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El blog de Angel Arias

Personas y personajes de Asturias

Obituario: Manuel Sirgado Echevarría, un ingeniero poeta

Me acaba de comunicar un amigo común el fallecimiento de Manuel Sirgado, con el que tanto quería.

Manolo fue un magnífico ingeniero de minas y un excelente poeta. Hemos compartido muchos momentos, tanto en la Escuela de Minas de Oviedo como en Ensidesa -cuando ambos trabajábamos en el Departamento de Investigación Metalúrgica, en la Dirección de Metalurgia e Investigación de esta empresa-.

Hemos empleado muchas horas juntos en comentar lo que había que hacer para mejorar la investigación siderometalúrgica en España, e incluso, llevados por nuestro conocimiento de la situación y las convicciones que deseábamos compartir, propusimos en un Informe interno acciones concretas que, en su momento, sirvió para levantar algunas ampollas y propició la marginación de sus autores. 

Pero no es momento de contar mi vida, sino de expresar algo que me surge del corazón. La lejanía física me ha privado de mantener el encuentro frecuente -en el caso de Manolo, casi sistemático- con mis amigos de la época de Asturias, pero no me ha podido sustraer, naturalmente, de los afectos. Y con Manuel Sirgado he seguido manteniendo esa sintonía que no necesita más que intuirse, vincularse con lo que ya se ha vivido juntos.

Manolo fue un magnífico ingeniero. Un ejemplo de inteligencia, de pundonor, de creatividad. Ideó, junto a Carlos Nebreda, un procedimiento para calcular mezclas eficientes de carga en las baterías de coque, a partir de las condiciones externas que se le impusieran, y defendió, contra vientos y mareas, la rentabilidad y solvencia técnicas frente a los criterios arbitrarios. Su tesis doctoral -tardía, pero no por su culpa- fue solo un ejemplo de ese buen hacer, que tuvo múltiples reflejos.

Manolo era un excelente poeta, al que yo admiré y admiro, también en esa faceta, tan aparentemente alejada de la ingeniería. Hemos participado en varios recitales conjuntos -con otros colegas de la poesía- y en una tertulia literaria; conservo varios de sus poemas como oro en paño y, lo confieso solo como una manera de demostrar mi devoción a la persona, debo reconocer que hasta tal punto me sentí influído por él, que, si no fuera porque su nombre figura en ellos, me hubieran parecido míos.

Manolo estuvo, ya enfermo, en una conferencia-recital que dí no hace mucho en Oviedo, bajo el equívoco tema de Metafísica y Poesía. Me entregó un poema que, según él, resumía lo que convenía decir sobre el asunto, y lo leyó también en aquel acto, camuflado entre las posibles preguntas al ponente. Era, también, cómo no, un buen poema. Más críptico que otros, pero no por ello menos sugerente.

Estoy mirando las fotografías que testimonian alguna de las excursiones que a finales de los 70, hicimos a varios lugares de los picos de Europa. Estamos acompañados por nuestras esposas y otros amigos. En alguna de ellas, se ve, además de a Eloína (Yoyi) -una mujer de gran clase, porque en elegir a lo que había que amar tuvo Manolo la misma perspicacia que yo, la de saber lo que nos conviene más-, a Manolín, el varón de sus hijos, un niño de no más de cuatro o cinco años que ya trepaba como un rebeco por aquellos andurriales.

También está Pelayo, hermano de Manuel, con el que yo participaría luego en un proyecto difícil, que se malllamó Ingeniería y Diseño y poseedor, como los Sirgado y los Echevarría, de una potente creatividad, enfocada en este caso hacia el diseño industrial y la pintura.

Descansa en tu paz, Manolo. Los de este lado de la acción, seguiremos luchando, mientras tengamos fuerzas, por lo que siempre nos interesó más. Por lo que, ojalá, interesara más a todo el mundo. Que se trata, al fin y al cabo, de mejorar lo que tengamos entre manos, aunque sea de apariencia pequeña, y aunque hubiéramos -en tu caso, seguro- sido más útiles con encomiendas mayores.

Porque, a la postre, solo merece la pena vivir actuando como si nuestra profesión principal fuera hacer poesía: hacer con lo que nos importa, para los que más queremos, en el tajo del caminar diario, poesía.

