprar la empresa.”. “-Me parecería ilógico que lo desearan, porque no estamos en venta.”. “-No necesitas ocultarlo. Tu director financiero, Duarte, me dijo que estábais preparando el Memorándum de Venta para salir a Bolsa.”. “-Pues se equivocó. Lo siento. Tengo que colgar.”

Colgó con aparatosidad. Todos los directores le apretaban con la mirada: “-¿Qué nos pasa? ¿Nos hemos dejado seducir por una voz y estamos contando nuestros secretos a cualquiera?”. “-No te enfades. Nos hemos limitado todos a ser amables con una amiga tuya.”. “-No conozco de nada a esa caradura. Ni sé lo que pretende.”. “-Pues para no conocerla de nada, ella lo sabe todo sobre ti. Me ha dado recuerdos para tu mujer, Currita, y para tus dos hijas, Pilarín y Montse. Sabe que dejaste de fumar y que te gusta el Rioja más que el Ribera.”, aclaró Fernández. “-Eso son tonterías sin importancia. Lucía se habrá ido de la lengua. Os ha estado engatusando a todos. Prohíbo que se hable con esa interfecta”. Se acordó que el abogado que tramitaba su separación le había precisado que interfecto significaba muerto de muerte violenta, por lo que se corrigió sobre la marcha: “Con esa individua”.

El pequeño López Iriarte se impacientó:”-¿Empezamos la reunión?”. “-El caso es que preferiría que estuviera presente Duarte, porque necesito sobre todo sus explicaciones. Tenemos problemas con la auditoría.” ”--Pues lo dejamos para la tarde, entonces.” Miró a Finsorté, y se corrigió:”-No, no. Quedaros aquí. La haremos sin él.”

(cotinúa)

Problemas de identidad (11 y 12)

 

11

Eran las diez y media de la mañana en Madrid, es decir, las seis y media de la tarde en Osaka. Debía hacer ya un rato que Mr. Sakumara se habría ido a su casa. Más precisamente, habría iniciado el camino de vuelta al domicilio, a donde llegaría pasadas las diez de la noche, después de tomar una abundante ración de sake. Responsable de inversiones y nuevos desarrollos, solo Sakumara podría haber encargado el Cuaderno de Ventas.

Sakumara era la única persona de la matriz con la que Sergio tenía una relación cordial. Había venido a España durante las negociaciones de compra. Hablaba bien el inglés, e incluso, conocía un poco de español. Llamó, pero Sakumara no contestaba. Dejó el mensaje:"Sergio´s calling. Please, Mr. Sakumara, phone me back to Spain as soon as possible".

“-¿Puedo hablarle de la llamada de hace un rato?”–entró preguntando Lucía, modosa.”-Ya me dijiste que querían saber mi dirección particular”. “- Lo dije para disimular. En realidad, quien llamó quería hablarle de una cuestión personal. Una amiga”. Lucía añadió un tono pícaro a su voz:-. “Deben haber coincidido en un viaje de negocios, hace tiempo”. “-¿Cómo se llama?”. “-Amalia Delicado. Me ha dado su número de teléfono. Para que la llame en cuanto pueda.”

El nombre no le era familiar.”-No tengo tiempo para tonterías. Tengo cosas más importantes que tratar. Llama a todos los directores. Que vengan a mi despacho en media hora.”. “ -Le dejo el número de Amalia.” Y le pegó un postit sobre el teléfono.

12

Era evidente que si fuera cierta la historia de que los asientos contables estaban equivocados o falseados (porque Duarte había estado mintiendo en los resultados), tendría que haberse detectado el desfalco en otros sitios. Debían saberlo en el almacén, en los centros de costes. ¿Se trataba, acaso, de una conspiración de la vieja guardia? ¿Estaban protegiendo a Duarte?

No, imposible. Llamó a Finsorté, el responsable de Ventas, por el teléfono interior. “-Daniel, ¿viste a Duarte?”. “-No, hoy no. Ayer me pidió las previsiones trimestrales. Le di el último cuadrante. Creo que operan a su mujer”. “-Confidencialmente: ¿crees que Duarte tiene problemas económicos?”. “-¿Duarte? ¡Si le han tocado dos millones en la Lotería hace unos meses! Prepara una fiesta para celebrarlo, y piensa invitar a toda la empresa… Perdona, voy a atender una llamada de fuera”.

