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El blog de Angel Arias

Temas económicos

A sotavento: Cajastur se mete en un charco

Cajastur vivía una existencia apacible hasta el 3 de noviembre de 2009 en el que la mayor parte de sus directivos y la inmensa mayoría de sus clientes, simpatizantes y amigos se enteraron de que le habían adjudicado una píldora envenenada, llamada Caja Castilla La Mancha, CCM en el argot del sector.

Supongo que los hilos que se movieron fueron políticos y siguieron el camino de la jerarquía socialista. No hay más remedio que acudir al quite, porque los catalanes no quieren y no vamos a adjudicárselo a los vascos.

"Así que preparad una oferta, más o menos siguiendo la tónica de lo que ha ofertado la BBK; para que no parezca un escándalo, bajad un poco la petición de ayudas. Ah, y para que no se levanten en armas las fuerzas vivas asturianas (si quedan), utilizad esa ficha que tenéis muerta desde hace diez años, herencia del Banco del Noroeste, ¿cómo se llama?... Liberta. ¡Qué gracia, si hasta parece que el nombre da una proyección cómica a la operación!"

Como sucede en esos concursos amañados en los que te avisan a última hora de que tienes que lavar y peinar tu oferta para que resulte la más presentable, lo que ha trascendido de la que Cajastur preparó para hacerse con el santo y la peana de la CCM está lleno de misterios.

El beneficio neto de Cajastur es inferior a las pérdidas acumuladas en lo que va de 2009 en CCM. Los depósitos de clientes de la CCM son un 50% superiores a los de la Caja asturiana. Cualquier dimensión que se considere deja a las claras el diferente tamaño de la pieza y el cazador.

Tengo la mejor opinión personal y profesional de Manuel Menéndez, presidente de Cajastur e Hidrocantábrico. Lo han situado en el control de dos de las actividades con mayor proyección en la, por lo demás, bastante maltrecha región asturiana. En HC, no hace falta elucubrar mucho para entender quién señala las directrices verdaderas, a la espera de la liberalización completa del sector en Portugal y España.

En Cajastur, la cuestión parecía distinta. Con una situación de solvencia envidiable, la entidad financiera asturiana estaba pendiente de la acomodación plena a las directrices de Basilea y se dejaba cortejar, como siempre ha sido, por proyectos de dimensión regional. La situación en CLAPSA, el monstruito lácteo ganadero astur-catalán era uno de ellos.

Todo este sueño se acabó. Cajastur ha pasado a ser, definitivamente, un instrumento de la política económico-financiera del gobierno. Porque desde el Banco de España se podrán decir muchas cosas por escrito, pero a la hora de tomar las decisiones que importan, en la política real, manda quien manda. Y a obedecer todo el mundo.

A barlovento: El Banco Popular, una entidad bien dirigida

No corresponde al tono neutral e independiente que pretendo dar a estos Comentarios, la felicitación específica a una institución o a un grupo de ejecutivos. En estos momentos de incertidumbre económica, sin embargo, encuentro que resulta oportuno expresar que, al margen de los brotes verdes que puedan intuirse desde la ilusión por la recuperación, existen fertilizantes que han de servir para revitalizar la tierra quemada.

La Asamblea General del Banco Popular español que se celebró el 26 de junio de 2009 reflejó, en mi opinión, aires saludables, de coherencia empresarial y solidez profesional.

La manifestaron, sobre todo, Angel Ron Güimil, licenciado en derecho, presidente de la entidad desde 2004 y Roberto Higuera, ingeniero aeronáutico, 41 años en el Banco Popular, vicepresidente y principal artífice de la estrategia financiera del grupo, que, por jubilación obligatoria, dimitía como consejero delegado.

Empiezo con un cotilleo. No parecía contarse con gran asistencia, aunque se dijo oficialmente que había 1.675 accionistas presentes, que representaban el 16,97% del capital. El salón del Hotel Hilton Aeropuerto de Madrid, amplio y dotado para la ocasión con fuertes medidas de seguridad, se encontró, a ratos, bastante vacío. Las atenciones a los accionistas no existieron; unas mesas a ambos lados amontonaban varias botellas de agua mineral.

Sea como fuere, el capital presente o representado alcanzó la cifra del 56,27%, según la constatación notarial.

