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El blog de Angel Arias

Pontífices desde el desconocimiento

El pasado 11 de marzo de 2011, Japón vió puesta (nuevamente) a prueba su ejemplar capacidad de resistencia, su sentido de la solidaridad, su asimilación del sufrimiento, y, sobre todo, su altura tecnológica.

Desde Europa como desde Estados Unidos, no faltan pontífices que elucubran acerca de lo que sucedió y porqué. Japón se ha visto confrontado con dos problemas de magnitud sobrehumana en la escala de los acontecimientos que suceden en este valle de lágrimas: el primero fue un terremoto de fuerza inimaginable que provocó -¡en quince minutos!- olas devastadoras que llevaron por delante a personas, vehículos y edificios.

El segundo fue una consecuencia: dos, al menos, de las centrales nucleares de las que se abastece de energía Japón han sufrido importantes daños. En el momento en el que redacto estas líneas, los expertos que trabajan para detener el proceso, han comunicado que es posible que se haya producido, en una de ellas, una fusión parcial del núcleo del reactor, por lo que se ha activado el nivel de emergencia cuatro, que supone la evacuación de la población local, ante el riesgo de que se puedan producir niveles de emisión radioactiva superiores a los que serían soportables sin consecuencias para los seres humanos.

No faltan, ante esta última situación, en nuestro país de las maravillas, dos tipos de declaraciones: las de los detractores de la energía nuclear, que aprovechan el momento para denunciar los peligros de esta forma de producción de energía, previniendo sobre todos los males del infierno y repitiendo que debe abandonarse -en todo el mundo, supongo- la generación eléctrica mediante este proceso; y, en otro lugar del espectro mediático, los defensores o eruditos en esta técnica que, desde la distancia -y, desde un parcial conocimiento de la cuestión, pues en España no tenemos grandes expertos en el tema (y que me perdonen mis colegas, que siguen alardeando de haber sabido mucho hace 20 o 30 años)- ilustran con suficiencia sobre lo que hay que hacer, pertrechan con palabros el deseo de que los riesgos estén controlados o interpretan son académica solvencia la teoría de lo que está pasando allá en Japón.

Calma, señores. Tengamos confianza en los expertos japoneses y, sobre todo, sepamos esperar a que la situación se clarifique para sacar los tanques mentales a la calle. Entretanto, yo lo que hago es cruzar los dedos para que la Naturaleza no se cebe más con ese querido y admirado país y que sus excelentes profesionales encuentren, de lo que estoy seguro, la llave para salir del atolladero.

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