Sergio le oyó hablar por el otro teléfono. “-¿Amalia qué?...No, no fabricamos electrodomésticos. ...No, no. Vendemos productos minerales. Nuestra producción se destina a camas inertes para animales domésticos...Sí. Devuelvo la llamada a centralita, que le dará esa información”.

Finsorté volvió a la comunicación principal: “-Perdona, Sergio. Era una mujer. Creía saber si teníamos hornos de inducción en el taller. Debimos haber vuelto a salir en la sección equivocada de las páginas amarillas”. “-Será por eso…He convocado una reunión de dirección. Vente ya”. “-¿Un tema urgente? ¿Nos vas a subir el sueldo? ¿Anuncias tu despedida, al fin? “”-No estoy para bromas. Quiero comentar un asunto de los auditores”. “-¿Necesitas papeles?”” -No. Ya tengo todos. Ven solo con la mente despejada…Oye... Esa mujer que llamó, la tal Amalia, ¿dijo su apellido?”.” -Era algo así como Selgado. Hermosa voz. De locutora. Si su cuerpo es igual, me gustaría saber arreglar televisores.”

 Sergio se repantigó en el asiento. Abandonaba la empresa, pero no pasaría a la inactividad. Con el químico encargado del Laboratorio, Arrojo, iniciaría un nuevo proyecto. Tenía la concesión en Toledo de un yacimiento de bentonita de alta calidad. Idónea para elaborar sustratos enzimáticos, con exigencias micrométricas. Dejaban libre el mercado de las camas para perros y gatos para quienes solo se ocupaban de grandes volúmenes.

(continúa)

 

Problemas de identidad (9 a 10)

9

La sospecha de que pudiera ser cierto lo que el equipo de imberbes decía haber detectado y que Duarte estuviera fugado, ampliaba su recorrido. “-Lucía, ¿qué piensa Vd. de Duarte?”. “-Es buena persona. Algo inocente, pero trabajador y buen compañero”. “-¿Qué quiere decir con eso de inocente?”. “-Pues…un hombre que no tiene ojos más que para el trabajo y su familia. Una persona ética. “. “-Pero, vamos a ver Lucía. ¿Quiere convencerme de que no se le ha insinuado a Vd. en estos quince años que lleva con nosotros? ¿En ninguna fiesta de empresa? ¿Ninguna tarde de primavera después de tomarse unas copas al salir del trabajo?”. “ -Qué cosas tiene Vd. don Sergio. En esta empresa somos como hermanos. Con mirarnos a los ojos ya sabemos el humor que traemos.”

”-Pues estos jóvenes que acabo de echar del despacho me quieren hacer creer que Duarte es un chulo financiero que ha estado metiendo mano en la caja de la empresa”, expresó, con retintín. ” -¿Duarte? No puedo ni imaginármelo. Nació con la compañía. A Vd.  lo considera un hermano. “. “-Sí, estoy de acuerdo. Solo que a veces, arrastramos una caja con desperdicios, creyendo que es un perro, y solo es eso, una caja. No cambia aunque nos detengamos con ella ante una farola pretendiendo que haga sus necesidades.”. “-No le entiendo bien”. “-Hay días en que ni uno mismo se entiende. Tengo la cabeza espesa.”. “ -¿Le traigo una aspirina efervescente? “.“-Tráigala. Si en quince años Duarte no ha intentado ni siquiera tocarle un poco el culo, empiezo a creer que es un degenerado”.

Lucía se fue, recogiendo las tazas de café.” -¿Se cree Vd. que todos son de sangre caliente en esta casa?”

10

Miró por la ventana. La calle se había poblado con el trajín de media mañana. Desde el quinto piso, disfrutaba de una visión privilegiada. Era el mismo despacho que había ocupado el bisabuelo, cuyo espíritu suponía gravitando entre los papeles más viejos. ¿O preferiría encontrarse en el que ocupaba Lucía, la fiel secretaria?

