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El blog de Angel Arias

Al socaire: En Madrid, pasa lo que pasa y a veces lo que no tenía que pasar

Al socaire: En Madrid, pasa lo que pasa y a veces lo que no tenía que pasar

El pasado sábado, Miguel Sebastián, el candidato del PSOE para no ganar la alcaldía de Madrid, presentó su programa electoral. El alcalde Alberto Ruiz-Gallardón no me consta que lo haya presentado todavía. Lógico. En realidad, tiene todas sus propuestas ya en la calle y el riesgo mayor que corre es que llegue el 27 de mayo y aún esté Madrid plagado de agujeros y máquinas excavadoras.

 

Me leí el Programa de Miguel Sebastián, y opino que se trata de una lección ordenada de civismo y buenos propósitos ciudadanos. Comienza con una referencia histórica a la labor de Tierno Galván, con cuyo mandato quiere sin duda conectar en solución de continuidad, y da por supuesto que sus votantes van a estar de acuerdo en que el trabajo de los gobernantes del Partido Popular ha sido malo. A mí este planteamiento (quiero decir, la segunda parte de la argumentación, despreciar al contrario) me parece un error. En particular, porque la etapa de Ruiz Gallardón ha sido muy activa y no se puede argumentar que estemos teniendo un mal alcalde en Madrid, salvo que se tome ese pensamiento como un apriori ideológico.

La literatura del programa de Sebastián me gusta prácticamente en su totalidad, y así me imagino que será apreciada por cualquiera que se tome la molestia de leerlo (salvo por sus opositores viscerales, claro). No es mala idea explicar una y otra vez que la filosofía de las actuaciones propuestas va a gravitar "en torno al ciudadano", prima donna de la ciudad.

El ciudadano de Madrid, que hay que distinguir del madrileño, es un personaje al que, en primer lugar, habría que dotarle de identidad, darle un signo que pudiera poner en su camiseta de habitante del pueblo más heterogéneo, desordenado, impersonal, de España. El uso de los pronombres personales en el Programa del candidato del PSOE descuida esto. En el escrito emplea en dos sentidos la primera persona del plural: para referirse a nosotros los socialistas, y para significar un nosotros más difuso, que podían ser los observadores de la política municipal madrileña. Hubiera preferido que se mencionara de vez en cuando a "nosotros, los madrileños".

Como concreción de los propósitos, el programa me parece excesivamente genérico, una colección estructurada de buenas intenciones caras. Aunque ya he dicho que no se gana una votación en política por el programa sino por la capacidad de movilización del electorado, y en eso, desde luego, lo tienen crudo los socialistas en Madrid, yo hubiera deseado más exactitud, menos referencias a la política general del Estado, más independencia y más concreción para el candidato.

Pero aunque Sebastián viene del mundo de las cifras, aparecen pocas cuantificaciones, muy pocos detalles referidos al gasto en Madrid, a su financiación, y llama la atención que el único porcentaje que se recoge es el que se refiere al plan de apoyo a la cooperación al desarrollo (0,7%).
 

Me gusta, desde luego, el propósito de descentralizar Madrid, potenciando las periferias, pero habría que concretar cómo se puede hacer. A mí, esa intención encomiable me sugiere más bien conceptos de un libro de texto de geopolítica, y está prácticamente perdida desde el momento en que la ciudad de Madrid y sus ciudades satélite han adquirido un crecimiento desmesurado, y los parques empresariales están donde están. Como lo que habría que cambiar no es tanto el lugar de residencia de los ciudadanos sino la ubicación de las empresas, que son las que marcan los puntos fijos del desplazamiento, las cartas están marcadas. 

Me parece también estupendo mejorar el transporte público, y en especial, el autobús y el metro, pero, como usuario de ambos, me temo que en las horas punta, que es cuando lo necesitamos los que no tenemos coche oficial ni sitio donde aparcar el propio, los medios públicos andan saturados. Habría que realizar una reasignación de recorridos de los autobuses urbanos, y ese estudio es obra de especialistas que ignoro si , forman parte del equipo de Sebastián, pero no se han manifestado. 

