Deprecación en la que se reza con los ojos bien abiertos (continuación)
Este post es continuación del anterior y forma un todo indisociable con él.
Creo en la necesidad de que el edificio de prestaciones se sustente sobre una base en la que existan profesionales bien formados en todos los órdenes, no solamente en los universitarios, sino, y muy especialmente, en los que ejercen oficios imprescindibles para nuestro bienestar común.
Creo, por eso, en la necesidad de educar correctamente en la importancia de su labor y en la necesidad de que la desarrollen con diligencia y conocimiento a policías, guardias, camareros, fontaneros, peluqueros, electricistas, mancebos de farmacia, asistentes sanitarios, cocineros, cuidadores, mecánicos, jardineros, dependientes de comercio, conserjes, agentes imbobiliarios, gestores, bomberos, lampistas, soldadores, torneros, fresadores, mineros, bancarios, fotógrafos, libreros, ...
En fin, creo en la necesidad del trabajo bien hecho de todos aquellos que nos encontramos a diario o frecuentemente como prestadores de un trabajo sustancial para nuestra vida, y a los que debemos, justamente, que nuestro el dinero que les entregamos para que nos solucionen nuestro problema o nuestra sociedad inmediata sea el justo, el efectivo, el útil.
Creo en la importancia del que quienes tienen facultad para ello, controlen, sin amiguismos ni interferencias, las intenciones de avasallar, imponiendo su petulancia, su desfachatez y su ansia de acumular dinero fácil, por parte de quienes utilizan nuestro desconocimiento del verdadero coste de lo que nos ofrecen y la dificultad para medir la calidad de lo que nos dan.
Creo en la sociedad civil, como única forma de controlar, al margen y por encima de los órganos de tutela legalmente previstos, a políticos, ministros, jueces, catedráticos y profesores, asociaciones de empresarios, colegios profesionales, sindicatos y, en general, de todas aquellas instituciones y organizaciones que, rindiendo una función imprescindible para el buen funcionamiento de nuestra sociedad, arriesgan, sin embargo, continuamente, si faltan supervisiones externas, caer en el amiguismo, el nepotismo, la corrupción, la opacidad y, a la postre, en la adulteración y el despilfarro de los medios y los propósitos que se les ha confiado.
Creo en la revisión continua, flexible, ordenada, compartida, de todos los postulados que rigen nuestra sociedad en un momento dado, no porque haya que ponerlos patas arriba, sino porque solo se construye la máxima eficacia desde la transparencia, la coherencia, la honestidad y el saber hacer, que no está reñido, sino al contrario, con la explicación creíble y sincera de porqué no se pueden hacer mejor las cosas y porqué se hacen las cosas que se hacen si no son las más eficientes.
Creo, como colofón, que solamente si existen intereses ocultos, quienes realizan una función, cualquiera que sea, entienden que solo ellos detentan la verdad, atesoran todo el conocimiento, disponen de la autoridad para imponer su criterio a los demás. Porque quien quiere hacerlo lo mejor posible, siempre habrá de estar atento a las sugerencias de otros, cuando son emitidas con intención constructiva, y han de meditar sobre el origen y consecuencias de las descalificaciones, aunque surjan con el más deplorable de los propósitos destructivos. Las unas, para tenerlas en cuenta; las otras, para poder atajarlas con razones y no confiar que serán destruídas con el silencio.
Acoge, Sr./Sra. este rezo, y ténlo presente en todas tus actuaciones, como yo las tengo o procuro tenerlas con todas mis fuerzas, amén.
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