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El blog de Angel Arias

Jugando en corto: Varios perfiles del paisanaje de Asturias: Gerardo Turiel (VI)

Gerardo Turiel falleció el martes, 15 de enero de 2008, en una calle de Benalmádena, en donde estaba disfrutando de unos días de vacaciones. Comprometido polemista, ágil en el pensamiento y brillante en la dicción, son muchos los abogados asturianos (por referirme solo a los más cercanos) que han tenido relación con él, y que le admiraron por ello como profesor, compañero con la toga, cofundador de la Escuela de Práctica Jurídica ovetense, ...

Leo, entre múltiples opiniones laudatorias hacia Gerardo Turiel, que mi tío, y padrino en mi profesión de abogado, Justo de Diego Martínez, -y a quien hace pocos días el Ministerio de Justicia concedió, a petición del Colegio de Abogados de Oviedo, la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort-, opina de ese fallecimiento, de forma coherente con su sensibilidad de humanista, que "si hubiera sido tras una enfermedad, habríamos tenido tiempo para prepararnos; pero siendo así repentina, resulta mucho más difícil de asimilar".

No es, en efecto, fácil asumir la muerte de una persona de 72 años, elevada en los últimos meses a objeto de admiración pública o, por lo menos, objetivo de comentarios interesados sobre sus intervenciones como defensor del minero Trashorras en el Juicio del once-eme.

Al conocer la sentencia, Gerardo Turiel no dudó en calificarla de "despropósito jurídico", con la misma valentía procesal con la que se había ya enfrentado al super-juez Bermúdez (algo menos encumbrado hoy debido al pie de barro sobre el que le puso, ay, la propia mujer del César, la periodista Elisa Beni), corrigiéndole sobre la alta gravedad de equivocarse "en el derecho de defensa".

Para quienes lo conocimos, la admiración por el personaje Gerardo Turiel (como le gustaba el teatro, modelaba sus actuaciones en el aula, en la política  y en el foro, con el cuidado del autor que representa a su protagonista), tiene pocas fisuras.

Hoy, como en todos aquellos casos en la que la muerte trunca la ilusión de vivir eternamente, llevando de súbito a las profundidades de la memoria el recuerdo del empuje de aquellos que supieron mantenerse jóvenes, por encima de la edad y de los conformismos, uno mi voz a quienes lamentan esta pérdida significativa de sustancia en el caudal intelectual de la humanidad que me es próxima.

Gerardo Turiel sostuvo -a despecho de los que pretenden poder decidir sobre quienes son útiles e inútiles-, hasta su muerte repentina, plena lucidez para administrar su amplia experiencia. Le quedaban mucho fuelle, amplios propósitos, múltiples reconocimientos. No llegarán, lo harán a su destiempo.

Podemos decir que con la desaparición de Gerardo Turiel están de luto muchos. Su familia, desde luego, favorecida con dos hijos espléndidoso que prolongarán su saber hacer jurídico.

También sentimos el gusto amargo de la impotencia ante quien nos lleva los que desearíamos mantener aquí, junto a lo nuestro, los que admirabámos su capacidad de adaptación a las circunstancias, muchas veces adversas. Y, posiblemente, entre el tumulto, se encontrarán también haciendo duelo los que le envidiaban por su facilidad para concentrarse en lo que merecía la pena, desoyendo las voces de peligro.
 
Todos hemos perdido una referencia, un testimonio de adaptación intelectual al ritmo de los tiempos, rejuveneciendo cuanto más viejos nos hacemos.

1 comentario

Llara Rey -

Siento el fallecimiento de Turiel; le conocí cuando estuve en la Facultad de Derecho de Oviedo, aunque no le tuve como profesor. Era considerado uno de los mejores.
La paz para él y la fuerza para su familia.