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El blog de Angel Arias

A barlovento: Una buena solución para la Central Lechera Asturiana

El informe de Pedro de Silva y Alvaro Cuervo sobre la Central Lechera asturiana está ocupando la atención del sector lácteo y de los asturianos preocupados por el futuro de este gigante regional, en especial, en lo que se refiere al punto en donde afirman que la actual estructura jurídica como Sociedad Agraria de Transformación no puede mantenerse, por ser jurídicamente insostenible que los socios inactivos  permanezcan en la misma.

Estoy seguro que el Informe que realizaron estos dos estupendos conocedores de la realidad regional, y con los que conservo buenos vínculos personales, contiene puntos de mayor actualidad e interés que los que merecieron hasta ahora la atención mediática. Con ser una cuestión importante, la situación de los socios que han abandonado su producción lechera, justamente por efecto de la brutal reconversión del sector, no me parece lo más relevante ni urgente que deba someterse a consideración.

Además, entiendo que prevalecen los intereses agrarios de los cooperativistas que se han visto obligados a renunciar a las explotaciones, pudiendo interpretarse, de esta forma, que no se está infringiendo -en un período de transformación que se deberá juzgar con amplia benevolencia- un Real Decreto que necesita una revisión.

A
unque en nuestra sociedad la capacidad de asombro por lo que debiera ser conocido es permanente, hay que tener presente que las SAT, -entidades que nacieron en 1941 para conjugar las ventajas de las sociedades de capital y las personales-, están reguladas en parte por el RD Ley 31/1977 de 2 de junio (en muy pocos y  restringidos aspectos) y, en todo lo fundamental, por  el RD 1776 de 3 de agosto de 1981.  Es decir, las implicaciones jurídicas de la situación societaria que se vive en la CLAS son conocidas desde hace por lo menos 25 años. 

El Estatuto de regulación de las SAT las define como “Sociedades Civiles de finalidad económico-social en orden a la producción, transformación y comercialización de productos agrícolas, ganaderos y forestales, la realización de mejoras en el medio rural, promoción y desarrollo agrarios y la prestación de servicios comunes que sirvan a aquella finalidad”.  

La digestión, transformación y potenciación, utilizando criterios lo más empresariales posibles de ese invento de la época franquista, que resultó tan eficaz para los ganaderos de la región asturiana, y que se llama la Central Lechera, ha venido ocupando la atención de los políticos regionales, hasta allí donde yo guardo memoria. La personalidad carismática pero dura de manejar a contrapelo de un habilidoso -y, para mí, entrañable- Jesús Saenz de Miera, presidente de esta joya asturiana, ha venido imponiendo trabas y rigideces a cuantas intenciones de meter mano en la sociedad se proyectaban desde fuera.

Así que la situación evolucionó, en el marco de la dura reconversión del campo asturiano a la que obligó la Unión Europea, -negociada con cierta ingenuidad en este punto-, como una sucesión de parches allí donde aparecían las heridas, mientras el malestar entre los ganaderos tradicionales de la región, que veían cómo su economía estaba cada vez más en manos de centros de decisión que no tenían en cuenta sus intereses, crecía sin parar, al tiempo que resultaron favorecidos, junto a los ganaderos más decididos, algunos nuevos participantes.

Pedro Astals es desde 1993 el consejero delegado de esta organización lechera, que se mantiene bajo la presidencia consistente de Jesús Sáenz de Miera, ya con 86 años. Las ideas renovadoras de Astals han servido para impulsar fuertemente la actividad del grupo, que ha multiplicado por 4 la facturación, modernizado las instalaciones y tratando de asomar el grupo al exterior, con un intento fallido en Cuba. En  1997 se constituyó la Corporación Alimentaria Peñasanta, cuyos accionistas son, además de CLAS (56,39%) , el grupo francés Bongrain, con el 27%; Caja Asturias, con el 10,889%, y Caja Rural, con el 5,01%. 

La cooperativa recoge hoy por hoy más de un millón de litros y factura casi 700 millones de euros, siendo el primer grupo en el sector lácteo nacional, con una cuota de mercado próxima al 15% en leche líquida. Está integrada por 7.868 ganaderos, de los que solo el 22% son activos, y goza de una salud económica frágil, pero aceptable. 

