Jugando en corto: Leyendas urbanas y Asturianos en Madrid (ASMA)
Ya se sabe que las poblaciones que han crecido abigarradas, en donde llueve mucho y se sale con paraguas, y harto endogámicas por lo que casi todos son familia, son más dadas a especulaciones, dimes y diretes. Asturias es pequeña y está bien dotada de materia gris, así que es zona propicia para que crezcan los rumores, que, además, tienden a ofrecerse como productos elaborados, esto es, con muchos detalles, tablas, gráficos y referencias cruzadas.
El natural imaginativo del asturiano llega incluso a poner nombres y motes a las cosas que parecen inventados por el mismo Clarín. Cuando alguien hace circular sin mucho fundamento una especie y la hace moverse con garbo entre el asfalto, siguiendo la vía del boca-oreja, se dice que ha creado una leyenda urbana. Uno de los rumores que desde hace poco circula por Asturias, tomó el nombre de la Leyenda urbana de la nueva emigración.
Viene a decir esta especulación documentada que no existe un número alarmante de universitarios asturianos, nacidos entre 1970 y 1980, que hayan tenido que abandonar Asturias, después de haber estudiado su carrera, a causa de que no hubieran encontrado empleo en la tierruca. El punto de partida del silogismo es que, al fin y al cabo, los que se han marchado lo hicieron por cuestiones de simple movilidad: les apeteció viajar con el petate.
Lo que defendían (defienden) los opositores a la leyenda, que son, como puede colegirse de su simple enunciado, principalmente gentes empeñadas en demostrar que la cosa va bien (frase sin patente ideológica, porque la dice igual el de un lado que el de enfrente, con tal de que tenga el mando en plaza), era que de Asturias se marcha solo quien quiere. Hay suficientes puestos de trabajo para todos, o -para no parecer tan insolente-, el sitio de los praos y la picona anda por la mitad entre las regiones españolas en cuanto al paro universitario.
Hubo muchas voces críticas, y las más fundadas provinieron justamente de la Asociación de Asturianos en Madrid, ASMA, que agrupa a buena parte de los jóvenes inmigrantes en la capital, muchos de ellos con nivel universitario.
Pablo Madariaga, artista al que aprecio, propuso un gran fotomontaje con las fotografías de personajes reales que cumplieran esa condición de edad y formación y hubieran tenido que marchar de la tierrina, para restregárselo en las narices a los que opinaran que no existía el problema.
La polémica respecto a la existencia real o virtual de esa bolsa de inmigrantes forzados por la escasez de oportunidades en el Paraíso, nació de un estudio de la Universidad para el Principado de Asturias, dirigido por Joaquín Lorences, por el que se cifraba en 66% la tasa de empleo de los titulados, y se concluía que «aguantamos cualquier comparación», ya que 47 de cada 100 universitarios trabajaban en Asturias.
Con esta base académica, el Presidente del Principado, Tinín Álvarez Areces, consideró que había que «acabar con la leyenda urbana de la emigración», lo cual fue interpretado en un primer momento por la dirección de ASMA, colectivo de gente dinámica y creativa, como que para los capitostes del Principado no existían como emigrantes, sino que eran una simple consecuencia de la movilidad y del dinamismo económico, y que se estaba haciendo política con ellos.
Tampoco parecía importar que un 33% de los trabajos que tenían los egresados de la alta docencia no correspondera al nivel de sus estudios. Cuando las aguas se hacían turbulentas, Juan Vázquez, rector casi perpetuo de la Universidad de Oviedo y presidente de la CRUE, intervino en la polémica para poner unas notas de respeto a la situación de esos asturianos inmigrantes en Madrid.
No me importan ya mucho las estadísticas que puedan hacer mis ex-colegas de la Universidad, aunque sean amigos míos, obligados a hacer estudios sociológicos para sobrevivir, cuando la realidad que constato es que hay cientos, quizá miles, de jóvenes asturianos que se han venido a Madrid, porque no tienen empleo en Asturias. Tengo en mi propia casa varios ejemplos.
Se podrían poner sobre la mesa muchas otras leyendas urbanas. Hay una que ha perdido actualidad, pero que la he sufrido en mis carnes, junto a varios nostálgicos que, con 30 años recién cumplidos, fuimos llamados a Asturias en los ochenta, después de haber vivido la primera juventud en el extranjero, con el irresistible señuelo de un magnífico panorama de futuro.
No fueron muchos los que se quedaron, porque, cuando nos dimos cuenta de lo que había y del lugar que debíamos ocupar los repatriados, bastantes hicimos el petate nuevamente. Creo que a alguno le hicieron hasta la cama, con su colcha de puntillas y todo. Sic transit Gloriae de quienes abandonan Asturias esperando volver algún día creyendo que la región les va a guardar el sitio y ponerles sillón de terciopelo.
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