Blogia
El blog de Angel Arias

Temas de política general

España, ¿en el camino a convertirse en una anarquía sin respeto ni valores?

Puede que este comentario sea integrado junto a otros que han surgido de la indignación que, en muy diferentes escalas, está recorriendo -como un nuevo jinete de la Apocalipsis- el mundo.

No pretendo alinearme con los indignados del 15-M, ni -aunque debo manifestar mi simpatía a su expresión de fondo- compartiría mesa y mantel con esas otras diversidades de descontentos que están protagonizando, con resultados muy confusos- la llamada "primavera árabe" (hoy camino de su otoño).

Pero es cierto que, como otros españoles -no sé si centenares, miles, o millones; no tengo posibilidades de contarlos: muchos- participo de la sensación de estar sufriendo la presión de un descontento grave, un malestar que encuentro generalizado, que produce una frustración colectiva honda, respecto a la situación en la que nos encontramos y la capacidad de los actuales gestores y sus alternativas conocidas para sacarnos de ella.

La desilusión abarca órdenes tan profundos, tan serios, que si tuviera la seguridad de ser el único en sentirme así correría a que me tratara un siquiatra. Desgraciadamente para la realidad, no estoy, ni mucho menos solo.

Ni me parece que podamos jactarnos de vivir en una democracia, ni, en lo que conozco -y conozco batante-, puedo defender que las instituciones y las principales empresas del país se comporten con la lealtad, la diligencia y la honestidad que debiera exigírseles.

Ni los partidos políticos pueden alardear de estar haciendo las cosas bien, defendiendo los intereses generales, entregándose sus miembros más significados a la labor de mejorar las cosas y hacer propuestas serias y compatibles, ni es posible creer que las administraciones públicas, los órganos judiciales, los consejos de administración de las empresas más relevantes de España, los servicios públicos y los responsables de las más significativas iniciativas privadas, estén en situación de defender que están haciendo lo que deberían para mejorar la situación, cumpliendo con su deber, ejecutando lo que esperábamos de ellos.

Estamos, en este momento, en un país a la deriva, cansado, viviendo una falsa situación de democracia -era otra cosa; esto se parece más a una anarquía-, alimentando un mundo de fantasía, jalonado de mentiras, medias verdades, sustos y parches de última hora. Son demasiados los ejemplos que conocemos de faltas de honestidad, de diligencia, de inteligencia, de conocimientos, en quienes están ocupando los puestos relevantes. Y es mucho más, seguro, lo que ignoramos todavía.

Hace falta un cambio profundo, producto de una reflexión global, sincera, activa, de lo que nos está pasando.

Esto no puede seguir así. Yo, como supongo que todos los que conmigo coinciden en manifestar su buena voluntad pero sus limitados conocimientos, no tengo la solución. Solo puedo ofrecer mi trabajo, mi respeto a los valores básicos de la persona, mis principios éticos inquebrantables, y mi saber -limitado a aquello en lo que tengo experiencia y  he podido conocer y estudiar en profundidad-, y, desde luego, mi lealtad para ayudar a encontrar una vía.

Como otros, estoy, estamos disponibles.

¿Tiene el PSOE alguna opción de seguir gobernando en 2012? ¿Es lo mejor para el pais?

La pérdida de votantes para el PSOE que han reflejado las elecciones municipales y autonómicas (las de las Administraciones "menores" del Estado, para decirlo con analogías jurídicas) ha llenado de euforia, no solamente a los militantes del Partido Popular.

Además de alegrar a su núcleo tradicional de votantes, ha despertado la emoción por un cambio próximo de Gobierno de quienes, sin claves ideológicas, creen, sencillamente, que nuevos aires aportarán otras ideas a la economía, animarán las inversiones y, por tanto, crearán empleo.

Hay que reconocer que la cúpula del PSOE ha reaccionado rápidamente, generando un docudrama muy del gusto de este país, en el que, después de rasgarse las vestiduras afirmando que todo estaba perdido -magníficas las representaciones lacrimógenas de Lizabesky (1)y López y no menor la de José Blanco-, han realizado un ejercicio de catarsis aparente en la que la magnífica contralto Carme Chacón ha ejecutado un aria de hondo lirismo, poniendo todo el corazón en la difícil interpretación de amante despechada.