No creo equivocarme si afirmo, en tu despedida, que no tuviste propósito mayor. 

Jugando en corto: Personas y Personajes de Asturias: Justo de Diego Martínez

He dejado transcurrir algunos días para hacer la semblanza de mi tío Justo de Diego Martínez, fallecido en Oviedo el 28 de octubre de 2011. Desde su muerte, han sido numerosos los obituarios dedicados a homenajear su memoria, escritos fundamentalmente, por sus compañeros de profesión en la abogacía.

Justo de Diego fue mi padrino en la abogacía, lo que le hizo mucha ilusión, según me expresó, pero mucha más me hizo a mí que lo fuera. Desde que lo conocí, cuando se hizo novio de mi tía Inés (Tita), me llamó poderosamente la atención porque evidenciaba un carácter y actitudes ante la vida que no eran habituales entre los Arias.

Era alegre, coñón, dicharachero. Contaba con una gracia imbatible multitud de anécdotas, propias, ajenas o inventadas, imitando voces y acompañándose, si le parecía conveniente, de percusiones y otros sonidos que ayudaban a generar el ambiente preciso, a cuyo encanto era imposible resistirse.

Le gustaba el fútbol, como disciplina y como espectáculo, y se había inventado una forma de jugarlo incluso sobre la mesa de costura de mi abuela Juanina, con una pelota de algodón bien apretado y fotografías de futbolistas pegados sobre cartón, idea que nos permitía organizar, cada domingo, una apasionante liguilla casera. Fue Presidente del filial del Oviedo, el Vetusta, y directivo -tesorero- del equipo principal, cuando el equipo de la capital del Principado daba alegrías.

Hijo de ferroviario, su afición a los trenes le llevó a instalar en la casa de Fray Ceferino un escenario verosímil para una amplia colección de trenes eléctricos que era una maravilla ver evolucionar, a distintas velocidades, entre pasos a nivel, barreras y luces.

Pero lo que más me admiraba, por aquellos años de mi adolescencia, era que tenía opiniones sobre lo que pasaba en la España de Franco que manifestaba con inteligencia, con el espíritu crítico y constructivo, que nunca le abandonó. En aquella casa entraban periódicos y revistas que no eran comunes; gracias a él conocí el España de Tánger, por ejemplo.

Tenía una especial cualidad para alegrar las veladas: mientras degustábamos el chocolate que preparaba mi tía, jugábamos al parchís, al tute o a la brisca, y, si te tocaba de compañero, había la seguridad de que ganarías, incluso aunque la suerte no te acompañaba. Comer una ficha o levantar las cuarenta a mi abuela -eterna competidora de aquellos entrañables festejos dominicales- era todo un espectáculo.

El sacerdote que ofició su funeral -un colega de la abogacía- lo definió como "un coloso" y se expresó en una homilía que, para quienes no lo conocieron, podría haber parecido un desmesurado panegírico. No lo ví así, como tampoco quienes tuvieron la suerte de tenerlo como compañero, cómplice, decano de letrados, maestro de deontología.

Descansa en paz, tío Justo. Hay una virtud que no te ensalzaron, pero que te hacía a mis ojos, muy humano: eras un hombre modesto; no te importaba el dinero (renunciaste a cobrar por tus cargos; dudabas siempre si la minuta no sería excesiva y muchas veces, la perdonabas, atendiendo a la situación de tu cliente). ¿Qué quieres, que no pueda dormir por haber recibido un dinero del que puedo prescindir?, argumentaba.

En vida, recibió muchas distinciones que jalonaron esa entrega a muchas causas de las que no buscó protagonismo. En el libro de honor del restaurante AlNorte, que mantuve abierto durante unos años en Madrid, dejó escrito: "En este sitio, además de comer bien, se come".

Así se me antoja que fue su vida: "Además de hacer las cosas bien, las hizo".

 

 

Jugando en corto: Varios perfiles del paisanaje de Asturias: Gerardo Turiel (VI)

Gerardo Turiel falleció el martes, 15 de enero de 2008, en una calle de Benalmádena, en donde estaba disfrutando de unos días de vacaciones. Comprometido polemista, ágil en el pensamiento y brillante en la dicción, son muchos los abogados asturianos (por referirme solo a los más cercanos) que han tenido relación con él, y que le admiraron por ello como profesor, compañero con la toga, cofundador de la Escuela de Práctica Jurídica ovetense, ...

