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El blog de Angel Arias

Al socaire: Nuevas parejas de hecho en el paisaje urbano

Al socaire: Nuevas parejas de hecho en el paisaje urbano

En el paisaje de las ciudades han surgido muchos nuevos elementos, buenos y malos. Nuestros ojos se acostumbran rápidamente a ellos, y, después de algunos días de adaptación, pasan desapercibidos. La novedad tiene corta vida, aunque en algunos casos, el recién llegado, al incrustarse en nuestro medio, puede causarnos un perjuicio persistente.

Proporcionan ejemplos de esos malignos lares, manes y penates, las innumerables obras que destruyen cada día el pavimento que fue colocado -tal vez incluso con mimo- por el operario que terminó la intervención anterior sobre alguna tubería o canalización; así se han llenado de cicatrices, desniveles y obstáculos nuestros caminos diarios. Podría escribir acerca de esos inútiles armatrostes portadores de anuncios -¿mobiliario urbano?- que cierran el paso de las aceras y nos obligan a descender a la calle, en donde el riesgo de ser arrollados por automovilistas conducidos por su prisa es siempre alto. Podría...

Pero hoy quiero centrarme en dos tipos de parejas físicas, que forman parte también del paisaje visual de la ciudad, y que están casi en los extremos de mi valoración afectiva.

Una de ellas, la que me cae bastante antipática, está formada por un ser humano y un animal irracional, y me provoca esa indignación por causa del comportamiento del dúo, relacionado con la satisfacción de las necesidades fisiológicas del menos inteligente.

La otra está constituída por dos seres humanos sin ninguna relación familiar, y cuyas actitudes me despiertan inquietud, interés y simpatía.

En los extremos de la mañana o de la tarde, cuando la ciudad está apenas despertándose o muchos están ya en sus viviendas, surgen las primeras parejas mixtas de racional e irracional, desde miles de portales. El ser humano suele llevar una bolsa de plástico negro -enrollada en la misma mano con que sostiene la correa del animal-, destinada, teóricamente,  a recoger las "necesidades" sólidas del ser más animal. Solo la inmensa cantidad de cacas de perro que se amontonan en alcorques y jardines, o interfieren nuestro paso pacífico -dándonos, dicen, por consuelo, buena suerte- vendría a demostrar que la bolsa tiene muchas probabilidades de volverse impoluta a casa.

Me interesa mucho más la otra pareja de hecho moderna, a la que ya me he referido de pasada. Se trata del anciano con dificultades para andar, quizá incluso víctima del Alzheimer, y la joven latinoamericana en la que se apoya para avanzar.

Salen con las horas de sol, generalmente, y dan un par de vueltas a la manzana. Todas las combinaciones de sexos son posibles, por supuesto. Solo para fijar la idea, los describo en posición de irse ya de nosotros, de espaldas, mientras ella o él le habla a él o ella, entre el aburrimiento y el cariño, sobre lo que ven o lo que bien le parece.

El anciano (que, por cierto, suele ser una mujer, porque seguramente su anterior pareja, la oficial, estará dando ortigas) se queja o calla, con la mirada perdida, cumpliendo con desgana el rito diario de mover algo las piernas. Si les seguimos, acabaremos viendo como ambos se pierden en la oscuridad de un portal y ya no se sabrá más de ellos hasta el día siguiente, salvo tal vez cuando el hispano salga a hacer las compras o a cumplir un recado.

Este último tipo de parejas de hecho, cuyo alto número es revelador del envejecimiento acelerado de nuestra población y evidencia también la situación personal y afectiva de nuestros mayores, me hace preguntar: ¿cuántos de esos cuidadores de los últimos años reciben en pago por sus desvelos la herencia o una parte sustancial de ella, de los ancianos a quienes han atendido?. ¿Quién soporta las cargas de esos salarios de atención, y cuál es la situación legal de esos emigrantes?. ¿Qué proyecciones existen, qué estudios, qué medidas previstas, ante el crecimiento constante de ancianos que no pueden valerse por sí mismos, o tan solo en una escasa medida?...

Y, en fin, ¿no sería necesaria una regulación, ya que estamos en una sociedad bien repleta de impulsos reguladores, en relación con esas últimas parejas de hecho, tan necesarias y ya muy frecuentes en nuestra sociedad envejecida?

1 comentario

Administrador del blog -

Agradezco a "Ken" haber enviado este Comentario al proceloso mar de los Meneame, lo que, como ya tengo expresado, sirve para aumentar las entradas a mi Cuaderno y, quién sabe, a lo mejor algunos de los que pasan por allí se animan a leerlo.