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El blog de Angel Arias

Al pairo: Peligro: malhumor a bordo

Al pairo: Peligro: malhumor a bordo El individuo que estaba sentado en el 12-B cuando llegué con mi mejor disposición viajera para ocupar el 12-C, asiento que la compañía aérea me había asignado, parecía haber sido presa de un ataque de nervios. Daba fuertes golpes al asiento delantero y lanzaba duros improperios contra Iberia, contra la dirección de esa compañía y su sistema de checking on line.  Por lo que colegí de su furia incontinental, le habían tomado el pelo, a él, que no se lo tomaba nadie. Comprendí inmediatamente que, como consecuencia de la sádica combinación de las fuerzas vivas de la compañía insignia española para amargarle el viaje a mi vecino circunstancial, yo parecía destinado a ser co-sufridor.

El día tenía que haber pintado muy mal para mi desesperado colindante, pensé, mientras, le indicaba con una voz de padre coadjutor recién llegado a una parroquia del Chinguistán, que, por favor, retirara sus libros de mi asiento. La acumulación de adrenalina en la forma humana sobre el 12-B subía por momentos, imparable. Una azafata con cara de estar a punto de enviarle a la guardia nacional pero actuando de forma profesionalmente educada, le ofrecía, por enésima vez -decía- el libro de reclamaciones, pero el tal energúmeno transitorio no cejaba en su disgusto, e incluyéndome dedidamente dentro del campo de sus iras, no solamente amenazaba mi integridad física con los movimientos de su brazo derecho, utilizando como punto de apoyo el separador entre los asientos que ocupábamos ambos, acercando a mis narices sus puños de lanzador de bolos, sino que me incluyó en su réplica, con un "¿A quién quiere que reclame, a este señor, al que no conozco de nada?". 

El interés general que suscitaba aquella incontenible explosión de ira, atrajo incluso a un sobrecargo que, en una solución seguramente extrema,  le ofreció uno de los asientos libres en la salida de emergencia, lo que también rechazó el infortunado, con el argumento de que ahora no le apetecía moverse en absoluto. Aproveché aquella confesión para utilizarla en mi provecho, y viendo que tenía poco que hacer allí, tomé mis bártulos y obsequiando con una sonrisa triste que pretendía ser condescendiente a la azafata-mártir, me senté varias filas más atrás, aunque respetando la salida de emergencia, por si mi ex-vecino cambiaba de parecer y aceptaba la propuesta que le habían hecho. 

Supongo que el viajero impertinente habría pagado su billete uno de los precios más altos que se pueden elegir para un mismo vuelo si lo compras por Internet. En verdad, siempre me intrigaron las ofertas de las compañías aéreas, pues aunque siempre admití que en un mismo avión viajaran personas que habían pagado por el mismo billete cantidades que podían variar del cero al infinito, no supe hasta recientemente que uno puede tomar la decisión de pagar mucho o poco en unos minutos, o sea, que uno mismo puede ser el paganini de todo el pasaje, en el supuesto de que eso le haga ilusión.

Incluso, contrariamente a mi construcción lógica (iba a escribir a toda lógica, pero me contuve), aparentemente, cuantas más escalas y más largo sea el viaje, más barato resulta éste, hasta el punto de que prácticamente puede salirle a uno gratis dar la vuelta al mundo, con la sola condición de que lo que verdaderamente te importe sea conocer aeropuertos, que también  tiene su morbo, porque no hay nada más cutre que contar los países en los que uno dice haber estado por la realación de tierras de despegue y aterrizaje en donde ha debido hacer escala.

Ya sentado en el que iba a ser mi asiento para el vuelo, colocadas mis cosas en el portaequipajes y revisada la lista de venta a bordo para ahuyentar cualquier tentación futura, mientras miraba por la ventanilla las urracas que viven en las pistas del aeropuerto, me asaltó una intriga intrascendente. ¿Por qué razón se habría colocado a tres pasajeros en una misma fila, estando más de la mitad del avión completamente vacío?. Algún/alguna sádico con intenciones de dañar la imagen de la compañía figuraba esa mañana al tanto de los ordenadores. 