Iba últimamente poco por “la fábrica”, como llamaban, genéricamente, desde la central, a las explotaciones y talleres. En la pared izquierda, colgaba una foto del edificio que servía como Laboratorio de Primeras Materias, con las navetas para desmuestre; se distinguían, al fondo, las estaciones de machaqueo y clasificación. En la pared de la derecha, se encontraba otra del mismo tamaño, aunque ésta a todo color, de un almacén, tomada desde el ángulo que permitía ver las mesas de envasado y una tolva de carga. Podía poner rostro a casi todos los trabajadores de la empresa. No faltaría quien, ahora mismo, estuviera pensando en él. El talismán protector.

Tomó del montón de la mesa la carpeta que había dejado Lucía. Titulada: “ASUNTOS URGENTES”, estaba prácticamente vacía.

Razonó que Duarte podría no ser tan inocente, pero no podía haber hecho solo tamaña manipulación de datos. En su departamento había cinco personas, fieles a la empresa. Desde la venta a los japoneses, cada año se hacía una auditoría externa… Claro está que era el propio Duarte quien contrataba a los auditores y quien se entendía con ellos...

El primer documento reclamaba la entrega de varios sacos en una remesa a Grecia. Lucía había escrito: "Gaspar lo está resolviendo". El siguiente era la carta del proveedor de las ensacadoras para el producto Gastrolin, interesándose por los derechos de aduana en Liberia. Nuevamente, un postit anunciaba que el asunto había sido trasladado; esta vez, a Casal. El capataz del turno de noche informaba, en el último, que un motor de una mesa clasificadora había estado parado tres horas, sin que la producción hubiera quedado afectada.

Problemas de identidad (7 a 8)

7

Entraron solo dos ingleses. Pelo corto, traje grande y corbatas elegidas con el pésimo gusto anglosajón para encontrar los complementos. Se parecían. Oyó cómo la secretaria empezaba el interrogatorio de la hermosa voz, y, al tiempo que saludaba, Sergio se acercó a la puerta, cerrándola suavemente.

“-Siéntense. ¿Dónde están los demás?” –preguntó en español. “-Aún no llegan. Ayer trabajamos tarde”. –contestó el que parecía ligeramente mayor, falseando algo con el idioma. “-¿Cómo va la cosa?” (Le hubiera gustado hacer la pregunta más personal, pero no recordaba sus nombres). “-Tenemos el asunto terminado. Sólo falta poner punto final a los hallazgos sobre las contingencias detectables”. (Lenguaje pedantuelo cercano a lo ininteligible, pensó Sergio). “- Desgraciadamente” –enrojeció para decirlo- “fue necesario indicar anotaciones en nuestro informe. Algunas, en modesta opinión, graves. Very serious.”

Casi salta del asiento. ¿Cómo se atrevían a calificar aquellos imberbes de otra forma que no fuera “excelente” o “magnífico” a lo que sucedía en Derivados? “-¿Cómo cuánto de graves?” –estuvo tentado de vociferar, aunque se contuvo en el último momento, cuidando el tono. Miró a los ojos inexpresivos del que acababa de hablar, y, antes de obtener respuesta, lanzó una segunda pregunta:”-¿Qué dice Duarte?”  “-Sobre eso también queremos comentar”. Ahora era de más joven quien tomó la palabra: “- La forma de registrar las figuras contables es bastante desastrada. Desde algún tiempo, no están ajustados los asientos a las prácticas de buena contabilidad. No coinciden valoraciones de almacenes. Overrated, perdón, sobreevaluadas, las mercancías en proceso de fabricación, y también cambia el criterio de las amortizaciones. Hay asientos duplicados y algunos ingresos y gastos están confusos.”

Se detuvo, y el otro pareció subirse a la enumeración de desperfectos, tomando carrerilla: “-En la caja pequeña se encuentran vales por cantidades importantes que se renuevan, con la única firma del cajero. Tenemos la impresión que ha existido un falseamiento de la contabilidad, y que los estados financieros son equivocados. ”

Sergio se levantó, y no evitó dar un puñetazo sobre la mesa: “-¿Pero qué están diciendo? ¿Cómo se atreven? ¿Qué significan esas majaderías? ¡Modificar nuestras cifras de cierre por una impresión! ¡Hemos sido auditados todos los años, desde antes de que Vds. nacieran!”

