Ideas para el optimismo
La sociedad española se encuentra en una situación de pesimismo. Asumir las dificultades del momento es necesario para encontrar la manera de superarlas. Pero magnificar lo negativo, es un lastre mental que hay que eliminar.
Propongo que, como uno de los elementos de discusión, aportemos ideas para estar optimistas.
He aquí algunas:
1. Hay en el país mucha gente que sigue haciendo su trabajo lo mejor que saben. Necesitamos que todos mantengamos la calidad de lo que hacemos. Tomemos el ejemplo de los que no decaen, ayudemos a conocerlos bien, a que el fruto de sus trabajos no se pierda ni se menosprecie.
2. Los activos no financieros no han sido dañados por la crisis: tenemos las mismas máquinas, los mismos recursos físicos, que antes. Es el momento de retirar los más inefectivos, los más contaminantes ... Preguntémosnos en qué han variado las demandas. Ayudemos a revisar todas las líneas de producción y consumo para que los mercados no queden desabastecidos de los productos que son necesarios para nuestro bienestar y continuar nuestro desarrollo.
3. Démos más espacio al impulso natural de nuestra juventud, apoyando las ideas de los mejores y los proyectos que ellos propongan, o que les ayudemos a imaginar, que estén en la línea de lo que deseamos para construir una sociedad mejor, más eficiente, más igualitaria, más generosa, más global.
4. Dediquemos un esfuerzo para mejorar la formación individual y, especialmente, en seguridad laboral. Los Sindicatos utilizan las asignaciones para formación -detraídas de cada nómina, además de otras aportaciones directas desde la Administración del Estado- de una manera poco transparente y, por tanto, sospechosamente inefectiva. Introduzcamos en la asignación de estos recursos a otros estamentos: Universidad, centros de formación reglada, mutuas y aseguradores y, sobre todo, abrámoslas al control de la sociedad civil.
5. Revísese la normativa en seguridad, especialmente en los sectores con mayores índices de accidentabilidad y gravedad, adecuándola a cada caso y dedicando especial atención a la forma de evitar los accidentes más graves en los tipos de trabajo más peligrosos.
6. Es necesario impulsar, con decisión -es decir, financiación barata-, las ideas que provengan desde el conocimiento. Y el conocimiento oficial está en nuestras Universidades. Deben premiarse las iniciativas que surjan desde allí, siempre que se traduzcan en la creación de empresas, en proyectos novedosos, con el aval multidisciplinar de profesores y expertos, que empleen a egresados de las Universidades y que sirven de orientación a las formaciones de grados intermedios y de especializaciones profesionales de los distintos tipos. Es una buena forma de valorar a nuestros académicos; no que se puntúen entre sí, ni que lo hagan los alumnos, ni que se les valore por publicaciones de destino social incierto en revistas de hipotético prestigio. Los valoraremos desde la sociedad civil, por aquello para los que nos sirvan a todos. Hay muchas maneras de otorgarles esa puntuación y de reconocer su trabajo por el bien colectivo. Y suponemos que, además, esto animaría a los mejores a ser más útiles, más apreciados por todos.
7. Es sustancial detectar y eliminar las redundancias e ineficiencias de nuestro sistema económico-prductivo. Son muchas, y los despilfarros de recursos son, en algunos casos, tan evidentes que solo necesitarían un control serio para ser corregidas.
Por ejemplo, mientras una parte de la población se mueve en la estrechez y el paro, otros siguen haciendo ostentación de sus disponibilidades, adquiriendo aparatos lujosos -coches, electrodomésticos, aparatos de grandes prestaciones, etc.- que se producen fuera de nuestras fronteras.
Existen bolsas de ineficiencia laboral en el funcionariado, pero también en las empresas privadas, que han vivido épocas de bonanza y descontrol. Se sigue castigando a los que promueven ideas, se margina a los mejores, simplemente porque critican actuaciones o proponen cambios que no gustan a directivos apoltronados o interesados en mantener sus estatus de confort.
8) Si las empresas privadas eligen a sus empleados de acuerdo con su capacidad y rendimiento, considerando que su remuneración no debe ser un obstáculo para contratarlos si demuestran eficacia en el cumplimiento de los objetivos, ¿por qué, para gestionar el interés público, hemos de consentir que se elija a los candidatos por amiguismo, color político o lealtades personal? ¿Por qué habríamos de consentir que la carrera política sea un aprendizaje para después pasar a la gestión privada? ¿Qué se interpreta cuando en las encuestas se manifiesta que un político lo está haciendo rematadamente mal?
1 comentario
Iñaki -