Lo que me pareció más relevante, al margen de la presentación de los resultados de 2008 -1052 millones de euros, un 16% menos que en 2007, en el lugar decimotercero por cuantía de la banca europea-, y de la aprobación de omnímodos poderes para el Consejo, fue la constatación de que el tercer grupo español bancario, con 114.000 millones de euros en el activo y 6 millones de clientes, presenta un atractivo singular para encarar el inmediato futuro.

Tiene liquidez, juega a la transparencia, y cuenta con un equipo directivo serio y competente. El rumbo de la entidad está marcado, según Ron, en ser un Banco "especializado en clientes y no en productos". Con un ratio de core capital del 7,17% de recursos propios, figura entre los mejores de las entidades que no reciben ayudas públicas, "inyecciones de subvención, que, paradójicamente, elevan los estándares del capital".

Porque estamos en crisis, "la mayor que nos ha tocado vivir", como recordaron los dos intervinientes principales. Y España, aunque no estuvo en el origen de la debacle, debido a su crecimiento acelerado, favorecido por la entrada masiva de dinero del exterior, y que estuvo muy focalizada a la inversión en el sector inmobiliario, resultó inevitablemente afectada.  

El enorme déficit por cuenta corriente generado en el exterior, creó gravísimas dificultades a los inversores que habían confiado en las cédulas hipotecarias para rentabilizar sus apuestas de futuro, y los Bancos españoles fueron arrastrados por la penuria. La provisión respecto a la inversión en Continental dejó huellas en el patrimonio del BP, aunque -apuntó Higuero- "conviene recordar que las provisiones no son pérdidas, y si se sabe esperar, pueden convertirse en futuros beneficios".

"No vamos a volver ya al marco de crecimiento", sin embargo, afirmó Ron, y "es imprescindible reducir el apalancamiento. En 2008 se han perdido, en términos de capitalización de la banca internacional, 1 billón de euros, equivalente al pib anual de España".

El BP quiere mantener la liquidez, y basa su fortaleza actual en el ratio de capital respecto a recursos propios, que convierte en oportunidad "la desaceleración económica, con o sin brotes verdes". Porque "crisis, como decía J.F. Kennedy, en chino, se compone de dos palabras, y una de ellas significa oportunidad". (Nota de estudiante de chino: 危机, wéi jin, peligro y oportunidad)

Me gustó mucho la intervención de Roberto Higuera, presentada muy didácticamente, con lápiz rojo y todo. El elegido mejor director financiero de Europa en 2007, es un valor bancario relevante y acumula una experiencia inestimable para el propio Banco. Su explicación a las razones por las que se había decidido acudir al pago de los accionistas con acciones de la autorcartera, respondiendo a la pregunta del accionista Angel Cerejeta, fue una lección de economía práctica de altura.

Tampoco se arredró en añadir explicaciones a las dadas, quizá más política que técnicamente, por Angel Ron a otras cuestiones de los accionistas que solicitaron aclaraciones. Por cierto que, como sucede en estos casos, los intervinientes desde la sala resultan ser casi siempre los mismos, y repiten osotinadamente los mismos argumentos y disquisiciones, adquiriendo su momento de notoriedad para alegrar algo, pudiera ser, su anodina jubilación.

Ron desenmascaró a uno de ellos, con la simpatía del que no quiere hacer daño, pero no quiere que nadie le tome el pelo: "Eso ya lo propuso usted el año pasado, y lo estamos probando, aunque en estos tiempos hay que estudiar con máxima atención la rentabilidad de cada cambio". Se refería a la utilización de los tiempos improductivos de las oficinas bancarias, ampliando el horario por las tardes. "Hay que analizar el tipo de cliente beneficiado, los costes y los beneficios".

Respecto a una intervención añorando los tiempos de D. Luis Valls, en el que se confiaba en el cliente de toda la vida que pedía un crédito, y no se atendía, como ahora, al estudio severo de su solvencia, que el accionista mezcló, además, con el que entendía injustificado orgullo de haber resistido mejor que la media la caída del valor de las acciones, Ron no se cortó un pelo al poner de manifiesto que "nosotros no creamos la coyuntura; vivimos en ella".

A sotavento: Nadie sabe muy bien lo que hay que hacer

La frase no es mía, sino del ex-gobernador del Banco de España y laureado economista (fue Premio Jaime Primero de Economía en 2006), Luis Angel Rojo.

