Arco 2011: Reflexiones sobre el valor de una Feria de Arte
La Feria de Arco de este año 2011 refleja algunos cambios respecto a las inmediatamente anteriores, y la propaganda oficial -es decir, todo el elenco de críticos- coincide en que la nueva dirección ha conseguido introducir elementos revitalizadores. También se indica que los resultados económicos para los galeristas han sido mejores de lo esperado y que el ambiente general es de satisfacción.
No tengo elementos para juzgar ni las perspectivas de los feriantes antes del acontecimiento, ni he hecho, por supuesto, ninguna encuesta. Los comentarios que he podido sorprender al vuelo entre los galeristas no confirmarían una impresión tan optimista, aunque pueden ser apreciaciones sin el menor valor: al fin y al cabo, no eran el resultado de preguntas directas, sino el resultado de la observación de curioso impertinente, que se colaba, con cara de despistado, (y conocimiento de algunos idiomas) en las cercanías de quienes se hallaban haciendo sus balances de final de feria con sus ordenadores portátiles desplegados sobre las mesas.
Pero como visitante despreocupado de seguir los flujos de la mayoría dócil, admirador del arte por su valor pero no impresionable por su precio y, sobre todo, como interesado en las manifestaciones artísticas (también como pintor), ofrezco -para lo poco que valga- mi particular visión.
1. Arco carece de personalidad propia en el mundo del arte y, en particular, como portavoz de las corrientes artísticas y, aún menos, de los artistas más relevantes. Es, desde luego, muy difícil para un galerista seleccionar algunas obras para una Feria, en especial si se trata de aquellos que trabajan habitualmente con varios artistas. Pero de ahí a recoger unos cuantos títulos, mezclando lo disparatado con lo honesto...
No pretendo descalificar, en bloque, a los galeristas españoles, porque sería una insensatez y una injusticia. Ahí está, como ejemplo, la galería Estiarte, de Pilar Serra o el encomiable esfuerzo de la instalación de Espacio Mínimo.
Los galeristas extranjeros acuden a Arco, sobre todo, para darse a conocer a los compradores locales. No tienen mucha información (por lo que parece) sobre los gustos que imperan por aquí. Están, eso sí, muy bien dispuestos para dar mucha información sobre los artistas, precios de sus obras, y otras vidas y virtudes. Y es de agradecer, porque muchos de ellos demuestran una experiencia en el mercado del arte de la que deberían aprender algunos galeristas hispanos.
2. Considerada en su conjunto, como muestra artística, Arco 2011 sigue pareciéndome un mosaico de ejemplares de la creatividad destinado a la doble e incompatible función de llamar la atención del potencial comprador y presentar obras de valor real.
Hace ya tiempo que, siempre en mi opinión, el valor del arte está gravemente amenazado por elementos ajenos. Orientado hacia la venta más que hacia la manifestación de la creatividad, se ha colado en el negocio del arte el gusto por lo simplemente decorativo, el asombro ante el pastiche, la búsqueda de la atención utilizando desde lo grosero, lo pornográfico, lo insólito o, no en último lugar, lo vulgar y objetivamente inane.
Por eso, encontrar aquí y allá artistas que expresan o quieren expresar conceptos, ideas, que reflejan la realidad existencial de forma más avanzada que simplemente trazando líneas en un lienzo o claveteando maderas en la pared, será siempre un reecuentro agradable para quienes, como yo, siguen creyendo que la obra artística es un proceso de creación en el que se combinan la inspiración y el saber hacer.
Es, por tanto, algo que está al alcance de muy pocos.
(Nota: En la fotografía que ilustra este Comentario, unos niños pintaban en tiza sobre un lienzo puesto a disposición de la expresividad de los transeúntes. Supongo que algunas manos adultas, incluso posiblemente de artistas, habrían ayudado a generar algunas figuras.
No me importa el camino seguido, pero el resultado es, en mí, similar al que me provocan otras muestras presentadas por los galeristas: no significa nada, no me dice nada, no me asombra, ni me seduce, ni me tranquiliza, ni me inquieta, ni me gusta...salvo que me pudiera llevar el conjunto dinámico y entretenido de los niños, la figura vigilante de la guapa mamá...que, es, en realidad, lo que pretendí hacer, simbólicamente, al retratar el conjunto con mi móvil)
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