Jugando en corto: Buenas vibraciones en Cañada Real
El 6 de junio, en el Club de Medio Ambiente (CEMA), -cuyo símbolo es un brezo de tres colores que diseñó, hace años, el polifacético Emilio Llorente-, celebramos , con un ligero retraso, el Día Mundial de Medio Ambiente. Lo hicimos contando con la magnífica hospitalidad de José María Blanc, vicepresidente del Club, que nos abrió las puertas del Centro de Defensa de la Naturaleza de Cañada Real, como muchas otras veces, y nos obsequió con un almuerzo muy bien servido por su empresa de catering.
Estaban allí, entre otros insignes, Rafael Fernández Rubio y Antonio Lamela (Premios Jaime I), los ya citados en el párrafo anterior, Pedro Martínez Arévalo, Gonzalo Echagüe, ...
No cito a todos los miembros de la Junta directiva del CEMA, cuya lista puede encontrar el curioso en su página web, sino únicamente a los galardonados con las Medallas que este año otorgó el Club a quienes se distinguieron por su trabajo en defensa del Medio Ambiente y en apoyo a las actividades de difusión de los objetivos de esa ONG. No está de más recordar que es una Organización sin ánimo de lucro,porque el nombre es equívoco, y, aunque sonoro, parece indicar que allí se reúnen solo unos cuantos diletantes de algún deporte de minorías...
Los vocales presentes leímos unas notas sobre el Ambiente. Tuve que acortar la mía, demasiado larga. Pero como este es mi blog, no me encuentro ningún problema en publicarla entera.
"La sostenibilidad ambiental apela directamente a la solidaridad
Las telecomunicaciones han generado la sensación de globalidad, pero las prioridades se mantienen aún a escala local. El problema ambiental está en todas las agendas, pero no es el origen, sino la consecuencia de razones más profundas.
Los países menos desarrollados ven en la utilización de sus recursos naturales y en la incorporación libre a la producción industrial, -factores tan relacionados con el deterioro paisaje y el aumento de la contaminación atmosférica-, la condición irrenunciable para potenciar su crecimiento y mejorar el nivel de vida.
Por su parte, los países desarrollados se enfrentan a la necesidad de modificar su modelo económico, bajo la presión del coste creciente de la mano de obra propia y el incremento de las exigencias de bienestar, instalado éste último sobre valoraciones frecuentemente individuales y, por tanto, egoístas.
La cuestión no se resuelve, obviamente, con el intercambio de turistas por emigrantes. Ni tampoco se reduce al esquema simple de repartir zonas de producción y de consumo. Mientras tanto, el occidental premia su capacidad adquisitiva disfrutando de la naturaleza y el patrimonio cultural de los países pobres, al tiempo que los habitantes de estos últimos abandonan masivamente sus lugares de origen, buscando en los países ricos, el empleo y la prosperidad que no encuentran en ellos.
La creciente presión emigratoria hacia las zonas con mayor PIB y la incapacidad de algunos países pobres para modernizar sus estructuras, instalando comportamientos democráticos en ellas, pone una nota de urgencia sobre la necesidad de revisar las pautas de deslocalización del crecimiento tecnológico.
La producción física de las empresas industriales pierde peso frente al empleo, y los países industrializados deben conceder mayor valor a la formación en creatividad, revisando, entre otros, sus modelos universitarios. Ese mundo nuevo, cambiante, en equilibrio inestable, está plagado de desafíos tanto para el científico como para el hombre de la calle, y el tiempo para tomar las decisiones parece corto.
Necesitamos más energía, adaptar las nuevas tecnologías, controlar el deterioro ambiental, producir mejores bienes y servicios a precios más bajos... Todo ello supone revisar nuestro concepto de calidad de vida, renunciando a algunos de los viejos paradigmas y consiguiendo una mejor distribución de la riqueza, para la que el factor trabajo sigue jugando un papel relevante.
Ante la Humanidad se abre un panorama apasionante, desde luego, pero también inquietante. Los retos no son únicamente tecnológicos, sino, sobre todo, sociológicos. La solidaridad, la investigación, la coordinación en el esfuerzo conjunto, y el ejercicio sin barreras de la inteligencia, tendrán que constituir la base sobre la que aportar nuevas soluciones, incluso ante desafíos aún desconocidos. "
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