No la dijo al principio de una lección académica, sino como colofón de una conferencia pronunciada el 29 de abril de 2009 en la Fundación Juan March, de Madrid, ante un salón de actos con el aforo completo. Textualmente, afirmó: "No tengo mucho más que decir. Las cosas van cambiando continuamente. Nadie sabe muy bien lo que hay que hacer".

La conclusión del académico resultaba, desde luego, modesta. No tanto en relación al panorama económico que había trazado en su charla, de altura seguramente rebajada de nivel en atención a la hipótesis de que el público oyente agradecería algo ligero.

Rojo pasa por ser artífice de lo sustancial del actual sistema financiero español, pero, aunque nadie dudaría de su capacidad, dejó también claro que los años no perdonan (nació en 1933). Leyó sus notas y cuando se separó de ellas, no pareció siempre capaz de terminar la frase con soltura.

La historia que contó resaltó los hitos sustanciales de la evolución económico-financiera mundial, centrándose en especial en las consecuencias de la política aplicada por la FED en los últimos años (Greenspan y Bernanke).

Con un repaso propio de la Wikipedia, Rojo explicó que Greenspan no admitió hasta el 2000 que el aumento de la demanda agregada de bienes y servicios implicaba riesgos para la estabilidad económico financiera. En el 2001, en la etapa de auge, la economía del país más rico de la Tierra tenía excesos de capacidad y alto endeudamiento: el aterrizaje suave no sería posible.

La nueva administración de Bush adoptó una política expansiva que se acentuó después del 11-S. Con los bajos tipos de interés se logró frenar la caída de la economía de producción, aumentando la demanda de consumo. En 2003, la recuperación de la economía americana parecía firme: tipos de interés bajos, reducción de costes por despidos, expansión de las exportaciones a China e India, y recuperación de Japón; la tasa reañ de crecimiento llegó al 4% en 2004, y en 2005, el mercado del trabajo en USA, con 1,5 millones de empleos nuevos, parecía atravesar una época dorada.

Pero la inversión en construcción -viviendas, sobre todo- que era el principal factor de exposición de la renta familiar disponible, pronto evidenció sus debilidades.

Los intermediarios financieros, generaron sin control titulaciones transmisibles y se mostraron dispuestos a prestar dinero sin estudios serios de calidad, incluso a clientes ninjas, con nivel adquisitivo modesto; los préstamos sub-prime formaron el 70% de los créditos concedidos entre 2003 y 2007. El boom inmobiliario, con base tan endeble, se rompió. La falta de transparencia entre instituciones y clientes generó desconfianza. La incertidumbre pasó a ser la causa principal de las dificultades.

Las bases liberales de los dirigentes de la FED los mantuvo como reticentes a intervenir. Se generaron grandes pérdidas por doquier. Posteriormente, ante la amenaza de recesión, se hicieron fuertes inyecciones de liquidez que han alentado las tensiones inflacionistas. El buy-out financiero y las medidas adicionales del Congreso no mejorarán esa situación.

Los cambios en la regulación hipotecaria pretendieron garantizar las hipotecas de muchas familias, pero aparecieron quiebras muy graves de instituciones de gran arraigo; la de Lehman Brothers fue la más significativa. Las irregularidades contables detectadas en muchas instituciones financieras promovieron cambios en el sistema regulador, exigiendo aumentar el papel de la FED como supervisor. Se perdieron 4 millones de empleos, la tasa de crecimiento pasó a ser negativa.

También en Europa se vivió una situación grave, y el Banco Europeo, para contener la inflación de forma prioritaria, se resistió a bajar el tipo de interés, por lo que esas actuaciones no sirvieron para estimlar la economía americana. Los países emergentes, por su parte, contribuyeron al auge en las primeras etapas, pero desde otoño de 2008 se quebró la tendencia y las balanzas de pagos se deterioriaron.

Como la crisis se había generado en el sector financiero, allí se concentraron las medidas, con nacionalizaciones o inyecciones de dinero. Pero los demás sectores estaban afectados: el automóvil, especialmente; y los de construcción y maquinaria y también los de nuevas tecnologías.

