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El blog de Angel Arias

Editorial de Entiba: Nadie al aparato

En diciembre de 1990, el autor de este Cuaderno, por entonces miembro de la Junta Directiva del Colegio de Ingenieros Superiores de Minas del Noroeste de España, publicó en la revista Entiba el Editorial que figura más abajo. Mucho ha llovido desde entonces, y en el terreno antes apacible de la actividad de los colegios profesionales, han aparecido incluso tormentas e inundaciones.

Trasladado a Madrid, este ingeniero-abogado fue también vocal de la Junta Directiva del Colegio de Centro de la misma profesión, aunque dimitió por motivos personales. Expedientado por supuesta infracción de la deontología profesional -mágica invocación a la que siempre tuve absoluto respeto- por sus antiguos compañeros de Junta, en una resolución que el Consejo Superior declaró nula de pleno derecho, su caso se encuentra, junto al de otros compañeros que participaron en la misma candidatura, en los Tribunales de Justicia. Basten estas pinceladas para embocar un escrito que, a pesar del tiempo transcurrido, suscribo hoy plenamente
.

El Colegio del Noroeste ha realizado el pasado mes de diciembre la renovación parcial de su Junta directiva, tal como prevén los Estatutos. El asunto, que se viene repitiendo cada dos años con más apatía que fervor, tenía por tanto más chances en origen de ser tratado en bata y zapatillas que con las ropas y joyas del domingo. Sin embargo, algunos de los cálidos aspectos que se pusieron de manifiesto en las últimas elecciones merecen un cariñoso repaso, un toque de tambor y trompetuelas.  

No tiene este Editorial intención de sacar punta a un acto propio (y menos punta dura), pero quiere recogerse de su asombro ilusionado por la movida que nuestro grupo de ingenieros, tradicionalmente harto apacible y asaz desinteresado por las cosas de la carne del Colegio, ha montado ante un hecho antes vanal (de vano, pues). Así era considerado para muchos el que cada bienio algunos miembros de la Junta dejasen a otros la púrpura y sillones e hiciesen mutis de la ceremonia mensual por la que daban en reunirse para resolver temas oscuros de competencias, seguros de viudedad y menús en Santa Bárbara, asuntos que la mayoría se supone son el plato fuerte de la alta cocina de estos predios. 

Los hechos de final de este otoño han permitido descubrir, al menos, dos cosas cosadielles. La una, deducible por la numerosa presencia de candidatos (nueve para cuatro plazas), básase en que existe un atractivo nuevo en la función de vocal del Colegio de Minas, una voluntad mayor de sacrificio y unas ganas de colaborar más especiales. Conclusiones que para quienes tenían que andar buscando a golpe de teléfono las cabezas dispuestas (que no predispuestas) a soportar el peso de la tiara, suponen cuanto menos un alivio.

Bienvenida sea la voluntad de salir a dar el callo y ponerse a trabajar por el Colegio. Si los tiempos son difíciles, cuanto más hombros, tendremos asegurada más presencia, haremos más camino, alzaremos mayor eco.
 Por otra parte, la masiva afluencia de votantes en una grey que hasta ahora apenas si había participado en sus comicios, confirma los nuevos aires del momento. Si para elegir representantes al Congreso de Diputados se alcanza a duras penas el 60% de participación, conseguir que aquí sobrepasemos el 40% es barrunto de inflexión y ritmo de milagro.

Después de congratularse por la participación en sí, el animus suponiendi se decanta en que las cosas de Palacio en Asturias, 2, Oviedo, interesan cada vez más al personal. Bendita sea.
 El hecho de votar significa también que se está dispuesto a apoyar a los candidatos con algo más que con la palmada en la espalda. Como es sabido, los vocales de la Junta ni cobran, ni perciben dietas ni alcanzan prebenda alguna que no se labren en otros sitios de más rédito. Por tanto, los electores tienen con sus votados el compromiso no sólo de exigir que lo hagan bien, sino de ayudarles a cumplirlo. 

Si en todo cóctel hay un punto amargo, en este lo fue la sospecha que algunos expresaron, por la que existiría una candidatura oficialista, supuestamente apoyada por la Junta actual, una especie de corps de élite de preferidos de los altos sacerdotes, muñidores del caldo, sabios cocineros, que con todo ese tejemaneje no pretenderían otra cosa que el mantenimiento del aparato.  