Como este acto es solo el segundo de la obra que corresponde a estas elecciones, quienes no conozcan el guión, por ser la primera vez que ven la obra, pueden preguntarse quién será el galán que se lleve al huerto, no a la ministra Chacón (habría que referirse a ella ya como ex-ministra), sino a la mayoría suficiente para gobernar durante cuatro años -de 2012 a 2016- a este país lleno de nieblas mentales que aún se conoce en los mapas como España (Spain, en inglés y en los cuestionarios informáticos en donde se pide precisar el país de origen).

Me interesa la política como observador, y arriesgo, en ese gusto, hacer elucubraciones respecto al futuro. Hoy, 28 de mayo de 2011, aparece despejado el camino para un enfrentamiento, en el tercer acto, entre Rubalcaba (calzón rojo) y Rajoy (calzón azul). Los carteles anuncian que será un combate interesante, dada la furia dialéctica del primer citado y el buen conocimiento que tienen ambos contendientes del otro; las apuestas se inclinan claramente a favor de Rajoy, empujado por una afición sólida y entregada a su causa, sea cual sea el contenido.

Me temo que en este tiempo que ha de transcurrir hasta las elecciones, ni la situación general del país mejorará claramente -dependemos de lo que sucede en Alemania y Estados Unidos, y su recuperación va para largo-, pero tampoco se notará nada especial en los municipios y autonomías en los que ahora gobierna el Partido Popular, pues los mejor gobernados hasta ahora, que son, pese a quien pese, Madrid y su provincia -a base de un endeudamiento que comprometerá el equilibrio de los presupuestos durante décadas-, ya nada tienen que mostrar y en los demás, no me parece que se pueda avanzar con solo buenas intenciones y las arcas vacías. 

La previsión que aventuro es que el PP bajará algo sus adhesiones y el PSOE aumentará un pelín, tal vez imperceptiblemente, las suyas, pero que los descontentos y escépticos, engrosarán los votos de Izquierda Unida y de UPyD, con lo que se abrirá la opción, si Rajoy no consigue la mayoría (lo que veo difícil), de que Rubalcaba sea el próximo presidente de España, con los apoyos de los dos partidos minoritarios que he citado.

Una situación a la que la aún inmadura Carmen Chacón, que ni siquiera cuenta con el apoyo claro del PSUC, jamás habría podido lograr, pues, como dice el guión, aunque hubiera podido arrastrar algo de voto femenino adicional, es superior el déficit de voto masculino que habría tenido que soportar, en este país en donde aún se sigue considerando, y no me atrevo a decir en qué porcentajes, que las mujeres, cuando quieren triunfar, tienen que imitar a los varones.

Me queda, únicamente, contestar a la segunda pregunta. Y mi respuesta es que, si lo que he eculubrado se cumpliera exactamente, sí. Pero tampoco sería malo que el PP consiguiera la mayoría para gobernar en solitario (con la ayuda de ese Foro Asturias y los demás partidos de su color regionales), por lo que nos encontramos en una situación win-win (ganar/ganar). Gracias, guionista, por conocer tan bien el percal de las dos Españas.

----

(1) Nunca supe a ciencia cierta cómo se escribe correctamente ese apellido foráneo. Algunos medios lo transcriben como Lissabettsky, otros como Lissavesky, con y griega o latina (de las de antes); hizo la campaña por Madrid como Lissavetzky, pero sospecho que fue por decisión de algún colega envidioso, porque, aunque no había que escribir el nombre de los elegidos en la papeleta, le restó, sin duda, simpatías; creo que, si me encuentro con él, la primera pregunta que podría hacerle sería: ¿cómo diablos te gustaría que se escribiera tu nombre, para tener alguna opción, aunque fuera remota, de ganar a Alberto Ruiz en su feudo de Madrid?

A sotavento: Cambio crisis en estado maduro con pasado glorioso por buenas vistas al futuro en país sin desarrollo

Escribo este comentario en relación con los dos que he publicado recientemente en el blog Alsocaire, en los que expuse algunas de las notas que recogí durante las conferencias que pronunciaron Juan Miguel Villar Mir, Miguel Boyer y Juan Antonio González-Adalid en el Instituto de la Ingeniería de España, el pasado 27 de septiembre de 2010.

