A sotavento: Viviendas adaptables para envejecientes
Ayer, en la Sociedad Matritense de Amigos del País, y organizado por Copema (Consejo de Personas Mayores), intervenía como conferenciante del Ciclo "El futuro a debate" el arquitecto Antonio Lamela. Hizo la presentación del acto y moderó el coloquio, Manuel Suárez Varela, también arquitecto, también amigo.
Decir que la conferencia fue interesante es una obviedad, porque Lamela es un laureado profesional, reconocido dentro y fuera de España, y pertenece a ese grupo de personas/personajes que saben ilustrar desde la sencillez, decir sin apabullar. Entre otras muchas cualidades, tiene un sentido especial para expresar sus ideas haciendo creer al otro que ha integrado las suyas.
El tema de la charla y del vivo coloquio posterior, fue "La vivienda para personas mayores y sus coincidencias con la de los jóvenes". Antonio Lamela trazó, amenizándolo con anécdotas y experiencias personales, una línea de continuidad y similitud entre lo que necesitan los ancianos y los jóvenes en lo que respecta a una vivienda adecuada. La mayoría de ambos grupos, en la actualidad, viven o quieren vivir solos y disfrutar de comodidades que hace apenas 30 años serían tenidas por un lujo. La escasez de medios económicos es otro punto de coincidencia, que apunta al interés de poder disponer de una cantidad suficiente de viviendas de alquiler.
No voy a hacer la reseña de la conferencia -que el ponente entregó escrita a quienes lo solicitamos-, porque me llevaría a reproducirla íntegra. Quiero solamente traer aquí un comentario a raiz de mi pregunta en el coloquio y de la contestación que dió Antonio Lamela, que, a su vez, propició otras intervenciones.
Mi pregunta planteaba, en esencia, esta cuestión: ¿En lugar de preocuparnos de viviendas específicas para mayores, no debería revisar esta sociedad su comportamiento con los envejecientes?. La enfermedad y la vejez son rechazadas como si fuera algo no-humano, y construimos guettos para tercera edad y hospitales impersonales, que sacamos de las ciudades, y colocamos fuera de la vista de los afortunados jóvenes y sanos, olvidando que éstas son situaciones pasajeras.
Antonio Lamela, y la mayoría de los presentes, éramos de la opinión de que las viviendas para mayores han de estar integradas en la ciudad, dándoles total oportunidad a los envejecientes de mantener los contactos con personas de todas las edades, como factor de enriquecimiento personal para todos.
Las viviendas habrían de ser luminosas, cómodas, y permitir el disfrute de la vegetación y tener cercanía a los centros de ocio y servicios, con buenas comunicaciones públicas. Han de ser adaptativas, en el sentido de que han de permitir ser acomodadas a las -hay que suponer, crecientes- dificultades de movilidad de los ancianos.
Una excelente solución para quienes disponen de viviendas en propiedad y no tienen hijos o familiares que se ocupen de ellos de manera permanente, sería ofrecer la opción de incorporar a jóvenes en un régimen prácticamente familiar, con la posibilidad de que estos se queden con la vivienda, en condiciones ventajosas, al fallecer el titular.
Una amena charla que apuntó unas cuantas cuestiones abiertas a la reflexión y necesitando una toma ponderada de decisiones, situación nueva en la que, como subrayó el conferenciante, la Administración tiene que revisar sus planteamientos actuales, dotando a la legislación de mayor apertura y comprensión de la realidad social. Una responsabilidad que -lo dijo también Lamela- incluso algunos Ayuntamientos descuidan con insensatez, convirtiéndose en el motor y no en el ralentizador de la especulación sobre el suelo.
"Porque no todo el suelo es urbanizable", -ni mucho menos-, y "este país pide -a gritos- un Plan Nacional de Ordenación". Lamela dixit. Las frases entre guiones son mis modestas aportaciones a la irreverencia de un discurso que comparto.
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