El 11 de mayo del 2006, el director de Times Newspapers, Paul Hayes, en una conferencia que pronunció en Londres, se refirió a los millones de blogueros o blogeros(individuos que escriben cuadernos informáticos, entre los que me cuento) con la intención de darles un varapalo. Desde la autoridad que le da, indudablemente, gestionar una publicación que recibe miles de entradas diarias, lanzó unos comentarios que deberían servir para hacer meditar tanto a quienes rumian la idea de abrir un cuaderno informático, como, por supuesto, a quienes ya se están dedicando con más o menos ahinco a escribir cosas en el suyo.
"Blogs will be a continuing part of content output, but only a relative few will be read beyond the narrowest of audiences. Most will disappear unnoticed and, frankly, unmissed by the world."
"Those who would endure were: "branded bloggers" (well-known writers or celebrities); "intelligent aggregators" (who make little comment but drive readers to other useful sites); "well-connected bloggers" (such as journalists, ex-politicians or specialists who uncover information); and "brilliant bloggers" (who attract readers with their prose and wit)."
Así que, si Vd. quiere resistir como blogero, y no es un famoso, ni un recopilador de buenas referencias en la red, ni dispone de buenos contactos (especialmente, por haber sido político o especialista en un tema, o es periodista en ejercicio), no le queda otro opción que ser un tipo brillante, que atraiga a sus lectores con su prosa e ingenio, para que su blog no sucumba en el maremagnum de millones de competidores.
Aunque la provocadora clasificación del Sr. Hayes me era conocida desde el momento en que la difundió, pues no en vano la sensibilidad de los corredores informáticos (long-distance runners, A. Sillitoe) está siempre a flor de piel, solo me planteé su vigencia, una vez que me decidí yo mismo a ser blogero. Por cierto, que la palabra suena bien, tiene buenas vibraciones.
Desde que empecé a escribir este cuaderno, y, más significativamente, desde que puedo conocer las entradas que tiene mi página a partir de uno de esos contadores que se pueden encontrar en la red, -con el único riesgo de recibir un par de virus informáticos diarios más-, me planteé, en fin, porqué estoy escribiendo este cuaderno.
Debo indicar que la intención original fue la de convencer a mis colegas del Instituto de la Ingeniería de España (fracción Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible) de que era sencillo mantener una página como esta, y podría ser una forma excelente de expresar opiniones sobre temas de actualidad ambiental. Esa idea original quedó desplazada en su mismo origen, porque la práctica totalidad de mis colegas están ocupados en cosas más interesantes que dedicar unos minutos a escribir en una web de un compañero que solo van a leer cuatro gatos.
Este comienzo nada prometedor me sirvió para empeñarme en transformar la blog en una exhibición de mi polifacetismo, sacando del armario y de los cajones, poemas, dibujos, artículos y relatos varios, de la extensa producción de materia con mi huella impresa que he ido dejando en el camino.
Finalmente, mi progresiva madurez como blogero, y el consejo de varios hermanos mayores en esto de escribir para el mundo en general, me ha llevado a concentrarme más en los comentarios a una de las noticias más relevantes del día, con el sesgo de mi propia visión de ingeniero y jurista. Así han surgido las secciones de Al pairo, Al socaire, A sotavento, etc, en las que voy alternando mis opiniones.
En la intención de potenciar mi blog, vengo colaborando allí donde mis ocupaciones me lo permiten, con comentarios en otros cuadernos, tratando de llamar la atención sobre el mío. He pedido a algunos amigos que enlacen con mis páginas (como yo he conectado a las suyas), y estoy abierto a hacerlo con cuantos me soliciten la conexión, siempre que la calidad de su producto sea de nivel.
Porque lo que yo pretendo con este cuaderno es estar en contacto con mis amigos, y hacer otros nuevos. Disfrutar compartiendo y mejorando opiniones. Por eso, siempre es motivo de especial alegría encontrar el comentario de un amigo en estas páginas. Me anima. Pero si el comentario sensato viene de alguien hasta entonces desconocido para mí el subidón de adrenalina es enorme.
Aunque, si estiro aún más la reflexión de porqué escribo este cuaderno, lo hago sobre todo por el atractivo que tienen esos cientos de personas anónimas que han entrado en sus páginas, y me consta que se han tomado su tiempo en mirarlas. ¿Qué pensarán de mí, en qué habré podido influirles, qué les habrá gustado o disgustado más?.
Soy, al fin y al cabo, un comerciante de mis pensamientos e ideas, y a cambio solo pido el pan de aprobación que, aunque no se exprese con palabras, queda a salvo en el aire, como un duende.