A barlovento: Sáhara Occidental, Argelia, Marruecos, y la trastienda europea
En 1975, España salió del Sáhara, dejando en bastantes españoles y en los saharauíes la sensación amarga de un abandono en manos del invasor Marruecos, cuyos jerifaltes entendían que recuperaban así un territorio que se les había usurpado.
Mauritania reclamaba también el territorio, pero la astucia de Hassan II, se aprovechó de un desconcertado gobierno español, con un Franco agonizante, y del oscurantismo de la posición concreta de la ONU y de su capacidad para plasmarla. Perdimos así las inversiones realizadas en Fosbucraa (la explotación de fosfatos que el INI tenía en el Sáhara), al mismo tiempo que sacrificamos a la población autóctona en beneficio de las relaciones con el vecino más poderoso, incapacitándonos para hacer de mediadores del conflicto, en una zona en la que habíamos invertido tanto, en medios y simpatía.
Desde entonces, El Frente Polisario y Marruecos están enzarzados en algo más que una batalla dialéctica, con varios dirigentes políticos todavía encarcelados durante el régimen de Mohamed VI, manteniéndose uno de los focos de tensión más graves de Africa, y que tiene importantes similitudes con la situación que se vivió, y en parte, aún se vive, en los Balcanes. El diputado europeo Antonio Masip, que se convirtió en defensor de la causa saharaui, no pierde oportunidad de hacer preguntas al Parlamento de la UE sobre la protección y cuidados que reciben los refugiados del Sahara en Argel o sobre el cumplimiento de los acuerdos de la ONU y su seguimiento por Europa, que, si no estoy mal informado, se amontonan sin respuesta, o con evasivas.
En esencia, se trata de las consecuencias de una descolonización no efectuada, que dejó a esa zona a expensas de la voracidad anexionista de Marruecos, suscitó los recelos de Argelia, siempre atenta y celosa a la expansión de su vecino y obligó a las Naciones Unidas a intervenir -sin pasión- ante los síntomas claros de genocidio.
Pero la descolonización no debería haberse efectuado nunca, porque el Sáhara Occidental, no era un país colonial, sino que España lo protegía y administraba. Así lo refleja el Dr. Ingeniero de Minas, J. M. Ríos, en su apasionado: "¡Sáhara!¡Sáhara!. La aventura de los fosfatos. Un episodio inédito", escrito en 1988, los saharauíes no compartían con los marroquíes ni la religión (eran muy creyentes, y consideraban a los marroquíes como descreídos), ni su lengua (hablaban el hassania, diferente del chelja marroquí), ni, claro está, su historia.
Abdelaziz Buteflika, presidente de Argelia, en una entrevista que se publica el 13 de marzo en El Pais, se refiere a las diferencias con España respecto al tema, si bien la visita oficial de los Reyes de España no incluye este espinoso asunto en el programa.
En lenguaje diplomático muy cuidado, el gobierno de Zapatero acaba de expresar su apoyo a la propuesta que Marruecos presentará a la ONU en abril, y que parece ser matiza las condiciones de autonomía, pero sigue manteniendo la negativa de Rabat a realizar un referendum que clarifique la voluntad de independencia y autodeterminación que, sin duda, subsiste en el cansado pueblo saharauí. No es posible, por tanto, conocer cuáles son esas “propuestas novedosas” a que se refiere el gobierno español puesto que la ONU ya había dejado claro su posición: referendum de autodeterminación.
Argelia compara su apoyo a la independencia del Sahara occidental con el que se prestó a otras situaciones de descolonización mal realizada en el mundo: Belice, Brunei, Timor, Surinan, y tranquiliza a los menos enterados de que en ningún caso el tema del Sahara será un casus belli con Marruecos.
Pero no nos engañemos: aunque la cuestión del Sáhara occidental no será motivo para una guerra armada en sentido estricto, está siendo utilizado como elemento de negociación para con la Unión Europea y, muy concretamente, contra España, que está, sigue estando, en el centro de la disputa. No como mediador ni como referencia, sino como pelota de pinpón, cuando no de chico de los recados.
El aumento del precio del gas argelino, del que tan dependientes somos, me parece que es uno de los peajes que nos hacen pagar, en ese camino simbólico que conduce a un final nada sencillo. La ausencia de nuestros faeneros en los caladeros marroquíes, -y el ridículo de la invasión del islote Perejil- fue otro; el comportamiento de Argelia ante las invasiones pacíficas subsaharianas en Ceuta y Melilla, y las variables respuestas de "colaboración" marroquí, unos síntomas más.
