A sotavento: No solo la avaricia, también la mentira
¿ Cuándo los valores que cotizan en las Bolsas pierden valor, adónde van los dineros? ¿Se esfuman?
Es es la pregunta que se hacen bastantes de las personas que desconocen o conocen poco de lo que significa la capitalización bursátil. Y es una muy buen pregunta, sin duda. Pero para responderla, hay que conocer cómo se generan las cotizaciones en Bolsa y, para ello, permítaseme detenerme en la Bolsa española.
Se llama capitalización bursátil al resultado de multiplicar la cotización de la acción de una empresa en la Bolsa por el número de acciones en que está dividido su capital. Una empresa en el que los accionistas originales hayan suscrito 1.000 de acciones de 100 euros, tendría un capital social de 100.000 euros.
Pero si, por los buenos resultados de la empresa, se ha generado una gran confianza en su futuro, puede que haya personas que estén dispuestas a comprar algunas de esas acciones de 100 euros a 150 euros, por ejemplo. Estos inversores calcularían la rentabilidad de su inversión, no ya por los resultados de la empresa, sino por la rentabilidad que obtendrían a partir de los dividendos que se distribuyan. Y puede ser que los beneficios sean tan altos que permitan una remuneración aceptable.
Los 35 valores que configuran el índice de referencia de la Bolsa española han llegado a tener una capitalización bursátil de, aproximadamente, 500.000 millones de euros. La disminución de un 30% de su valor promedio, ha supuesto, por tanto, la pérdida de 150.000 millones de euros por parte del conjunto de quienes han invertido sus ahorros en la compra de acciones de estas empresas, si lo hubieran hecho al valor que tenían en el momento en que tuvieron la mayor cotización.
Puede suceder que las buenas expectativas de las empresas sean magnificadas por hipotéticos momentos de bonanza. Puede que sean falseados los resultados, engordándolos con fraudulentos -pero ocultos- hinchamientos de los fondos de comercio, de los activos tangibles e intangibles, generando falsas bolsas de resultados en las participadas y filiales.
Se genera así una pelota de difícil control, sobre todo en las empresas grandes y complejas, inflando una burbuja de ilusiones futuras fundamentada en la fantasía. Los inversores foráneos, incapaces de saber la realidad de lo que está pasando en realidad dentro de las empresas, seguirán metiendo dinero comprando acciones a precios muy por encima de lo que en realidad valdrían, y los beneficios para sus inversiones llegará un momento en que ya no puede mantenerse. Una versión algo más sofisticada del timo de la pirámide.
La única manera de conocer si una capitalización bursátil está sobredimensionada es referirse a los resultados reales de las empresas, y relacionarlos con ese valor total de la empresa. Si una empresa tiene unos beneficios de 1.000 millones de euros anuales para una capitalización bursátil de 100.000 millones, no resultará divertido a muchos inversionistas saber que están siendo remunerados al 1 por cien anual. Si invirtió cien mil euros -en realidad, da igual la cantidad que haya invertido, obviamente-, y contando con que no hubiera inflación alguna, harían falta cien años para recuperar la inversión, sin rendimiento...
Por eso, la única esperanza de ganar dinero para quienes inviertan en empresas con alta capitalización bursátil -a menudo con per de 30 o 50, (per es el acróstico de price to earnings ratio, precio de acción dividido por beneficio)- es encontrar a otro crédulo mayor que crea que va a mejorar ese ratio, y no tendrán que esperar tantos años a que les devuelvan su dinero...
No solo la avaricia, estimado Joaquín Almunia, también la falsedad o la mentira,son culpables de la crisis financiera internacional. Con nombres y apellidos.
Porque esos 150.000 millones de euros que ahora se presentan como perdidos, son los ahorros de millones de personas a los que, poquito a poco, cuidadores profesionales de inversores más sabios, han ido convenciendo que debían sustituirlos en el riesgo.
Contaron con el inestimable apoyo de las informaciones y análisis bursátiles de gestores bien pagados, expertos financieros, gansos capitolinos, ruidosos analfabetos, patanes crédulos, economistas masterizados y ciertos estudiosos bien intencionados -que de todo hay, e híbridos suyos- que crearon el tiempo necesario para que las grandes fortunas cambiaban de escenario.
No se sienten culpables, porque ellos no generaron el pánico general al saber que, una vez más, este rey iba desnudo. Y una estampida es siempre difícil de parar. Hay que esperar a que los cornudos se cansen de correr despavoridos, o lanzar tiros al aire desde varios sitios, para que la manada se reconcentre sobre sí misma. Ambas propuestas están siendo analizadas por los gobiernos de los países desarrollados, aunque con otras palabras, imagino.
0 comentarios