La movilidad de universitarios europeos, una fantasía cara
Una reunión en la que participen los principales agentes que están interviniendo en un sector, es siempre interesante. Se pueden sacar conclusiones tanto por tratar de entender a los que se expresan, preguntando sus dudas o, más bien, manifestando sus posiciones, como por analizar las razones de los que callan.
El pasado 18 de febrero de 2009, dos ministras europeas de cometidos más o menos parecidos, relacionados con la investigación, coincidieron en un acto singular, con el actual presidente de la CRUE (Angel Gabilondo), el anterior (Juan Vázquez), varios rectores universitarios y unas cuantas decenas de profesores.
La conferenciante fue la ministro de Educación e Investigación alemana Annette Schavan (polilaureada académica en temas tan diversos como teología y ciencias de la educación) y la más distinguida oficial de sus escuchantes, sentada en la mesa presidencial junto a ella y clausurante del acto, fue la ministro española de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia.
Ya he comentado en otro lugar que, desde el punto de vista de la novedad de lo que presentó a la sala, la intervención de la Dra. Schavan fue irrelevante. Sin embargo, las preguntas que se emitieron en el coloquio y los comentarios que recogí en el cóctel con el que la siempre espléndida Fundación Rafael del Pino nos obsequió, pusieron en evidencia que hay graves problemas de interlocución en la universidad española.
La ministro Garmendia no tenía que haberse callado ante algunas manifestaciones, muy duras, respecto a lo que está pasando. La endogamia universitaria ha colapsado la creatividad; la proliferación de universidades ha vulgarizado las titulaciones, estableciendo distancias ya insalvables entre los centros punteros y los de la cola, aunque los títulos oficiales sean aparentemente idénticos. Y, como más grave, la empresa y la Universidad siguen caminos divergentes, en la formación y, por supuesto, en la investigación.
El despropósito de Bolonia -adornado con una premisa cierta, pero arrumbado en falsas conclusiones- es solo un ejemplo más de los diferentes intereseses que defienden los países en donde se crían los más listos y de colmillos más retorcidos, de lo que creen necesitar los políticos de los países en donde dominan los mediocresl y pacen los indolentes.
Desde los asistentes a la charleta se plantearon serias objeciones, que iban en realidad indirectamente dirigidas a Garmendia, pero que la ministra española, que no tenía previsto más que leerse dos cuartillas, no supo agarrar por los cuernos de la oportunidad.
La movilidad de profesores en la Unión Europea, dijo un interviniente, "es una solución que va en busca de problemas". En las mejores universidades europeas, como Zurich, Oxford, Cambridge o Londres, ya un 50% de los profesores numerarios son extranjeros. La ministro Schavan sacó la navaja dialéctica. "Bolonia ha de servir para que la mayoría de las universidades reaccionen; usted ha nombrado ejemplos de las escasas escuelas superiores y universidades eficaces."
Desde la sala se preguntó qué parte del sistema habría que modificar, en realidad, si los puestos 4º, 7º y 12º (duodécimo) del ránking de las 150 primeras universidades del mundo estaban ocupados por universidades privadas o escuelas de negocios, en tanto que ninguna universidad pública española figuraba en la relación.
Desde el conocimiento de la sala, también se expresó a la ministro alemana la incongruencia de pretender atraer a más creativos de otros países europeos, manteniendo programas de investigación y dotaciones para becas ridículos, y habida cuenta que para un puesto de becario se presentaban hasta 1.400 solicitudes de universitarios latinoamericanos, con muy brillantes currícula.
La ministro alemana no entendió las preguntas; la ministro española se calló. Sugiero que, puesto que aprecio a Cristina Garmendia y quiero que lo haga bien, cuando se le presente la próxima ocasión, y aunque ella no sea conferenciante, responda a las interrogantes que le competan.
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