Mauritania reclamaba también el territorio, pero la astucia de Hassan II, se aprovechó de un desconcertado gobierno español, con un Franco agonizante, y del oscurantismo de la posición concreta de la ONU y de su capacidad para plasmarla. Perdimos así las inversiones realizadas en Fosbucraa (la explotación de fosfatos que el INI tenía en el Sáhara), al mismo tiempo que sacrificamos a la población autóctona en beneficio de las relaciones con el vecino más poderoso, incapacitándonos para hacer de mediadores del conflicto, en una zona en la que habíamos invertido tanto, en medios y simpatía.
Desde entonces, El Frente Polisario y Marruecos están enzarzados en algo más que una batalla dialéctica, con varios dirigentes políticos todavía encarcelados durante el régimen de Mohamed VI, manteniéndose uno de los focos de tensión más graves de Africa, y que tiene importantes similitudes con la situación que se vivió, y en parte, aún se vive, en los Balcanes. El diputado europeo Antonio Masip, que se convirtió en defensor de la causa saharaui, no pierde oportunidad de hacer preguntas al Parlamento de la UE sobre la protección y cuidados que reciben los refugiados del Sahara en Argel o sobre el cumplimiento de los acuerdos de la ONU y su seguimiento por Europa, que, si no estoy mal informado, se amontonan sin respuesta, o con evasivas.
En esencia, se trata de las consecuencias de una descolonización no efectuada, que dejó a esa zona a expensas de la voracidad anexionista de Marruecos, suscitó los recelos de Argelia, siempre atenta y celosa a la expansión de su vecino y obligó a las Naciones Unidas a intervenir -sin pasión- ante los síntomas claros de genocidio.
Pero la descolonización no debería haberse efectuado nunca, porque el Sáhara Occidental, no era un país colonial, sino que España lo protegía y administraba. Así lo refleja el Dr. Ingeniero de Minas, J. M. Ríos, en su apasionado: "¡Sáhara!¡Sáhara!. La aventura de los fosfatos. Un episodio inédito", escrito en 1988, los saharauíes no compartían con los marroquíes ni la religión (eran muy creyentes, y consideraban a los marroquíes como descreídos), ni su lengua (hablaban el hassania, diferente del chelja marroquí), ni, claro está, su historia.
Abdelaziz Buteflika, presidente de Argelia, en una entrevista que se publica el 13 de marzo en El Pais, se refiere a las diferencias con España respecto al tema, si bien la visita oficial de los Reyes de España no incluye este espinoso asunto en el programa.
En lenguaje diplomático muy cuidado, el gobierno de Zapatero acaba de expresar su apoyo a la propuesta que Marruecos presentará a la ONU en abril, y que parece ser matiza las condiciones de autonomía, pero sigue manteniendo la negativa de Rabat a realizar un referendum que clarifique la voluntad de independencia y autodeterminación que, sin duda, subsiste en el cansado pueblo saharauí. No es posible, por tanto, conocer cuáles son esas “propuestas novedosas” a que se refiere el gobierno español puesto que la ONU ya había dejado claro su posición: referendum de autodeterminación.
Argelia compara su apoyo a la independencia del Sahara occidental con el que se prestó a otras situaciones de descolonización mal realizada en el mundo: Belice, Brunei, Timor, Surinan, y tranquiliza a los menos enterados de que en ningún caso el tema del Sahara será un casus belli con Marruecos.
Pero no nos engañemos: aunque la cuestión del Sáhara occidental no será motivo para una guerra armada en sentido estricto, está siendo utilizado como elemento de negociación para con la Unión Europea y, muy concretamente, contra España, que está, sigue estando, en el centro de la disputa. No como mediador ni como referencia, sino como pelota de pinpón, cuando no de chico de los recados.
El aumento del precio del gas argelino, del que tan dependientes somos, me parece que es uno de los peajes que nos hacen pagar, en ese camino simbólico que conduce a un final nada sencillo. La ausencia de nuestros faeneros en los caladeros marroquíes, -y el ridículo de la invasión del islote Perejil- fue otro; el comportamiento de Argelia ante las invasiones pacíficas subsaharianas en Ceuta y Melilla, y las variables respuestas de "colaboración" marroquí, unos síntomas más.
0 comentarios