Blogia
El blog de Angel Arias

Cómo no montar un restaurante: La publicidad (1)

Como consecuencia del tiempo que Vd. lleva madurando el propósito de abrir un restaurante, se habrá hecho una idea del tipo de clientela que desea captar. Ejecutivos y funcionarios de alterne recíproco; señoras en el descanso post-compra; parejas de enamorados; empleadillos con ganas de atiborrar el estómago en la única comida caliente del día; jóvenes de paso hacia el estadio del equipo rival; jovencitas de visita turística a ver lo que cae; etc. No tiene caso que vuelva aquí sobre temas que están tratados en el capítulo correspondiente, con la atención que merece.

He tratado de convencerle de que renuncie –al menos, en su primera aventura en el sector- a tener un “restaurante de autor”; Vd. ha decidido por su cuenta –y no me parece mal, al contrario- huir de la opción de obtener una franquicia en la que sus clientes puedan disponer de un alimento en formato y precios predecibles.

Lo que necesita, desde luego y sobre todo, es público. Más que público, clientela. Pero ambos términos están relacionados, porque -atienda a ésto- el segundo grupo no es sino un subgrupo del primero. Si su restaurante está en un descampado, ya puede cocinarse allí como los ángeles. No digo que no acaben descubriéndolo, pero ese término fatídico en palabrería financiera, que es el período de maduración del negocio, se habrá dilatado lo suficiente para vencer su paciencia y, obviamente, su economía.

Un principio general que Vd. hubiera debido aplicar es que no debe pretender que la gente se desplace a su restaurante, sino que Vd. debe acercar su local allí donde la circulación de la gente ya existe. Pero es demasiado tarde. Su inexperiencia, como la mía, le ha llevado a elegir un local con encanto, en un sitio relativamente bien situado, en una calleja sin atractivo, por la que no pasa ni dios.

Ay, amigo mío. Influir sobre los instintos borreguiles del personal, que se obstinan en seguir una y otra vez el camino trillado por otros, es muy difícil. Pero no imposible. Si Vd. ha abierto su tenderete con el imaginable cariño en un lugar por donde no se acerca más que –prácticamente- el barrendero por la mañana temprano y un grupo de desarraigados al anochecer, necesita una estrategia publicitaria. Allá vamos.

El plan de promoción que le propongo tiene dos planos: el directo, con actuaciones sobre el propio espacio en donde se ubica el restaurante; y el indirecto, con inserciones publicitarias en los media.

Por supuesto que la información boca-oreja (no me acostumbro a admitir que pueda hacerse también boca a boca, aunque no le niego atractivo en algún caso), es muy importante. Lo que comenten sus clientes acerca de cómo se come y lo bien que se pasa en su restaurante es, sin duda, uno de los pilares en los que se asentará su opción de hacerse rico algún día.

Pero, entretanto, le aconsejo que participe en todos los foros de internet especializados en restauración (con nombres supuestos y frases descuidadas) afirmando urbi et orbe que en el restaurante –aquí el nombre del suyo- se come muy bien y barato aunque la añada del Rioja que le sirvieron era solo muy buena y no excelente –o cualquier otra estupidez por el estilo que haga pensar que el autor es un pijo de solemnidad pero entiende del buen vivir-

0 comentarios