Aquí me voy a detener en los elementos surgidos en el coloquio, glosándolos a mi particular manera. El título puede no resultar, por tanto, relacionado directamente con lo expresado en él, sino con mi personal apreciación de lo que debieran ser las enseñanzas claves de esta crisis que aún sufrimos -y lo que nos queda-, desde la perspectiva de un país intermedio como España.

1. España es un país menos desarrollado tecnológicamente que los que lideran el control de la crisis y es necesario adoptar una estrategia distinta. Villar Mir lo expresó con claridad: "Hemos creado muchas industrias que están pagando por tecnologías exteriores, que tienen ratios de productividad más débiles y que son más intensivas en mano de obra".

Boyer indicó por su parte (respondiendo a otra pregunta del auditorio): "Hemos subido 8 puntos en el porcentaje de exportaciones, hasta el 26,5 %, muy cerca de Alemania, que incrementó en 10, desde la introducción del euro. No somos tan torpes. Y a diferencia de los alemanes, no nos aprovechamos de una moneda débil (el euro, frente al marco) y hemos aumentado nuestro consumo."

2. España necesita clarificar el modelo energético, eliminando la cuestión nuclear, como un falso problema, y abaratando el coste de la electricidad para no restar competitividad a las empresas.

Todos los ponentes son pro-nucleares. Miguel Boyer: "La energía nuclear es la más ecológica, aunque decir eso no les guste a los ignorantes. Alemania ha levantado el tabú, como también los suecos. El tema del carbón no puede continuar así; se está argumentando por algunos que hay que mantener la producción por motivos de seguridad nacional. La seguridad mayor sería que no se sacara ahora el carbón, dejarlo donde está, para ponerlo en mercado si hay una hecatombe".

También intervino Manuel Acero, como experto en este tipo de energía: "Cada vez que se instala una central nuclear, resurge la industria. Y ya no se necesitan ocho años para ponerla en funcionamiento."

Juan Miguel Villar Mir: "Los costes de la energía en España son un hándicap para el crecimiento." (Lo enuncia, desde la autoridad práctica de ser accionista mayoritario de Ferroatlántica, el 3er. consumidor español, tras Alcoa y Arcelor-Mittal). "La energía eléctrica nos cuesta aquí más del doble que en Francia." El grupo Villar Mir consume del orden de 2.500 millones de Kwh/año y reclama un tratamiento diferencial.

3. La Administración pública necesita una reforma profunda.

Para Miguel Boyer, esta es una condición para reducir los gastos generales. "Los recortes en el número de funcionarios no han de hacerse con el argumento de que son beneficiosos para la economía, sino que son imprescindibles para conseguir el crédito. Es vital para España mantener el flujo de caja -en los presupuestos públicos- en nuestra economía para crecer, a diferencia de, por ejemplo, Estados Unidos y Alemania, cuyo dinamismo interno es suficiente."

La reflexión de Villar Mir fue en el mismo sentido: "Las autonomías absorben el 50% del gasto público, con duplicidades e ineficiencias manifiestas", y la decisión habría de ser, como expresó Boyer,  "tener bastantes menos funcionarios y mucho mejor pagados".

4. Es necesario hablar claramente acerca de las posibilidades reales de creación de empleo por nuestra estructura productiva.

En realidad, con los tres primeros puntos termino la reseña del coloquio, de la que he tenido que omitir bastantes cosas, por no hacerla aún más larga.

Pero voy a permitirme completar este comentario con la referencia a una cuestión que no se plantea en los debates sobre la crisis y su evolución, y tampoco lo fue en esta jornada. Y es imprescindible, en mi opinión, crear cuanto antes la sensibilidad socioeconómica para hallar la decisión que resulte pertinente, sin esperar a que se nos eche encima todo el peso del problema.

El punto de partida es reconocer que la evolución tecnológica ha restringido brutalmente las posibilidades de generación de empleo en los países desarrollados. Podemos desear, desde la perspectiva egoísta, que el crecimiento que experimenten los países emergentes nos proporcione algunos elementos paliativos, pero la solución que vendrá de allí no será ni general, ni satisfactoria a medio plazo (diez años, por ejemplo).

El potencial tecnológico que han obtenido los líderes de nuestro actual desarrollo y la globalización de su difusión ha provocado una dicotomía, visible en todos y cada uno de los países, ya sean pobres o ricos, desarrollados o no.