Lucía abrió la puerta: “-¿Quieren Vds. un café?” –ofreció amablemente. “-¿Dónde c… está Duarte? –gritó- ¡Lo necesito aquí!". Lucía, sin perder la sonrisa, contestó: "-Viene inmediatamente". La visión del sereno rostro, le tranquilizó algo. Para volcar la atención hacia otro lado, haciendo ver que no le importaba demasiado lo que estaban discutiendo (pero cómo disimularlo) preguntó a la secretaria: “-¿De quién era la llamada?”. “-Querían conocer su dirección particular” –contestó ella- “Les he dicho que tengo instrucciones de no dársela a nadie. Pensarían en enviarle un regalo por Navidad. 

-“Dos cafés con leche, por favor, si no es molestia”, se oyó la voz de uno de los presuntos iconoclastas, que proseguía con la perorata, experto en suplicio de la gota malaya. “–Hemos sido debidos a informar inmediatamente a la oficina de Osaka. La facturación de este año cayó un treinta por ciento. Estamos asegurados que las correcciones de los estados contables anularán perspectivas de beneficios. El asunto afecta al precio pactado en el C.A., eeh, en el Confidential Agreement. Pero es solo una recomendación. La decisión final es de Japón”.

Hizo ademán de querer sacar unos papeles de la cartera, pero Sergio le hizo el gesto de que se detuviera. Su vena yugular estaba hinchada.  “-No puede ser cierto que Vds. hayan enviado alguna información a Osaka sin haberlo comentado antes conmigo. Soy el gerente de esta empresa y represento al  30% de la propiedad. Han tenido el atrevimiento de sugerir un cambio en una operación que está pactada y cerrada hace tres años, amparada por su correspondiente due diligence.” Tuvo, sin embargo, que oír: “-Sr. Ferrer, no queremos enjuiciar la profesionalidad con la que fue hecha la auditoría antigua, pero se han incumplido normas contables internacionales. Las evidencias son totales. Hubiéramos querido comunicar a Vd. estos hechos ayer, pero era madrugada cuando concluimos, y desconocemos el teléfono de su hogar. Le llamaríamos de haber sabido localizarle. Pero, dado el tiempo, y la gravedad del sujeto, se lo comunicamos a Tokio. Estamos seguros de no habernos equivocado”.


8

Lucía entró con los dos cafés. “-¿Se puede saber dónde está Duarte?”, preguntó Sergio.-“¿Por qué no viene de una p…vez? “-No se le encuentra.”. “ -¡Así que no estaba localizado!”.”-En su departamento creian que estaba a punto de llegar, pero había dejado una nota. No vendrá en toda la mañana por un asunto particular. Lo llamé al móvil y no contesta”. “-Bueno, pues sin Duarte no hay caso. Recojan sus cosas y vuelvan al hotel con el resto de su equipo. Ya les mandaré aviso. Aprovechen para recordar a Londres que la responsabilidad de lo que se hace aquí sigue siendo mía. Y si alguien en Japón imagina que con trucos contables van a conseguir que la empresa les salga más barata, está listo. Tengo el trasero pelado contra este asiento para dejarme tirar de la silla.”

“-No nos interprete mal. Nosotros estamos del lado de la verdad, Sr. Ferrer. No somos contrarios ni sus enemigos”. El que hablaba movía con seguridad la cucharilla por el café, como si los anteriores improperios no fueran contra él. “-Japón siendo nuestro cliente, Mr. Sakumara nos pidió que le informáramos el primero.  Está enterado de nuestro trabajo en tiempo real”. “-Pues informen a Osaka en tiempo real de que les he mandado a ustedes a tomar por el c… Díganle al Sr. Sakumara que no se puede revisar lo pactado, abusando de mi buena fe y que no consentiré que se mancille el honor de mi familia…Y tengo algo para Vds... Voy a revisar con lupa sus notas de gastos, y si encuentro en ellas una mota de polvo, no se las conformaré.  Ahora, por favor, váyanse de mi despacho.” Les señaló la puerta.

“-Se confunde, Sr. Ferrer. De corazón se lo digo. Osaka Derivates son ahora muchos propietarios. Nuestro trabajo no tiene relación con el honor de su familia. Su vieja empresa es parte de una multinacional  que la desea bursatilizar, y hay que despertar intereses nuevos “. El jovenzuelo pronunciaba "multinacional" con veneración. Cuando Sergio oyó "bursatilizar", aún se indignó más. ¿Dónde había aprendido este inglés a hablar español?

