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El blog de Angel Arias

Temas ambientales

Cerrar o no cerrar las minas de carbón, esa es la cuestión

El Colegio de Ingenieros de Minas del Noroeste de España presentó el pasado 27 de septiembre de 2011 los argumentos del recién jubilado funcionario europeo Vicente Luque en contra del cierre de las minas de carbón españolas, bajo la forma de una "Solicitud al Gobierno de España". Lo hizo en una rueda de prensa en la que intervinieron el decano del Colegio, Juan José Fernández y el autor de la nota.

Vicente Luque es uno de esos ingenieros de alta capacidad que nuestro país no ha sabido aprovechar. Una de las mentes más brillantes que pasaron por la Escuela de Minas de Oviedo, realizó una magnífica labor técnica en Hunosa y dió un salto a Bruselas como funcionario de la Dirección de Transporte y Energía (DGTREN), en la que fue Jefe adjunto de la Unidad carbón-petróleo y, últimamente, Jefe adjunto de la Unidad Política de las Redes Transeuropeas.

El Colegio de Minas insta a la rebeldía institucional, amparándose en la interpretación del art. 194 del Funcionamiento de la Unión Europea deja libertad a los Estados miembros para decidir la estructura general de su funcionamiento energético. En este sentido, la exigencia de la Comunidad Europea de que el Ejecutivo español presente un calendario de cierre de las minas de carbón (por la necesidad de que subsistan solo con subvenciones), no se corresponde con una soberanía cedida a ningún organismo comunitario, y abocaría, en cambio a la supresión de esta fuente autónoma.

La tesis expuesta se refuerza con la argumentación jurídica de que la decisión comunitaria apela a las reglas de competencia, suponiendo una extralimitación del Reglamento del Consejo, e infringiendo los Tratados que dieron origen a la Comunidad Europea y por el que se autorizaron ayudas al mantenimiento del carbón europeo, "por su contribución al aprovisionamiento energético".

No resultarían de aplicación las normas que rigen las actuaciones de los Tribunales de competencia, porque los intercambios comunitarios de carbón que afectan a España no suponen más del 0,1% del total de las transacciones que en este rubro se llevan a cabo en el seno de la Unión Europea.

La obligación que la Comunidad intenta imponer a España, supone la ignorancia, además, de la posibilidad de mantener hasta en un 15% las fuentes energéticas autónomas, sucediendo que el carbón de origen nacional no alcanza este porcentaje.

Una interesante visión, surgida desde el conocimiento de los entresijos comunitarios, que constituye una aportación técnico-jurídica de un profesional recuperado para el conocimiento autóctono.

Enhorabuena al Colegio del Noroeste, a su decano y al amigo Vicente Luque.

Necesitamos que las actuaciones de nuestros políticos se revistan de contundencia ante los intereses comerciales de otros países de la Unión, evitando la adopción de medidas precipitadas, que solo servirían para crear más malestar social, privarnos de autonomía en un sector estratégico, y lanzarnos aún con mayor estrépito en el campo, no exento de minas de acción retardada, como lo ha probado la historia reciente, de las llamadas "energías alternativas".

Premio Principe de Asturias a los Héroes de Fukushima

El Premio Príncipe de Asturias a la Solidaridad no ha podido tener mejor destinatario este año de 2011. El Jurado ha otorgado este galardón a un grupo de japoneses anónimos, que tienen en común una cualidad muy poco habitual: son héroes.

En el Club Español de Medio Ambiente hemos tenido la visión de conceder la Medalla de este Organismo, en cuya Junta Directiva figuran algunas de las autoridades ambientales del país, a ese conjunto de esforzados que no han dudado en ofrecerse voluntarios para entrar en el recinto contaminado de las centrales afectadas por el seísmo de Fukushima y tratar de controlar, exponiendo sus vidas hasta un nivel que nadie podía predecir, las reacciones que se estaban produciendo en unos reactores que habían quedado a la deriva, desconectados de los mecanismos automáticos que deberían haber servido para regular su funcionamiento.