En todos, la polarización es evidente entre las empresas de alta cualificación, (con demanda de trabajadores muy cualificados, seguramente muy bien remunerados, pero con un número de puestos de trabajo reducidos, y en las que los márgenes brutos económicos pueden ser muy elevados), y los centros de producción que se dedican a cubrir las necesidades básicas permanentes de la sociedad (en los sectores agroalimentario, construcción, servicios de sanidad, educación y transporte, ocio, etc. , que demandan trabajadores con poca o nula cualificación, y cuyos márgenes económicos son pequeños e, incluso, pueden caer a valores negativos, por la fuerte competitividad de sus mercados específicos).

¿La solución? Además de pretender paliar la crisis económica, aplicando la fórmula histórica que han empleado siempre los países más fuertes, dedicando las nuevas tecnologías tanto a explotar los recursos de los menos desarrollados y creando en su población necesidades que no tenían (y pintando la operación con los colores que las circunstancias les permitan: invasiones, colonialismo, ayuda al desarrollo, cooperación estratégica, etc.), hay que volcar el análisis sobre lo que más importa: la remuneración al trabajo como forma de distribuir las plusvalías colectivas entre la población.

Si no hay trabajo suficiente para todos, hay que propiciar sistemas de ayuda social suficientemente eficaces -y cada vez más complejos- para los que no lo tengan, y cuyo coste solo podrá cubrirse desde el Estado, aumentando la presión fiscal sobre las empresas que obtengan mayores beneficios y sobre los ciudadanos que obtengan rentas más altas.

Otra opción sería inventarse trabajos serviles e incluso los inútiles, aumentar ficticiamente las jornadas laborales, incrementar los salarios basura, la ineficacia y la falta de productividad para que casi todos tengan acceso a un modus vivendi, aunque sea de subsistencia. Pero no es eso. No se trata de poner adoquines para pavimentar las calles, sino de construir torres con las que disfrutar del logro de haber conseguido un mayor bienestar de la humanidad.

Y a mí me sigue pareciendo más importante disfrutar de una buena comida con los amigos o la familia que poder viajar al Tibet con una máquina digital provista de n superzoom y me conmueve más oir a un desconocido tocar en su viejo bandoneon un tango que sé tararear que seguir en una Tv de alta definición un macroconcierto sicodélico ofrecido por un conjunto musical surgido de la publicidad.

Y me parece sustancial premiar la eficacia, el trabajo bien hecho, el riesgo correctamente asumido, la gestión sin trampas. Por el bien de todos.

Ideas para el optimismo

La sociedad española se encuentra en una situación de pesimismo. Asumir las dificultades del momento es necesario para encontrar la manera de superarlas. Pero magnificar lo negativo, es un lastre mental que hay que eliminar.

Propongo que, como uno de los elementos de discusión, aportemos ideas para estar optimistas.

He aquí algunas:

1. Hay en el país mucha gente que sigue haciendo su trabajo lo mejor que saben. Necesitamos que todos mantengamos la calidad de lo que hacemos. Tomemos el ejemplo de los que no decaen, ayudemos a conocerlos bien, a que el fruto de sus trabajos no se pierda ni se menosprecie.

2. Los activos no financieros no han sido dañados por la crisis: tenemos las mismas máquinas, los mismos recursos físicos, que antes. Es el momento de retirar los más inefectivos, los más contaminantes ... Preguntémosnos en qué han variado las demandas. Ayudemos a revisar todas las líneas de producción y consumo para que los mercados no queden desabastecidos de los productos que son necesarios para nuestro bienestar y continuar nuestro desarrollo.

3. Démos más espacio al impulso natural de nuestra juventud, apoyando las ideas de los mejores y los proyectos que ellos propongan, o que les ayudemos a imaginar, que estén en la línea de lo que deseamos para construir una sociedad mejor, más eficiente, más igualitaria, más generosa, más global.

4. Dediquemos un esfuerzo para mejorar la formación individual y, especialmente, en seguridad laboral. Los Sindicatos utilizan las asignaciones para formación -detraídas de cada nómina, además de otras aportaciones directas desde la Administración del Estado- de una manera poco transparente y, por tanto, sospechosamente inefectiva. Introduzcamos en la asignación de estos recursos a otros estamentos: Universidad, centros de formación reglada, mutuas y aseguradores y, sobre todo, abrámoslas al control de la sociedad civil.