Por cierto, conocer aeropuertos del mundo da mucha cultura. Se puede comprobar, por ejemplo, la influencia de la idiosincrasia en los controles aduaneros y de seguridad. A mí me gusta mucho viajar, pongo por caso, vía el aeropuerto de Roma, que tiene un aire de aeropuerto provinciano encantador, con los guardias y las azafatas de tierra, mar y aire siempre riéndose y dándose cariñosos empellones, con mostradores de información casi permanente vacíos y gentiles señoritas que, cuando por fin los ocupan, resulta que no son las encargadas de darte esa información, porque pertenecen a otra compañía, estaban de paso o son viajeras ellas también.

Otra cuestión que me excita (aunque no las papilas gsutativas) es analizar los altos precios de las variadas bazofias, algunas de ellas incluso comestibles, que se ofrecen en las cantinas –a veces llamadas también restaurantes- de los aeropuertos. Se da por supuesto que los viajeros de avión, que han empleado la fuerza de sus meninges hasta la extenuación por conseguir un billete por doce euros que les conectará entre Roma y Milán, por ejemplo, sucumbirán ante la tentación de un combinado de sándwich con algo parecido a una hamburguesa aplanada a mazazos y una cola médium size por solo doce euros. Así que se podrá decir que se pagó un precio de ganga por el billete pero la cantidad jamás imaginada por engañar el apetito.

Ah, en el autobús que nos llevó a la zona de aduanas del aeropuerto de destino, volvió a encontrarme con mi quasi-vecino. Estaba dándole palmadas a otro congénere y me saludó, ya reconvertido a la civilización: "Perdone, joven, pero es que quería sentarme con mi amigo y no sabía cómo librarme de Vd.". Le miré atónito y no sabía si agradecerle que me hubiera llamado joven o que no me hubiera arrojado por la ventanilla paa conseguir su objetivo.

2 comentarios

Administrador del blog -

Gracias, Keka, por tus cariñosas palabras al reconocimiento de mi capacidad para hacer reir contando mis desventuras ocasionales. Pediré que se me proporcione alguna información sobre el viajero de al lado, pero creo que lo mejor es procurar que nos asignen un asiento libre. La gente no suele estar de humor ante la perspectiva de pasar varias horas encajonado en un incómodo habitáculo, en el que no te sirven ni un café y para acceder al cual has debido casi desnudarte, porque parece ser que existe un alto riesgo de que te manden a freir espárragos desde el aire.

Un beso telemático, Keka, y mis mejores deseos para tu familia y tus proyectos

keka -

Desde luego, mi querido y estimado Angel, tu aventura no tiene precio, aún me estoy mondando de risa, imagino que aunque no perturbase el resto del viaje es "endeviduo" seguro que le estuviste dando vueltas a la cabeza por si incluso cabía la posibilidad de que sacase una granada de mano en algún momento del vuelo.
Menos mal que pudiste verle al final con cara de civilizado y con cierto alivio dirías que porque te había tocado a ti, yo que también he viajado mucho debo de reconocer que no he tenido creo una anecdota tan extraña como la que aquí nos relatas.
Por otro lado el tema de los billetes y su precio yo llevo trabajado cierto tiempo en ello y te puedo decir que a veces resulta incomprensible pues a veces es según la fecha, según el destino, según las plazas, según la compañía, según si ofrecen menús, según si te cobran por el periódico, por la bebida, por los caramelos o por que se yo.
Como no está todo inventado lo siguiente será que si vuelas con paracaídas te sale gratis.
Un abrazo afectuoso y cuando te den el asiento pregunta con quien te sientan al lado , raza, edad, estatura, peso, sobretodo para no sentirte intimadao por un cabeza hueca con muchos músculos por si acaso.