En el aspecto negativo, cabe indicar que la sociedad está ahora más endeudada que al principio de la gestión de Astals, por las fuertes inversiones, superiores a los 250 millones de euros, en parte cubiertas con créditos sindicados y que han llevado al aumento de la participación de las Cajas locales, que subió al indicado 16%.
 Cuando yo era Director de Proyectos de la Sociedad Regional de Promoción (a principios de los 80), jugando de Presidente del Principado de Asturias, justamente Pedro de Silva, y siendo yo también  –entre mis múltiples ocupaciones de pluriempleado crónico- profesor de Organización de la Producción en el departamento que entonces ya dirigía un recién llegado Alvaro Cuervo, la cuestión del futuro de CLAS ocupaba una buena parte de los debates sobre las líneas de desarrollo de la región.

Entonces era Consejero de Agricultura, otro colega en la Universidad de Económicas, Jesús Arango, que propiciaba reunión tras reunión con Saenz de Miera y sus directores, y nos devanábamos la sesera para inventar fórmulas de viabilidad para aquella vaca gigantesca, difícil de domar. Mis aportaciones, modestas, estaban muy influidas por las ayudas intelectuales de algunos amigos ganaderos y técnicos, entre los que destaco a Angel Fernández, ganadero enamorado de la calidad, y a Marcelo Suárez, brillante ingeniero agrónomo de los de las botas sucias de andar por el campo.
 

Guardo memoria –que no el impreso- de un grueso "Informe sobre las consecuencias de la entrada de España en el mercado común para Asturias", que varios animosos eruditos nos afanamos en desgranar por aquella época, en el que se dedicaba a la cuestión láctea un capítulo entero. Había sido realizado por Elena Carantoña  J.L. Pérez Ribero, supongo que con el apoyo de Ignacio Fombella, directivo de CLAS a la sazón, que era consejero en el Instituto de Fomento Regional.   

Con base en aquel Informe, me atreví a incorporar a varias ponencias que pronuncié en la época algunas pinceladas sobre la situación agraria. De esas comunciaciones, puedo aportar ahora que había en 1980 censadas en Asturias ni más ni menos 42.735 explotaciones con  vacas de leche, y nos lamentábamos entonces de que la cifra había descendido un 30% en solo ocho años. "De continuar esa tendencia, -escribía- a comienzos de los 90 habrá poco más de 25.000 explotaciones de leche, situación deseable desde el punto de vista de la dimensión óptima de las explotaciones." 

Era el comienzo de un cataclismo anunciado. En la clarividencia compartida de la tormenta que se avecinaba, y de la necesidad de defender a los pequeños ganaderos, yo escribía: " La explotación lechera aconsejable es de 15 vacas y 10 Ha." El censo agrario de 1982 delataba que más del 50% de los ganaderos asturianos poseían menos de 5 Ha y cuidaban menos de 5 cabezas de ganado vacuno, situación que solo encontraba similitud con Grecia e Italia.  Con solo 111,13 cabezas por km2 de superficie agraria utilizable en Asturias, el consejo era "tratar de llegar a las 224 cabezas de Holanda, o al menos, a las 189,4 de Santander".  


La preocupación por el futuro de las pequeñas explotaciones y lo que significaban para los agricultores y ganaderos que las tenían como una forma de vida de sustitución imposible, me llebaba a decir, en esta sintonía, en un trabajo de 1987, que presenté en La Granda: “Habrá que ofrecer alternativas al campesino que tiene solo cuatro vacas y que por edad o mentalidad no desea cambiar. (...) debería difundirse y apoyarse un esquema de producción unifamiliar que favoreciese la integración en una unidad de explotación ganadera mínima, invernadero o tierra de labor rentabilizable por una sola persona.” 

Me hacía igualmente partícipe de esta otra idea: “Subsiste un riesgo importante para los canales de comercialización de carne de vacuno, que se circunscribe únicamente al autoconsumo regional del ganado sacrificado, mientras se exportan a las regiones mediterráneas la mayor parte de los terneros nacidos en Asturias. Más del 50% de los terneros asturianos (150.000 cabezas) se envían cada año a instalaciones de engorde a Cataluña”. Es decir, como otros estudiosos del tema, apoyaba la integración de la comercialización del vacuno en la reordenación de la Central Lechera Asturiana.

Tuve ocasión de hablar una sola vez con Pedro Astals, consejero delegado del grupo, a finales de los 90, y justamente en relación con la internacionalización que estaba entonces iniciando para la Central. Quedamos en volver a vernos, pero no hubo una segunda vez. Ya lo siento, porque me pareció un buen tipo; un tanto estiradillo –me recordó el estilo de Leonardo Alvarez de Diego-, pero eficaz y serio.

