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El blog de Angel Arias

Temas de cultura

A barlovento: La microbiología aumenta de tamaño con el tiempo

El profesor Andrew Ball es un científico australiano que trabaja en la Universidad Flinders, en biotecnología ambiental. Entre otras líneas de investigación, en la biodegradación de hidrocarburos. El día 5 de mayo de 2009 pronunciará una conferencia en la Universidad de Alcalá.

La profesora Kety Arias es una científica española que trabaja en la Universidad de Alcalá en biotecnología ambiental. Lleva 30 años dedicada a la biología, fundamentalmente, como microbióloga. En la actualidad, uno de sus equipos de trabajo está concentrado en mejorar el aprovechamiento de la biomasa lignocelulósica y en el desarrollo de estrategias oxidativas para la eliminación de contaminantes, utilizando microorganismos ligninolíticos.

Los profesores Arias y Ball han iniciado el intercambio de experiencias  en el desarrollo de determinados procesos microbianos. Por ejemplo, aquellos que utilizan las enzimas lacasas de algunas actinobacterias, para oxidar determinadas unidades fenólicas. Incluso permitirían la oxidación de compuestos no fenólicos, si se combinan con mediadores redox.

Para la gran mayoría de los seres humanos, ocupados con las cosas del corto plazo, aquellas que se puedan disfrutar de inmediato por los sentidos, lo que hacen estos profesores -y muchos otros, por supuesto- no se entiende y, por tanto, no despierta interés. 

Imbuídos de un mismo espíritu de la urgencia de concienciar a los jóvenes en la importancia de la investigación y del trabajo multidisciplinar, en particular, en lo que se refiere a la protección y recuperación de medio ambiente degradado, estos investigadores, distantes geográficamente, pero muy próximos en sus inquietudes y su capacidad de trabajo, salen frecuentemente de los laboratorios para hacer apostolado en un mundo de escépticos, indolentes, incrédulos. No solo de sus alumnos.

La profesora Kety Arias es hermana mía. En casa, siempre la llamamos Maru.

La revista digital de la Universidad de Alcalá publica una entrevista con ella. Un destello en la oscuridad. La microbiología está obligada, en este país, a crecer en lo oscuro, luchando contra el abandono y la ignorancia. Se desarrolla, en estos sitios, gracias a la tarea callada y continuada de equipos como el de la profesora Maru Arias, que tiene que sacar dineros para sus becarios, sus aparatos de laboratorio, de debajo de las piedras.

Como otros investigadores y, en especial, los microbiólogos. Lo que más duele es que no piden dinero para hacer lo que les gusta -que por supuesto que sí-, sino lo que necesitamos todos.

La nueva Ley de la Ciencia y la crisis de valores en la sociedad española

Los investigadores españoles suponen el 6,7 por mil de la población activa, según afirmó Carlos Martínez Alonso, Secretario de Estado para Investigación, en una conferencia que pronunció ante más de cien personas relacionadas con el mundo de la ciencia y la investigación. La disertación tuvo lugar en el Hotel Ritz, mientras los oyentes desayunaban, como producto de una convocatoria realizada por el Fórum Nueva Economía.

La cifra es solo una anécdota (¿son 300.000? ¿280.000?) y, además, con la disminución de población activa -denominador- que viene provocando de forma acelerada la crisis y dado que la mayor parte de quienes hacen -teóricamente- investigación son docentes universitarios, con plaza fija de funcionarios -numerador-, la afirmación con aire chusco sería que vamos camino de mejorar el ratio.

No sería justo detenerse en minucias puntillistas si se pretende dar noticia de la brillante conferencia del Secretario de Estado, que contaba entre el público a varios rectores, presidentes de Federaciones empresariales, empresarios de a pié, catedráticos, jubilados recientes, junto a gentes diversas que gustan de acudir a hacer bulto a eventos de esta índole, así como algunos de sus propios compañeros de gobierno.

