Jugando en corto: Moscosos, victorinos, chicuelinas y otras danzas
Javier Moscoso y yo compartimos un buen amigo, y a través de ese testimonio ocasional pude enterarme de uno de los motivos de felicidad del ilustre jurista, que fue ministro de la Presidencia con Felipe González. A este sesentón con fama de socarrón, le enorgullece que su apellido haya pasado a formar parte de los palabros que la Real Academia Española de la Lengua admite como correctos: moscoso, perpetuando así la genealogía familiar por los vericuetos de gramática.
Y es que hace la friolera -que es como hay que referirse al tiempo cuando se quiere hacer notar que pasa deprisa- de 25 años (en 1983), Javier Moscoso se sacó de la manga una instrucción para conceder a los funcionarios seis dias extras de permiso, de libre disposición que, hasta 2005, de forma coloquial, todo el mundo denominaba "los moscosos" y que, a partir de esa fecha, merced al beneplácito de los académicos, pasaron a ser moscosos sin comillas, con toda la fuerza de una ley gramatical autorizada.
Comprendo la felicidad del ex-ministro, aunque imagino su retintín, al hablar de ese motivo de felicidad. Puedes hacer por este país muchas cosas, pero, al final, lo que queda de verdad, es la fuerza de los estómagos agradecidos. Salvo que te dediques a la tauromaquia, me parece, que en este arte controvertido, se ha dado por poner nombres de cada uno de los posibles movimientos del capote al primer torero que se lució con ellos.
Porque ni siquiera en cosas de toros, el fervor popular pondrá tu nombre si el asunto no tiene que ver con la muleta. El Cordobés se inventó el salto de la rana, pero a ese ejercicio de agilidad, nadie dió en llamarlo ni beniteceña ni cordobesina. Aunque ahora que lo medito mejor, hacer el Don Tancredo, viene de un zapatero valenciano de ese nombre que para saciar el hambre se quedaba quieto en el ruedo sobre un pedestal. Murió, se cuenta, de un bacinillazo, porque en el siglo XIX aún no se registraba a los asistentes a los espectáculos públicos.
Seguro que el Gobierno de Zapatero que ahora comienza, podrá propiciar la incorporación de bibianas, chaconeras, vegueras, bermejeras al lenguaje popular. Promesas en trámite de cumplimiento, ya hay unas cuantas. Aunque a mí, me da en la nariz que la que tiene más éxito de prosperar es la bernatina. Una bernatina sería la metedura de pata en aceite de girasol ucranio, pasada por el recuerdo del bichito sanchorofsiano que si se cae de una mesa, se mata, el pobre.
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albert -