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El blog de Angel Arias

Jugando en corto: Donantes y receptores, una clasificación arcaica e insolidaria

El primer miércoles de junio, -este año el 4-, será el día del donante. En otros países, auspiciado por otras organizaciones, se celebra en otras fechas. Qué mas da. Todos los demás, inclusive éste, serán los días de los receptores.

La donación de órganos de un cadáver exige, en la legislación española, el consentimiento de la familia o el previo del difunto. En caso de que el muerto no haya comunicado en vida su condición de donante a sus familiares o resulte inequívoca por propia declaración, a los pocos minutos del fallecimiento del ser querido, los deudos deberán tomar una decisión que puede parecerles inoportuna o inquietante, si son preguntados por los médicos que le han atendido los últimos momentos.  "¿Autorizan a extraer sus órganos aprovechables?".

La respuesta no siempre es positiva. Temores imprecisos, miedos religiosos, malentendidos, respeto póstumo hacia el difunto...se entremezclan para decir que "No, gracias". Parecidas reservas se advierten cuando se ordena judicialmente realizar una autopsia: "Pobre, no le dejan tranquilo ni en la muerte".

Pero, puestos en la posición contraria, si el que se niega a donar un órgano de quien ya no vive, lo necesitara para seguir viviendo, ¿no defenderá con uñas y dientes su derecho a disponer de un órgano que al otro ya no le sirve, porque está muerto?.

La sociedad ha evolucionado mucho en reclamar el derecho superior de los vivos sobre los difuntos: investigaciones de paternidad, disposiciones hereditarias nulas, caducidad de las concesiones funerarias, plazos para el ejercicio de los derechos de propiedad, etc.

La razón subyacente es, sin duda, el creciente excepticismo de los vivos sobre lo que les queda por sucederles a los muertos. Se prefiere atender al mayor disfrute posible durante esa combinación de reacciones químicas aún indescifrada que es la vida.

Sin embargo, mantenemos un respeto especial hacia los que acaban de morir.Como si aún estuvieran con nosotros. Como si fuera a importarles lo que hacemos con sus cuerpos yertos, ya camino de la descomposición absoluta.

Todos deberíamos ser donantes una vez muertos. 
 
Otro día escribiré sobre las donaciones orgánicas entre vivos. Ahí ya hay que establecer muchos matices. No es lo mismo ser donante de sangre, o de médula, semen, tejidos epiteliales, óvulos... Y si la donación cuesta un riñón, ya ni digamos.

2 comentarios

Caridad Ribera -

tienes toda la razón, supongo que es cuestión de tiempo, desde luego yo lo tengo clarísimo

Wilhelm Lappe -

pues es verdad, pero supongo que ciertas costumbres arrastradas durante el tiempo y un cierto temor a ni siquiera hablar de nada que tenga que ver con la muerte nos llevan a eso. Lo que planteas suena a transgresor pero es totalmente lógico