El tema central era trazar la panorámica de la situación actual de la investigación, cuando Martínez lleva justamente un año en el Ministerio de Investigación y Ciencia.

Martínez cree que "cuando el Gobierno apuesta por la investigación, la comunidad responde". Lo avala con las cifras del CSIC, el organismo que presidió durante 4 años, y que incrementó el 200% las licencias de patentes y el 51% de las comunicaciones científicas en revistas internacionales, por ejemplo. En el ránking Simago, España ha pasado del lugar 25 al lugar 13 entre el 2003 y el 2007.

También opina Martínez que las crisis ayudan a avanzar. Cita que la segunda gran guerra fue la responsable de los grandes avances biomédicos (que me perdone, pero el ejemplo es muy malo, ya que los estragos de la guerra propiciaron que se realizaran experimentos de campo forzados con jóvenes y población civil mutilados o heridos por acontecimientos excepcionales, cuya ocasión no cabe sino lamentar y desear no se repita jamás).

Pero, en fin, tenemos hoy instaladas, dijo, cuatro crisis, o sea, que tenemos material sobre el que actuar: la crisis alimentaria, la energética, la ambiental y la financiera.

El ministerio de Investigación y Ciencia tiene -dijo- como pilares de su actuación la enseñanza superior, la innovación y la investigación. "Hay que crear conocimiento", glosó el secretario de Estado, recordando a Mayor Zaragoza, presente entre los desayunantes. Y hay que crearlo antes de que el diagnóstico sea completo  y seguro. "Porque el mejor diagnóstico es la necrosis", pero no ayuda ya al enfermo. También fue frase pronunciada en su discurso.

La nueva Ley de la Ciencia creará, supliendo la antigua de 1986, "insuficiente ya por los cambios extraordinarios que han tenido lugar", un nuevo marco. Definirá los criterios para planificación y coordinación con las Comunidades Autónomas, de las que 10 de ellas ya disponen de su propia Ley de la Ciencia. "Los jóvenes no están optando por la investigación como salida profesional, y necesitamos ingenieros, científicos y tecnólogos. No los tenemos ni los formamos", fue su diagnóstico-.

La Ley se dirige también a generar movilidad entre los organismos públicos y las Universidades, apoyando la creación de iniciativas de capital riesgo, impulsando el mecenazgo. Servirá para reorganizar los organismos públicos de investigación, dentro del programa Prometeo 2000, y pondrá en marcha los programas Universidad 2015 y Campus de Excelencia.

En otro lugar me refiero a los sectores preferentes que apoyará la política ministerial. Me interesa resaltar ahora que me pareció que el secretario de Estado tiene un trabajo difícil. La crisis de valores de nuestras sociedad afecta, también, a la búsqueda de un dinero fácil y sin complicaciones por parte de los jóvenes, a quienes no atrae el dedicarse a un trabajo, como el de investigador, mal remunerado y de poco relieve social.

Somos muchos los doctores, aún en edades de crear y producir, que no hemos encontrado los cauces adecuados -a su tiempo- para que nuestras inquietudes investigadoras se puedan desarrollar.

En mi caso, puede objetarse -y lo admito- que la culpa es fundamentalmente mía, pues ni en la Universidad ni en la empresa supe encontrar los nichos apetecibles para seguir con los diversos trabajos de investigación que inicié y que, en algún caso, (siempre por supuesto como mérito de equipos y no de individualidades), estaban sirviendo para extraer conclusiones interesantes.

Pero mi anécdota no es ni única ni resulta anticuada. Solo hace falta interesarse por conocer las motivaciones y medios con que cuentan quienes se dedican a la investigación y quiénes y porqué obtienen los réditos a un trabajo generalmente oscuro, desconexo y tantas veces falto de los cauces y reconocimientos que motivan al ser humano. Incluso aunque dispongan de la dura piel sentimental que se presupone a los investigadores.

