Poemas de Encargo (Fragmento, poemas I a VI)
El libro Poemas de Encargo (Angel Manuel Arias, 2004) empieza con los siguientes Poemas
I
Extraños compañeros de la realidad
han entrado en mi cama
aprovechando los fríos y tu ausencia.
Cada vez que descuido la dosis me seducen,
no por causa de encantos ni por obra
de sutiles redondeces conniventes.
A esos monstruos les basta con saber que fantasía
está de vacaciones en tu casa
y que yo soy hombre con hambre ya de días.
II
Con estas trazas no se puede salir a la calle,
me justifico mientras alzas la persiana
y pones de tu parte mesa y mantel a un nuevo día.
Así que me dejo vestir con el disfraz de los domingos
(que de cuantos poseo es el que está menos usado),
y dando algunos pasos me sorprendo
buscando entre las ganas de vivir algo que comer.
Estoy muy débil para convencer incluso a un partidario,
refunfuño, sostenido en la fuerza que derrochas
en hacerme creer en el valor de lo que hago,
y hasta el aire que alborota mis canas te parece
hijo del impulso que nos hizo llegar hasta aquí.
III
No voy a discutir la obviedad:
comparado contigo, soy un tipo aburrido.
Hace lustros que agoté mi confianza
aunque siempre estuve a punto
de inventar algo definitivo.
Sigo creyéndome el mejor,
pero no me quedan ya trucos por hacer.
Repasándome, lo he dicho todo,
Dios.
IV
Veo con pavor
que lo has previsto todo, desde yacijas y tálamos
hasta las menores minucias, el condón y las tijeras.
Antes de que apareciera por tu puerta
has calculado la íntima satisfacción
que me produciría perder hasta la noción de mi yo.
No puedo articular palabra mientras te desnudo
mientras me hablas de lo bien organizada
que está tu ciudad, de lo mucho que falta
para que los demás se den cuenta –obvio-
de que soy tu personaje, de que no valgo más
que puesto en tu regazo,
invento del deseo que habita entre mis piernas.
Yo que no me doblego ante nadie
caigo a la primera cuando sopla tu viento,
escorado por las buenas a tu lado.
V
Cuando me notas a punto de desfallecer, desvelas el regalo
que me traes en esa caja de juguetes: tu sonrisa,
la manera de entretener con trozos que pueden ser pasado,
el momento en que otro como yo, con esta carga al hombro,
no tendría más remedio que estallar en semen o en sollozos.
No es eso solo, no, son muchas más las veces
en que alternando anécdotas con historias inventadas
-así eras tú, ese árbol plantaste, la huella del jardín
pertenece sin duda a tu zapato- me descubres algo de futuro
rebañando en los bordes de mi plato, avanzando
segura entre precipicios de ambos lados.
Bendito seas, lazarillo lleno de voluntad que me salva paso a paso
del riesgo de caer, ciego como voy, renco y muy feo,
en la zanja de tanta profundidad que cruza de lado a lado,
sin señales ni advertencias, destrozándola por la mitad, mi propia calle.
VI
Lo que te tengo dicho, las promesas
con las que te convencí para que me franquearas
las puertas, las buenas razones
para que me confundieras con otro,
todo es falso.
Soy un iluso convulsivo,
y esas prendas
las llevo atadas al cuello como un lazo.
Ahora que solo me sirven de lastre.
haré que me tiren al mar, me lo merezco.
No temas por mí,
porque sobreviré también a otro naufragio
y aunque haya tragado mucha rabia,
después de haberme recuperado de los golpes,
al curar tendré la osadía de intentarlo otra vez.
Velando a tu puerta la ocasión propicia
probaré a vencer tu resistencia
apareciendo de sopetón entre tus calmas
con las prisas del viernes por la noche.
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