No sabemos sus nombres, y hasta ignoramos exactamente cuál ha sido su evolución desde entonces. Dicen que alguno ha muerto, que otros han sufrido graves quemaduras, que todos se han visto sometidos a radiaciones que les acarrearán enfermedades seguras, posiblemente cánceres que les causarán su muerte prematura.

En la carta que en marzo pasado, el Presidente del CEMA, Rafael Fernández Rubio, dirigió al embajador de Japón, Excmo. Sr. Fumiaki Takahashi, se decía:

"La Junta Directiva del Club Español de Medio Ambiente, por unanimidad, ha resuelto conceder la Medalla de la entidad a los técnicos y trabajadores de la central nuclear de Fukushima Daiichi (Japón) que, con auténtico heroísmo, se han entregado a la tarea de  reducir los efectos radioactivos de este accidente, con grave riesgo para su integridad personal e, incluso, de sus vidas, ofreciendo al mundo un ejemplo de generosidad y altruismo, que eleva la condición humana a las más altas cotas de solidaridad."

El 6 de junio de 2011, en las dependencias de la Fundación José María Blanc para Defensa de la Naturaleza, en Cañada Real, el embajador recibía, en nombre de los homenajeados, la preciada medalla. Llovió a cántaros: así quiso también contribuir la Naturaleza a ese acto emotivo, que honró al Club, porque supo reconocer las virtudes de quienes, mientras otros gritaban desaforadamente, hacían lo que pocos se hubieran atrevido a hacer, y que redundó en beneficio de todos, poniendo sobre Japón, muy especialmente, la estrella del valor, del sacrificio por los demás, de la subordinación de los intereses personales ante el beneficio de la colectividad.

No se ha escrito bastante acerca de lo que esto significa.

¡Héroes de Fukushima, quienes quiera que seáis, presentes!

La nueva Ley de Residuos, los chatarreros y las empresas de servicios

En la historia de FOCSA, cuyo corazón sigue latiendo en ese complejo adaptativo que se llamó después FCC (Fomento de Construcciones y Contratas), y que hoy se asemeja a un vademécum de nombres comerciales, se cuenta que el fundador, Ernest Koplowitz, construyó las bases de su fortuna recogiendo la basura.

No fue el único, pues en torno a la mierda de los demás se han hecho algunas de las riquezas mundiales. El curioso solo necesita ahondar en los orígenes de los patrimonios y descubrirá que en no pocos hay un comienzo -en algunos, incluso, un final- con estercoleros, carromatos de residuos y trapicheos con la miseria (también, utilizando una metáfora conspicua, con la de ciertos decisores políticos).

La Ley de Residuos y Suelos Contaminados, que aprobó el 21 de junio de 2011 el Senado español -y que, por tanto, debe ser ratificada aún por el Congreso-, cuya aplicación en cuanto a algunos aspectos concretos depende solo ahora de no se qué informes de viabilidad, ha despertado la natural polémica en nuestro país. Incluso, sus prescripciones relativas al reciclaje son calificadas como barbaridad y desastre por algún experto ambiental surgido de las filas del partido de la fiel oposición al Gobierno.

La nueva Ley, sustituye el Sistema Integrado de Gestión (SIG) por otro llamado Sistema de Devolución, Depósito y Retorno (SDDR), que obligará a instalar máquinas para recoger algunos envases, pensando en su reutilización, y que ahora ha despertado el rechazo de Ecoembes, que inicialmente había dado su apoyo, junto a Ecovidrio y otras patronales del sector, porque dicen que va a costar mucho dinero que no recuperarán.

Estoy seguro de que las empresas de servicios no desaprovecharán la ocasión de ampliar su negocio, e incluso puede que algún empresario posibilista consiga amasar sus primeros millones de euros rompiendo una vez más con el principio sagrado de que, a la mierda, vale más no menealla.

In memoriam del ambiente que conocimos

In memoriam del ambiente que conocimos

Nunca he entendido porqué al medio ambiente lo llamamos así, aunque estoy de acuerdo con que ni medio ni ambiente reflejan exactamente lo que queremos decir.