A sotavento: Lo grande puede ser horrible y lo muy grande, deplorable

Me apetece tanto decirlo...: tengo la firme convicción de que las cosas sin valor artístico, no lo adquieren por construirlas en tamaño gigantesco, de la misma forma que un tiburón mal disecado por un presunto artista no es más valioso que la misma pieza preservada por un buen taxidermista.

De la misma manera, los edificios más altos, no son más bellos que los modestos palacetes, las corralas de vecinos, las plazas mayores con soportales. Son, seguramente, mucho menos estéticos, aunque estén firmados por arquitectos famosísimos que han hecho calcular sus estructuras con forma de lápiz, plano inclinado o plancha al vapor, por anónimos ingenieros o aplicados físicos.

¿Qué se podría opinar de una gigantesca soldadura realizada con cuatro chapas de acero cortén o de seis varillas de acero inoxidable unidas por remaches, supuestamente adornando una plazoleta, aunque las firmase el mismísimo Premio Nacional de Escultura? Pues, sin miedo a equivocarnos, que resultaría más hermoso una fuentecilla con agua reciclada en la que un par de sátiros de piedra labrada vertiesen una y otra vez el líquido por cualesquiera orificios.

Hoy día, los museos no pueden acoger más que unas pocas obras, porque los supuestos artistas se empeñan en llenar los espacios con pinturas, esculturas, móviles y recolecciones de objetos muy variados, cada vez más y más grandes. Cuanto mayor sea el lienzo, más inmanejable el moldeado, más aparatosa la composición de desechos seleccionados en los basureros o en liquidaciones de almonedas y retros, más posibilidades parece tener el adefesio de que entre por los ojos de los comisarios de exposiciones educados en el noteneisniideadeloqueeselverdaderoarte.

Hace ya algunas décadas nos convencieron (otros) de que lo pequeño era hermoso. En aquel entonces, con nuestros ojos limpios, miramos lo que teníamos delante con el espíritu libre y confirmábamos, para siempre y para nuestro completo gozo, que lo pequeño, en efecto, generalmente es hermosísimo.

Tiene, además, la inmensa ventaja de que, si con el tiempo no nos gusta, lo podemos arrumbar en cualquier sitio y desplazar sin coste hacia otro lugar en donde estorbe menos. Los museos y exposiciones pueden acoger miles de obras pequeñas y, si nos apetece alguna, podemos adquirirlas al alcance de nuestro bolsillo y encajable en el reducido espacio de nuestro salón.comedor.

Lo grande puede ser horrible y, generalmente, lo es. Pero cualquiera se atreve a derruirlo, con lo que cuesta transportar escombros en estos tiempos.Lo grande, una vez que ha tomado corporeidad, nos perseguirá para siempre, como una amenaza sobre nuestro mundo de lo asequible, de lo que mantiene la dimensión justa para que no nos abrume con su inquietante presencia.

Además, lo muy grande, corre el riesgo de acabar pareciéndonos deplorable. Cuando descubramos que su gran dimensión es un pretexto para ocultar su vacuidad, una trampa para que no percibamos su fealdad, nos hará ya daño a la vista, de forma ya irremediable, implantándose como un grano incómodo en el rostro de nuestra inteligencia colectiva.

Recuperemos lo pequeño, reconozcamos que lo hermoso no necesita ser grande para ser magnífico.

La movilidad de universitarios europeos, una fantasía cara

Una reunión en la que participen los principales agentes que están interviniendo en un sector, es siempre interesante. Se pueden sacar conclusiones tanto por tratar de entender a los que se expresan, preguntando sus dudas o, más bien, manifestando sus posiciones, como por analizar las razones de los que callan.

El pasado 18 de febrero de 2009, dos ministras europeas de cometidos más o menos parecidos, relacionados con la investigación, coincidieron en un acto singular, con el actual presidente de la CRUE (Angel Gabilondo), el anterior (Juan Vázquez), varios rectores universitarios y unas cuantas decenas de profesores.

