A sotavento: Gea manda aquí
Estamos de celebraciones y hoy toca festejar del Día del Ambiente. Algunos siguen diciendo "medio ambiente", como cuando creíamos que, por su discreción, era un dios menor. Lo festejamos, por cierto, porque se nos muere.
Hemos sido muy felices con él. Nuestros mejores momentos estuvieron ligados a su disfrute incontrolado. ¡Qué bellos días a la orilla de aquel río lleno de truchas, en el que nos bañamos tantas veces, buceando entre los mirlos!. ¡Inolvidable el estuario en el que anidaban las chochas de agua, hoy ganado por una siderúrgica! ¿Y qué decir de aquel monte de hayas que tanto nos gustaba, hoy desaparecido por un incendio que se comentó fue provocado por un vecino?
Hoy, los signos de que este hartazgo ambiental toca a su fin, se pueden detectar tanto a nivel general como personal. Hay índices muy concretos, por más que no falte quien los discuta. Los términos "cambio climático", "huracanes devastadores" o "sequía acuciante" son manejados con soltura y, obviamente, con preocupación.
Gea sobrevivirá. Los que lo tenemos más difícil somos nosotros, los seres humanos, y con nosotros, la mayoría de los seres vivos, a los que hemos conducido a una situación que aparece cercana a lo irreversible.
Mientras nos concienciamos un poco más, el recreo se nos va acabando. En algunos países, los últimos llegados a la fiesta, aún hablan de que hay que seguir quemando para ser felices.
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