Al socaire: Premios Principe de Asturias, magnífica fusión de oportunidad, publicidad y méritos
Los premios Principe de Asturias se han entregado hoy, en una fastuosa ceremonia, con ribetes de jolivúd, con los premiados llegando -en estudiado crescendo- en limusinas negras, cuyas puertas abrían gráciles azafatas trajeadas también de negro. El público ovetense se agolpaba tras los cordones de seguridad, y aplaudía con educación cada vez que descendía alguien de los vehículos, y lo hacía a raudales, cuando reconocía a los personajes.
Los premios han servido para poner el punto de mira sobre mi ciudad natal, Oviedo, puntualmente, desde 1981, en estos días atristayáos de mediado otoño. Siempre me han parecido una idea estupenda, porque toda propaganda viene bien. No solamente por la gran fiesta final, sino porque, mientras se deciden los premiados –con primorosa gradación de emociones- se reúnen en Oviedo los miembros del Jurado, se habla de los candidatos, se difunde el nombre de la ciudad junto a los ganadores. Podría escribir que los premios Principe de Asturias han dado también cancha al hijo varón de SSMM los Reyes de España, D. Felipe, que ha consolidado así una imagen de simpatía y servicio a su proyección pública, pero ese sería un efecto colateral que no creo venga al caso subrayar.
Magnífica idea la de galardonar a personajes de ya muy reconocida popularidad, especialmente en las secciones que dan menos juego a la imaginación, como pueden ser las de las Artes, las Letras o la Concordia internacional. Como sucede con casi todos los premios de pretendido alcance internacional –y el del Principe de Asturias lo tiene-, frecuentemente los galardones de acumulan sobre las mismas personas, cuyas vitrinas deben estar llenas de medallas y placas e incluso hay que suponer que sus arcas no deberían necesitar, por lo general, más dinero para ir tirando. Por eso, algunos regalan los 50.000 euros a los pobres.
Pero, qué duda cabe, que además de significar un Gran Festival para mi ciudad, el Premio Principe de Asturias es un Certamen serio, que se mueve en un sabio camino intermedio entre premiar a los muy famosos que sirven para consolidar su prestigio y darle mayor difusión, y premiar a algún descubrimiento nuevo, que, sacándolo a la luz y mezclándolo con algún héroe local o nacional del momento, crea un mejunge de alto interés mediático. Por eso, opino que el el Premio tiene la madurez y la buena salud para que pueda ser considerado en la parte alta de aquellos que dan algo más de gloria a los que ya tienen bastante y no constituyen en absoluto un demérito a los que tienen ya muchísima.
Nunca me han invitado a asistir a la ceremonia (tampoco habría por qué, supongo), que he visto, sin embargo, a veces y a ratos, cuando la emiten por televisión. Por supuesto, no he figurado jamás como miembro de ninguno de los Jurados y, por absoluta obviedad, jamás he sido nominado a ninguno de los premios. Pertenezco, pues, a la categoría de los asturianos que contribuímos desde la barrera, con nuestros aplausos y entusiasmo, a que las celebridades y los organizadores del evento se sientan un poco más felices, viendo cómo les queremos, les respetamos o, simplemente, nos enteramos que existen, y estamos satisfechos de que se premie a gentes que están haciendo algo por la Humanidad, por España o por Asturias.
Claro que no todos los premiados tendrán iguales méritos, pero a quién importa eso, y cómo se calibra, además, el nivel de premiabilidad. Será, imagino, una combinación de oportunidad, méritos reales, conocimiento de la existencia del premiable por parte del jurado, defensa enardecida de algún miembro del mismo, sutiles indicaciones de por dónde deben ir los tiros... No sé.