La conferenciante fue la ministro de Educación e Investigación alemana Annette Schavan (polilaureada académica en temas tan diversos como teología y ciencias de la educación) y la más distinguida oficial de sus escuchantes, sentada en la mesa presidencial junto a ella y clausurante del acto, fue la ministro española de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia.

Ya he comentado en otro lugar que, desde el punto de vista de la novedad de lo que presentó a la sala, la intervención de la Dra. Schavan fue irrelevante. Sin embargo, las preguntas que se emitieron en el coloquio y los comentarios que recogí en el cóctel con el que la siempre espléndida Fundación Rafael del Pino nos obsequió, pusieron en evidencia que hay graves problemas de interlocución en la universidad española.

La ministro Garmendia no tenía que haberse callado ante algunas manifestaciones, muy duras, respecto a lo que está pasando. La endogamia universitaria ha colapsado la creatividad; la proliferación de universidades ha vulgarizado las titulaciones, estableciendo distancias ya insalvables entre los centros punteros y los de la cola, aunque los títulos oficiales sean aparentemente idénticos. Y, como más grave, la empresa y la Universidad siguen caminos divergentes, en la formación y, por supuesto, en la investigación.

El despropósito de Bolonia -adornado con una premisa cierta, pero arrumbado en falsas conclusiones- es solo un ejemplo más de los diferentes intereseses que defienden los países en donde se crían los más listos y de colmillos más retorcidos, de lo que creen necesitar los políticos de los países en donde dominan los mediocresl y pacen los indolentes.

Desde los asistentes a la charleta se plantearon serias objeciones, que iban en realidad indirectamente dirigidas a Garmendia, pero que la ministra española, que no tenía previsto más que leerse dos cuartillas, no supo agarrar por los cuernos de la oportunidad.

La movilidad de profesores en la Unión Europea, dijo un interviniente, "es una solución que va en busca de problemas". En las mejores universidades europeas, como Zurich, Oxford, Cambridge o Londres, ya un 50% de los profesores numerarios son extranjeros. La ministro Schavan sacó la navaja dialéctica. "Bolonia ha de servir para que la mayoría de las universidades reaccionen; usted ha nombrado ejemplos de las escasas escuelas superiores y universidades  eficaces."

Desde la sala se preguntó  qué parte del sistema habría que modificar, en realidad, si los puestos 4º, 7º y 12º (duodécimo) del ránking de las 150 primeras universidades del mundo estaban ocupados por universidades privadas o escuelas de negocios, en tanto que ninguna universidad pública española figuraba en la relación.

Desde el conocimiento de la sala, también se expresó a la ministro alemana la incongruencia de pretender atraer a más creativos de otros países europeos, manteniendo programas de investigación y dotaciones para becas ridículos, y habida cuenta que para un puesto de becario se presentaban hasta 1.400 solicitudes de universitarios latinoamericanos, con muy brillantes currícula.

La ministro alemana no entendió las preguntas; la ministro española se calló. Sugiero que, puesto que aprecio a Cristina Garmendia y quiero que lo haga bien, cuando se le presente la próxima ocasión, y aunque ella no sea conferenciante, responda a las interrogantes que le competan.

Instrucciones para torpes sobre como preparar un examen

Debería haber dado cumplimiento a este deseo antes, pero no me animaba. ¿Animarse, a qué?, se preguntará el lector. ¿Qué deseo oculto y reprimido es al que ahora se da rienda suelta?...

Pues ya lo avanzo de inmediato: escribir una segunda entrada de éxito en este blog, un comentario irresistible urbi et orbe, que haga subir peldaños de autoridad a esta bitácora, provocando enlaces de admiración entre otros blogueros, y en el que caigan, como en una trampa de hormiga-león (metáfora que siempre me gustó) los cibernautas que busquen respuestas a su problema.