Leo, entre múltiples opiniones laudatorias hacia Gerardo Turiel, que mi tío, y padrino en mi profesión de abogado, Justo de Diego Martínez, -y a quien hace pocos días el Ministerio de Justicia concedió, a petición del Colegio de Abogados de Oviedo, la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort-, opina de ese fallecimiento, de forma coherente con su sensibilidad de humanista, que "si hubiera sido tras una enfermedad, habríamos tenido tiempo para prepararnos; pero siendo así repentina, resulta mucho más difícil de asimilar".

No es, en efecto, fácil asumir la muerte de una persona de 72 años, elevada en los últimos meses a objeto de admiración pública o, por lo menos, objetivo de comentarios interesados sobre sus intervenciones como defensor del minero Trashorras en el Juicio del once-eme.

Al conocer la sentencia, Gerardo Turiel no dudó en calificarla de "despropósito jurídico", con la misma valentía procesal con la que se había ya enfrentado al super-juez Bermúdez (algo menos encumbrado hoy debido al pie de barro sobre el que le puso, ay, la propia mujer del César, la periodista Elisa Beni), corrigiéndole sobre la alta gravedad de equivocarse "en el derecho de defensa".

Para quienes lo conocimos, la admiración por el personaje Gerardo Turiel (como le gustaba el teatro, modelaba sus actuaciones en el aula, en la política  y en el foro, con el cuidado del autor que representa a su protagonista), tiene pocas fisuras.

Hoy, como en todos aquellos casos en la que la muerte trunca la ilusión de vivir eternamente, llevando de súbito a las profundidades de la memoria el recuerdo del empuje de aquellos que supieron mantenerse jóvenes, por encima de la edad y de los conformismos, uno mi voz a quienes lamentan esta pérdida significativa de sustancia en el caudal intelectual de la humanidad que me es próxima.

Gerardo Turiel sostuvo -a despecho de los que pretenden poder decidir sobre quienes son útiles e inútiles-, hasta su muerte repentina, plena lucidez para administrar su amplia experiencia. Le quedaban mucho fuelle, amplios propósitos, múltiples reconocimientos. No llegarán, lo harán a su destiempo.

Podemos decir que con la desaparición de Gerardo Turiel están de luto muchos. Su familia, desde luego, favorecida con dos hijos espléndidoso que prolongarán su saber hacer jurídico.

También sentimos el gusto amargo de la impotencia ante quien nos lleva los que desearíamos mantener aquí, junto a lo nuestro, los que admirabámos su capacidad de adaptación a las circunstancias, muchas veces adversas. Y, posiblemente, entre el tumulto, se encontrarán también haciendo duelo los que le envidiaban por su facilidad para concentrarse en lo que merecía la pena, desoyendo las voces de peligro.
 
Todos hemos perdido una referencia, un testimonio de adaptación intelectual al ritmo de los tiempos, rejuveneciendo cuanto más viejos nos hacemos.

Jugando en corto: Varios perfiles del paisanaje de Asturias: Angel González (V)

Escribo desde la emoción de hacer mi necrológica particular de un personaje admirado, al que conocí, fundamentalmente, por lo que escribía.

Me inicié en su poesía, en una época en la que nos ocupaba más el estructuralismo que los sentimientos, analizando su creación desde la reposada lectura de aquellos versos magníficos que habían caído en nuestras manos. En casa Noriega, releíamos una y otra vez sus poemas, tratando de descubrir el misterio que nos enganchaba a ellos.

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo

Lo envidiaba. Por las mismas fechas, me dí de lleno con un libro en el que esa creación sugeridora era despiezada por la tijera manejada por otro maestro, Emilio Alarcos, "La poesía de Angel González", justamente vista desde las palabras. 

Bastantes años después, ya enriquecido con el paso del tiempo, la cultura del gozo y del desánimo, las noches en vela acompañado por el regusto a amor, soledad y alcohol que forman la puerta de atrás de los poetas, lo entendí del todo. No había truco ni fórmulas mágicas. Angel González tenía un don, el de ordenar las palabras para que, en el seno del lector, se transformaran en agudos sentimientos.