En fin, hasta aquí hemos llegado. Dos posiciones están ahora encontradas entre los socios.

La posición oficialista de la Central Lechera Asturiana se reafirma en la necesidad de aumentar su volumen para mejorar su competitividad dentro de la UE, en donde los grandes grupos lácteos, avanzan sin parar -como casi todas las multinacionales de la Unión- en su marcha de concentraciones.
En este espíritu, se trató la fusión con otras cooperativas, en concreto, la vasca Iparlat y la gallega Leyma, que debieran haber servido para añadir músculo al grupo  (propuesta de Miguel Roca) , aunque le haría perder a CLAS el monocolor regional; pero las negociaciones fracasaron.Otra opción manejada por Astals y los oficialistas es la ventaja de la integración con Pascual o Puleva, e incluso se estudió la venta del grupo a Agrolimen, lo que hubiera significado perder, de haber prosperado esta última opción, el control de la producción láctea asturiana desde la región. 

Por la parte crítica, una de las alternativas que se manejan es la venta en subasta pública, y su liquidación, opción que apoyan especialmente, como se puede entender, los socios inactivos, que verían así una remuneración por sus activos, para ellos ociosos. No es una operación pequeña. Se ha evaluado el valor de la cooperativa en más de 300 millones de euros, lo que equivaldría, para esos 7.868 ganaderos que detentan el 56,39% la no despreciable percepción media de 20.000 euros. 

El precio de la leche y la estrategia de crecimiento de CAPSA siguen polarizando también a estos dos colectivos de asociados, oficialistas y críticos, que acusan al consejero delegado de querer diluir el peso de la compañía, olvidando a los ganaderos, que son la base del invento. A la cabeza de la oposición están Bertino Velasco Torre,  vicepresidente de CLAS, que tiene 79 vacas y Jesús Fernández García, presidente de la Agrupación Independiente de Ganaderos (AIG-Clas),  que mantienen la propuesta de seguir en solitario, y exigen concentrarse en los socios productores y mejorar la rentabilidad para ellos, olvidándose de crecer sin mesura.

Los críticos, están, en coherencia con su teoría, en contra de los acuerdos entre Clas y Bongrain, en particular de las implicaciones del contrato de marca, por el que la cooperativa recibe un 0,27 por ciento de las ventas que se hacen con el uso de la prestigiosa  marca Central Lechera, que es realmente bajo para el 4-6% que se estila en el mercado de royalties.

También se denuncia que a los socios se les esté pagando un precio medio de todos abonados por CAPSA, y se les descuente encima la recogida de la leche, y que supone un de 2 a 3 céntimos menos por litro. Proponen implantar una prima para los asociados, porque, además,  la calidad de la leche que se recoge en Asturias en superior. En definitiva, se critica la obsesión por el tamaño pero no la rentabilidad para los accionistas.
 

No se las soluciones que contendrá el Informe de Silva y Cuervo, pero si no han tenido en cuenta la posición de los ganaderos, tanto los productivos hoy como los que lo fueron ayer, lo veo de difícil viabilidad práctica, y me temo que será más un elemento de conflictividad en la hoguera de las disensiones dentro de la Central. Pero, por otra parte, y dado el perfil histórico de sus autores y mi amistad, deseo internamente que hayan tenido en cuenta las ideas que, hace veinte años, ellos también estaban defendiendo.

Seguro que la habilidad de la pareja intelectual para nadar y guardar la ropa, añadido a su conocimiento de la región y a su altura profesional, les habrán servido para aconsejar a los directivos de CAPSA-CLAS que miren hacia dentro de la región antes de empeñarse en poner la vista fuera de ella. CAPSA tiene dueños, y los gestores deben hacer lo que la mayoría de los accionistas deseen, ¿verdad?

 

2 comentarios

Administrador del blog -

No conozco el artículo de mi ex-socio Juan Casero, pero seguro que es atinado. Por su título puedo deducir que avanza en la misma dirección que mi comentario.

Y, por cierto, no sé por qué misterio de Blogia estuvo algún tiempo sin aparecer, atrapado en los entresijos de la blogosfera. Espero que lo hayas podido leer, y te guste.

albert -

No está "colgado" tu comentario sobre CLAS. No obstante, hoy aparece en LNE , página de tribuna un buen análisis de Juan Casero Lambás bajo el título: "CLAS es de sus socios"