Si observo la lista de premiados a partir de 1981, primer año en que fueron convocados, hay algunos exotismos (en 1991, por ejemplo, el premio de Letras fue otorgado al pueblo de Puerto Rico, “que por decisión ejemplar ha declarado al español única lengua oficial del país”). Encuentro también algunas frases que, sin demérito al premiado, se hubieran matizado seguramente de haber sido escritas hoy (así, la justificación de premiar en su momento a Gunter Grass “por su defensa de los débiles y apoyo a los sistemas democráticos modernos”).
Hay residuos de esperanzas del pasado que, desgraciadamente, se han disuelto en el café de las desesperanzas (Premio de cooperación internacional en 1994 a Issac Rabin y Yaser Arafat ) y cantos a la bandera que aún no tienen plenos frutos (premio a la coordinadora Gesto por la paz de Esukalerria “por su abnegado afan a eliminar la violencia”).
Los premiados este año ya han tenido amplia difusión, y por eso, quería detenerme en uno de los más desconocidos: Juan Ignacio Cirac, físico, premio a la Investigación cientifica y técnica. Cirac tiene una trayectoria profesional que aúna, a su indudable valía personal, el despertar de un sentimiento de lástima al recordar lo poco que cuidamos a nuestros investigadores y lo difícil que se lo ponemos a los buenos.
Actualmente, Juan Ignacio Cirac es director del instituto Max Planc en el departamento de Fisica cuántica. Después de haber sido algunos años profesor adjunto en la Universidad de Castilla la Mancha, se fue a Insbruck, en donde trabajó con Peter Zoller. Trayectoria diferente la de este científico austríaco, que estudió en Insbruck, trabajó unos años en Colorado como invitado en el Joint Institute for Laboratory Astrophysics (JILA) y pudo, en olor de santidad, volverse a su Universidad y seguir trabajando en ella.
Me parece, además, estupendo que le den el premio a Cirac y no a Zoller. Que premien a Fernando Alonso y no a Schumacher. Que premien a la selección española de baloncesto y no a la NBA. Hay que apoyar y difundir las glorias locales. También me parece bien que premien a Lula de Silva y no a los promotores de Davos, que lleven a la primera línea a algunos personajes e instituciones interesantes que se mueven en las segundas divisiones, teniendo méritos para militar en la primera. Ese es también un valor de la Fundación Príncipe de Asturias.
Por cierto, el único ingeniero al que han premiado hasta ahora en Asturias, si no me equivoqué al repasar los curricula, ha sido Amable Liñán, (en 1993) Dr. Ingeniero de telecomunicaciones por Madrid y por California, y profesor adjunto de la Universidad de Yale en esa época.
Apoyo, por tanto, que es momento de premiar a otros ingenieros españoles. Se podría proponer a los próximos miembros del Jurado, si nos preguntan, varios nombres. Sé que tras de ello se anda, hasta el momento sin éxito. La Real Academia de Ingeniería de España, el Instituto de Ingeniería, los claustros de las Politécnicas españolas, los Institutos de Investigación y muy excelentes y provechosas empresas para la economía de este país, albergan excepcionales candidatos.
Los premios han servido para poner el punto de mira sobre mi ciudad natal, Oviedo, puntualmente, desde 1981, en estos días atristayáos de mediado otoño. Siempre me han parecido una idea estupenda, porque toda propaganda viene bien. No solamente por la gran fiesta final, sino porque, mientras se deciden los premiados –con primorosa gradación de emociones- se reúnen en Oviedo los miembros del Jurado, se habla de los candidatos, se difunde el nombre de la ciudad junto a los ganadores. Podría escribir que los premios Principe de Asturias han dado también cancha al hijo varón de SSMM los Reyes de España, D. Felipe, que ha consolidado así una imagen de simpatía y servicio a su proyección pública, pero ese sería un efecto colateral que no creo venga al caso subrayar.