Esparcirán sus cenizas por Oviedo, en donde nacimos ambos, incinerados sus restos en dolor de multitud en el cementerio de la Almudena el 13 de enero de 2008. Era el penúltimo de la generación del 50, oigo decir (¿el último será Carlos Bousoño?¿Antonio Gamoneda?). Me entero también que Antonio Masip es su albacea, encargado de completar el legado de la Fundación que lleva el nombre del poeta.

En la estancia en la que guardo los instrumentos para impulsar a corretear a mi sensibilidad, algo maltrecha por la lucha diaria por disimular que existe, enciendo una luz intensa junto a los libros de Angel González: la del recuerdo sin límite de tiempo, velando que no se interrumpa la transmisión de las emociones que hacen a los hombres dignos rivales de los dioses. Sin más fisuras que la necesidad de subsistir hasta llegar, de victoria en victoria, derrotados, sí, pero altivos, a la muerte.

Buen bebedor y vividor, de Angel González, perdidas ambas virtudes ocasionales, empezarán ahora a crecerle las anécdotas.

Quienes le conocimos, siempre poco, posiblemente a destiempo, trataremos de convencer a otros de lo mucho que tal vez nos quería, aumentaremos sin rubor el bagaje de lo que compartíamos con él, reclamaremos irreverentes un reconocimiento que creeremos merecer por el solo hecho de ser sus discípulos.

Como con el postre, pretenderemos suscitar algunos aplausos por haber rescatado con mucho esfuerzo unas pocas frases de las canteras del amor, la soledad y el olvido, en donde él oficiaba de contramaestre mayor, jugando con sus sarcasmos a la ruleta rusa, hilvanando, también como quien juega, versos redondos que se transformaban, al ser compartidos, en puños enhiestos.

Pero ya te lo dije:
cuando quieras marcharte esta es la puerta:
se llama Ángel y conduce al llanto.

Al pairo: Fernando Alonso propuesto para el Nobel de Fisica

Era de esperar. La meteórica carrera de Fernando Alonso como conductor de autos, extrayéndole a artilugios de explosión y a mecánicos cambia-ruedas sus mejores rendimientos, no podía detenerse en la obtención del premio Príncipe de Asturias al mejor deportista (¿en ciernes?).

Su escudería, para compensarle por la pérdida de carisma mediático como consecuencia de que ahora presta su apoyo a Lewis Hamilton para que sea el británico el próximo Campeón del Mundo de Fórmula Uno, lo ha propuesto para el Premio Nobel.

"Es mucho más apasionante que los premios científicos se diluciden en los circuitos que no en los laboratorios, y evitar así que se otorguen por gentes reunidas en una sala de reuniones a puerta cerrada. Eso es ignorar la importancia del impacto mediático. El ciudadano normal ha de poder sentirse identificado con sus líderes, sentir que lo representan y que puede tomarlos como referencia vital, no como vejestorios inservibles", ha dicho un portavoz, en una rueda de prensa concedida en Pamplona por McLaren.

Había, inicialmente, algunas incertidumbres respecto a la categoría en la que el famoso corredor podría contar con las mayores posibilidades de alzarse con el título, pero, finalmente, se ha impuesto la cordura: correrá para el Premio Nobel de Física.

En principio, el circuito en el que se disputará la gran carrera está por determinar. Se cree que tendrá la forma de un hexágono, en evocación de la estructura molecular del benceno, y su ubicación más probable será Estocolmo, pues ha fallado la previsión de que se realizase en Navarra, al no cumplirse la condición impuesta por McLaren respecto al nuevo gobierno de esa región.

Los ingenieros de la escudería trabajan en la combinación de un modelo de inyección junto a un equipo de mecánicos entrenado por un monje budista, capaz de hacer alcanzar al bólido los 300 km/h de media en carrera, con momentos de elevación sobre el suelo en la recta de tribuna, y conseguir bajar de los 6 s en el cambio de ruedas y llenado completo del depósito. El vehículo también deberá ser capaz de girar en ángulos de 120º, por lo que Fernando Alonso tomará clases de natación sincronizada.