El modelo para canalizar ese ímpetu que ahora confieso desfogar, es el éxito -a escala relativa, inmenso- del post que publiqué, hace ya años, a este blog, dando consejos -"para torpes"- acerca de cómo arreglar una persiana. Un orgullo para mi propósito de ser leído y admirado por lo que escribo, un ejemplo práctico acerca de cómo se cuecen las habas en los buscadores, una referencia para mi ego, un....

De más de 34.000 referencias de Google, si el curioso pertinente escribe en el apartado "buscar" de este explorador, las tres palabras -three little words- : "como arreglar persiana", el buscador le conducirá, sin dudarlo, en primer lugar, a este blog y a mi comentario. ¿Porqué?. Pruébelo ustéd mismo. "arreglar persiana" ya lo sitúa en segundo lugar. Como "persiana" queda sepultado entre otros cientos de anuncios y ofertas de expertos en el rollo ése. El "como" -sin acentos, please- solo lo hace mejorar un puesto, para asumir, eso sí, la gloria de pasar a ser "primero".

La de la persiana es, con mucho, la entrada con mayores y más frecuentes accesos de todas cuantas tengo publicadas, tanto en este blog como en su "segunda marca", Al socaire. Por cierto: en esta segunda digresión surgida de mis tiempos libres,  no coloco mis outlets, sino mis mejores desvelos literarios. Es mi apuesta para trabajar las meninges a diario, que es como se forjan los músculos cerebrales, según tengo leído. No me vendría mal tener más visitantes/ojeadores/lectores, pero, a la espera de la gran eclosión -el big bang, o la big bounce- , me conformo con lo que tengo.

En fin, tratando de rivalizar con este éxito personal ya clásico, quiero dirigirme hoy a todos los estudiantes de lengua hispano para enseñarles a preparar con éxito un examen, cualesquiera que sea ese. Preparar para aprobarlo, por supuesto. Y no una prueba de esas en las que dan aprobado general, o te convalidan la materia porque la asignatura ha salido del plan de estudios. Un examen con todas las de ley, con corrector incluso.

Mi autoridad queda avalada por los cientos de exámenes que he realizado en mi vida, para completar carreras universitarias, obtener floripondiosos títulos y rebañar éxitos en competiciones y certámenes. Mi método es el mismo que todavía utilizo, cayendo ya por la curva de la tercera edad, para retener ideas, relacionar conceptos, y así dejar admirados -patidifusos, incluso- a interlocutores, colegas, subordinados, amigos.

Misterio desvelado. Veamos, sistemáticamente, las tripas del proceso.

1) Lo que hay que tener, en primer lugar, es la idea clara de lo que se pretende. ¿Qué deseamos? ¿Aprobar, o saber?. Si la respuesta es saber, mal andamos. ¿Para qué quiere tener un título, ganar una oposición?. No es necesario acumular conocimientos que no se vayan a utilizar, y hay que tener siempre en posición de disponibles unos cuantos conocimientos comodín, que nos vendrán bien para incorporar otros. Su objetivo ha de ser saber cuatro cosas, pero saberlas como si formaran parte de su piel.

2) Nunca aprenda, si va a examinarse de ello, más de lo que habrá de utilizar. Trate de entenderlo. Si hay algo que no entiende a la primera, inténtelo una segunda vez, pasado un tiempo (para acordarse del reto, señálelo con lápiz amarillo o naranja, que lucen muy bonito), una vez que haya leído todo el capítulo, o mejor, todo el libro; si en esa nueva oportunidad, se le resiste, no se esfuerce más. Páselo por alto. No pierda el tiempo en aprender lo que es difícil de memorizar, porque lo olvidará a la vuelta de la esquina.

3) Es muy importante que repase, en las 24 horas previas al examen, toda la materia. La memoria visual es la más importante del ser humano, y retendrá así ideas y frases que, aunque solo le servirán para esa prueba -se borrarán automáticamente- le incrementarán de forma magnífica su rendimiento.

