Al pairo: Ingenieros superiores, en desuso
El Gobierno de Rodríguez Zapatero no aprecia a los ingenieros superiores. Se venía venir, por tanto, el planteamiento que se hace en el documento enviado por el Ejecutivo al Consejo de Coordinación Universitaria. En esencia, y utilizando como excusa la necesidad de cumplir los acuerdos de Bolonia, se propone la eliminación de la diferencia entre ingenieros superiores y técnicos, reduciendo ambos títulos a una sola carrera de cuatro años.
Todas las Escuelas Superiores y todos los Colegios y Asociaciones Profesionales de las Ingenierias Superiores han estado, por una vez, de acuerdo, y han publicado de inmediato un manifiesto conjunto en el que se critica duramente la propuesta, a la que califican de "gravísima equivocación" que "tendría consecuencias negativas impredecibles para España".
Bolonia no obliga, por supuesto, a la confusión de ambos grados. Los países más desarrollados de Europa, los mantienen. Solamente desde un profundo, y muy grave, desconocimiento de los cometidos de los objetivos de las carreras de ingeniería, de lo que se estudia en ellas, y de las diferencias profesionales entre los colectivos de técnicos superiores y medios, puede proponerse la unificación.
Como no puedo imaginar que entre los asesores del Presidente de Gobierno y de la Ministra de Educación no haya opiniones que permitan la valoración de cualquier opción, desde sus diferentes ángulos, tengo que admitir que, antes de hacer la propuesta, se ha descartado la que defienden con ardor y coherencia todas las ingenierías superiores y -¡oh, pasmo!-, también la Federación Europea de Asociaciones de Ingeniería (FEANI), que agrupa a ingenieros superiores y técnicos.
Después de darle vueltas, el único argumento que me queda es que con esa medida se quiere dar contento a algunas personas influyentes sobre el actual Ejecutivo que no han podido alcanzar el título de ingeniero superior en sus estudios, y que por esta puerta tan angosta quieren ahora obtener la equiparación.
En una sociedad que necesita cada vez más de la cualificación técnica y en la que los saberes de las empresas y Universidades más avanzadas se distancian, pretender hacer tabula rasa de las ingenierías equivale a renunciar a crecer. Peor aún, es cortarse los pies. Me ha recordado de pronto un cuento de Andersen, el del muchacho del martillo. Con esa herramienta, el enajenado joven había destruído la obra de arte del relojero local, pero tuvieron que darle el premio del concurso, porque había conseguido provocar la mayor conmoción entre los miembros del Jurado.
Yo propongo, como compensación al desaguisado que se barrunta, que si la propuesta prospera, el puesto de Ministro y Presidente de Gobierno de España sean rotativos entre todos los ciudadanos. Para abrir boca, que las carreras de Economía, y Derecho se reduzcan a un cursillo de dos semestres. Que los niños españoles nazcan ya con un diploma de Licenciados en Filosofía. Que...
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