El ministerio de Deportes hispano ha expresado su satisfacción porque, al fin, se hayan recogido las sugerencias de los países menos desarrollados de que los premios científicos se ventilen también en los circuitos de alta velocidad. Esto garantizará la máxima audiencia, aumentando así el interés de la gente por las cuestiones técnicas, ya que los locutores podrán aprovechar las pausas de repostaje para hacer comentarios sobre las teorías que explican algunas de las leyes que rigen el Universo extraterreste.

Fernando Alonso, inicialmente, estaba en desacuerdo, porque consideraba que el Nobel era un premio menos importante que ser triCampeón del mundo de Formula Uno. Pero ahora está muy confiado en que traerá el Premio Nobel de Física para España, y ya se encuentra negociando con ahínco sus condiciones económicas.

En unas declaraciones realizadas en su lugar de descanso, ha comunicado que "era lógico que se me ofreciera esta oportunidad de demostrar que soy el mejor en todos los terrenos. Aunque provengo de un país con bajo nivel de investigación, creo que me merezco ganar. Llevaré conmigo la bandera de Asturias. Ya que no podemos competir en los laboratorios, disputaremos el título allí donde tenemos más opciones, arriesgando nuestra integridad física."

Existe, sin embargo, una nube en el horizonte. Puesto que el motor del vehículo con el que correrá Alonso será de origen inglés, cabría la posibilidad de que el Premio Nobel sea concedido al Reino Unido y no a España. Todo depende de si se atribuya  más importancia al vehículo, al piloto o, incluso, al grupo de mecánicos que cambia las ruedas. Como se sabe, un segundo es fundamental para ganar, por lo que se está trabajando en el control del espacio-tiempo.

 Una comisión española está estudiando la defensa de la posición de que se prime la nacionalidad del piloto sobre las demás, y ha contratado como refuerzo la asesoría de un bufete norteamericano y un grupo de luchadores de sumo.

Por su parte, diversas regiones españolas han enviado a Suecia una declaración oficial, en inglés, francés y sus respectivas lenguas vernáculas, en la que se desmarcan, en el caso de que Alonso pierda, de sentirse representadas por el piloto asturiano. Las competencias de Física, alegan, aunque no están recogidas en los Estatutos expresamente, están transferidas de forma implícita a las autonomías -como todas las demás-, por lo que el Estado central carecería de representatividad en caso de que el piloto fracasase en su intento de conseguir el Nobel de Física.

(Al terminar este Comentario, he advertido que el suelo temblaba. Hay tantas opciones habituales para atribuir los ruidos y temblores en Madrid, que lo último que se me hubiera ocurrido es pensar que este movimiento era debido a un terremoto de baja intensidad. Pero internet confirma que hemos sufrido a las 9:47 de hoy, domingo, 12 de agosto de 2007, un temblor de tierra de nivel 4-4,7 en la escala de Richter, con epicentro en Ciudad Real)

Jugando en corto: Woody Allen y yo coincidimos en Oviedo

Jugando en corto: Woody Allen y yo coincidimos en Oviedo

Estuve esperando a Mr. Allen desde que la diligente Maria Luisa de Diego me abrió, a las 18h, la sala de Exposiciones. No es que me hubiera prometido venir a ver mis cuadros, pero tenía la firme sospecha de que lo haría. Algo así como una corazonada.

Todo empezó cuando escuché por la radio que El (He, oséa, jí) estaba en Oviedo y se hospedaba en el Reconquista, en donde permanecería algunos días hasta que se le ocurriesen escenas para el guión de una película sin título y sin argumento que se había comprometido a rodar como recompensa por haberle otorgado el Premio Principe de Asturias y, también, por lo cómodo que está aquí en esta región olvidada del mapamundi y lo bien que le tratan, especialmente, lo que le dan de comer (N.B.- Esto es una ironía, o, como dicen en Asturias, tién segundes).

Tuve claro que lo mejor que podían hacer Scarlett Johansson y las niñas -antes de que se incorporara al rodaje Pé (Penélope Cruz, en inglés americano) era darse una vuelta por el centro, tratando de llegar hasta la Universidad vieja y la Catedral, que son de lo más fácil de encontrar en esta ciudad, porque solo necesitas seguir el flujo de la gente. Seguro que a las girls les apetecería comprar algún recuerdo -una camiseta o unas madreñas- y como no llevarían dinero encima, tendrían forzosamente que entrar en el cajero del BBV de la calle San Francisco a sacar algo de pasta.