En fin, habrá que mantener los tipos bajos durante largo tiempo y prestar mayor atención al crédito, reduciendo la desconfianza. La política monetaria tiene, en ese contexto, una eficacia limitada. Por el contrario, la política fiscal deberá ser intensa y actuar más enfocada a la reactivación del gasto, además de exigir una coordinación global. El final de la crisis no se aventura para antes de 2010 o 2011.

Aunque el sector financiero español no ha sido tan afectado, no es inmune a la crisis. La tradición mayorista y la notable prudencia regulatoria del Banco de España (con provisiones dinámicas: más fondos de reserva cando la economía mejoraba, para aplicarlas en los momentos difíciles, como éste), el peso del sector de la construcción tenderá a alargar el período de recuperación.

Como el mercado del trabajo se mueve con mayores inercias, la crisis laboral aún se prolongará algo más.

Esta vez los pesimistas van a tener razón.

 

A sotavento: Qué hacer con el dinero

La intensa paralización de la vida económica que estamos viviendo en España -ya, ya; no solo aquí- tiene su origen principal en la detracción del consumo, motivado, tanto por el temor de los particulares a que la recesión sea aún más profunda, como por la nueva aversión al riesgo como prestamistas de las entidades financieras. En consecuencia, hay menos dinero en circulación y, como fruto de la menor actividad y hasta que no se recupere la confianza, la crisis seguirá agudizándose.

Si observamos el comportamiento seguido por uno de los más preclaros termómetros del optimismo colectivo de cuantos disponemos, la Bolsa, sacaremos la conclusión de que su extrema volatilidad, incluso intradía, y el poco volumen de las transacciones, evidencia la desconfianza del dinero respecto al próximo final de la caída. "Cuando las acciones de los Bancos encuentren el camino de las subidas regulares, es el momento de entrar en la Bolsa" es la regla del pulgar que algunos preconizan.

Lo anterior mantiene validez con independencia de que, como siempre, haya hábiles agentes especuladores que se aprovechen de la facilidad de mover los índices con poco dinero, para obtener ganancias rápidas con los incautos que, confiando en que todo está arreglado, pongan sus ahorros en circulación en ese juego para mayores.

La reflexión que aventuro hoy es la siguiente, orientada a la inmediata insuflación de dinero al sistema: ¿Por qué la obsesión desde las instancias económicas del Gobierno en amedrentar a los poseedores de dinero B con controles acerca de los billetes de quinientos y hasta doscientos euros, en esta época de crisis acentuada? ¿No sería mejor dejar que los aflorasen libremente, para que generasen actividad y puestos de trabajo?.

O mi capacidad de análisis ha quedado disminuída por la edad, o esa masa monetaria detraída a la circulación, mantenida bajo los colchones, ha salido de la voluntad del Estado, está contabilizada y respaldada por él, y tenerla a raya al margen de la economía real no sirve más que para crear el pernicioso efecto de reducir el dinero en circulación.

Y, por otra parte, ¿Por qué/para qué mantener los rígidos controles a la entrada de dineros que se mantienen -generalmente, en dólares- cuentas extranjeras por parte de antiguos emigrantes que han retornado a España, aunque no con la mayor parte del resultado de sus trabajos?

Repito el estribillo: O mi capacidad de análisis ha quedado disminuída por la edad, o esa masa apetitosa de dinero cuyos propietarios son españoles o residentes en España, está respaldada por las reservas y el compromiso de respaldo de Bancos estatales de otras Administraciones y traerlo aquí, cambiándolo por euros, aliviará nuestra necesidad de divisas, introduciendo, además, capacidad inmediata de gasto e inversión por parte de quienes, a buen seguro, no tardarán en poner ese dinero en circulación efectiva.

Hago ambas preguntas, que dejo sin contestar plenamente. Y realizo el comentario desde el punto de vista de lo que es útil en época de crisis, no de lo que preferiría desde mi posición ética e incluso estética... que ya habrá tiempo para volver a levantar barreras y controles cuando hayamos superado la situación que nos aflige.

Porque, como se verá, no estoy hablando del control de las inyecciones financieras al sistema, generadas con vueltas al rabil de hacer dinero, sino de recuperar para la circulación una masa monetaria dormida o inefectiva para nuestra economía.