Esta sociedad está tan sensibilizada por la terminología política que hasta en las esquinas más inocuas se cuelan términos propios del debate periodístico. No cabe forma más ingenua de expresar que quienes se afanan por encontrar más identidad a este Colegio sean vistos desde fuera como un aparato de poder, cuando no solamente no hay tal, sino que a menudo ni siquiera hay mantequilla. 

Efectivamente, la Junta actual podría haber realizado legítima campaña para incorporar sus pretendidos candidatos idóneos a soportar el peso de la corona de espinas y la púrpura. Si no se ha ejercido este derecho/deber suponemos que fue porque, desde el momento en que se vió que había más candidatos que sillas, y siendo todos por igual tan compañeros, se limitó a esperar confiada que la buena intuición del colectivo eligiera las espaldas más sufridas y las mentes más tolerantes y plurales.

Y esperando también que las leyes de los grandes números distribuyeran equilibrios: no todos los elegidos de la misma empresa, no todos públicos ni todos muy privados, no todos docentes ni todos funcionarios, ni demasiado mucho ni demasiado poco.
 

Suponemos además que la Junta remanente desearía en secreto, coincidiendo en ello con el pensamiento de la mayoría, que el debate colegial se mantuviera ajeno al debate político, máxime cuanto que no estábamos eligiendo un decano -es decir, un programa- sino vocales, esto es, los currantes.  

Tranquilos, pues, si hay almas despistadas. No hay aparato de poder en el Colegio de Minas del Noroeste, ni intención ni posibilidad de que suceda. El Colegio seguirá siendo lo que quiera la mayoría, por más que una minoría diligente, renovada cada dos años, haya de sentarse al menos mensualmente en torno a la mesa de reuniones del Colegio para decidir desde lo pequeño a lo importante con la seriedad y honestidad que son atributo de los buenos gestores, y con el ánimo de los mejores compañeros.  

Hay que aprovechar la ocasión para resaltar la generosidad de quienes han ocupado alguna vez cargos directivos en los Colegios profesionales. Estos compañeros, después de cuatro años de servicio, han salido enriquecidos espiritualmente con la convicción de haber servido en algo a los demás, con el mismo bagaje material con el que entraron, salvo una modesta metopa o una placa cuyo valor sentimental honrará la sala de estar de sus casas, junto a los otros regalos preciados por su contenido inmaterial que todo profesional va acumulando a medida que peina canas.  

E igualmente, debemos agradecer a aquellos compañeros que se presentaron y no salieron elegidos, el gesto de haber dado el paso al frente de ofrecerse al servicio de los demás, deseándonos que esta actitud que les honra se mantenga siempre, y se presenten nuevamente dentro de dos años, (junto a otros muchos que ahora tal vez dudaban), y que empiecen ya hoy a hacer por el Colegio, si es que aún no lo han hecho.

En este Colegio no hay nadie al aparato, somos todos los que hacemos de la voluntad, el instrumento.

2 comentarios

Administrador del Blog -

Coincido, por supuesto, contigo, amigo Luis. En esa línea me he manifestado siempre, por ese criterio he tenido que sufrir inmerecidos reveses de quienes tenían otros puntos de vista, otros intereses.


Por cierto, y dando un salto hacia otra perspectiva, soy de la opinión que los responsables de la gestión pública, en particular en los altos puestos de la Administración, deben aportar experiencia gestora y, con preferencia, en alguna de las líneas de actuación de su gabinete. Han de encontrarse, además, en la madurez de su vida profesional.

No me parece "de recibo" que utilicen la plataforma pública para encontrar un mejor puesto en las empresas privadas. Habría de ser al revés. Una brillante gestión privada habría de conducir a los más capaces, a los más brillantes, al honor de servir a la colectividad, desde el campo de lo público. ¿Cuánto nos falta para alcanzar este objetivo deseable?

Luis -

Desde mi punto de vista los integrantes de la Junta de Gobierno de un colegio profesional deberían ser profesionales altamente cualificados y respetados por la profesión cuya presencia fuese autoridad en los asuntos de competencia del colectivo. Su misión debería ser consultiva y no gestora, ayudando con su experiencia, sus conocimientos y sus ideas a la promoción y desarrollo de sus representados. Los colegiados -y el resto de la sociedad- deben ver en los integrantes de su Junta modelos capaces de generar motivación en los más jóvenes, admiración en los menos. Y el pago por desarrollar esa labor no debe ser otro que el prestigio de pertenecer a una Junta tal, y la satisfacción personal de aportar un granito de arena al desarrollo del colectivo.

De la gestión del Colegio cuanto más profesionalizada mejor pero eso lo comentamos otro día