Sean como fueren las cosas de la semántica, lo cierto es que hemos perdido naturaleza a puñados, y la seguimos perdiendo, en todo el mundo. A mí me duele, sobre todo, la que tengo más cerca, porque es la demostración más fidedigna de que no se cumple con lo que se promete, y a todos los niveles.

Encontrar un viejo colchón en una de las orillas del río que define la frontera entre Galicia y Asturias (el Eo) da mucha pena.

Nos dirige hacia muchas responsabilidades: la del insensato que lo arrojó, atribuyendo a estas aguas esencias purificadoras de su ignominia; la de todos cuantos le ayudaron a cometer el acto, pues un colchón no es algo que se pueda meter en el bolsillo; la de las autoridades que, teóricamente, cuidan los ríos y, más en concreto, de éste, uno de los pocos ríos trucheros que nos quedan; y, porqué no, la de todos cuantos pasamos por allí, y por todos los desmanes ambientales que se cometen a diario en nuestro país, y cerramos los ojos, para no ver y no sentir que, al fin y al cabo, un viejo colchón en un río no contamina tanto, pero es un reflejo de la forma en qué tratamos a la naturaleza.

Ambiente que conocimos en nuestra juventud, in memoriam. Dentro de unos años, en que seguiremos conmemorando, como hoy, un Día internacional del Medio Ambiente, el que ahora tenemos será, me temo, una caricatura cruel del que, a pesar de los pesares, aún podemos disfrutar en algunos lugares.

Tenemos Fukushima

Fukushima no es la Apocalipsis, pero tenemos Fukushima para unos cuantos años

La enseñanza de este grave accidente, provocado por un desastre natural, ha de servirnos para corregir algunas cosas, pero no nos debiera impedir seguir avanzando en lo que importa: dominar lo que nos rodea, conseguir que la técnica, la razón, la ciencia, nos lleven a encontrar el meollo de la naturaleza, desplegar, hasta sus últimas consecuencias, la verdad del cosmos.

¿Podremos, sabremos?. Parecemos estar aún lejos de una respuesta positiva, pero no debemos desfallecer, porque nos va en ello encontrar el camino que nos ha llevado hasta aquí y nos conducirá, como colectivo, hasta que seamos capaces de asumir los mandos -¡qué ilusión, qué rebeldía, qué osadía imaginarlo siquiera!- por caminos plagados de desastres, de trampas, de errores, de catástrofes.

Habemus Fukushima. El dragón ha lanzado, una vez más, su lengua de fuego sobre lo que hemos creado y ha intentado rompernos la torre de Babel con la que intentamos llegar lo más alto posible. Nos sobrepondremos, corregiremos errores, pero nada podrá impedirnos seguir compitiendo por alcanzar el puesto de piloto de la existencia de la Humanidad, aún corriendo el riesgo de que, tal vez, nuestra pretensión nos conduzca, de una vez por todas, hasta la Apocalipsis.

(En el día de hoy, se nos informa que los niveles de radioactividad en una zona de la planta de Fukushima Daiichi es diez veces más alta de lo normal. Las muestras del agua tomada de una de las piscinas generadas para refrigeración del reactor nº 2 revelan una radioactividad de 1.000 milisieverts (mSv) por hora, que es 4 veces superior a lo previsto como nivel asumible sin riesgo para la salud, establecido por las autoridades niponas antes del desastre (250 mSv). 

Cuatro de los seis reactores aún no están completamente bajo control, aunque se indica que la temperatura y presión en todos ellos está estable en este momento. Los niveles tan altos de radioactividad expresan, con casi plena certeza, que el agua ha alcanzado el núcleo del reactor. Se ha restablecido el suministro de energía y las bombas funcionan para llevar agua limpia a las carcasas de refrigeración.

La situación sigue siendo muy compleja, y afecta a las exportaciones de productos japoneses, ya que algunos países (Estados Unidos a la cabeza) han prohibido la entrada de varios de aquellos en su territorio. Se han tomado muestras de agua de mar a unas 20 millas de la costa de Fukushima y se encontraron niveles de hasta 1.850 veces los niveles estimados normales.