4) En el momento del examen, no se ponga a escribir de inmediato lo que sabe. Dedique unos segundos a detectar las cuatro o cinco ideas clave que convengan a cada ejercicio o capítulo. Piense que la inmensa mayoría de los examinandos se habrán puesto a redactar como locos a la carrera,y que, de ellos, otra inmensa mayoría no tendrá mucha idea de lo que quiere decir. El cerebro humano tarda en reaccionar, déle algo de tiempo. Escriba en el reverso de la hoja de examen, de forma sinóptica, lo que se le haya ocurrido.

5) Piense en que van a corregirle personas que no le conocen y a las que Vd., en principio, importa un bledo. Quien habrá de corregirle, se habrá encontrado antes que el suyo con unos cuantos centenares de trabajos sin mucho orden ni concierto y tendrá la cabeza como un bombo. Agradecerá que su ejercicio esté expresado con cierta elegancia.Subraye los cuatro o cinco conceptos que tenga claros de la cuestión. Si en alguno tiene dudas de cómo expresarlo correctamente, pero lo parece importante al tema, no lo subraye. Póngalo de todas maneras, aunque de forma confusa. Cabe la opción de que, a pesar de todo, acierte en algo y, como el examinador no va a tener mucho tiempo para analizarlo, le parecerá adecuado al tema, dándole algún puntito por el esfuerzo.

6) Nunca deje una pregunta en blanco, ni más corta en desarrollo que otras. Todas igual, sepa o no sepa del tema, guarde o no relación. Haga trabajar al examinador, pero, sobre todo, transmita seguridad, capacidad de respuesta, razonable improvisación. No invente sobre la marcha, sino que incluya ideas verdaderas y si ha dispuesto de apuntes del docente que le está puntuando, y recuerda alguna de sus ideas, subráyela, alabándola, incluso poniendo el nombre del autor. Es un acto casi vil de pelotillerismo, pero pocos dejarán de sucumbir ante el halago. ¿Cómo van a suspender a un alumno que, por lo menos, sabe cómo se llama su maestro?.

En fin, manténgame informado de los resultados. Le espero en este blog.

 

Felicidades

(Esta es la felicitación que envié a mis colegas del CIDES del Instituto de Ingeniería, y que quiero hacer extensiva a los amigos que siguen este Cuaderno):

Que en el 2009 no nos falte humor
para aguantar los cambios climáticos.
Y nos sobren fuerzas para las energías alternativas,
aunque
sin despreciar a las que nos han llevado hasta aquí,
ni decaigan los ánimos para encontrar
tanto
lo nuclear como la paja en las cosas,
enseñando a ahorrar donde se despilfarra
y a apreciar lo que tenga interés para todos.

Pero, sobre todo, que 2009 nos mantenga unidos
para profundizar en
la felicidad más duradera,
la
que se disfruta en compañía
de gentes saludables.

(Nota: Los enlaces a mi otro blog, http://alsocaire.blogia.com son solo orientativos; al fin y al cabo, llevo muchos años dedicado, como independiente de modas, tirios y troyanos, a la defensa del ambiente, el medio y el entero)

A sotavento: Los españoles no tenemos la culpa, latinos

Sería conveniente que algunos presidentes y capitostes latinoamericanos no confundieran tanto el culo con las témporas, por decirlo llanamente. Los españoles no tenemos la culpa del atraso que sufren. (A nivel colectivo promedio, me refiero, que a niveles individuales, nos dan a los españoles en casi todos los sectores, sopas con ondas)

No sé si, ahondando en los comportamientos de los que se fueron de la Metrópoli a descubrir las Indias, se podría encontrar en aquellos esforzados alguna culpabilidad desde la perspectiva actual. Mirada desde la perspectiva de sus propios credos y situación de la que partían, desde luego, ninguna.

