Jugando en corto: Solbes se comió a Pizarro
El titular de este comentario es, obviamente, figurado. Es, además, impropio de la seriedad de este cuaderno. Es excesivo. Pero recoge, lamentablemente para algunos, la sensación que desprendió el debate sobre temas económicos que ayer, día 21 de febrero de 2008, mantuvieron en Antena 3 el actual vicepresidente de Gobierno, Pedro Solbes y el candidato in pectore virtual (afiliados al PP dixint) para ese puesto, si ganase Rajoy la presidencia, Manuel Pizarro.
No resultaría sorprendente que un político avezado en los debates, con una sólida formación económica, y con una estabilidad emocional que constituye, incluso por encima de su bagaje intelectual, uno de sus atractivos, estuviera algunos centímetros por encima de la media. Solbes tiene mucho conocimiento del mundo de la economía, y, en su discurso dialéctico, hay una línea conductora que se deja compartir: el mercado está bien, pero hay que ponerle correctores para que no cree deformidades.
Pizarro no nació ayer, en esto de mantener el tipo. Se preparó para el debate, sin duda, y quería quedar bien. Le falló, en primer lugar, la credibilidad: parecía que los datos y cifras que manejaba las había sacado de un anuario o se las habían transmitido en píldoras digeribles el mismo día por la mañana. Dió la impresión de estar empachado de cifras, de repetirlas sin convicción. Curiosamente, en una persona que está acostumbrada a mandar, adoptó un tono sumiso, intelectualmente hablando, respecto al ministro.
Pero el mayor error de Pizarro fue no comprender que, en un debate que debería tener lugar sin crispación, y en el que debería haber aportado nuevas ideas, además de las críticas a lo hecho por el gobierno del PSOE, y, especialmente, por su ideólogo económico, a él, como candidato, le correspondía dar alternativas, soluciones a los fallos que se esforzaba en detectar en la actual política económica.
El momento cumbre, para el perdedor, fue cuando Solbes le indicó que estaba preocupado por las rebajas fiscales y la simplificación de los tipos impositivos que preconizaba el PP en su programa, y que podría suponer una disminución de ingresos al Estado de 30.000 millones de euros (el 40% de los gastos de la Administración central), y se preguntaba cómo iban a cubrir ese déficit.
Pizarro aventuró cuatro propuestas. Cuatro propuestas ridículas, agresivas, zafias. Eliminar el ministerio de Vivienda, dejar de financiar a los terroristas, reducir el despilfarro de la oficina de Presidencia y recuperar el dinero de la reforma de la vivienda con goteras del ministro Bermejo. Solbes se concentró en la primera -"creí que veníamos a hablar de economía y no a hacer demagogia"- , y, con buen tino polémico, le espetó que, seguramente, lo que quería decir el candidato era que pensaba reducir la política de viviendas protegidas. Fin.
Aunque los correligionarios y devotos de Pizarro tratarán de disminuir el tamaño de su derrota, lo que nos preguntamos algunos, desde nuestra independencia ideológica, es qué necesidad tenía Pizarro de meterse en un corral para el que claramente no está preparado, ni dialéctica ni profesionalmente. Los políticos profesionales están acostumbrados a disimular lo que no saben, contando milongas. Pizarro no es un profesional de la política y, aunque podría -no le cuestiono capacidad- llegar a serlo, le traiciona hoy su sinceridad emocional: no sabe bastante, no se cree el programa, su crispación es teatral y falta de gancho mediático.
1 comentario
Luna -
A Solbes le benefició su bonhomía, su aspecto tranquilo o como decimos en Asturias su "pachorra". A Pizarro en cambio, se le ponía cara de vinagre y mala leche lo cual inducía a pensar que no estaba seguro de lo que decía (aunque la impresión fuera falsa)