Jugando en corto: Tiempo de silencios
Hace muchos años, cuando era un adolescente, escríbí unos versos muy breves, de evidente simplicidad, que, como esas cancioncillas que se nos vienen a la memoria cuando dejamos la mente en blanco, cobran en mí un carácter recurrente, están a flor e piel. Aparecen, una y otra vez, como un leitmotiv, insistentes, cíclicas.
Dicen así:
La vida separa y mata.
La vida lleva
cuanto separa,
lejos de aquí.
Quien más mata,
dudemos de la muerte.
Quien más separa, y mata,
vida sola.
Intuía cuando la escribí (no creo que tuviera más de dieciséis años) lo que sucede inexorablemente con muchos de quienes hemos mantenido amistad, incluso íntima. Con el paso del tiempo, y sin que podamos precisar con exactitud ni las razones, ni a menudo ni siquiera el momento, dejamos de tratarnos; nos perdemos para el otro. Después de años de tenerlos en nuestra pista, un día desaparecen.
Algunos, suponemos nos querían simplemente por el interés, nos utilizaron. Es su problema. ¿Pero los otros? ¿Qué sucedió para que no estemos juntos?, nos preguntamos, deseando de repente saber con nueva intensidad qué les habrá sucedido, dónde estarán, incluso físicamente, cuáles serán sus inquietudes actuales, dónde andarán sus verdades.
Rebuscaremos en memoria, ya difuminadas por las horas amarillas, las viejas imágenes de los momentos juntos, hollando entre las razones que motivaron tal vez la separación, hoy seguramente desprovistas de sentido.
Querríamos hacer aflorar los sentimientos que nos unieron a ellas, para rescatarlos. Pero no será posible, en general. Aún más doloroso: si, por azar, la vida vuelve a reunirnos, muy probablemente, ya no será lo mismo. Después de un fulgor, otra vez perderemos sintonía. Es una quimera pretender recuperar la sintonía de antaño. Ya no somos los mismos. Están, estamos muertos. Se acumula, en fin, más silencio sobre la herida abierta.
Estamos en tiempo de ruidos que ha levantado, por compensación, un tiempo de silencios (tomo prestado el nombre, poniéndolo en plural, de la novela ejemplar de Luis Martín Santos). Muchos y variados silencios.
Algunos ejemplos: silencio ante el que vulnera con desfachatez el derecho y la intimidad de otros, ante el compañero de trabajo al que están haciendo mobbing, silencio ante las desigualdades e ignominias, por miedo a perder nuestra posición; silencio ante la injusticia que, a pesar de lo andado, se sigue colando en los diferentes rincones de esta sociedad de bien nutridos, en la que el riesgo de que se fijen en los que disientan y en los que los apoyen, para estigmatizarlos, será siempre será alto.
¿Dónde estáis, amigos de otro tiempo, gentes con las que acaso tanto compartí, compañeros de viaje a los que ayudé o me ayudásteis, colegas con los que consumí horas a cambio de sinsabores pero sobre todo de satisfacciones, hombres y mujeres que formábais parte indisociable de mi vida, inimaginable entonces sin vostros, y que hoy habéis desaparecido? ¿Qué pensáis vosotros de mí?.
¡Hola!
Esas son las preguntas que me hago, que nos hacemos muchas veces.
Quien más separa y mata, dudemos de la muerte. Vida sola.
2 comentarios
Administrador del blog -
Un abrazo,
Marcos -