Desde luego que hay que combatir la delincuencia, -y añadiría, analizar las causas por las que Madrid se nos haya convertido en un paraíso para vagabundos, desocupados, parias y drogatas, y corregirlas- . Para ello, habría que`proteger al pequeño empresario, impulsar el comercio y embellecer la ciudad, controlando solares vacíos, locales desocupados, viaductos oscuros, etc. Y creando más albergues, así como analizando los perfiles sicológicos y la capacidad de readaptación de los marginados, individualmente.

No tengo más que aplausos ante la idea de plantar más de un millón de árboles, aunque me pregunto dónde y de qué especies, porque Madrid es una ciudad en la que hay miles de árboles alóctonos, algunos demandando grandes cantidades de agua, y cuyas raíces y copas desmadradas son, a la larga, un engorro y un coste para las arcas municipales


Es lógico que haya que cambiar las bombillas de alumbrado público por otras de bajo consumo y me pregunto, desde luego, porqué no se ha hecho ya así, sin esperar a que cambie ninguna legislatura. No solo cambiar, propongo que se iluminen más muchas zonas, porque aunque presumimos de ser una de las ciudades más iluminadas del mundo, aquí la gente va mucho a pie por su barrio -que no en coche-, y a nadie le gusta ser asaltado desde la oscuridad.

Me gustaría que se pudiera reducir el ruido –en una ciudad en la que la gente vuelve a tocar el claxon como si tal cosa y en la que las sirenas de la policía y las ambulancias ululan a cualquier hora sin que jamás haya comrpendido lo que se pretende con ello-... 

Por supuesto que apoyo que hay que mejorar la limpieza de Madrid (y educar a los ciudadanos), y apoyar el reciclado de los residuos (de verdad), y peatonalizar más espacios, y crear más polideportivos (y enseñar a usarlos), aumentar el número de centros de servicios sociales (uno por cada 50.000 habitantes, qué menos), y crear un Plan de Eméritos de la ciudad para aprovechar la experiencia de los mayores (¿los mismos que estamos concenciando para el paro y una prejubilación sin respeto a sus habilidades?), y eliminar barreras arquitectónicas (¿empezando por las de metropolitano y continuando por eliminar tantos inútiles mobiliarios urbanos?),  y apoyar a los menores desprotegidos y a las familias en dificultades (¿formando a los profesores y educadores?), e impulsar a los jóvenes creadores (¿llevándolos primero a ver las exposiciones de los clásicos?), y potenciar los centros de salud (¿renunciando a que haya ciudadanos de primera y de segunda y hasta de tercera?), y aumentar las bibliotecas públicas (¿solo para que estudien allí los chavales en época de exámenes?) y crear laboratorios de empresas culturales (¿con el riesgo de que hagan burdos performances en donde se insulte la cultura?), y todo eso, y más...

No quiero vulgarizar con este comentario, porque Miguel Sebastián parece un candidato serio, aunque necesitado de rodaje. No esperaba sin embargo que su programa fuera a evidenciar un exceso de literatura para simpatizantes y una carencia de motivos concretos para que le voten los que no son socialistas.

Desde luego, para ello, hay que potenciar el alquiler de viviendas, aumentar la calidad de la enseñanza, promover el comercio y los mercados municipales y reformar las condiciones de empleo y autoempleo, fomentar el crecimiento económico y la investigación, y conseguir una mayor participación y tener en cuenta la ley de capitalidad... ¿No son estas funciones que caen mejor entre los cometidos de la autonomía regional o del gobierno central?.

Mi pregunta, sin ningún retintín, es: ¿Cuánto nos está costando este Madrid que se ha hecho más áspero, más duro de vivir?. ¿Cuánto nos costará corregirlo, en lo que ea imprescindible, y qué tiempo necesitamos?.

Y en concreto: Las obras que está haciendo el actual gobierno, ¿de verdad, creen los socialistas que son tan inútiles y tan malas? ¿Piensan conseguir sus votos negando las virtudes del contrario?. Me temo que han empezado a correr algo recalentados.

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