Problemas de identidad (11 y 12)
11
Eran las diez y media de la mañana en Madrid, es decir, las seis y media de la tarde en Osaka. Debía hacer ya un rato que Mr. Sakumara se habría ido a su casa. Más precisamente, habría iniciado el camino de vuelta al domicilio, a donde llegaría pasadas las diez de la noche, después de tomar una abundante ración de sake. Responsable de inversiones y nuevos desarrollos, solo Sakumara podría haber encargado el Cuaderno de Ventas.
Sakumara era la única persona de la matriz con la que Sergio tenía una relación cordial. Había venido a España durante las negociaciones de compra. Hablaba bien el inglés, e incluso, conocía un poco de español. Llamó, pero Sakumara no contestaba. Dejó el mensaje:"Sergio´s calling. Please, Mr. Sakumara, phone me back to Spain as soon as possible".
“-¿Puedo hablarle de la llamada de hace un rato?”–entró preguntando Lucía, modosa.”-Ya me dijiste que querían saber mi dirección particular”. “- Lo dije para disimular. En realidad, quien llamó quería hablarle de una cuestión personal. Una amiga”. Lucía añadió un tono pícaro a su voz:-. “Deben haber coincidido en un viaje de negocios, hace tiempo”. “-¿Cómo se llama?”. “-Amalia Delicado. Me ha dado su número de teléfono. Para que la llame en cuanto pueda.”
El nombre no le era familiar.”-No tengo tiempo para tonterías. Tengo cosas más importantes que tratar. Llama a todos los directores. Que vengan a mi despacho en media hora.”. “ -Le dejo el número de Amalia.” Y le pegó un postit sobre el teléfono.
12
Era evidente que si fuera cierta la historia de que los asientos contables estaban equivocados o falseados (porque Duarte había estado mintiendo en los resultados), tendría que haberse detectado el desfalco en otros sitios. Debían saberlo en el almacén, en los centros de costes. ¿Se trataba, acaso, de una conspiración de la vieja guardia? ¿Estaban protegiendo a Duarte?
No, imposible. Llamó a Finsorté, el responsable de Ventas, por el teléfono interior. “-Daniel, ¿viste a Duarte?”. “-No, hoy no. Ayer me pidió las previsiones trimestrales. Le di el último cuadrante. Creo que operan a su mujer”. “-Confidencialmente: ¿crees que Duarte tiene problemas económicos?”. “-¿Duarte? ¡Si le han tocado dos millones en la Lotería hace unos meses! Prepara una fiesta para celebrarlo, y piensa invitar a toda la empresa… Perdona, voy a atender una llamada de fuera”.
Sergio le oyó hablar por el otro teléfono. “-¿Amalia qué?...No, no fabricamos electrodomésticos. ...No, no. Vendemos productos minerales. Nuestra producción se destina a camas inertes para animales domésticos...Sí. Devuelvo la llamada a centralita, que le dará esa información”.
Finsorté volvió a la comunicación principal: “-Perdona, Sergio. Era una mujer. Creía saber si teníamos hornos de inducción en el taller. Debimos haber vuelto a salir en la sección equivocada de las páginas amarillas”. “-Será por eso…He convocado una reunión de dirección. Vente ya”. “-¿Un tema urgente? ¿Nos vas a subir el sueldo? ¿Anuncias tu despedida, al fin? “”-No estoy para bromas. Quiero comentar un asunto de los auditores”. “-¿Necesitas papeles?”” -No. Ya tengo todos. Ven solo con la mente despejada…Oye... Esa mujer que llamó, la tal Amalia, ¿dijo su apellido?”.” -Era algo así como Selgado. Hermosa voz. De locutora. Si su cuerpo es igual, me gustaría saber arreglar televisores.”
Sergio se repantigó en el asiento. Abandonaba la empresa, pero no pasaría a la inactividad. Con el químico encargado del Laboratorio, Arrojo, iniciaría un nuevo proyecto. Tenía la concesión en Toledo de un yacimiento de bentonita de alta calidad. Idónea para elaborar sustratos enzimáticos, con exigencias micrométricas. Dejaban libre el mercado de las camas para perros y gatos para quienes solo se ocupaban de grandes volúmenes.
(continúa)
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Angel Arias -