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El blog de Angel Arias

Al pairo: Nacionalismo y culturas

Puede que el debate sobre la prevalencia de las identidades culturales, mientras pretendemos avanzar hacia la globalidad, no sea una incongruencia, pero lo parece. El marco completo es conocido: un camino que lleva desde la alianza de las civilizaciones hasta la gresca por la subsistencia de la identidad cultural de mi pueblo tan querido.  

No quisisera simplificar el problema ni, mucho menos, vulgarizar su tratamiento. Hay que andar con pies de plomo en este paisaje, porque se mezclan muchas cosas, algunas intocables. Sin embargo, algunos creemos descubrir que lo central que se discute es el reconocimiento del valor superior de las razones de algunos colectivos,  casi siempre frente a  aquellos que tienen menos. Menos de algo: dinero, cultura, historia, poder político, etc. 

Me curo en salud salvando las excepciones en que la cuestión sea otra: reclamación de las minorías frente a mayorías, rebelión de los oprimidos frente a sus clases dominantes. Hasta consentiría desgajar del tronco del debate, el pulso entre la superioridad y virtud de unas  inteligencias frente a las inculturas y el atraso de otros pueblos.  Pero, bajando el nivel de cinismo, lo que parece ser el punto de coincidencia entre los debates étnicos, racistas, religiosos, nacionalistas, es la defensa de algunos privilegios, de ciertas superioridades, del deseo de acotar terrenos para desarrollar las ventajas, frente a lo que suponga mercado libre, igualdad de oportunidades, reconocimiento a la verdad o al derecho del otro.  

El riesgo que algunos vemos en este debate es que se nos rompan las razones por las que deberíamos avanzar. Mi abuela materna, que tenía afición a las historietas ejemplares, nos refería que , en las épocas del hambre,  la más pequeña de unos vecinos muy pobres que vivían en la tierra de al lado, mientras la familia numerosa estaba dando cuenta de los restos del cerdito que ella había tenido la mala suerte de mandar al otro barrio mientras jugaba, pidió el trozo mayor a su madre, argumentando: “A mi máis, que fui yo a que o matéi” (A mí más, que fui la que lo maté). Y si al cuento no se le encuentra aplicación, que parezca al menos bien intencionado.

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