Jugando en corto: Perder el juicio
Nuestra impetuosa democracia nos ha dejado, junto con su carga espléndida de libertades, unas cuantas rémoras y ha servido para introducir algunos peligros, de los que el más importante tiene mucho que ver con la dificultad práctica de definir los límites para el ejercicio de las libertades.
No hace falta acudir a los Juzgados para darse cuenta de la fuerte tensión pre-litigiosa de la que está imbuída nuestra sociedad. No es un fenómeno único de España, pero tiene que ver con la dificultad para reconocer, de forma autónoma, el daño que nuestras actuaciones pueden hacer al otro. Se complementa esta falta de sensibilidad con el aumento de las dosis de prepotencia por las que, quien además de suponer que tiene el derecho posee los medios económicos, está dispuesto a emprender el camino de la litigiosidad sin importarle lo que vaya a costarle.
Creo que es necesario revisar, de forma urgente, varias cosas. En primer lugar, tendríamos que hacer un esfuerzo más eficaz por educar a la infancia y a la juventud en la tolerancia y en la comprensión del otro. En segundo lugar, hay que incrementar los filtros -no necesariamente jurídicos- por los que se eliminen litigios basados en pretensiones que no tienen viabilidad, para evitar la sobrecarga de las Administraciones de Justicia. En fin, se debería ampliar la formación de los Jueces de Primera Instancia, en especial, en la práctica socio-jurídica, incluso reformando la forma unipersonal de administrar Justicia, permitiéndoles la asistencia, como asesores o consultores, de expertos en Derecho. La figura del perito judicial, además de responder a otro esquema, está frecuentemente viciada por situaciones que los que pisamos los foros y vivimos en la realidad conocemos muy bien.
No puedo entender por qué, en un mundo en el que prácticamente todos los profesionales acuden a decisiones colegiadas, consultorías externas, dictámenes de terceros, etc, hemos dejado a los Jueces de Primera Instancia, la mayor parte de ellos con envidiable juventud pero una inexperiencia vivencial enternecedora, a solas con su Libro de Enjuiciamiento Civil y la última versión del Código. ¿Iura novit curia?
¿Qué tienen enfrente?. Muchas veces, -y no siempre a ambos lados de la mesa de litigios- bufetes y abogados de colmillos retorcidos, que tienen mucho más tiempo que ellos para analizar demandas, contestaciones y reconvenciones, que se han analizado la abundante y variopinta Jurisprudencia para torcerla a las pretensiones de su cliente, y que estarán encantados de continuar en Segunda Instancia la contienda.
Hemos perdido el juicio, señores.
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