Pero es que, además, quienes vivimos actualmente en la piel de toro, no tuvimos nada que ver con la presunta imaginada opresión que dicen haber sufrido algunos de los actuales habitantes de Latinoamérica. Me refiero, en especial, a aquellos que utilizan el argumento del expolio de las riquezas americanas por los conquistadores españoles para justificar algunas de sus actuaciones contra la Mamá Patria, o que argumentan cuando les da la gana que, ya que les robamos hace cinco siglos, ahora es tiempo de su revancha.

Pues sucede que esos listillos de la historieta con dibujos animados, no  deberían confundirse al enjuiciar la estirpe de los culpables, para lo que simplemente tendrían que mirarse en el espejo. Ellos son los auténticos descendientes de aquellos exploradores, o de los que se fueron después de la llamada conquista a repoblar América y se mezclaron con los indios nativos o tuvieron hijos, hijastros y retoños naturales, juntándose con los colegas o las esposas de sus colegas que se desplazaron desde Europa.

Los que quedaron aquí, ya mezcladas sus sangres con los bereberes, suevos, fenicios, alanos, hunos y otros estrambotes, hicieron lo que pudieron para seguir existiendo, siguieron con sus hambrunas, guerras intestinas, revoluciones, descalabros, penurias y algunos éxitos de alcoba, y, ay, les guste o no, a quienes tratan de enmendar la Historia en su provecho, de esos `polvos, dicho sea con perdón, provenimos la mayor parte de nosotros, los españolitos de hoy en día.

Así que, si tienen algo que reprochar, por favor, que se den un par de puñadas en su propio rostro, pero que busquen otros argumentos contra nosotros. Ellos sí pertenecen a su odiado linajillo de los explotadores, son descendientes seguros de aquellos -para mí, esforzados- que se liaron la manta a la cabeza para adentrarse en un mundo desconocido. Los que andamos por estas tierras, salvo concretas excepciones, nada tuvimos que ver con esos hipotéticos crápulas, porque la mayoría no sabemos siquiera ni quienes fueron nuestros tatarabuelos.

Téntense pues la ropa, latinos, cuando gocen ilustrándonos de que, desde el siglo XV o XVI pueden trazar su árbol genealógico; apriétense los machos cuando se complazcan en recordar la liberación que les hizo Bolívar y se hagan lenguas de cómo veneran a los que, traicionando sus lealtades y orígenes, se separaron de la Metrópoli para no pagar impuestos ni dar cuentas de lo que producían al otro lado del charco. Ustedes son los herederos de esa hipotética ignominia.

Hagamos ya la paz, señores. Dedíquense a trabajar por mejorar el mundo, y en concreto, sus países, que mucho y duro es lo que les queda por hacer. Sin empujar en esta dirección, amigos, porque aquí no están sus enemigos.

Al socaire: Alvaro Delgado y el premio de la longevidad para un pintor

A Alvaro Delgado, pintor vocacional nacido en 1922, le exponen alguno de sus últimos cuadros -pintados en la década reciente- en los Salones de la Delegación del Principado de Asturias en Madrid. Artista consagrado, ampliamente laureado desde la primera juventud, es un gozo oirle hablar, con sincera modestia, rechazando elogios, definiéndose como un pintor que trata de aprender, de reflejar la vida, lo que le interesa. Sin parar.

Alvaro Delgado ha pintado mucho, pero, por supuesto, no demasiado. Advierto en sus cuadros actuales una mayor tendencia a la ironía. El título del cuadro da, por lo general, la clave imprescible para entender lo que, en un principio, podría parecer como una mancha. Así destaca de pronto la razón de la flor del farero, la gaita en los gaiteros de Aristébano o el porqué de los retratos de ramirenses.

Al llegar a la exposición, me topé con la viuda -qué palabra terrible, qué injusta semeja- de otro admirado, Angel González, contemplando el retrato que le hizo Alvaro Delgado al poeta. No la conocía, y, como acostumbro a hacer desde mi petulancia de artista cuando encuentro algo que me gusta (o que no me gusta) y tengo público, comenté en voz alta que "había algo del gran poeta, en el cuadro".

