A barlovento: Aforismos y Refugios: Jaime Herrero y Gonzalo Suárez en Asturias
Con el pretexto de la presentación de un librito ("El secreto del cristal. Aforismos y desafueros"), en el que se recopilaron algunas frases más o menos lapidarias, expurgadas por Anne-Hélène -su hija- y Salvador Foraster de lo mucho escrito por Gonzalo Suárez, -el polifacético cineasta ovetense-, se reunieron en la Delegación del Principado de Asturias en Madrid un par de centenares de los admiradores del autor de "Remando al viento" .
Miguel Múnárriz, el delegado, hizo de anfitrión del acto, que se celebró el 18 de noviembre de 2008, y en el que leyeron algunos aforismos, con su empostada voz de seductores, Carmelo Gómez y Pastora Vega. Hubo antes y después un coloquio, dirigido por Javier Rioyo, en el que lució la socarronería y la simpatía de Gonzalo Suárez, que se dirigió a todos como si estuviera entre amigos, recibiendo aplausos y risas.
("Todos tenemos la fuerza suficiente para soportar la desgracia de los demás"; "Es el libro que menos trabajo me costó escribir" "Entre los aforismos se coló uno que no es mío, pero el autor (de la Rochefoucauld? Lichtenberg? Hipócrates?...qué más da) ya está muerto y no reclamará derechos"; "Has puesto el dedo en la llaga...pero sigo buscando", contestó a una asistente impertinente que le preguntó si no le parecía que después de Remando al viento no había hecho ninguna otra película a la misma altura)
En la misma sede, en las otras salas de Exposiciones del amplio local, el gijonés Jaime Herrero tenía colgadas unas treinta obras con un título común: "Refugios". Con el carácter de consistencia casi etéreo al que los años han dotado de un aura blanca, el pintor más envidiado y admirado en Asturias y parte de la tierra conquistada, por más de un par de las últimas generaciones de pintores de la tierrina, andaba por los espacios, buscando como al descuido los vacíos, supongo que para observar desde allí todo lo demás.
Los últimos cuadros de Jaime Herrero, ya entrado en esa peligrosa edad que son los setentayalgo, rezuman inquietud y tristeza. El me dijo que había decidido reducir el mensaje, para hacerlo totalmente inteligible. Ignoro si la cosa va por ahí, porque me contestó con evasivas y mucha cortesía. Con predominio de blancos y negros, el elemento conceptual común a bastantes de esos grafismos es una maraña de elementos indescifrables (¿rostros de ausentes, monstruos, vermes?) que se conectan a una bolsa de luz por medio de un hilo umbilical o una línea recta. ¿De qué tenemos que refugiarnos,?, le pregunté.
Pero la respuesta era obvia. Después de oirle comentar, como quien cuenta la sesión que tuvo con su sicoanalista, porqué había pintado la desaparecida tienda de juguetes que estaba en la calle donde vivían de niño -con su caja de muelles, y las pequeñas piezas extraídas de ese cajón en donde guardábamos los chismes rotos-, o aclarar que, en efecto, la figura sentada en el jardín era él mismo fumando un cigarrillo y, con desmesurada cortesía, asentir al comentario de María Jesús de que, quizá, el cuadro más esperanzado era aquel del amanecer desde el estudio, le espeté sus cuadros de los ochenta me resultaban menos inquietantes y me sugerían, por ello, más.
"Puede que tengas razón", condescendió, "Pero la técnica es la misma. La inspiración es hija del alcohol y las vivencias".
Quizá el aforismo no fue exactamente así, y yo reinterpreto a Jaime Herrero. No tengo más autoridad que los muchos amigos comunes y el tiempo que pasamos juntos, yo mirando sus cuadros y él, ausente de la sala. Tampoco estoy seguro de que fuera Gonzalo Suárez quien firmaba autógrafos en el libro que su hija y aquel amigo le habían hecho, encaramado sobre el atril de la entrada a la delegación de Asturias. Un cartel precisaba que los ejemplares se vendían a 12 euros. Pero las cosas gratas son impagables.
Salimos a la calle y Madrid nos absorbió de inmediato. Atrás quedaba Asturias, la nostalgia, el credo.
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