Cuentos para solitarios: Pasión por la lectura (Parte 2)
(sigue de la entrada anterior: Cuentos para solitarios "Pasión por la lectura")
Debí imaginarme que el maravilloso local en donde servían una horchata como las de antes, estaba cerrado por vacaciones. Pude suponer, -aunque la veloz carrera en un equilibrio que se me antojaba precario sobre la moto me había dejado bastante aturdida-, que el sitio recomendado estaba justo al lado del piso de mi colega de patología quirúrgica, en el que, naturalmente, había amplio acopio de bebidas refrescantes y, por añadidura, la ocasión de escuchar el último cd de Sandra Polop.
-Sube solo un ratito, mujer. Arriba estará mi madre, que andará ya preocupada por mi tardanza. Tomamos un refresco y escuchamos esas canciones dedicadas al amor y a la soledad, que te prometo que te gustarán. Si es que hasta te pareces algo a la Polop...aunque tú eres más bonita.
-Pero es que yo...
La mamá podría estar preocupada por su hijo, pero no se hallaba. Según me explicó, seguramente había salido para no perderse el rosario -¿de la mañana?-, como cada día. El salón estaba amueblado de forma acogedora y había un tresillo en el que uno de los sofás, según el experto, se encontraba situado en una posición estratégica:
-Desde aquí se escucha mejor, porque el sonido es plenamente cuadrafónico; es como si estuviéramos en un concierto.
Mientras se iba a la cocina por los refrescos, aproveché para husmear en su biblioteca. Junto a algunos volúmenes relativos a técnicas quirúrgicas, había varios ejemplares de entomología y, entre ellos, manifiestamente descolocado, un tomo de la novela Ana Karenina, que tomé en mis manos.
-¿Lo has leído? -me preguntó, acercándome un vaso de naranjada en el que, al primer sorbo, noté el sabor del vodka, que, a su antojo, había mezclado en él-. Me entusiasma ese personaje. Representa, para mí, la fuerza de lo femenino. Lo encuentro fascinante, muy útil para conocer las peculiaridades del alma de la mujer.
-No deja de ser una visión masculina -repliqué-. No entiendo los remordimientos y los celos enfermizos de esa mujer. Y, desde luego, no comparto la decisión de que se suicide. Es un truco de Tolstoi para forzar un mensaje moralizante, una torpe advertencia para pecadores.
En el aparato sonaba la letra de El Secreto de Alex, "Mi cielo" : "Desperté sin saberlo en la cara oculta de la luna; me quedé en ese invierno discutiendo con mis dudas".
No sabría precisar en qué momento él se sentó a mi lado, sobre el brazo del sofá. El setter se fue, dócil, a la terraza.
Supe de inmediato que pretendería besarme, y, sin que probablemente fuera oportuno, esbocé mi opinión:
-Prefiero, con el mismo argumento, una película que me ha emocionado recientemente. "Io sono l´amore", con una actriz que me encanta, Tilda Swinton.
Sus labios sabían también a vodka con naranja, mi bebida preferida. Al torcer la cabeza, mientras él se deslizaba sobre mi regazo, advertí que en la esquina del salón, en el ángulo más oscuro, había un piano.
Pasó toda la tarde; se hizo tarde la noche. Llegué aquella noche a casa, muy a destiempo, conducida otra vez por el sidecar, y más apretada esta vez al cuerpo del otro. Todo estaba en silencio. Cuando me levanté para desayunar, dije a mis padres que esperaban alguna explicación, que había ido a ver unos fuegos artificiales con unos amigos y me habían entretenido.
-Ya era hora de que alguien te sacara a pasear a la luz de la luna, jovencita -comentó mi padre, sin que, en mi opinión, su observación viniera a cuento-. Ah, y ha llamado un profesor de la Facultad para completar tus datos; dijo que necesitaba tu teléfono móvil para recomendarte al Mir.
Me sonrojé como una novicia y me oí decir, en un sueño:
-Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía. Mientras haya un misterio para el hombre.
Y, en ese momento, sonó el aviso de entrada de un mensaje en mi teléfono móvil.
Esperé para leerlo a encontrarme sola en la habitación, con el corazón palpitándome, y esta vez no por mi pasión por la lectura.
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