Ambos auditores se levantaron. Tomaron el resto del líquido que quedaba en sus tazas y se fueron, algo pálidos. Quedó un silencio de hielo en el despacho. Lucía reapareció entonces, inocente, con una carpeta con la contestación a varias cartas y la programación de las reuniones del día. En su borrador de posibles respuestas a los asuntos comerciales de costumbre, seguía una plantilla, y procuraba no repetirse. Alternaba los “Adjunto encontrará Vd. la información de su interés solicitada " con los “Ruego me comentes el informe que remito". Sergio firmó los papeles sin prestar atención. Advirtió con preocupación que su mano temblaba.  “-¿Qué se sabe de Duarte?”, preguntó. “-Poco. En su departamento comentó ayer que pasaría el día en el Hospital”.  Empezó a temer que se hubiera esfumado al saberse descubierto. “-Que lo localicen aunque esté en el infierno. Inmediatamente”.

(continuará)

Problemas de identidad (4 a 6)

4

Dos días después de la llamada de Bernard, aparecieron. Mr. Tocino (Robert Speck), DAF para Europa, había telefoneado a las nueve en punto, para reiterarle el objetivo: "-You know, Sergio, they will help us preparing the figures before the big jump". Entonces le avisaron de que estaban subiendo. “-Bob, they are already here”, cortó.  “-Oh, sorry, I forgot you start the journey earlier as other companies in Spain”. "-Don´t worry, Bob, all is running pretty well by now", replicó secamente, antes de colgar. (1)

Se despreocupó de retener los nombres, recogió inexpresivamente la carta de presentación firmada por Speck que esgrimía el cabecilla del pelotón recién llegado, y ordenó a la eficiente Lucía, hija de un antiguo conserje, que los trasladara en bloque al despacho de Duarte, el director financiero. Birds of the same feather flock together, ¿no?

5

Volvió a ver a los auditores cuando se cruzaba con ellos en los pasillos, o coincidían en los lavabos, pero no consintió que despertaran su simpatía. Hablaban en inglés con los japoneses y en español con Duarte. Gente disciplinada, obsesiva, que seguían discutiendo de cifras hasta en los servicios. "-¿No debería Vd. decirles algo? ¿Interesarse por lo que hacen?", le preguntó Lucía en una sola ocasión, atenta a las formas. "-¿Para qué? Mejor que me vean como alguien hosco y distante. Así, si lo que pretenden es clavarme el cuchillo, se lo pensarán dos veces".

Habían ocupado la sala de reuniones, lo que recriminó a Duarte. "-¿No podías haberlos dejado en tu despacho?". "-Quisieron tener un espacio independiente. Me llaman cuando necesitan algo. Por cierto, mucho". Tuvo ganas de ironizar: “-Estarán preparando sus tesis doctorales”.

Pero no le resultaba cómodo que volvieran a destripar la niña bonita del bisabuelo, y esta vez, no para confirmar el precio que podían pagar por ella, sino para adornarla como buscona de baratillo.  Por los vales que le entregaban para visar, veía que sacaban miles de fotocopias. Sin embargo, cuando se iban, la mesa de reuniones  quedaba limpia y sus gruesos maletines, amontonados en una esquina, habían sido cerrados con llave. Hasta las papeleras estaban vacías. No dejaban huellas de su trabajo.

Cuando preguntaba a Duarte sobre la evolución del asunto, éste le repetía que querían verlo todo. “-¿Todo? Van a quedarse a vivir con nosotros”. “-No falta mucho ya. Tiran con buena puntería y trabajan como animales”. “-¿Pero están encontrando algo raro?”. “-No te preocupes. Todo está  en orden. Me han dicho que seré el primero en tener los informes. Y tú el segundo, yo me encargo”, le tranquilizaba Duarte, con sonrisa de no saber romper un plato.

6

Entró en el despacho con la misma pregunta con la siempre respondía a los “Buenos Días” de su secretaria: “-¿Hubo algo?”.  “-Los auditores quieren verte”, le contestó Lucia. Y añadió, resolviendo por sí misma, como acostumbraba: “Por fin dan señales de querer acercarse al que manda. Pero los llamaremos después de que te tomes el café”.