5. Revísese la normativa en seguridad, especialmente en los sectores con mayores índices de accidentabilidad y gravedad, adecuándola a cada caso y dedicando especial atención a la forma de evitar los accidentes más graves en los tipos de trabajo más peligrosos.

6. Es necesario impulsar, con decisión -es decir, financiación barata-, las ideas que provengan desde el conocimiento. Y el conocimiento oficial está en nuestras Universidades. Deben premiarse las iniciativas que surjan desde allí, siempre que se traduzcan en la creación de empresas, en proyectos novedosos, con el aval multidisciplinar de profesores y expertos, que empleen a egresados de las Universidades y que sirven de orientación a las formaciones de grados intermedios y de especializaciones profesionales de los distintos tipos. Es una buena forma de valorar a nuestros académicos; no que se puntúen entre sí, ni que lo hagan los alumnos, ni que se les valore por publicaciones de destino social incierto en revistas de hipotético prestigio. Los valoraremos desde la sociedad civil, por aquello para los que nos sirvan a todos. Hay muchas maneras de otorgarles esa puntuación y de reconocer su trabajo por el bien colectivo. Y suponemos que, además, esto animaría a los mejores a ser más útiles, más apreciados por todos.

7. Es sustancial detectar y eliminar las redundancias e ineficiencias de nuestro sistema económico-prductivo. Son muchas, y los despilfarros de recursos son, en algunos casos, tan evidentes que solo necesitarían un control serio para ser corregidas.

Por ejemplo, mientras una parte de la población se mueve en la estrechez y el paro, otros siguen haciendo ostentación de sus disponibilidades, adquiriendo aparatos lujosos -coches, electrodomésticos, aparatos de grandes prestaciones, etc.- que se producen fuera de nuestras fronteras.

Existen bolsas de ineficiencia laboral en el funcionariado, pero también en las empresas privadas, que han vivido épocas de bonanza y descontrol. Se sigue castigando a los que promueven ideas, se margina a los mejores, simplemente porque critican actuaciones o proponen cambios que no gustan a directivos apoltronados o interesados en mantener sus estatus de confort.

8) Si las empresas privadas eligen a sus empleados de acuerdo con su capacidad y rendimiento, considerando que su remuneración no debe ser un obstáculo para contratarlos si demuestran eficacia en el cumplimiento de los objetivos, ¿por qué, para gestionar el interés público, hemos de consentir que se elija a los candidatos por amiguismo, color político o lealtades personal? ¿Por qué habríamos de consentir que la carrera política sea un aprendizaje para después pasar a la gestión privada? ¿Qué se interpreta cuando en las encuestas se manifiesta que un político lo está haciendo rematadamente mal?

Ideas sencillas para ahorrar en despilfarros evidentes

1) Extremar la vigilancia policial (y ciudadana) para que no se produzcan desperfectos por vandalismo en el mobiliario urbano, en los bienes públicos...ni en las propiedades privadas; obligar a sus autores (o a sus padres o tutores) a que compensen o restauren los destrozos. De forma inmediata o, en todo caso, con rápidas diligencias; en especial, si han sido cogidos in fraganti.

2) Controlar las redundancias en la presencia de medios asistenciales y policiales cuando se produce un accidente, se ha denunciado una amenaza a la seguridad o, sencillamente, se trate de vigilar un evento o asistir en apoyo de una comparecencia pública de alguna autoridad; que funcionen
las comunicaciones para que, una vez que haya llegado un coche policial o los suficientes medios sanitarios y/o de otro tipo, se avise de que ya no se presenten más.

3) Evitar la formación de grandes colas ante los registros civiles, embajadas,consulados, centros informativos, proporcionando información, en el propio centro, del tiempo que se tardará en atender a los interesados; ¿no se pueden dar números ya antes de entrar al recinto, como hacen en las pescaderías, e indicar el tiempo medio de espera?.

