A sotavento: Nadie sabe muy bien lo que hay que hacer
La frase no es mía, sino del ex-gobernador del Banco de España y laureado economista (fue Premio Jaime Primero de Economía en 2006), Luis Angel Rojo.
No la dijo al principio de una lección académica, sino como colofón de una conferencia pronunciada el 29 de abril de 2009 en la Fundación Juan March, de Madrid, ante un salón de actos con el aforo completo. Textualmente, afirmó: "No tengo mucho más que decir. Las cosas van cambiando continuamente. Nadie sabe muy bien lo que hay que hacer".
La conclusión del académico resultaba, desde luego, modesta. No tanto en relación al panorama económico que había trazado en su charla, de altura seguramente rebajada de nivel en atención a la hipótesis de que el público oyente agradecería algo ligero.
Rojo pasa por ser artífice de lo sustancial del actual sistema financiero español, pero, aunque nadie dudaría de su capacidad, dejó también claro que los años no perdonan (nació en 1933). Leyó sus notas y cuando se separó de ellas, no pareció siempre capaz de terminar la frase con soltura.
La historia que contó resaltó los hitos sustanciales de la evolución económico-financiera mundial, centrándose en especial en las consecuencias de la política aplicada por la FED en los últimos años (Greenspan y Bernanke).
Con un repaso propio de la Wikipedia, Rojo explicó que Greenspan no admitió hasta el 2000 que el aumento de la demanda agregada de bienes y servicios implicaba riesgos para la estabilidad económico financiera. En el 2001, en la etapa de auge, la economía del país más rico de la Tierra tenía excesos de capacidad y alto endeudamiento: el aterrizaje suave no sería posible.
La nueva administración de Bush adoptó una política expansiva que se acentuó después del 11-S. Con los bajos tipos de interés se logró frenar la caída de la economía de producción, aumentando la demanda de consumo. En 2003, la recuperación de la economía americana parecía firme: tipos de interés bajos, reducción de costes por despidos, expansión de las exportaciones a China e India, y recuperación de Japón; la tasa reañ de crecimiento llegó al 4% en 2004, y en 2005, el mercado del trabajo en USA, con 1,5 millones de empleos nuevos, parecía atravesar una época dorada.
Pero la inversión en construcción -viviendas, sobre todo- que era el principal factor de exposición de la renta familiar disponible, pronto evidenció sus debilidades.
Los intermediarios financieros, generaron sin control titulaciones transmisibles y se mostraron dispuestos a prestar dinero sin estudios serios de calidad, incluso a clientes ninjas, con nivel adquisitivo modesto; los préstamos sub-prime formaron el 70% de los créditos concedidos entre 2003 y 2007. El boom inmobiliario, con base tan endeble, se rompió. La falta de transparencia entre instituciones y clientes generó desconfianza. La incertidumbre pasó a ser la causa principal de las dificultades.
Las bases liberales de los dirigentes de la FED los mantuvo como reticentes a intervenir. Se generaron grandes pérdidas por doquier. Posteriormente, ante la amenaza de recesión, se hicieron fuertes inyecciones de liquidez que han alentado las tensiones inflacionistas. El buy-out financiero y las medidas adicionales del Congreso no mejorarán esa situación.
Los cambios en la regulación hipotecaria pretendieron garantizar las hipotecas de muchas familias, pero aparecieron quiebras muy graves de instituciones de gran arraigo; la de Lehman Brothers fue la más significativa. Las irregularidades contables detectadas en muchas instituciones financieras promovieron cambios en el sistema regulador, exigiendo aumentar el papel de la FED como supervisor. Se perdieron 4 millones de empleos, la tasa de crecimiento pasó a ser negativa.
También en Europa se vivió una situación grave, y el Banco Europeo, para contener la inflación de forma prioritaria, se resistió a bajar el tipo de interés, por lo que esas actuaciones no sirvieron para estimlar la economía americana. Los países emergentes, por su parte, contribuyeron al auge en las primeras etapas, pero desde otoño de 2008 se quebró la tendencia y las balanzas de pagos se deterioriaron.
Como la crisis se había generado en el sector financiero, allí se concentraron las medidas, con nacionalizaciones o inyecciones de dinero. Pero los demás sectores estaban afectados: el automóvil, especialmente; y los de construcción y maquinaria y también los de nuevas tecnologías.
En fin, habrá que mantener los tipos bajos durante largo tiempo y prestar mayor atención al crédito, reduciendo la desconfianza. La política monetaria tiene, en ese contexto, una eficacia limitada. Por el contrario, la política fiscal deberá ser intensa y actuar más enfocada a la reactivación del gasto, además de exigir una coordinación global. El final de la crisis no se aventura para antes de 2010 o 2011.
Aunque el sector financiero español no ha sido tan afectado, no es inmune a la crisis. La tradición mayorista y la notable prudencia regulatoria del Banco de España (con provisiones dinámicas: más fondos de reserva cando la economía mejoraba, para aplicarlas en los momentos difíciles, como éste), el peso del sector de la construcción tenderá a alargar el período de recuperación.
Como el mercado del trabajo se mueve con mayores inercias, la crisis laboral aún se prolongará algo más.
Esta vez los pesimistas van a tener razón.
1 comentario
Cachita -