TEPCO, la operadora de la Central ha informado hoy, 27 de marzo de 2011, que la mayor parte de la radioactividad medida en el reactor nº 2 proviene del iodo-134, que tiene una vida media de 53 minutos. Las últimas lecturas ofrecen niveles 10 millones de veces!! (1) superiores a la radioactividad normal del agua de circulación en un reactor en operación controlada.

Se han detectado niveles de 2,9 miles de millones de becquereles de iodo-134, 13 millones de becquereles de iodo-131 (vida media en torno a 1 día) y 2,3 millones de becquereles de cesio 134 y 137. La vida-media del Cs-134  es aproximadamente 2 años y la del Cs-137 es aproximadamente 30 años.

(Un becquerel (Bq) o bequerelio es equivalente a la cantidad de material radiactivo en la que 1 átomo se transforma cada segundo)

(1) Con posterioridad a esta divulgación, se ha notificado que la cifra corresponde a un error del operario en la interpretación de la lectura. La cifra correcta sería de 100.000 veces la radioactividad normal, que ya vale. El nerviosimo y la presión de la situación, sin duda, afectan también a los expertos involucrados en desentrañar lo que está pasando en los reactores y proporcionar información fidedigna para corregirlo y tomar las medidas adecuadas para protección de la población, sin alarmismos desorbitados ni comunicaciones infundadas.

¿Podemos prescindir de los ecologistas?

En el Dia Mundial del Agua, como ya es tradicional, son muchos los comentarios que inciden en la necesidad de ahorrar el líquido, subir los precios como medida de concienciación, cuidar los ríos y lagos, devolviéndoles la calidad que tenían antes de que la masificación y el descuido los hubiera convertido en un vertedero.

Son reflexiones desde la abundancia, comentarios pedantes surgidos de la prepotencia que conduce al despilfarro y a la desidia.

No falta, por supuesto, la distante mención a quienes tienen la desgracia de no haber sabido a tiempo que su país albergaba riquezas naturales, aunque -mala suerte- la naturaleza no les proporcionó agua suficiente. Por eso, muchas mujeres tienen que recorrer decenas de kilómetros para recoger unos cuantos litros de líquido cada vez menos recomendable, y sobran las disputas entre vecinos por un trozo de tierra que pueda regarse.

En estos días en los que se ha dado por conmemorar la carencia de unos desde la abundancia lucida por otros (Día del Ambiente, del Agua, de la Tierra, del Clima, del Cáncer, de las Enfermedades Raras, de la Pobreza, de la Miseria, de la Paz, de la Cultura, etc.), se puede y debe meditar acerca de lo que haría falta suprimir, vencer, para que no hubiera más celebraciones.

La consciencia de una fortísima contaminación ambiental, especialmente en los países desarrollados, ha trasladado mucha tensión a los países más pobres, conducidos a un consumismo repentino y soportadores, además, del deterioro de su hábitat debido al desplazamiento de industrias contaminantes hacia su territorio, beneficiándose de un control permisivo o inexistente.

No exentas de oportunismo, han surgido multitud de organizaciones, aparentemente sin ánimo de lucro, que utilizan variados instrumentos, incluso argumentos, para difundir, sobre todo, la necesidad de un cambio en los comportamientos incrustados en los ciudadanos occidentales.

Menos energía y de tecnología menos sofisticada; ríos y lagos más puros en nuestros territorios; reciclaje de residuos y alejamiento de los más contaminados a otros patios; alimentos sin conservantes ni aditivos; etc.

Algunos profetas del avance tecnológico sin trabas parecen opinar que los que sobran para garantizar el desarrollo son los ecologistas. En absoluto. Hay ecologistas que pretenden ser los genuinos defensores de la naturaleza, frente al resto del mundo. En absoluto.

Ecologistas esenciales, por la cuenta que nos tiene, debemos ser todos. El día que desaparezcan los ecologistas profesionales, porque no sea necesario que nadie se arrogue sobre sus espaldas la exclusiva representación del ambiente, convencidos todos de que es el espacio común, y que su dominio es parte de nuestra propia naturaleza, seremos más humanos.

