Jugando en corto: Reflexiones después de las Olimpiadas de Pekín
No ha ganado España tantas medallas como hubiéramos deseado, pero se estuvo cerca, y las conseguidas, fueron todas de calidad. Pero lo más importante de esta participación ha estado, en mi opinión, en dos circunstancias muy especiales, que, por lo que hemos visto, pueden haber pasado a ser estructurales de nuestro deporte:
1. Hemos demostrado, en los deportes colectivos, entrega, ilusión, y capacidad de esfuerzo comunitario. Es un ejemplo para los jóvenes que seguía las actuaciones de sus ídolos. Contrariamente a aquella idea tan extendida y evidenciada de que nuestros deportistas eran genuinos representantes de la "furia española", elementos individuales que podían desmelenarse guiados por la rabia, esta otra furia que se ha colocado en el tapete es la de la cohesión colectiva, el trabajo en equipo, trasmitiendo la alegría de participar conjuntamente y saberse capaces de vencer, de poder ser los mejores. Lo han puesto de manifiesto nuestros deportistas en balónmano, en jókey, en baloncesto, en gimnasia rítmica,... Se había ya conseguido en fútbol, en los campeonatos europeos. Se nota en el ambiente, se transmite.
2. Hemos presentado un elenco de individualidades fuera de lo común -no tantas como creíamos o creían desde la Secretaría de Deportes y, desde luego, con fallos notables en varias disciplinas-. En algunos casos, el deportista destacado llega arriba en un deporte en competencia con representantes de países con mayor población y tradición deportiva. En ténis, tenemos hoy la primera raqueta mundial, un Rafa Nadal que, además de un atleta de excepción, es ejemplo de modestia, y bien parecido. Gerva Ferrer es un batallador seguro, firme, entregado a su oficio, sufridor y jovial a un tiempo. Mengual o De Cal -por no citar a otros- son otra muestra de esa combinación de constancia, sacrificio y sencillez que conducen al éxito y a la admiración. Hay que incluir también a Pau Gasol, a Barrufet, a Llaneras, a todos, en fin, los que han dado un rostro al deporte español con aspecto de dignidad, coraje, trabajo y preparación acertadas, y, también, con su voluntad de vencer llevando la camiseta de España.
Por supuesto que hay claroscuros en nuestro deporte, que hay mucho que mejorar, que en bastantes deportes no tenemos representantes de élite o no se ve continuidad. Pero ahora, viendo el resumen de estos juegos, hay que felicitarse de lo alcanzado. Porque al felicitar a esa representación, podemos sentirnos orgullosos de captar que, por ese camino, avanzamos.
Poco, pero algo hemos avanzado. Mañana, será momento de otras reflexiones.
3 comentarios
P.Taberner -
Francisco Pérez Andrés -
Aunque comparto cierto optimismo contigo sobre el buen resultado español en las olimpiadas, he de seguir siendo escéptico. Los deportistas españoles siguen, seguimos, siendo unos héroes, porque practicar deporte en este país es realmente complicado. La parte del león se la lleva ese juego-espectáculo llamado "fútbol de primera" y, para los demás, apenas quedan las migajas. Hay que potenciar el deporte de base, integrando la educación física y la deportividad (no tanto la competitividad) en la escuela; hay que renovar los estamentos deportivos españoles, mayoritariamente corruptos, y la legislación que los ampara; hay que conseguir que el patrocinio deportivo (no sólo el de fútbol) sea realmente rentable. Y no estaría mal recuperar el auténtico espíritu olímpico, el del deporte aficionado, lejos del profesionalismo, el politiqueo y los enormes intereses económicos que son realmente el alma de las Olimpiadas modernas.
miguel -