Sobre la mesa, de caoba y cuero teñido de verde, - que se había propuesto llevar a su casa  como recuerdo (claro que, con la separación…), estaba la selección de noticias que un gabinete de prensa externo preparaba a diario. En los anaqueles, la foto de Currita y las niñas y pilas de revistas e informes con bordes polvorientos.

Revisó, con la mente vacía, los precios de las Bolsas de metales y minerales en Londres, Tokio y Nueva York; los análisis de coyuntura en el sector de la construcción; los movimientos de cambios de control en el mercado de primeras materias. Datos todos que eran de escaso o  nulo interés para el negocio, pero que recibía por rutina.

No sabría explicar porqué presentía que el proyecto al que Pablo Serraterra I había pronosticado vida eterna, estaba a punto de romperse, pero ese era el destino de los jarrones de porcelana si se deja que los niños jueguen con ellos a las casitas. Ni la familia ni la multinacional valoraban la satisfacción que se obtiene de alimentar y cuidar a una vaca lechera. En lugar de pasarle, agradecidos, la mano por el lomo, pensaban solo en revenderla al peso, como carne, obcecados en engordarla para mejorar su valor actualizado neto.

Estaba, desde luego, agradecido a Pablo Serraterra III, que, ignorando el distanciamiento con el que los Serraterra-Girola castigaban el desvío de su antecesor con la criada Mercé Ferrer, le había acercado a su sombra y aconsejado estudiar económicas, incorporándolo a la empresa siendo aún adolescente, “para aprender el oficio”. Esa docencia eficaz le había facilitado descubrir, antes de que aumentaran de tamaño, las amenazas, alojadas en coyunturas técnicas o económicas, y cuya superación pudo enfocar como un deporte.

Terminó el café. Sentía curiosidad. ¿Habrían terminado, por fin su misión? “-Vete a buscar a los auditores”, ordenó a Lucía. “-Y dile a Duarte que  venga.” “-¿Le gustó el café?” “-¿Qué le has echado?  Noté algo raro...” “-Era descafeinado. Hay que cuidar la tensión. Pero tenía unas gotas de Bourbon.”  “-Me siento rodeado por el enemigo”.- sonrió, complacido.

Lucía aún no había vuelto cuando entró una llamada por la línea exterior. Después de oír varias veces el timbre de llamada, pensando que podía ser Pablo Serraterra-Girola, que, a sus 81 años, acostumbraba a telefonear mientras tomaba su desayuno, cogió personalmente la comunicación. “-Derivados al habla “–dijo, con la voz matinal algo rota de fumador que lo había dejado hacía poco. La empresa se llamaba en realidad “Sedimentos y Derivados S.A.” (antes S.L.), pero el nombre era largo. Los japoneses habían querido cambiarlo a “Osaka Derivates”, pero se les había hecho desistir. “-Buenos días. Qué música más bonita tienen ustedes en espera. ¿Me puede pasar con el director general?”, preguntó una atractiva voz de mujer.

Lucía llegó justo entonces. “-Déjelo, Sr. Ferrer. Yo contesto”, expresó, solícita, mientras dejaba a los auditores a la puerta del despacho. La llamada debía corresponder a una compañía de seguros. Empleaban a mujeres de voz agradable, previendo que sus interlocutores serían varones cuarentones impresionables. Que Lucía se entendiera con ella.

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(1) “-Ya sabes, Sergio, que nos ayudarán a preparar las cifras antes del gran salto”. “-Bob, ya están aquí” “-Oh, lo siento. Olvidé que empezáis a trabajar antes que otras empresas españolas”

 

Problemas de identidad (3)

3

La oficina de coordinación en Londres le había avisado de la inminencia de la visita. ”-Es una auditoría interna sin malicia. Considéralos un grupo de amigos que van a ayudarte, colateralmente, a que cierres tu trabajo en la empresa con broche de oro. El objetivo es hacer el muñeco más atractivo a los futuros inversores” – justificó Philip Bernard, responsable para Europa, con un perfecto español, utilizando su poder convincente, pero matizando-. “-En cualquier caso, son órdenes de Japón, no mías”

 “-Up to you. Me parece prematuro desgajar la empresa del tronco, cuando no está plenamente injertada en el grupo. No se han aprovechado aún todas las sinergias”. Y puntualizó: “- Lo que no será posible es disponer de la documentación de diez años. Cuando los Girola-Serraterra vendieron, se destruyó información. Lo principal está ya en Londres o en Tokio. Fuera de los últimos tres años, aquí se conserva poco.”