4) Realizar una verdadera planificación de las intervenciones de mantenimiento de las redes de telefonía, electricidad, agua, saneamiento, etc., avisando a los demás servicios del momento en que se deba realizar una intervención de emergencia, para que puedan actuar también, aprovechando los boquetes abiertos en las calles y aceras y compartiendo los costes, además de ahorrar molestias ciudadanas.

5) Exigir a todos aquellos incautos que pretendan montar una peluquería o un bar u plan de negocio fundamentado y aconsejar, antes de darles un permiso de apertura que les conducirá, con gran probabilidad, a la desesperación.

6) Revisar todas las señales de tráfico mal colocadas, o badenes innecesarios, o anunciando limitaciones de velocidad que no cuentan con la correspondiente señal liberadora; revisar la ubicación de los anuncios, los inservibles mobiliarios urbanos, las marquesinas de las paradas de autobús que invaden las aceras, perseguir los coches en doble y triple fila ante discotecas y restaurantes; denunciar a los que no respetan los pasos cebra, las señales de prohibición acústica; obligar a demostrar educación y respeto al otro.

 

A sotavento: Me duele España, en los cojones del alma

(Este no es un texto original: Me lo copio a mí mismo, desde mi otro blog: Alsocaire. Me acuso de autoplagio. En mi descargo, me han plagiado otros desde que tenía uso de razón. Ni siquiera el título es mío, pues el lector culto lo habrá detectado como una combinación de dos expresiones contundenes procedentes de dos grandes Migueles que ha tenido España: Unamuno y Hernández, regular poeta pero gran pensador el primero; excepcional poeta el segundo, al que los intolerantes le redujeron criminalmente el tiempo para pensar.)

Ahora que casi todos entienden de derecho y economía, bien estaría introducir un nuevo índice, que permitiera contrastar, desde las referencias históricas, esos otros índices que tan profusamente se utilizan para justificar lo mal que van algunos y hacernos olvidar quién o quiénes fueron más culpables.

Contra el índice de solvencia, el índice de papanatismo. Contra desfachatez, estulticia.

Será necesario hacer un somero repaso histórico de cómo se ha configurado un tercer índice, que es el de la credibilidad, que las economías más desarrolladas de la comunidad internacional, sin preguntar a nadie más, se están aplicando a sí mismas con los mayores ratios. Veamos unos pocos ejemplos.

No han sido los alemanes los que iniciaron y mantuvieron  en el lejano siglo XX dos guerras expansionistas desde su base europea que, especialmente la segunda, fueron aprovechadas para realizar algo de limpieza cultural y mejorar la concentración de la riqueza. No fueron los culpables del llamado exterminio judio (y, de paso, de algunos millares de desgraciados rojos y expatriados que pasaban por allí).

Fueron los nazis. Además, se mantuvieron, hasta hace poco -y subsisten, en algunos sectores eruditos-, serias dudas de que tal aberración, impropia del ser humano, pero que tanto contribuyó -en su caso- a mejorar la ciencia, hubiera existido. Sin olvidar que los judíos no fueron exterminados; existen, y muy boyantes y activos. Que se lo pregunten, entre otros, a los palestinos.

Tampoco fueron los ingleses e irlandeses los que exterminaron a los pueblos indios de la América del Norte, que, lejos de vivir una pacífica existencia en contacto con la Naturaleza que el buen Dios les había regalado, se mataban unos a otros. Fueron una facción fundamentalista de la metrópoli, respetuosa con las creencias propias, y no hubo tal destrucción ni usurpación de propiedades de otros y, si la hubo, que se fastidien, porque no se podía permitir a aquellos primitivos con taparrabos que no reconocieran la superioridad del hombre blanco.

No fueron los actuales belgas, holandeses, franceses, alemanes o ingleses los que maleducaron a líderes de países a los que desposeyeron de sus riquezas básicas y, cuando el reloj de la historia señaló un ligero cambio de rumbo, prefirieron seguir la explotación recursos y gentes bajo la forma de ayuda al desarrollo. Fueron otros, desde otras repúblicas.

Pero, en cambio, fuimos los españoles, los de ahora, los que tenemos la responsabilidad de haber descubierto la placidez con la que vivían los indígenas de Centro y Sudamérica. Les hemos expoliado, destruído su cultura, convertido a los supervivientes en esclavos y enriquecido a su costa. Tenemos una deuda eterna contraída con esos pueblos, como nos lo recuerdan líderes con vocabulario revolucionario, en nuestro lenguaje, con apellidos inequívocamente españoles y una piel que proclame a las claras su mestizaje.

