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El blog de Angel Arias

Al socaire: Propuestas para la revisión del Estatuto asturiano (I)

Ya se sabe que, cuando las autonomías más ricas, siguiendo el razonamiento inverso a lo que justifica la globalización, reclaman para si más competencias -con el inconfundible objetivo de reducir los gastos que se emplean en la solidaridad-, las autonomías pobres, aturdidas, y ancladas en el principio perverso de que en política si no armas barullo, no existes, siguen la misma tónica y piden cosas que, no solo no necesitan, sino que les pueden ser perjudiciales.

Esta tendencia a igualar, al cabo de unos años, e independientemente de la vía constitucional seguida para las reformas, los Estatutos de todas las autonomías, ha dado lugar a un esperpento en España. Expertos más lúcidos que yo han analizado el fenómeno y no se ahorran epítetos.  

La desmembración de España en regiones, es un despropósito sin parangón en los Estados modernos y eficientes, que cuentan, por supuesto, con fuertes Administraciones centrales, apoyadas en la gestión de la mayoría de los impuestos, y pueden tomar así decisiones correctas sobre los desequilibrios territoriales. Nuestra cortedad de miras, solo tiene un parecido dramático en el proceso de la destrucción de una identidad común, vivido en los Balcanes, que, como se sabe, no está resuelto aún: quiero decir, que siguen a bofetadas o acudiendo prestos al paraguas protector de la Unión Europea, convertida en asilo de desamparados.

La fórmula seguida en España es tan simple como desleal con la mayoría: despojar de sentido al estado central ("el gobierno de España"), bajo la pretensión antisocial de que las decisiones tienen que tomarlas quienes estén más próximos al ciudadano.

Premisa menor de un silogismo, que, en realidad, se traduce, simplemente, en que los dineros recaudados fiscalmente deben de ir a parar a las administraciones regionales para que hagan con ellos lo que mejor les pete. Con esto queda aliviada el ansia de poder económico de quienes no pueden conseguir fondos recalificando terrenos ni privatizando servicios públicos, que es potestad de alcaldes y concejales, más próximos algunos a hacer su fortuna que a su pueblo.

Se exigirá, por tanto, euskera, bable, galego, catalán o castúo en las escuelas y oficios, antes que el español o el inglés; se unirán con vías rápidas y dineros cortos los caminos que van desde mi pueblo al lugar del despilfarro; se investigarán las piedras de aluvión de los regatos propios, se protegerán unas ruinas y se propiciarán otras; se perderán, inactivos, los sofisticados equipos de polígonos industriales fallidos, Hospitales comarcales, centros sociales híbridos; se administrará justicia con vara de avellano en mano inexperta en cada villa ;... 

Ni tamaño crítico, ni aprovechar sinergias, ni reconocer que las inteligencias, esfuerzos y afanes provechosos no tienen por qué estar concentrados entre las cuatro paredes del patio de la casa de Juan Palomo.

Me detengo, después de este preámbulo que servirá para encauzar al lector hacia dónde van mis simpatías, en analizar dos de las propuestas que he oído estos días respecto a la reforma del Estatuto de Asturias (el Estatutu).

1) La primera, proviene de Paz Fernández Felgueroso, alcaldesa de Gijón (Xixón), ex-presidenta del Instituto de Fomento Regional, Ex-consejera de Asturias y ex-Ministra de Acción Social. Sugiere la alcaldesa de Gijón, situación que ya propicia la sospecha de antioviedismo, que se descentralicen los servicios de la Administración regional, y que, manteniendo la capital de Asturias en Oviedo, se trasladen algunos a otras localidades, aprovechando la nueva redacción que se vaya a dar al Estatuto.
El alcalde de Oviedo, la gallarda ciudad rival, distante la friolera de unos 28 km, que se pueden hacer en minutos incluso por varias autovías, pone el grito en el cielo, y lo interpreta como un virulento ataque al bastión que defiende,  un estrechamiento del cerco al reducto de la derecha eficiente de la capital del Principado. Gabino de Lorenzo se encrespa, pide guantes y armaduras, quiere guerra.

Como yo estoy algo más viajado que la mayor parte de los políticos asturianos, y ando curado de espantos y vivo al margen de toda política de sartenazos, la propuesta de Paz me parece lógica.

La manera de hacer del núcleo Langreo-Oviedo-Avilés-Gijón un verdadero punto gordo, es descentralizar los puntos de decisión entre ellas, pues allí vive el 70% de los asturianos. Mantener rivalidades es un retraso, y en lugar de alimentar la diferencia, habría que apoyar la cooperación, para crecer más y vivir mejor, juntos. Así, por ejemplo, la unidad no encontraría justificación para tener el mismo proyecto triplicado en Gijón-Oviedo-Avilés, con la consecuencia de varios millones de euros de despilfarro (me refiero, por ejemplo, a los centros Universidad Laboral-Niemeyer-Calatrava) y su posible fiasco total.

Sigo en la línea de disparos: si elimináramos improductivas ideas sobre localismos, y pensáramos en región, nadie se escandalizaría porque hubiera solo dos campus universitarios (el técnico, con las ingenierías, y universidades de ciencias; y el humanístico, con las de letras), sin que importara un ardite si van a estar ubicados en el ombligo de Oviedo, en el culo de Gijón o en los testículos de Mieres. ¿No es mejor hacer por el prestigio conjunto de la Universidad de Asturias que defender que lo mío es lo mejor, y lo que pasa es que no me comprenden?

Pero en esta región pequeña se ha discutido, -con escasos conocimientos técnicos, por cierto-, todo. Si el puerto más grande de Asturias debería ser Avilés o Gijón (y así nos fue); si el tren de alambrón o la acería LD-2 tendrían que estar en La Felguera, Veriña o Llaranes (y así nos va); si Oviedo es más elegante y culto que Gijón (y así estamos); si Llanes es más guapu que Tapia o Luarca (para ya). Si...

Concluyo, pues: la deslocalización fuera de Oviedo de algunos de las funciones que corresponden a la capitalidad regional, no debiera tener más que beneficios para todos, si se realiza con juicio. Se corregiría así este perfil actual que hace parecer a Oviedo como una ciudad funcionarial y de pensionistas, atractiva para turistas, pero con regusto a malvivida; se apoyaría la solidaridad tegional, favoreciendo el que Asturias se vea por los asturianos como un todo, y no como una agrupación de trasnochados localismos; y, en fin, ojalá sirviera de revulsivo para tomar decisiones que beneficien al conjunto, sin vacuas rivalidades políticas, paisanismos de café tertulia o argumentos de aquí boina calada y después gloria.

 

  

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