Al pairo: Porqué tienen sueldos altos algunos directivos, futbolistas y modelos
Empiezo por pedir disculpas por un titular tan agresivo, en el que he mezclado profesionales de muy diversa trayectoria. Aunque no me consta que en ninguna Universidad del orbe se pueda conseguir el título que habilite de manera inequívoca para ejercer cualquiera de estos trabajos en nuestra sociedad, resulta evidente, incluso a un ignorante de los recovecos del éxito como yo, que las tres actividades no tienen, en principio, nada que ver entre sí.
Basta indagar un poco para confirmar que no hay directivos de élite que sean excelentes futbolistas (si acaso, regulares golfistas), y que en absoluto es verosímil que una modelo de pasarela -capaz de pasearse en ropa interior ante miles de curiosos con la despreocupación de quien se come un cruasán- pueda meter un solo gol a Casillas, salvo que antes lo descoloque a risas.
Pero resulta incuestionable que algunos -pocos, pero haberlos, háylos- miembros de estos tres grupos ganan mucha, muchísima pasta. Todos nos hemos preguntado, en especial, cuando éramos adolescentes, por qué. De niños no nos hacíamos la pregunta del porqué, debido a que, antes como ahora, los padres están obsesionados con imponer a sus retoños su criterio respecto al dinero, sin caer en la cuenta de que andan bastante desorientados. Así que nos quedamos con una idea confusa acerca del cómo hacer dinero.
Los niños de familia humilde, y señaladamente los nacidos en países en donde los pobres son mayoría-, sueñan con que sus hijos varones sean futbolistas en equipos europeos. Si los padres quieren orientar, en iguales condiciones de origen, a una niña que haya conseguido sobrevivir, apuntando belleza, hasta los doce o trece años, ya no me atrevo a ser tan concreto sobre lo que desearían para ella; puede que deseen que la descubra alguien no demasiado perverso.
No creo que haya ningún niño que sueñe con ser directivo de empresa, al menos, los niños normales. Niños normales son, básicamente, quienes no están afectados por patologías neurológicas, aunque muchos estén corriendo el riesgo de dejar de serlo gracias a las play stations. Ni siquiera los hijos del papá empresario son educados para ser directivos enseñándoles los trucos para dirigir una empresa, porque lo que prefieren sus padres, que muy seguramente han hecho el dinero a partir de un comienzo épico, es que hagan una carrera universitaria.
Esta paradoja tiene sus consecuencias. La generación que se hizo rica repartiendo leche con un carrito, recogiendo la basura con acémilas o en un taller de chapistería, desea que sus hijos sean doctores en economía, derecho o ingeniería de telecomunicaciones. Normalmente, por eso, la segunda generación de los ricos hace desaparecer el dinero tan dura como misteriosamente conseguido por sus papás.
Vayamos, pues, al grano. ¿Por qué paga tanto nuestra sociedad a algunos directivos, futbolistas y modelos, mientras a la inmensa mayoría de esas mismas profesiones u oficios, y, por supuesto, al resto de los mortales, les obliga a malvivir con honorarios de miseria? ¿Pretende acaso satisfacer con ellos su mala conciencia colectiva?.
O, afinando aún más, ¿Cómo es posible que entre un empresario del montón o un futbolista mediocre y uno de la élite, en lugar de una diferencia salarial de, -pongo por caso, como relación máxima admisible-, 1:10 (a favor del mejor, claro), los ratios sean de 1:100 y aún superiores? ¿Cómo se determina ésto?
Mi respuesta es que no tengo la menor idea. Creo que nadie la tiene.
Algunos piensan que es porque generan espectáculo, venden mucho mejor la ropa con la que desfilan, consiguen mayor rentabilidad a sus accionistas, han tragado sapos y culebras, se acuestan con el jefe, conocen secretos de empresa que daría vergüenza revelar, tienen un no se qué, etc.
Yo me he convencido de que no hay ninguna razón objetiva. Tiene solo que ver con la huída hacia adelante de esta sociedad. A veces, si creo estar analizando la cuestión con serenidad, me asalta la inquietante impresión de que para tener un sueldo de ensueño, lo único necesario es estar en el lugar adecuado cuando algunas personas inadecuadas nos eligen como idóneos para hacer lo que estiman adecuado por razones inadecuadas.
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