Al socaire: Los optimistas ven medio llena la botella vacía

Siempre me resultó extraño que se pretendiera definir a un optimista como a aquel que, ante una botella en la que el líquido ocupa la mita de su capacidad, la ve medio llena, en tanto que el pesimista la vería como medio vacía. Es evidente que ambas personas están definiendo correctamente la realidad y, por tanto, si alguien quiere ponerle algún calificativo a su forma de comportarse, es él quien tiene problemas y no los sujetos observados.

Los optimistas ven medio llena la botella vacía, o ya prácticamente llena la que solo está mediada. Un optimista de ese tipo en épocas de vacas flacas no tiene mucho peligro, porque pocos le harán caso. Sin embargo, en épocas de bonanza, un optimista suele llevar al estrellato a los que le sigan (estrellato en el sentido de estrellarlos).

En los velatorios, siempre hay alguien -evidentemente, alejado de la línea familiar que le vincula directamente con el muerto, o que no guardaba buenas migas con él/ella- que cuentan chistes, y no faltan otros pocos que se los ríen. Habrá quien piense que son gente simpática, optimista, jovial, que saben encontrar el punto divertido incluso a las situaciones más tensas y tristes. Gente que ve la botella medio llena.

Mejor llamar al pan, pan; al vino, vino; y a la botella vacía, botella. A ver si la llenamos, si sabemos y podemos llenarla.

A sotavento: ¿Más control o controladores más cualificados?

Ante la recesión, de cuya magnitud no se duda pero sobre cuya superación se han dado muy variadas opiniones, casi todos los analistas proponen un mayor control del mercado. Más transparencia, mejor supervisión, una más amplia dotación para los posibles impagados y quiebras del sistema.

¿Más control? A la vista de la multitud de incongruencias, fraudes, evasiones, corrupciones, que van saliendo a la luz, como elemento seguramente sustancial del llamado comportamiento cíclico de los mercados, hora es que los más sabios revisen lo poco que saben del manejo de las grandes magnitudes, y nos lo cuenten a sus discípulos y espectadores y, sobre todo, a quienes han confiado en que el sistema funcionaba adecuadamente.

Sin embargo, lo que creo que se necesitan, sobre todo, son mejores controladores. Más cualificados, más libres, más honrados.

Repasando las consejas, normas, indicaciones de los gurús que han llenado páginas y sus bolsillos con previsiones (hoy no solamente fallidas, sino falsas) a las que adornaron de explicaciones prolijas (hoy no únicamente erróneas, sino presuntamente interesadas), lo que se me ocurre es proponer que los mecanismos de control, desde luego, imprescindibles, sean ocupados preferentemente por profesionales capaces, independientes y trabajadores.

Si nos fijamos en quiénes ocupan la mayor parte de los puestos en los organismos de control -y no voy a citar ninguno; no hace falta para el lector inteligente-, veremos que lo que se ha premiado con ellos no es una trayectoria de éxitos y sabiduría, sino que son utilizados como un complemento de honorarios para premiar viejas docilidades, servilismos partidistas, amiguismos inexplicables al resto de la sociedad.

No he oído ni leído aún, en ningún foro, que se reclame la elección democrática, libre y, por supuesto, revocable, de controladores más cualificados.

Sin que nos dejemos impresionar por brillantes currícula repletos de supuestas capacidades idóneas -sabemos a estas alturas del guión qué fáciles son de completar con el beneplácito de la voluntad auto-reproductora del sistema-, hora es de que pasemos revista a los exactos comportamientos de quienes han estado ocupando las poltronas de los organismos de control.

Ellos han dejado pasar, sin aparentemente mover un dedo, a los elefantes y camellos cargados con los productos de la rapiña de lo que deberían haber custodiado, como presuntos guardianes incorruptibles de nuestros esfuerzos y ahorros colectivos. ¿Son los mismos que reclaman más organismos de control, más medios, más seguridades?

Niveles de solidaridad y socialismo en tiempos de vacas flacas

Alguna prensa norteamericana anda con la mosca cojonera detrás de la oreja del presidente Obama, intentando hacerle confesar que su política es socialista, que, por aquellos predios, es sinónimo -parece- de marxista-leninista. Todo porque su preocupación expresada no es ya solamente salvar la tramoya principal de la estructura de mercado, apoyando, con condiciones, al sector bancario, sino introducir medidas de asistencia social que, dicho sea de paso, ya fueron adoptadas por los gobiernos de derecha y de izquierda en la vieja Europa.