Susana Rivera (me la presentaría poco después Miguel Munárriz) me sonrió, con su hermosa sonrisa de curiosa impenitente. Yo había leído que ella había dicho de su esposo que "había sido inconformista, comprometido social y políticamente". Se casaron en 1993, el año de la jubilación como profesor de la Universidad de Nuevo México de Angel, en donde Susana era y sigue siendo una joven profesora.

La exposición es un éxito. Va a significar también una sorpresa, porque va a permitir a muchos conocer a un pintor joven a sus 86 años. Como se conoce a los artistas, por su obra. Líneas predominantemente curvas, amplias manchas de colores surcadas por líneas recias de otros tonos complementarios o agresivos, en cuadros de formato medio, colocados con cariño y maestría por la comisaria de la exposición, Marta.

Cuando se leen los títulos, todo encaja mejor y hay que volver a mirar los cuadros. Una segunda mirada. Está allí, en ellos, lo que Alvaro Delgado quiso destacar de todo lo que vió, con esa capacidad especial para captar la realidad que tienen los que se han acostumbrado a observarla y, además, saben contarlo. Está también un poco Alvaro Delgado en el retrato de Angel González, del Inquisidor Valdés, del campesino naviego, ... Y seguramente, en otros retratos que no se trajeron, y que habría que ver, para dilucidar el camino que sortea ese añejo pintor desde la fotografía a la caricatura cuando pinta a mujeres que conozco: Laura Ponte, Angeles Caso, ...

Paz nos decía que "Alvaro Delgado trajo más cuadros y quería ponerlos todos". No le dejaron. Otro Alvaro (Cuesta) me escuchaba decir, intuitivo: "No me extrañaría que acabara colgando alguno de los que pinte esta semana". 

Marta me aconsejaba volver dentro de unos días, para ver la exposición en soledad -será difícil conseguirlo, va a atraer a mucha gente-, tal vez sorprenda a este pintor tan longevo como Tiziano y Tintoretto (la comparación es de Gracia-Noriega) pintando lo que se le ocurra en las paredes blancas. Manchas primero, luego líneas aquí y allá que les dan sentido; y el título, para acabar el proceso.

¿Cuál es el premio para Alvaro Delgado a su longevidad?. Tener la satisfacción de que ya no necesitas buscar el reconocimiento por lo que haces. No te hace falta, aunque te lo otorgan sin cesar, hagas lo que hagas. Puedes permitirte decir: "A veces, estoy descontento con lo que pinté. No me gusta". O "No entiendo los elogios, creo que soy un pintor normal".

Puedes permitirte lo que te apetezca, y hacer recuerdo de tus años mozos, o de ayer, y amar al mismo tiempo a Luarca, a Salas, a Madrid o a San Pedro del Horrillo. Te quitan los cuadros de las manos, y ya no necesitas el dinero para nada. 

Quince mil euros, por lo menos, te pagan por "los pequeños"; algo más de lo que gana al año la mitad de la población española que no pinta.

Todos los cuadros de la Exposición de Alvaro Delgado en la delegación de Asturias en Madrid forman, en verdad, un solo cuadro. Encajan como un rompecabezas. En colores, en líneas, en personajes, en mensaje. 

Miré el grupo de asistentes a la inauguración, en animada conversación tomando una copa de sidra El Gaiteru, y dirigí otra mirada al, para mí, mejor cuadro de los que se presentan en la sala: "Campesino de Boal"... y que por alguna razón (¿soy tan singular?) no figura entre los seleccionados para el estupendo Catálogo de la Exposición.

Y me fui. Nos fuimos. Ya habrá tiempo de abrazar a este recio referente de la generación de mis padres, sobreviviendo a la adulación, al tiempo que nos queda, al éxito, a las zancadillas, a los gozos y sombras, y oirle decir con ironía: "Pinto lo que me apetece destacar". De los amigos, de los enemigos, de los indiferentes, de los desconocidos...hasta de los hórreos y de las cebollas.