La hora de los sensatos y el arroz
Mis hijos me han regalado el "otro" libro de Leopoldo Abadía y, claro, me lo he leído, antes de devolverlo a la librería para cambiarlo por uno de mariposas, setas, animales o flores (amenazadas de extinción), que son los que más me gustan.
Cuando vea a Leopoldo tengo que invitarle a un café, para resarcirle de los derechos de autor que le he birlado.
También puedo justificarme pensando que él tampoco me da a ganar ní un euro, porque no compra mis libros, pero se que esta sería una explicación muy torpe. Abadía no utiliza mis libros y artículos, ni para alabarlos, ni para utilizarlos en una miserable cita y ni siquiera para ponerlos a parir, que es lo que yo voy a hacer (en este paritorio público) con este comentario.
"La hora de los sensatos" es el título del libro de 195 páginas con el que la editorial que ha publicado "La crisis Ninja" ha pretendido continuar la carrera del éxito iniciada por ese Dr. Ingeniero Industrial retirado (nació en 1933), que no ha perdido, ni mucho menos, su capacidad de pensar, y que, a pesar de los imaginables achaques, hasta le queda bastante sentido del humor en la recámara.
Pero el libro no es libro, sino más bien, es un librito. Porque aunque se propone, ni más ni menos, que responder a la pregunta de qué hacer si, de pronto, nos (le) nombraran Presidente del Gobierno de las Españas (el plural es mío), la respuesta no es tal, sino un conato de metodología sobre cómo evitar el personalismo y tratar de infundir ganas de trabajar y conseguir estimular a esos 23 millones de personas que en las estadísticas se recogen como "población activa".
Esperaba más de "La hora de los sensatos", especialmente porque parecía que el profesor Abadía -uno es profesor hasta que se muere, si lo ha sido una vez- iba a poner en la cancha la necesidad de tener en cuenta los consejos de los mayores.
Más bien lo que se pone en circulación es la importancia de dejarse guiar por las mujeres, en especial, las propias (no en el sentido de posesión, sino según el derecho civil y, por la época del casorio de Abadía, especialmente, el derecho canónico), y dialogar mucho, y tener en cuenta a todo el mundo, porque todos tienen que contribuir, en la medida de sus fuerzas, para sacarnos del agujero en donde aún no nos hemos aclarado bien de cómo hemos caído en él, y por culpa de quiénes.
El día clave del programa del presidente de Gobierno Abadía me parece que es el tercero, cuando convoca a los empresarios y Bancos de ese país imaginario llamado España real, para tener una reunión.
Pero resulta que, en lugar de exigirles que participen sin milongas en concretar el modelo de desarrollo, detectando y ayudando a detectar oportunidades para sus clientes -públicos y privados-, poniendo en circulación continua lo que han captado de los ahorros, plusvalías y actividad de todos -que ellos llaman su pasivo-, pues más bien parece que se va a tomar una copa con ellos.
No de otra forma caabe intepretar que, después de recordarles los beneficios que han conseguido a base de especular con productos financieros que solo ellos entienden bien, de cargar, a la chita callando, costes a sus depositarios cada vez que éstos retiran su dinero (de ellos) de sus cuentas, les pide que "se arrepientan de sus pecados" y que se pongan el sueldo que les parezca, pero que no lo hagan público.
No quisiera creer que Abadía pretende dar la impresión de que, a los sensatos, se les/nos ha pasado el arroz y que solo queda confiar en los insensatos para que nos saquen de aquí o -más probablemente- nos estrellen a risotadas contra el muro de su estulticia.
Tendremos que esperar al tercer libro, en donde se nos explique lo que le quedó a Abadía en el tintero, que debe ser mucho. O deberé dedicar este verano a escribir yo mismo uno, que nos vuelva a poner a los sensatos en el lugar de las ideas de su propio tenor, reducto del que nos echaron, pero que nunca debiéramos haber abandonado, aunque fuera de okupas.
0 comentarios