Allí, mientras esperasen a que la máquina les aflojara los billetes, Scarlett, -que leí que le gusta el arte-, vislumbraría mis cuadros, y, prendada por ellos, -por su fuerza, originalidad, color and other things- entraría a ver la exposición, resultando así el comienzo de una buena sintonía. Convencida de haber encontrado un nuevo valor, llamaría por el mobile (movail) a Bardem y a Allen y I would have the great pleasure to invite them to drink or to eat something having a nice talk together (traduzco de carrerilla al español: vuld jaf de grit plisur tu invait den tu drinc o to it somzin javin a nais tok togueda).

Cuando abandoné la Sala a las 21h, sin que Woody hubiera aparecido, y mientras tomaba una copa de vino del cosechero de Navarra de moda en un bar, me dí cuenta de que todos los que tenemos algo que vender en Oviedo esperábamos al séquito del director de cine, y habíamos tenido la misma corazonada.

Por tanto, tuve que recurrir a la fototeca, y ahora publico urbi et orbe esta instantánea de la efigie del más famoso de los dos (by the moment), en la que apenas se nota que llevaba las gafas rotas, pisándome un cuaderno de dibujos. Es la celebérrima estatua de Vicente Santarúa, escultor avilesino que ha clavado al personaje, y a la que han vuelto a retocar las gafas, que siempre hay algún imbécil que se entretiene en rompérselas, y ante la que ayer había cola para hacerse instantáneas.

Me hubiera gustado más que el Allen de ficción tuviera mi bloc en las manos e hiciera como que lo estaba observando atentamente, pero no hubo forma de moverle el brazo, y por eso, decidí metérselo debajo de un pie. La composición construye una metáfora cuya interpretación primera no me convence: parece que el ídolo se recrea en pisotear mis creaciones.

Pero hay una segunda lectura (second reading). También puede parecer que, como anda distraído, pensando en qué diablos incoporar al guión, no se da cuenta al principio del cuaderno que está a punto de arrollar. Pero acabará percatándose del descuido, y lo tomará en sus manos, gratamente sorprendido. Si esto sucediera en realidad, seguro que me pediría disculpas, y al hojearlo, encontraría esas ideas para un par de escenas, sobre todo si llama a Javier Bardem, a Pé y a Scarlett, y hacemos un quinteto de brainstorming (tormenta de ideas, en inglés).

Yo le contaré a Já (Javier Bardem, en inglés americano), -porque al principio no se nos va a ocurrir nada especial-, para romper el hielo, que siempre que me reúno con gentes del World Bank (en español, Uol Banc), me alaban la gran película de Sea Inside (Sí insái), como lo mejor que han visto. Solo hay un error, y es que se la atribuyen a Almodóvar, porque se pronuncia también Amenábar en inglés americano. Por eso en Washington hay algunos devotos del cine español que creen que Almodóvar es un tipo esquizofrénico, que le da igual al pelo que a la pluma, a la comedia como a la metensícosis. Y no seré yo quien les haga apearse de la burra (to fal daun fron de donki, en la linea de from los tu de riba), que no me pagan para eso.

En fin, que si mañana aparece Wú (Woody Allen, en bable) por la sala, prometo hacerme una foto con él y, desde luego, espero que me compre algún cuadro.

(Vuelto a la realidad, agradezco a los muchos amigos y gentes a las que no conocía de antes, que se están acercando a ver mi exposición. Imposible nombrarlos a todos. Me han hecho el mejor regalo que puede esperar un artista: decirme que les gusta lo que pinto, y hacerme notar que lo dicen sinceramente. Muchas gracias. Zanc all veri mach.)

Jugando en corto: Varios perfiles del paisanaje de Asturias (III): Julia Ibarra

Julia Ibarra era una desconocida hasta que se murió Ignacio de la Concha (reconocido como D. Ignacio por propios y extraños desde que obtuvo la cátedra, lo que había sucedido, según se comentaba, a los 22 años). Para aquella mujer bella, ligera, discreta, que revoloteaba como una sombra en torno a la personalidad ciclotímica, pero arrolladora, de uno de los mejores docentes extraaularium que pasaron por Asturias, solo parecía existir su esposo.