Para quienes seguimos con atención las decisiones concretas de Barack Obama, desde la libertad ideológica, pero con plena asunción del concepto de solidaridad, nos merece máxima comprensión y estímulo la estrategia del nuevo Presidente. Su actuación se enmarca dentro de una política razonable, técnicamente solvente y sensibilizada con la economía real, cuyos principales sufridores, en este momento de vacas flacas, son los menos favorecidos, los que viven al día, los que necesitan de un salario para sobrevivir.

Pero no tiene sentido que gastemos nuestros aplausos y beneplácitos en lo que se hace fuera de nuestras fronteras, cuando en nuestro país, la situación se complica gravemente. Hay seguramente ya más de 4 millones de parados (quizá 12 o 15 millones de personas afectadas) y, desde luego, el colectivo que más está sufriendo la crisis, es el de inmigrantes y, de entre los trabajadores autóctonos, los de quienes tienen menor preparación y, por tanto, disfrutan de menor acomodación y juego de cintura para aguantar el chaparrón.

Es momento, por tanto, de apelar a la solidaridad, que no es socialismo, sino humanismo. En la prensa actual, se subraya ahora el problema del contingente de los llegados en pateras, que hemos distribuido por la geografía, sin permiso de residencia, abandonados a su riesgo y ventura de ilegales, y condenados a vivir, por tanto, de la caridad pública.

Hace falta ser muy poco observador y tener nula sensibildad para no percatarse de que han crecido los desarraigados, los pobres de la calle, los pedigüeños que demandan una caridad para sobrevivir.

No están allí por su voluntad, no se les puede atribuir peligrosidad, no son drogadictos: son seres humanos a los que la crisis ha lanzado a la pobreza. Su número va en aumento, y no debe tranquilizar a nadie que las cifras oficiales estiman en un millón de personas el número de los que no tiene ayuda pública, bien por no cumplir las condiciones para ser merecedores (cruel palabra) de la asistencia social, bien porque nunca han tenido un empleo oficialmente.

Nuestra sociedad tiene un problema macroeconómico, desde luego, pero no es admisible mirar hacia otro lado cuando se topa con miles de personas que no pueden organizarse, no tienen a dónde acudir -pocos sitios para tantos necesitados-, no saben cómo hacer para encontrar los medios mínimos para sobrevivir. No importa si se retraen por desconocimiento o por vergüenza. Existen y no tienen nada.

Hay que apelar a las conciencias de los que podemos resistir. Esos pobres son, en este momento, nuestros pobres y pesan sobre nuestras conciencias individuales, porque aunque no somos culpables de la crisis, sino también sus sufridores, mantenemos nuestro juego de cintura para aguantar... al menos, por ahora.

Por ello, mi recomendación es que seamos espléndidos con los que nos piden limosna. El sistema no sabe qué hacer con ellos, con todos ellos, y su supervivencia se confiaba a los desechos de una sociedad opulenta. Pero hoy no podemos ignorarlos, porque corren el riesgo de morirse al alcance de nuestras manos y, por tanto, de pesar para siempre sobre nuestras conciencias.

 

Al socaire: La sostenibilidad económica de los planes energéticos

El Consejo Superior de Ingenieros de Minas, y la Asociación de Ex-Senadores y Diputados han llevado a cabo, bajo el título de "Planificación energética sostenible" unas muy interesantes sesiones en el Salón de Columnas del Palacio de Congresos, los días 13 y 14 de noviembre de 2008.

Las ponencias estuvieron, todas, a gran altura, y no es posible resumirlas aquí. Se pasó revista a la problemática actual de la producción y uso de las distintas fuentes energéticas, dedicando, eso sí, mayor énfasis al petróleo, gas natural y carbón, porque no en vano todos los ponentes eran ingenieros de minas. La energía solar y la biomasa recibieron poca atención relativa -José Luis del Valle habló sobre "El papel de las energías renovables", aportando la visión de Iberdrola-, y la energía nuclear gozó de un enardecido a la par que interesado defensor en Antonio González, director técnico del Foro Nuclear Español.

