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El blog de Angel Arias

Al socaire: Queda inaugurado este destrozo

Al socaire: Queda inaugurado este destrozo

Como en España estamos en época electoral -los pueblos eligen el 27 de mayo a sus concejales, es decir, indirectamente, a los alcaldes-. los que tienen el poder actualmente, inauguran mucho. Es ley de vida representativa.

Llevados de un furor interino, cuando se aproxima el momento de la reelección, los mandatarios se apresuran a cortar cintas, colocar piedras, plantar árboles, visitar barrios marginales (ay, tal vez, hasta entonces marginados), y hacer todo tipo de cabriolas por las que se puedan arrancar devociones de última hora. Tanto unos como otros, gobiernos como opositores, jalonan nuestro espacio vital con sus grandes fotos de sus caretos en las que se los ve sonrientes, o sea, ufanos. Cabría preguntarles: ¿De qué se ríen Vds., señores y señoras compromisarios?. Y de refilón, espeto: ¿Es tan importante para Vds. que se les vea jóvenes, emprendedores, y dinámicos?

Este es el juego: A un lado de la línea del fragor, los opositores a los actuales equipos de gobierno, argumentan que la gestión de los que ahora terminan su mandato ha sido desastrosa. Expresiones más usadas: "se han aumentado las desigualdades", "las obras realizadas no funcionan", "la corrupción ha crecido", "los despilfarros han sido cuantiosos" y "las medidas adoptadas, inútiles".

Al otro lado del percal, todos estos argumentos son cuidadosamente replicados, por lo genérico y por lo particular, desde las filas del gobierno: "las obras eran imprescindibles", y las que no lo eran se han realizado para dotar de un impulso copernicano que "el pueblo demandaba" a gritos, los gobiernos anteriores -en los que la oposición regía- sí que "han sido malos", "la continuidad con lo que se ha hecho es ahora imprescindible", y, en fin, los que critican "no tienen ideas ni programas".

Miren Vds., señores que defienden con uñas y dientes sus gestiones o señores que maldicen las obras de los demás. Para mí, la forma de medir la credibilidad de sus posiciones -de unos y otros- debería tener otros baremos.

La cuestión de este pazguato se centraría en su capacidad de demostrarme, a priori, dos cosas: 1) que han llegado a una época de su vida en que no les importa ya el dinero que puedan acumular y 2) que tienen conocimientos, equipo y actitudes para entender con perspectiva lo que necesitamos para mejorar nuestro bienestar. Me refiero al bienestar colectivo. En conjunto, la idea que expreso es que me deberán garantizar que no van a utilizar lo que aprendan desde la res publica para beneficiar a ningún particular, y que acceden al puesto no como medio, sino como fin de sus vidas profesionales. 

No es necesario que me concreten su programa, basta con que me convenzan que serán capaces de adaptarlo cuando los ciudadanos decidamos, con los procedimientos de participación adecuados, que, en aras de la oportunidad, queremos modificar lo que tenemos.

Cada vez que leo que un antiguo ministro, alcalde, concejal o presidente de Gobierno está ahora asesorando a una compañia privada, y cobrando cien veces más que lo que le pagábamos por defender lo que es de todos, me pregunto por qué dejamos que eso sea posible, y cómo se sentirían los grandes grupos si un antiguo presidente o consejero delegado estuviera actuando ahora como asesor privado de un ministro, enseñándole al pueblo las cosas íntimas de la res privata.

Queda inaugurado, en fin, este destrozo. Los cabos de la cinta están en nuestras manos.

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