Magnífica idea la de galardonar a personajes de ya muy reconocida popularidad, especialmente en las secciones que dan menos juego a la imaginación, como pueden ser las de las Artes, las Letras o la Concordia internacional. Como sucede con casi todos los premios de pretendido alcance internacional –y el del Principe de Asturias lo tiene-, frecuentemente los galardones de acumulan sobre las mismas personas, cuyas vitrinas deben estar llenas de medallas y placas e incluso hay que suponer que sus arcas no deberían necesitar, por lo general, más dinero para ir tirando. Por eso, algunos regalan los 50.000 euros a los pobres.
Pero, qué duda cabe, que además de significar un Gran Festival para mi ciudad, el Premio Principe de Asturias es un Certamen serio, que se mueve en un sabio camino intermedio entre premiar a los muy famosos que sirven para consolidar su prestigio y darle mayor difusión, y premiar a algún descubrimiento nuevo, que, sacándolo a la luz y mezclándolo con algún héroe local o nacional del momento, crea un mejunge de alto interés mediático. Por eso, opino que el el Premio tiene la madurez y la buena salud para que pueda ser considerado en la parte alta de aquellos que dan algo más de gloria a los que ya tienen bastante y no constituyen en absoluto un demérito a los que tienen ya muchísima.
Nunca me han invitado a asistir a la ceremonia (tampoco habría por qué, supongo), que he visto, sin embargo, a veces y a ratos, cuando la emiten por televisión. Por supuesto, no he figurado jamás como miembro de ninguno de los Jurados y, por absoluta obviedad, jamás he sido nominado a ninguno de los premios. Pertenezco, pues, a la categoría de los asturianos que contribuímos desde la barrera, con nuestros aplausos y entusiasmo, a que las celebridades y los organizadores del evento se sientan un poco más felices, viendo cómo les queremos, les respetamos o, simplemente, nos enteramos que existen, y estamos satisfechos de que se premie a gentes que están haciendo algo por la Humanidad, por España o por Asturias.
Claro que no todos los premiados tendrán iguales méritos, pero a quién importa eso, y cómo se calibra, además, el nivel de premiabilidad. Será, imagino, una combinación de oportunidad, méritos reales, conocimiento de la existencia del premiable por parte del jurado, defensa enardecida de algún miembro del mismo, sutiles indicaciones de por dónde deben ir los tiros... No sé.
Si observo la lista de premiados a partir de 1981, primer año en que fueron convocados, hay algunos exotismos (en 1991, por ejemplo, el premio de Letras fue otorgado al pueblo de Puerto Rico, “que por decisión ejemplar ha declarado al español única lengua oficial del país”). Encuentro también algunas frases que, sin demérito al premiado, se hubieran matizado seguramente de haber sido escritas hoy (así, la justificación de premiar en su momento a Gunter Grass “por su defensa de los débiles y apoyo a los sistemas democráticos modernos”).
Hay residuos de esperanzas del pasado que, desgraciadamente, se han disuelto en el café de las desesperanzas (Premio de cooperación internacional en 1994 a Issac Rabin y Yaser Arafat ) y cantos a la bandera que aún no tienen plenos frutos (premio a la coordinadora Gesto por la paz de Esukalerria “por su abnegado afan a eliminar la violencia”).
Los premiados este año ya han tenido amplia difusión, y por eso, quería detenerme en uno de los más desconocidos: Juan Ignacio Cirac, físico, premio a la Investigación cientifica y técnica. Cirac tiene una trayectoria profesional que aúna, a su indudable valía personal, el despertar de un sentimiento de lástima al recordar lo poco que cuidamos a nuestros investigadores y lo difícil que se lo ponemos a los buenos.
Actualmente, Juan Ignacio Cirac es director del instituto Max Planc en el departamento de Fisica cuántica. Después de haber sido algunos años profesor adjunto en la Universidad de Castilla la Mancha, se fue a Insbruck, en donde trabajó con Peter Zoller. Trayectoria diferente la de este científico austríaco, que estudió en Insbruck, trabajó unos años en Colorado como invitado en el Joint Institute for Laboratory Astrophysics (JILA) y pudo, en olor de santidad, volverse a su Universidad y seguir trabajando en ella.