Tendríamos que pedir perdón a estos pueblos y al mundo en general, por lo que les hicimos. Pagar nuestras culpas hasta la expiación absoluta, arrastrando nuestros imperdonables pecados como una lacra estampada en cada rostro español y, quizá debamos corregirnos, castellano (o, más precisamente, hispano no catalanovasco).

No importa que ni siquiera la institución más poderosa en credibilidad -su fuerza proviene de la divinidad-, la Iglesia católica, no sea capaz de reconocer su culpabilidad por nada de lo que hicieron -no ya sus fieles, sus mandatarios más cualificados-, en defensa de la misma fe que hoy se predica.

Porque, junto a salutíferas actuaciones, no siempre recompensadas con el reconocimiento terrenal,  desde la cúpula eclesial se desarrolló una frenética actividad en beneficio del más acá, propiciando Cruzadas, apoyando exterminios, generando estrambóticos autos de fe, impulsando crueles inquisiciones, preparando exquisitos martirios para quien pensara diferente -en lo religioso y en lo científico-, y, también, ocultando aberraciones y expolios, pederastias, violaciones y estupros, enmascarando con cuidado exquisito datos y encubriendo culpables.

En el índice de papanatismo los españoles ocupamos la categoría triple A. Cuando lo combinamos con la rebaja a la categoría AA+ de nuestra deuda pública, se entenderá mejor la relación inequívocamente entre ambos. Alemania, para salvar a la economía griega -comportamiento siguiendo fielmente el libro  del ahogado por parte del presidente Papandreu ("Si no me salváis, moriréis también vosotros")-, exige un plan severo. España no solo no ha exigido nada a cambio, sino que nuestro Gobierno ha presentado la operación de préstamo incluso como una operación rentable. 

Piensoque nuestro Gobierno vive en un país distinto al de la realidad en la que nos vemos obligados a habitar el resto de los españoles. Aquí tenemos paro, falta de productividad, de ideas, desplazamiento de los mejores por los mediocres e incompetentes. Vemos mucho fútbol pero poca economía, nada de impulso industrial. Hay mucho proceso judicial y mucha palabrería vacua, pero escasa educación para saber, incluso para saber estar.

Hay signos de esperanza. Quizá el índice de papanatismo se esté concentrando en la cúpula de nuestro ejecutivo. Quizá la salvación esté próxima y podamos enterrar la incompetencia y ese síndrome de estúpida culpabilidad improductiva en las próximas elecciones, para concentrarnos en el interés de todos los españoles. Quizá sea llegada la hora de dejar las alianzas de civilizaciones y la búsqueda de la sustentabilidad mundial o la protección ambiental apoyando energías verdes, pero que muy verdes, -entre otras banderas- cuando estemos seguros, no tanto de que nos siguen, sino de que formamos parte del pelotón de los más listos.

Pregunto, ¿hay alguien más ahí? ¿Hay más oposición que la que se sienta en el Congreso o en el Senado? ¿De qué se ríen, señores diputados? ¿De nosotros?

Las elecciones al Parlamento europeo como termómetro de las crisis

Jaime Mayor Oreja disertó sobre las crisis (económica, moral, política) en el escenario de la Fundación Rafael del Pino, después de una cariñosa presentación de María del Pino, en la que le machacó el leit motiv de la plática: "estamos ante una crisis de valores y económica y de confianza en las instituciones".

Su comedido repaso a los males de este país y la Unión Europea y el mundo, obtuvo un caluroso elogio posterior de un entregado Amadeo Petitbó, que dijo sentirse encantado por haber oído decir a un político las verdades, que él se encargó de concretar en cifras: el déficit público agregado puede llegar al 10%, más de dos millones de parados nunca encontrarán la ocasión de un trabajo asalariado y vamos camino de 4 milllones de parados.

Puede ser que la crisis en España "sea más preocupante" y que "algunos han querido hacer una España irreconocible, como si desearan una nueva transición". Puede que "sea una crisis de decencia" y que haya que leer el libro, recomendado por el conferenciante. "La crisis ninja y otros misterios de la economía actual", de Leopoldo Badía.

