A sotavento: Qué hacer con el dinero
La intensa paralización de la vida económica que estamos viviendo en España -ya, ya; no solo aquí- tiene su origen principal en la detracción del consumo, motivado, tanto por el temor de los particulares a que la recesión sea aún más profunda, como por la nueva aversión al riesgo como prestamistas de las entidades financieras. En consecuencia, hay menos dinero en circulación y, como fruto de la menor actividad y hasta que no se recupere la confianza, la crisis seguirá agudizándose.
Si observamos el comportamiento seguido por uno de los más preclaros termómetros del optimismo colectivo de cuantos disponemos, la Bolsa, sacaremos la conclusión de que su extrema volatilidad, incluso intradía, y el poco volumen de las transacciones, evidencia la desconfianza del dinero respecto al próximo final de la caída. "Cuando las acciones de los Bancos encuentren el camino de las subidas regulares, es el momento de entrar en la Bolsa" es la regla del pulgar que algunos preconizan.
Lo anterior mantiene validez con independencia de que, como siempre, haya hábiles agentes especuladores que se aprovechen de la facilidad de mover los índices con poco dinero, para obtener ganancias rápidas con los incautos que, confiando en que todo está arreglado, pongan sus ahorros en circulación en ese juego para mayores.
La reflexión que aventuro hoy es la siguiente, orientada a la inmediata insuflación de dinero al sistema: ¿Por qué la obsesión desde las instancias económicas del Gobierno en amedrentar a los poseedores de dinero B con controles acerca de los billetes de quinientos y hasta doscientos euros, en esta época de crisis acentuada? ¿No sería mejor dejar que los aflorasen libremente, para que generasen actividad y puestos de trabajo?.
O mi capacidad de análisis ha quedado disminuída por la edad, o esa masa monetaria detraída a la circulación, mantenida bajo los colchones, ha salido de la voluntad del Estado, está contabilizada y respaldada por él, y tenerla a raya al margen de la economía real no sirve más que para crear el pernicioso efecto de reducir el dinero en circulación.
Y, por otra parte, ¿Por qué/para qué mantener los rígidos controles a la entrada de dineros que se mantienen -generalmente, en dólares- cuentas extranjeras por parte de antiguos emigrantes que han retornado a España, aunque no con la mayor parte del resultado de sus trabajos?
Repito el estribillo: O mi capacidad de análisis ha quedado disminuída por la edad, o esa masa apetitosa de dinero cuyos propietarios son españoles o residentes en España, está respaldada por las reservas y el compromiso de respaldo de Bancos estatales de otras Administraciones y traerlo aquí, cambiándolo por euros, aliviará nuestra necesidad de divisas, introduciendo, además, capacidad inmediata de gasto e inversión por parte de quienes, a buen seguro, no tardarán en poner ese dinero en circulación efectiva.
Hago ambas preguntas, que dejo sin contestar plenamente. Y realizo el comentario desde el punto de vista de lo que es útil en época de crisis, no de lo que preferiría desde mi posición ética e incluso estética... que ya habrá tiempo para volver a levantar barreras y controles cuando hayamos superado la situación que nos aflige.
Porque, como se verá, no estoy hablando del control de las inyecciones financieras al sistema, generadas con vueltas al rabil de hacer dinero, sino de recuperar para la circulación una masa monetaria dormida o inefectiva para nuestra economía.
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