Quisiera, pues, anunciar en este Comentario, y de antemano, el sesgo del mismo, pues no voy a hablar ni de mercados, tendencias de precios y tensiones en el suministro, pues, como muy bien dijo -en mi opinión- José Sierra (Consejero de la CNE), hay que dejar de hablar de vulnerabilidades y más bien de disponibilidad, y oportunidades de suministro. Con otras palabras, la elección de las energías primarias más adecuada está sometida a estrategias coyunturales, en relación con los precios y la estabilidad de los lugares productores, pudiendo afirmarse sin reticencias que la energía no nos ha de faltar en el corto plazo.

En consecuencia, las variables a considerar son otras diferentes a si el barril de petróleo sube o baja de precio -muy interesante la relación entre el precio del barril y la balanza de pagos de cada país productor- o si el gas natural ha de venir con preferencia de los países de la antigua URSS o del Norte de Africa, según la apreciación de la confianza que nos merezcan los proveeedores. Ni siquiera la cuestión central puede desplalzarse hacia la valoración de la seguridad nuclear, entendida también como garantía de que los residuos de alta radioactividad estarán a buen recuado durante miles de años.

La cuestión central la expuso muy oportunamente, tanto en su ponencia como en una pregunta a los parlamentarios presentes, Eloy Ignacio Alvarez-Pelegry (Director de Unión Fenosa) : la necesidad de introducir, sistemáticamente, el coste en el mix energético, para cada una de las propuestas que se estén valorando, y analizar cómo se realiza su distribución o absorción entre los consumidores, para que no queden remanentes de déficit con los que penalizar el futuro.

Pueden adoptarse precios únicos para la electricidad, la gasolina o el gas natural o puede beneficiarse una fuente energética sobre otra, pero sabiendo siempre cuánto penaliza o favorece a la factura energética esa decisión, y, por supuesto, quién habrá de pagarlo. La necesidad de compensar aún los 12.000 o 16.000 millones de euros de déficit tarifario existente es un ejemplo de patata caliente aún en nuestras manos, una muestra indeseable de la constumbre de los políticos de dejar para otros los problemas que no se atreven a resolver en su legislatura.

Desde mi posición de técnico y jurista, añado una segunda variable: la importancia de analizar las consecuencias de cada marco regulatorio que se adopte. Tenemos, en este aspecto, la obligación de mantener dos niveles de atención: el internacional, por el que España está obligada a cumplir los Tratados y Convenios que haya suscrito y a seguir las pautas marcadas por la Unión Europea, y el nacional, que, dentro de este marco jurídico, le permite la incorporación de leyes y reglamentos que permitan favorecer a ciertas formas de producción de energía o estimular a los sectores más eficientes, sin descuidar la solvencia de los destinatarios de tarifas y costes y el efecto sobre su competitividad, en el caso de las industrias.

Los marcos jurídicos creados recientemente en España han favorecido la generación de mercados atípicos, extemporáneos o inestables, en torno a algunas nuevas formas de generación de energía. Otras formas eficientes no han sido analizadas en profundidad, porque se ha temido la reacción pública. Ya he dicho que se puede ser ecologista y defensor de la energía nuclear. Se debe, incluso. Máxime cuando hay casi 500 centrales nucleares desparramadas por el mundo y los técnicos españoles están (¿estaban?) al más alto nivel en esta tecnología.

No deseo, en fin, destacar en particular a ninguno de los ponentes, todos excelentes profesionales y entrañables compañeros de profesión, pero me voy a permitir dedicar las líneas finales a felicitar a dos ingenieros singulares. Pedro Martínez Arévalo, decano Presidente de los ingenieros de minas, motor de las jornadas, imparable en su dinamismo, y a José Luis Díaz Fernández -hoy Presidente de la Asociación para la Economía Energética-, relator de excepción de las Jornadas, que hizo un resumen acertadísimo de todas las ponencias, confeccionado casi sobre la marcha, que evidenció a un tiempo su capacidad de síntesis y el  conocimiento completo del temario energético.

Y termino con un apunte: me sorprendió que ninguno de los ponentes ni intervinientes expresara la mínima duda respecto a las previsiones de evolución de clima del Panel Intergubernamental, y aceptaran como un axioma la necesidad de reducir drásticamente las emisiones de CO2 equivalente. Aunque esta cuestión será motivo de otro comentario.