Pontífices desde el desconocimiento

El pasado 11 de marzo de 2011, Japón vió puesta (nuevamente) a prueba su ejemplar capacidad de resistencia, su sentido de la solidaridad, su asimilación del sufrimiento, y, sobre todo, su altura tecnológica.

Desde Europa como desde Estados Unidos, no faltan pontífices que elucubran acerca de lo que sucedió y porqué. Japón se ha visto confrontado con dos problemas de magnitud sobrehumana en la escala de los acontecimientos que suceden en este valle de lágrimas: el primero fue un terremoto de fuerza inimaginable que provocó -¡en quince minutos!- olas devastadoras que llevaron por delante a personas, vehículos y edificios.

El segundo fue una consecuencia: dos, al menos, de las centrales nucleares de las que se abastece de energía Japón han sufrido importantes daños. En el momento en el que redacto estas líneas, los expertos que trabajan para detener el proceso, han comunicado que es posible que se haya producido, en una de ellas, una fusión parcial del núcleo del reactor, por lo que se ha activado el nivel de emergencia cuatro, que supone la evacuación de la población local, ante el riesgo de que se puedan producir niveles de emisión radioactiva superiores a los que serían soportables sin consecuencias para los seres humanos.

No faltan, ante esta última situación, en nuestro país de las maravillas, dos tipos de declaraciones: las de los detractores de la energía nuclear, que aprovechan el momento para denunciar los peligros de esta forma de producción de energía, previniendo sobre todos los males del infierno y repitiendo que debe abandonarse -en todo el mundo, supongo- la generación eléctrica mediante este proceso; y, en otro lugar del espectro mediático, los defensores o eruditos en esta técnica que, desde la distancia -y, desde un parcial conocimiento de la cuestión, pues en España no tenemos grandes expertos en el tema (y que me perdonen mis colegas, que siguen alardeando de haber sabido mucho hace 20 o 30 años)- ilustran con suficiencia sobre lo que hay que hacer, pertrechan con palabros el deseo de que los riesgos estén controlados o interpretan son académica solvencia la teoría de lo que está pasando allá en Japón.

Calma, señores. Tengamos confianza en los expertos japoneses y, sobre todo, sepamos esperar a que la situación se clarifique para sacar los tanques mentales a la calle. Entretanto, yo lo que hago es cruzar los dedos para que la Naturaleza no se cebe más con ese querido y admirado país y que sus excelentes profesionales encuentren, de lo que estoy seguro, la llave para salir del atolladero.

Premio Carlos Ruiz Celaá a una Tesis Doctoral sobre Agua e interacción con el suelo o subsuelo

Creo que este asunto será de interés para todos quienes hayan realizado su tesis doctoral en los últimos 3 años (2008, 2009 y 2010) sobre temas hídricos.

El Grupo Especializado del Agua de la Asociación Nacional de Ingenieros de Minas ha convocado el X Premio Carlos Ruiz Celaá, que, en esta ocasión, tiene como tema "El Agua y su interacción con el suelo o subsuelo".

Se otorgará a una Tesis Doctoral, que tiene que haber sido presentada en la Universidad Española en el transcurso de estos tres años. Las Bases del premio se encuentran en la dirección: http://ingenierosdeminas.org/Agua/Premio/Premio.htm . 

El premio está dotado con 1500 € y diploma acreditativo. Compondrán el Jurado: José Carrasco Galán, José María Pernía Llera, Rosa de Vidania Muñoz, Juan Antonio López Geta, Francisco Javier Elorza Tenreiro, Mario Chica Olmo, Jorge Molinero Huguet, Sara Jorreto Zaguirre, José Ramón Fernández González.

Como directrices para la adjudicación, se indica que se valorará la innovación, grado de aplicación e interés. Y, en fin, si se tienen dudas o se precisa alguna aclaración, se ofrece esta dirección para Consultas: José María Pernía Llera, Secretario del Jurado : jm.pernia@igme.es

La fecha límite de recepción de trabajos es el 1 de abril de 2011.