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El blog de Angel Arias

Al pairo: Tenemos a la naturaleza bastante confundida

Al pairo: Tenemos a la naturaleza bastante confundida

Cuando la vejez asoma sus narices, el ser humano tiende a repasar las raíces, y, al menor descuido, encuentra a sus recuerdos anidando en el pasado de su niñez y adolescencia, que suelen ser épocas vinculadas a la felicidad.

Yo no soy de natural especialmente nostálgico, pero como he dado tantas vueltas por el mundo -ay, canto rodado no cría musgo-, a veces me entretengo en recuperar viejos conocidos, algunos, incluso, amigos muy verdaderos, que el tiempo y las circunstancias han dejado arrumbados de mi irregular y nómada existencia. Suelo fracasar en el reencuentro, es decir, me decepciono: ellos han seguido otros caminos, han cambiado, no me es posible recuperar (ni a mí, ni a ellos), la vieja sintonía.

Hace un par de días, pude reencontrarme con un compañero de adolescencia, al que no veía desde hace muchos años, aunque, por supuesto, seguía sus andanzas. Su nombre viene al caso, porque es uno de los especialistas mundiales en álgebra computacional, catedrático de Matemáticas en la Universidad de Cantabria, y, seguramente, uno de los mejores poetas que pudieron ser en España. Me refiero a Tomás Recio Muñiz, hombre de conversación fácil y sincera, pipa aún en ristre, ágil e inteligente como pocos.

Tomás me explicaba, en cierto momento de la apasionante charla en la que ambos redescubríamos que habíamos evolucionado pero seguíamos siendo muy amigos, que trabaja desde hace tiempo en perfeccionar -con un equipo de varias decenas de especialistas en computación y en topología- un programa informático que define las condiciones imprescindibles para que problemas geométricos imposibles tengan solución; se cumplan.

Me puso un ejemplo para legos: "Si unimos las bases de las alturas de un triángulo, el programa puede definir de inmediato las condiciones para que el tríangulo así formado sea equilátero. En problemas más complejos, se puede determinar, dadas unas condiciones de contorno, las premisas geométricas para que se cumplan los resultados topológicos que deseemos, haciéndolos posibles. La aplicación al diseño de estructuras complejas es imaginable, como ayuda para trabajos de ingeniería y delineación."

No quiero abrumar al lector con una falsa erudición (por mi parte) de lo que comprendo que es trabajo de especialistas. Pero las reflexiones de Tomás, ya reintregado yo a mis torpes quehaceres, me han planteado esta cuestión: ¿Cuáles son las condiciones de contorno en las que el ser humano cifra, en la actualidad, su búsqueda de la felicidad?. ¿Cuáles son, hoy por hoy, nuestras premisas?.

Creo que nos hemos hecho más egoístas, más inmediatos, más insolidarios. Nuestra sociedad contemporánea ha tendido al ser humano, muchas trampas, y hemos caído en ellas. Antes se oía mucho, por ejemplo, que "la naturaleza es sabia". En esta época de agnósticos, dudo incluso que haya homogeneidad en asignar este atributo a nuestra madre indisputable.

La tarea de la búsqueda solitaria de la felicidad encuentra su apoyo en la permisividad, la dejación y la tolerancia, cobijadas bajo el paraguas del llamado talante democrático. Esas falsas virtudes se han hecho fuertes en nuestro hogar común, y ya no es fácil echarlas de nuestra sala de estar.

Queremos enriquecernos pronto, disfrutar al máximo y lo antes posible, consumir sin importarnos los efectos. Todos somos testigos del grave deterioro de la naturaleza, pero pensamos que es una consecuencia inevitable del progreso. Asistimos a la pérdida de valores educativos, pero  nos hemos convencido de que es un efecto inevitable del cambio de tendencia. Le ponemos precio a nuestra honradez, a nuestro cuerpo, a nuestra tranquilidad familiar, al respeto debido al otro. Todo vale, porque todo es materia de comercio.

¿Son correctas nuestras conclusiones, es acertada la definición de nuestras condiciones de contorno?. Mi opinión, poco autorizada, pero leal, es que serían posibles otros fundamentos, otras actuaciones, para llegar a un objetivo más satisfactorio. Al fin y al cabo, la felicidad individual tiene cortas las patas. El tiempo se acaba rápido y las opciones a probar son infinitas y muy pocas conducen a soluciones verdaderas.

Tenemos, aventuro, a la naturaleza bastante confundida. Olvidamos que el cauce no lo ponemos nosotros, que el camino de la evolución está trazado desde fuera, por una fuerza muy superior a nuestra capacidad de controlarla. Habrá que gritar otra vez, pues, Vivan las caenas. El verdadero problema está en concretar cómo y por quiénes se ejerce el liderazgo. Y para qué les permitiremos ejercerlo.

 

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