Yo sospechaba ya algo de su inteligente andadura, ya desde las pocas veces que acompañó al laureado catedrático y a su grey en alguno de los Itinerarios Históricos de un llamado Seminario que, en parte financiado por Ignacio Herrero y en parte por Cosmen Adelaida y el propio de la Concha, nos permitía a algunos bienaventurados, viajar casi de papo por España para conocerla muy bien. Formábamos parte de un grupo selecto de  secreyentes mejores estudiantes de primero de Derecho en la Muy Ilustre Universidad de Oviedo, facción revoltosa en la que sobresalían el inquieto Luis Arias y el disciplinado Gustavo Suárez Pertierra, del que resultaron ministros, catedráticos, profesionales de mérito y algún descarriado, entre los que me cuento para que no haya dudas.

Julia escribía muy bien, con un conocimiento de las situaciones desde una perspectiva algo decimonónica, pero llena de sutilezas. Julia conocía la Historia de Roma como nadie, y supo crear un personaje de carne y hueso, Sasia, la viuda, e incrustarla en aquel pasado sin utilizar ningún tunel del tiempo.
Julia era una amante de la pintura y una entendida en literatura. Julia sabía de cocina y concinaba como los ángeles. Julia se había pertrechado desde un montón de amigas de una altura intelectual, ética y un espíritu crítico abierto que era un soplo de bienventuranza, y del que ella era la capitana indiscutible. Julia...

Son muchas las cosas que hice para Ignacio de la Concha, que era un gran despilfarrador (como yo), desde una posición privilegiada de falso discípulo predilecto ya que nunca fuí su alumno académicamente hablando.
Ordenamos e identificamos decenas de miles de fotografías de monumentos y lugares dispersos por la geografía hispana, perdidas hoy en algún mal archivo de la Facultad de Derecho. Dibujé por indicación suya el anagrama y logo para el Seminario de Itinerarios Históricos que, de forma seguramente insólita, llevaba el nombre de su creador. Preparé con él varias ponencias, organicé a su lado múltiples itinerarios, escuché impávido sus peroratas en las que había perlas valiosísimas, tomé nota de alguna de sus ideas, creé con él otras, nos reímos, aguanté sus lágrimas, lamentamos juntos por España y la decadencia mundial, asistí a misas por Unamuno, me presentó a Fernando Ledesma, a Joaquín Ruiz Jiménez, a...

Por Julia, que, con el paso de los años, se hizo pronto amiga de mi esposa, no hice nada, en realidad. Cuando le comenté, ya fallecido Ignacio, que tenía unos dibujos que estaban basados en la melodromática historia de Carlota Leopolda, (una muñeca y un afecto de niña olvidados en un desván, y descubiertos al cabo de los años, y que debían tener algo que ver con el propio cuento vital de Julia), me los pidió y decoraron la edición que hizo Marta Magadán desde Septem.

Los dibujos fueron publicados en blanco y negro, y algo deformados, para abaratar la edición y encajarlos en el formato de la página, supongo. Como lamento que haya sucedido con la historia verdadera de Julia Ibarra, una mujer de pleno color y talla gigantesca, que el ambiente pueblerino de Asturias, encajó en formato blanco y negro y rebajó de dimensión, para embutirla en una página de la historia local.
Catedrática de Latín, escritora de mérito, sutilísima conversadora, organizadora de tertulias que animaba como nadie con dosis abundantes de inteligencia, canapés y simpatía, líder en la sombra, pertenece al grupo selecto de mujeres que aunque sacrificaron mucho de su proyección personal para hacer que las candilejas de la vida iluminaran a su pareja, todavía tuvieron de sobra para brillar con luz propia.

Jugando en corto: Varios perfiles del paisanaje de Asturias (II): Angel Arias

La idea de aquel que se hace pasar por muerto para ver su propio entierro y tomar nota de los que acudirán a él, en la hipótesis de que, dadas las circunstancias, ya no cabría esperar que estén deseando de él satisfacción alguna, no encuentra aplicación práctica en Asturias. Puede estar seguro el finado, real o presunto, que la asistencia al sepelio será multitudinaria. Al menos, al principio y final del acto público, esto es, cuando haya ocasión de que los asistentes se vean.