No era agradable imaginar al tropel de japoneses e ingleses separando el vidrio del cristal, lo que tenía valor de lo que creyeran no valía la pena. Sin esperar a que el hubiera salido por la puerta. El recelo crecía a medida que los propósitos de la expedición se evidenciaban alejados de los que serían propios de una comprobación rutinaria de cifras de producción y resultados.

Las ávidas raíces de la desconfianza se extendieron también por terrenos ajenos a la empresa, abonados por circunstancias personales inesperadas. Se abstraía a menudo, perdiendo la concentración. No se encontraba bien. Se le estaba yendo la cabeza.

Desde varios frentes, advertía cómo su vida acumulaba incertidumbres, cambiándole el paso.  Su esposa había presentado demanda de separación en el Juzgado, porque decía haberse enamorado de un terapeuta de Psicología Transpersonal y Vibracional (la especialidad le parecía formaba parte de la conspiración). El hueco de las certezas, se le llenaba de pensamientos sombríos y regustos amargos. Restos de pesadillas que resulta imposible borrar, y que nos recuerdan haber pasado una mala noche.

Hasta entonces, había sido confortable comprobar que el comprador extranjero se comportaba con parecida apatía a los socios familiares. Se interesó solo porque se actualizaran las cifras de facturación y resultados, que solicitaban politely en formularios trilingües.

Del sanedrín de ejecutivos multinacionales, Sergio conocía personalmente a cuatro o cinco. El resto, eran nombres y cabezas sin cuerpo, con los que había compartido videoconferencias y, fundamentalmente, silencios. Los encuentros virtuales difundían mensajes de varios japoneses (tal vez fuera siempre el mismo), que, dado el estado de sus dentaduras, ignoraban para qué serviría un dentista. Hablaban de misiones y visiones, valores para los accionistas y responsabilidad social. Esfuerzo que no conseguía borrar en él (no sería el único) la impresión de que les traía sin cuidado si vendían bombas de racimo o sujetadores.

Problemas de identidad (2)

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Durante las últimas semanas un equipo de siete auditores había estado revisando las cifras de la compañía. El Directorio del Grupo internacional, con sede en Osaka, había decidido en su reunión de enero segregar la actividad de hormigones y áridos y sacarlo a Bolsa. La modificación de la estrategia afectaba directamente a la filial española, cuando faltaban solo dos meses para que se cumpliera el período de salvaguarda de la compraventa.  

Hacía casi tres años que los Girola-Serraterra-Ferrer habían vendido la empresa a los japoneses. Según los acuerdos, los anteriores propietarios conservarían por ese tiempo una participación minoritaria, y él, Sergio Ferrer, 51, Licenciado en Economía por la Universidad de Murcia (primera promoción), debería seguir entretanto como responsable  de la gestión.

Concienzudo y poco locuaz, Ferrer pertenecía a la rama natural (“antiguamente considerada ilegítima, gozaba en puntualizar Pablo Serraterra III) causada por la fogosidad extramarital del bisabuelo común, que reconoció su pecado en un testamento singular, dejándole a su abuelo, nacido de la relación con una sirvienta, la tercera parte de la empresa.

La venta había sido un destino previsible para el resultado de la perspicacia empresarial de aquel Pablo Serraterra I, facultativo de minas, al pasar de los años. Manifestar su oposición no hubiera servido. Los Serraterra y los Girola estaban felices de hacer caja: los primeros, porque no habían tenido descendencia y ya eran ancianos; los otros, porque su descendencia no quería saber de perspectivas rentables, sino de disfrutes seguros. Así que, cuando se jubiló el último de los Serraterra –al fin-, y Sergio asumió la gerencia como representante de la familia, y con ello pasó a ser poseedor de la llave que guarda el dinero, consciente del recelo que despertaban sus orígenes en las ramas más puras, temió que sería por poco tiempo.

Pero habían pasado ocho años. De disfrute del placer de concentrar los antojos en una sociedad de fácil manejo, llena de trasfondos atractivos –también en lo económico- que ignoran los demás propietarios, conformes con obtener sin esfuerzo su renta regular.

(continuará)