Me parece, además, estupendo que le den el premio a Cirac y no a Zoller. Que premien a Fernando Alonso y no a Schumacher. Que premien a la selección española de baloncesto y no a la NBA. Hay que apoyar y difundir las glorias locales. También me parece bien que premien a Lula de Silva y no a los promotores de Davos, que lleven a la primera línea a algunos personajes e instituciones interesantes que se mueven en las segundas divisiones, teniendo méritos para militar en la primera. Ese es también un valor de la Fundación Príncipe de Asturias.
Por cierto, el único ingeniero al que han premiado hasta ahora en Asturias, si no me equivoqué al repasar los curricula, ha sido Amable Liñán, (en 1993) Dr. Ingeniero de telecomunicaciones por Madrid y por California, y profesor adjunto de la Universidad de Yale en esa época.
Apoyo, por tanto, que es momento de premiar a otros ingenieros españoles. Se podría proponer a los próximos miembros del Jurado, si nos preguntan, varios nombres. Sé que tras de ello se anda, hasta el momento sin éxito. La Real Academia de Ingeniería de España, el Instituto de Ingeniería, los claustros de las Politécnicas españolas, los Institutos de Investigación y muy excelentes y provechosas empresas para la economía de este país, albergan excepcionales candidatos.
2 comentarios
Administrador del Blog -
De las personas que se cita por su nombre de pila, y que Ana no identifica al completo para el resto de los lectores no avisados, me guardo para mí sus apellidos y les mando recuerdos, si es que ellos llegan algún día a leer mi cuaderno.
Eso sí, puesto que soy propietario de un restaurante en Madrid, y aunque no compito en la misma plaza que Del Arco, reclamo que, gracias sin duda al magnífico equipo profesional que tengo conmigo y a los desvelos de mi esposa María Jesús, no tengo nada que envidiar a ese lugar de reunión gastronómica de los ovetenses de pro. Y hasta le pongo una ventaja para mi sitio: es bastante más barato. (Para más información www.alnorte.es)
Ana -
Tambien he conocido a Pedro Almodóvar "premio de las Artes" super afable y cariñoso, muy asequible y tremendamente campechano, decia estar encantado en Oviedo, tambien tengo plasmado el momento para el recuerdo. La selección Española de baloncesto con la que también he intercambiado algunas palabras en su más destacado exponente en España, Pau Gasol con sus 2,14 de humanidad . Ya de lejos he visto a todos los demás. En un segundo plano, Penélope Cruz,muy guapa; ya como las grandes estrellas de Hollywood paseando de la mano de Almodovar su traje negro y blanco por la alfombra, que no era roja, sino azul, del teatro Campoamor; decian que era la menos asequible de todos los que alli se congregaron; yo creo que no quiso quitar protagonismo a los aútenticos protagonistas de la velada.
Todo el mundo con sus mejores galas,verdaderamente habia gente muy elegante , yo misma lo pude comprobar en la recepcción posterior a la entrega de los premios, en el Hotel de la Reconquista en la que estuvimos Juan,(nuestro hermano), como si fuera un reportero más fotografiando a toda fisonomia conocida que se pusiera a tiro, Anina,(sobrina) Manolo y nuestros amigos Ana y Claudio,Juan Ramón y Yolanda etc... para continuar la velada ,fuimos a cenar al Restaurante Del Arco,para degustar una cena exquisita ; con entrada de jamón iberico y croquetas para continuar con unas vieras con pulpo y verduritas, seguido de lubina a la sal con arroz y para terminar postre de chocolate con sabor a menta ,vino de Murua reserva y cava, todo muy rico y con compañia muy agradable. Para el año proximo me dijeron que tu eras uno de los nominados al
mejor y màs completo profesional en ingenieria, matematicas , derecho, literatura, filosofia, Artes, restauración y buena gente, de todos los tiempos.
Un beso