Puede incluso que "hayamos perdido la confianza en nosotros mismos" (y era inevitable pensar en las similitudes del mensaje con el que habían lanzado, también con intenciones adoctrinadoras, desde otros púlpitos ideológicos -suponemos- los ponentes de la Jornada de la AEC y el Gobierno de España un día antes- .

Estoy, por supuesto, de acuerdo, en que "la crisis aumenta las desigualdades, el riesgo, los conflictos sociales". Lo ha dicho también el secretario general de Comisiones Obreras, Ignacio FernándezToxo que, desgraciadamente, por ello, está de enhorabuena: Tiene "más visibilidad", más trabajo (acaba de reconocerlo en una entrevista por RN1) .

Lo que ya no está tan claro es que "tener creencias y principios es la solución fundamental para la crisis", aunque le haya servido a Mayor oreja para encontrar el eslogan de que "la cultura del todo vale, no vale". Pero estoy de acuerdo en que "si no te instalas en la masa dominante, no tienes sitio" y que, ya puestos al trabajo, habría que "hacer una Carta Universal de Obligaciones", como la crisis del 29 provocó, tardíamente, una Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948.

Para Mayor, esta regeneración colectiva  euopea, sería para España, de rectificación. "Hay que recuperar el concepto de nación como solidaridad" y "necesitamos una Unión Europea más real, menos virtual".

No me sorprendió que, para terminar, Mayor Oreja citara a Kennedy, (J.F.), con aquello tan bonito, que mi madre me había ya hecho decir en uno de los discursitos que, como aprendiz a repelente niño Vicente, me hacían pronunciar en el Colegio Auseva en los sesenta: "No preguntes lo que la nación puede hacer por tí, sino lo que tú puedes hacer por América"

En fin, como soy disciplinado, pregunto: ¿Qué puedo hacer yo por América?

 

 

Oportunidad única para frenar los idealismos separatistas de Galicia y Euskadi

Las elecciones del pasado 1 de marzo de 2009 proporcionan una excelente ocasión para reconducir las opciones regionalistas, de base separatista y, en puridad, anticonstitucionalista, que han venido teniendo cancha en los gobiernos de Galicia y Euskakdi.

Estoy a favor de la presencia de partidos regionalistas en las Cámaras autonómicas, pero decididamente en contra de que su peso relativo actúe de desnivelador de los gobiernos estatales. Creo que en España estamos padeciendo desniveles muy graves en la búsqueda del equilibrio conjunto y de la solidaridad interregional, por causa de la necesidad de contar con las minorías parlamentarias de las opciones regionalistas, que contienen en sus políticas, y para contentar a sus electorados, graves elementos contrarios al poder del Estado.

La actuación del gobierno del PNV de Ibarretxe que, adulterando su ideología conservadora, ha dado fuerza a las opciones separatistas e incluso terroristas de Euskadi es, en una demostración arquetípica de las aberraciones del sistema electoral español y ha propiciado la desigual consideración de las necesidades regionales, favoreciendo aquellas demandas que se consiguieron incrustar en el Parlamento estatal por la vía de los partidos regionalistas.

En Galicia, y por razones muy distintas, el gobierno de coalición entre el PSOE y el BNG ha demostrado una grave debilidad, suponiendo una pérdida de credibilidad para el partido socialista, que ha sido castigada en las urnas.

Confiemos en que el PP y PSOE se pongan de acuerdo, no para desbancar a Ibarretxe, sino para traer la causa estatal a la región vasca y demostrar que el País Vasco también puede mejorar -en estabilidad política, social y económica- con los llamados partidos anti-nacionalistas, que son, en puridad, los verdaderos nacionalistas de esa unidad que seguimos llamando España.

Esta voluntad de entendimiento en lo fundamental, en un momento de grave crisis económica, como estamos padeciendo, debería llevarlos también a pactar en Galicia, apoyando el PSOE la investidura de Núñez Feijoo, aunque no sea necesario en este caso para conseguir la mayoría suficiente para que el PP gobierne. Lo que en ningún caso debería hacerse es caer en la trampa de construir una coalición espúria, que mantuviera a Ibarretxe en el poder, aunque sea el cabeza de lista del partido más votado, pero de una fuerza política que ha perdido la mayoría ideológica, construída con base en el separatismo.