No hace falta, en realidad, organizar ningún espectáculo para ideshacer la preocupación de que a lo tuyo no acudirán tal vez a tiempo más que cuatro amigos y dos curiosos,  y que el resto se enterarán con el paso de los años, cuando vuelvan de sus vacaciones mentales. Si la despedida se presenta de tal forma que los potenciales asistentes al velorio estén medianamente seguros de que van a encontrarse en él con gentes de algún poder fáctico, ten la seguridad de que habrá multitudes hablando de lo suyo, mientras tú te das un paseo definitivo por la eternidad de tu nada.

No debe interpretar, pues, el lector, que he sufrido un ataque de petulancia por el hecho de mantener una exposición de mi pintura en mi ciudad natal, y que quiero presentar mi perfil como paisano importante de Asturias. No. No piense nadie que voy a dar difusión a mi autosemblanza, y aprovechar para poner al caer de un burro a algunos conocidos o hacer la pelota a dos adinerados para que me compren un par de cuadros que pongan a lucir en sus pinacotecas. Tampoco.

Mi Exposición, por lo que me cuentan y he constatado personalmente, está siendo un éxito de público. Salí -además, y previa movilización telefónica- en varios periódicos locales ( incluso con fotografía a todo color) y una de las tres teles ovetenses ha difundido dos o tres veces en horas matinales la entrevista que me hicieron unas mozas de buen ver y que, además, sabían bastante de pintura.

Aclárese ya. El Angel Arias al que me refiero aquí, en el comentario, no soy yo. De entre los muchos Angel Arias que fueron y son en este mundo, quiero referirme a mi padre, en esta breve semblanza.

Cuando lo sorprendió la muerte, a mitad de sus setenta, estaba estudiando griego, por razones que ignoro, y llevaba ya dos o tres lecturas de la Enciclopedia Británica, en inglés, y siguiendo siempre el orden alfabético, sin saltarse página. Sabía varios idiomas y los hablaba con suficiente soltura para salir del paso de cualesquiera dificultades.

Pertenecía a una categoría, hoy ya prácticamente en extinción, de profesionales que saben el porqué de lo que conocen. Era Doctor en Ciencias químicas, y estuvo siempre a la persecución de la fortuna económica, que nunca le llegó, o si le llegó, no se detuvo.

Mi padre, en mi singular opinión, forma parte del paisanaje singular de Asturias. Porque, en lugar ser emigrante de la región, se esforzó en modificarla desde dentro, metiéndose en un montón de proyectos que eran potencialmente muy interesantes, y que terminaron sistemáticamente en un fiasco.

Sabía casi todo sobre las ferroaleaciones, y creó, junto con otros visionarios, una empresa en Lugones que se hartó de fabricar ferrotungstenos y silicomanganesos (por ejemplo) hasta que alguien decidió que había que liberalizar las importaciones. Se empeñó en recuperar la minería de la schelita en Boal, poniendo nuevamente en explotación Penouta, anduvo con los caolines de Guitiriz. Qué se yo dónde puedo terminar su biografía.

Fue el quien me llevó, siendo un chaval, a leerle unos versos míos a un convaleciente Fernando Hontoria, entonces director de Tecnología en Ensidesa, (empresa donde mi padre recaló cuando se quedó sin una perra y muchas bocas que alimentar). El paciente tenía los ojos tapados por la operación de cataratas que acababa de sufrir y la voz me temblaba, supongo, un poco, aunque fui recuperando el tono a medida que notaba que el yaciente me escuchaba en silencio y en su rostro aparecía una sonrisa de complacencia. 

Hontoria no me vió nunca (no coincidimos más que aquel día). Cuando terminé de leer aquellos poemas, dijo a mi padre algo así: "Le agradezco el regalo, Arias. Es de los que no se consumen nunca, porque me llegó al corazón. ¿Dice Vd. que el chaval quiere ser ingeniero?. Que haga lo que quiera, pero que siga escribiendo".

Mi padre salió conmigo de la habitación y nos volvimos a otra del piso de abajo en la que mi madre, empezaba a morirse. Yo continué con mi recital de poesía, que ya no dejé nunca.