Jugando en corto: Varios perfiles del paisanaje de Asturias: Angel González (V)
Escribo desde la emoción de hacer mi necrológica particular de un personaje admirado, al que conocí, fundamentalmente, por lo que escribía.
Me inicié en su poesía, en una época en la que nos ocupaba más el estructuralismo que los sentimientos, analizando su creación desde la reposada lectura de aquellos versos magníficos que habían caído en nuestras manos. En casa Noriega, releíamos una y otra vez sus poemas, tratando de descubrir el misterio que nos enganchaba a ellos.
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo
Lo envidiaba. Por las mismas fechas, me dí de lleno con un libro en el que esa creación sugeridora era despiezada por la tijera manejada por otro maestro, Emilio Alarcos, "La poesía de Angel González", justamente vista desde las palabras.
Bastantes años después, ya enriquecido con el paso del tiempo, la cultura del gozo y del desánimo, las noches en vela acompañado por el regusto a amor, soledad y alcohol que forman la puerta de atrás de los poetas, lo entendí del todo. No había truco ni fórmulas mágicas. Angel González tenía un don, el de ordenar las palabras para que, en el seno del lector, se transformaran en agudos sentimientos.
Esparcirán sus cenizas por Oviedo, en donde nacimos ambos, incinerados sus restos en dolor de multitud en el cementerio de la Almudena el 13 de enero de 2008. Era el penúltimo de la generación del 50, oigo decir (¿el último será Carlos Bousoño?¿Antonio Gamoneda?). Me entero también que Antonio Masip es su albacea, encargado de completar el legado de la Fundación que lleva el nombre del poeta.
En la estancia en la que guardo los instrumentos para impulsar a corretear a mi sensibilidad, algo maltrecha por la lucha diaria por disimular que existe, enciendo una luz intensa junto a los libros de Angel González: la del recuerdo sin límite de tiempo, velando que no se interrumpa la transmisión de las emociones que hacen a los hombres dignos rivales de los dioses. Sin más fisuras que la necesidad de subsistir hasta llegar, de victoria en victoria, derrotados, sí, pero altivos, a la muerte.
Buen bebedor y vividor, de Angel González, perdidas ambas virtudes ocasionales, empezarán ahora a crecerle las anécdotas.
Quienes le conocimos, siempre poco, posiblemente a destiempo, trataremos de convencer a otros de lo mucho que tal vez nos quería, aumentaremos sin rubor el bagaje de lo que compartíamos con él, reclamaremos irreverentes un reconocimiento que creeremos merecer por el solo hecho de ser sus discípulos.
Como con el postre, pretenderemos suscitar algunos aplausos por haber rescatado con mucho esfuerzo unas pocas frases de las canteras del amor, la soledad y el olvido, en donde él oficiaba de contramaestre mayor, jugando con sus sarcasmos a la ruleta rusa, hilvanando, también como quien juega, versos redondos que se transformaban, al ser compartidos, en puños enhiestos.
Pero ya te lo dije:
cuando quieras marcharte esta es la puerta:
se llama Ángel y conduce al llanto.
2 comentarios
Miguel -
José Antonio Cobeña Fernández -
Te agradezco que hayas vuelto a navegar. Por respeto y por necesidad personal de aprendizaje.
Un abrazo, Ángel volador.