Al socaire: Elogio y perversidad de la hipoteca inversa
La operación es interesante para aquellas personas que carecen de medios económicos suficientes para subsistir en el día a día -básicamente, pensionistas sin otras rentas, pero que disponen de la propiedad de la vivienda por cuyo disfrute han venido sacrificándose durante años-. Hipotecar la propiedad les supondrá percibir durante 20 o más años -incluso hasta su fallecimiento, cualquiera que sea el momento en que se produzca, si así lo desean negociar, introduciendo ese factor aleatorio tan del gusto de nuestra sociedad ludópata- una renta mensual, disminuyendo, en contrapartida, su porcentaje de la propiedad.
Los sucesores del pensionista puede que no vayan a encontrarse muy felices al tomar conocimiento, ocurrido el fallecimiento de su "querido" familiar, que éste no era, como habían creído, propietario al cien por cien de la casa que habitaba, y que si quieren disfrutar de ella, tienen que pagar un rescate equivalente a las rentas percibidas por el difunto, con los intereses correspondientes. Pero el causante habrá podido mejorar su nivel de vida con esos ingresos extra, sin molestar a sus futuros deudos.
La perversidad del esquema es que, analizada con frialdad, la operación implica haber dedicado quizá 20 o 30 años de "vida útil" (término muy interesante tratándose de seres humanos) para alcanzar a pocos y a pocos la propiedad de la vivienda, y, una vez que uno consigue ser pleno propietario de la misma, ver como en los últimos 20 años de vida inútil, se la tenemos que devolver al Banco a bocados ya irrecuperables.
Tengo que confesar que lo de la hipoteca inversa se me había ocurrido a mí hace bastantes años. Una vez calculé cuanto dinero actual necesitaría un individuo, dependiendo de su edad, para vivir desde un determinado momento a partir de él, considerando una renta mensual y, dejando para la enfermedad final y la incineración las cantidades precisas, acabar con la cuenta a cero del patrimonio propio.
El resultado fueron unos ábacos muy ilustrativos para valorar el esfuerzo de acumulación de pasta que cada uno debería hacer en relación con sus deseos de renta. De acuerdo con la edad, se podía calcular el valor actualizado neto de los gastos futuros y decidir cuando podría apearse del mundo del trabajo y dedicarse a la contemplación o a lo que le petiera.
Por ejemplo, y en moneda actual, dejando 18.000 euros para la enfermedad terminal y 4.000 euros para la incineración (la modalidad entierro es algo más cara), una persona de 50 años, necesitaría 216.000 euros, si cree contar con una esperanza de vida de 85 años, y si coloca el capital inicial a un tipo de interés fijo del 3%, para obtener una renta mensual de 800 euros. Si supera los 85 años, tendrá que vivir a partir de ahí de la beneficiencia pública, o echar mano del pequeño capital remanente para su enfermedad de despedida.
Hagan juego, señores.
2 comentarios
Administrador del blog -
eraser -
Que los jubilados usen este préstamo...;-)
Saludos desde Sevilla, coincidimos creo, en el evento blog...